viernes, 21 de agosto de 2020

Verdades que duelen y deben doler por encima del etnocentrismo xenófobo y de las palabras huecas. ¿Qué se puede hacer? Varias cosas, por ejempo: ¿Has visto en internet o en vivo y en directo, si en tu barrio, en tu ciudad o en tu pueblo hay algún centro solidario para la acogida de migrantes? ¿Te has molestado en asistir a los plenos abiertos del Ayuntamiento y has propuesto la necesidad urgente de poner en marcha la iniciativa? Es lo mínimo escandalizarse y horrorizarse ante el genocidio normalizado como resultado de una falta total de conciencia y hasta de inteligencia, porque ese exterminio constante de los más olvidados y explotados, es el aviso de la extinción de nuestra especie. Hay que actuar desde la base social, los políticos al uso nunca lo harán si no les empujamos con nuestras iniciativas y les demostramos lo que se puede hacer sin tanta parafernalia, formando ya ILPs que acudan al Parlamento, pidan la palabra y les canten las cuarenta desde una realidad mejorable, más sana y más justa. Y además¡posible! Se puede invitar a los refugiados a dar testimonio de su integración en la sociedad y de los beneficios que esa integración produce para el bien común. Porque, justo,los refugiados son unos craks en todo aquello que la mayoría de españoles no quiere hacer: la agricultura de la España vacía, los cuidados y los servicios más incómodos y peor pagados. En un país donde hay más viejos que niños, más muertes que nacimientos y el sostenimiento de la Seguridad Social en un par de generaciones, y a este paso, será imposible. El egoísmo no es autoestima, es estupidez a niveles demenciales. La maldad, verdaderamente, sin duda, está más cerca de los tontos "listos" que de la inteligencia personal y colectiva

Insoportable

  • Estaban a unas 80 millas de la costa de Gran Canaria cuando fueron localizadas por efectivos de Salvamento Marítimo este miércoles
  • “¿Cuántos más tendrán que morir?, ¿hasta cuándo seguirán desapareciendo pateras en nuestros mares?, ¿por qué no se hace nada desde los Gobiernos de turno?”


Macarena Amores, periodista y militante anarcosindicalista de CGT
Estaban a unas 80 millas de la costa de Gran Canaria cuando fueron localizadas por efectivos de Salvamento Marítimo. El dispositivo de rescate se activó este miércoles 19 de agosto a primera hora de la tarde, pero cuando la Guardamar Talía llegó hasta la embarcación de madera todas sus ocupantes ya habían fallecido. Las contaron. Eran diez. Sus cuerpos “inertes” en una patera de tantas que se adentran en estos últimos meses en la inmensidad y peligrosidad del Atlántico, con la esperanza puesta en llegar a Europa y la incertidumbre de poder contarlo y superarlo, ya no sentirían nunca más el miedo. Ni el frío, la sed, el sufrimiento o la soledad… tampoco el desprecio con el que buena parte de nuestra sociedad iba a acogerles al llegar. ¿Quiénes eran? ¿Cuántas eran? ¿Qué sueños perseguían? ¿De dónde procedían? ¿Cuántos años tenían? Quienes iban preparados para rescatarles permanecieron allí posicionados, a pocos metros de un cayuco balanceado por las olas, totalmente en silencio, hasta que una embarcación de la Guardia Civil llegó hasta ellos para hacerse cargo. Eran las 21 horas.
Cuando ocurren estas tragedias siempre lamentamos las mismas cosas. La miseria, el hambre, las guerras, la falta de oportunidades, a las que estos seres humanos están expuestos en sus países de origen, y algunas nos quedamos ahí, pensando en quiénes serán los próximos sobre los que tengamos que escribir estos artículos. Pensamos en cuándo nuestros gobernantes, a los que sentamos en los parlamentos democráticos cada cuatro años, se van a tomar en serio la necesidad de establecer vías seguras para que quienes migran no mueran en el océano, saltando una valla o apagando un incendio de la chabola en la que malviven. En cuándo los millones de euros que se malgastan en tecnología, en efectivos policiales, acciones militares y en viajes diplomáticos, para “establecer y coordinar acciones contra la inmigración irregular”, se invertirán en ayudarles de verdad, a través de políticas e iniciativas que pongan en el centro la vida y los derechos humanos, y no los intereses económicos de potencias al servicio del capital, de multinacionales que llevan años haciendo de la muerte en la frontera sur española un negocio cada vez más rentable. También pensamos en cuándo se va a responder unitaria y contundentemente a todo ese círculo mediático que apuntala los discursos del odio y promueve ideas insolidarias con las que pretenden convencernos de que gente pobre y vulnerable constituye una verdadera amenaza.
En nuestro primer modélico y civilizado mundo tenemos dos extremos. O nos insensibilizamos ante estos dramas, o nos escandalizamos cuando a las cosas las llamamos por su nombre. Y en ambas posturas se tiende a no afrontar la situación, a dejar pasar otra noticia, otra imagen, otro testimonio para permitir que el silencio, tan cómodo a veces, se imponga.
Las preguntas retóricas que todos y todas nos hacemos como “¿cuántos más tendrán que morir?”, “¿hasta cuándo seguirán desapareciendo pateras de personas en nuestros mares?”, “¿por qué no se hace nada desde los Gobiernos de turno?”, etc. Ya duele hasta plantearlas, porque conocemos de sobra la única respuesta que se les puede dar a las mismas. Sabemos que se les ha empujado a morir, solos y conscientes de ello. Y eso es insoportable.


La patera localizada este miércoles en Canarias./ Macarena Amores

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