Insoportable
- Estaban a unas 80 millas de la
costa de Gran Canaria cuando fueron localizadas por efectivos de
Salvamento Marítimo este miércoles
- “¿Cuántos más tendrán que
morir?, ¿hasta cuándo seguirán desapareciendo pateras en nuestros
mares?, ¿por qué no se hace nada desde los Gobiernos de turno?”
Macarena Amores, periodista y militante anarcosindicalista de CGT
Estaban a unas 80 millas de la costa de Gran Canaria cuando fueron localizadas por efectivos de Salvamento Marítimo.
El dispositivo de rescate se activó este miércoles 19 de agosto a
primera hora de la tarde, pero cuando la Guardamar Talía llegó hasta la
embarcación de madera todas sus ocupantes ya habían fallecido. Las contaron. Eran diez.
Sus cuerpos “inertes” en una patera de tantas que se adentran en estos
últimos meses en la inmensidad y peligrosidad del Atlántico, con la
esperanza puesta en llegar a Europa y la incertidumbre de poder contarlo
y superarlo, ya no sentirían nunca más el miedo. Ni el frío, la sed, el
sufrimiento o la soledad… tampoco el desprecio con el que buena parte
de nuestra sociedad iba a acogerles al llegar. ¿Quiénes eran? ¿Cuántas
eran? ¿Qué sueños perseguían? ¿De dónde procedían? ¿Cuántos años tenían?
Quienes iban preparados para rescatarles permanecieron allí
posicionados, a pocos metros de un cayuco balanceado por las olas,
totalmente en silencio, hasta que una embarcación de la Guardia Civil
llegó hasta ellos para hacerse cargo. Eran las 21 horas.
Cuando
ocurren estas tragedias siempre lamentamos las mismas cosas. La
miseria, el hambre, las guerras, la falta de oportunidades, a las que
estos seres humanos están expuestos en sus países de origen, y algunas
nos quedamos ahí, pensando en quiénes serán los próximos sobre los que
tengamos que escribir estos artículos. Pensamos en cuándo nuestros
gobernantes, a los que sentamos en los parlamentos democráticos cada
cuatro años, se van a tomar en serio la necesidad de establecer vías
seguras para que quienes migran no mueran en el océano, saltando una
valla o apagando un incendio de la chabola en la que malviven. En cuándo
los millones de euros que se malgastan en tecnología, en efectivos
policiales, acciones militares y en viajes diplomáticos, para
“establecer y coordinar acciones contra la inmigración irregular”, se
invertirán en ayudarles de verdad, a través de políticas e iniciativas
que pongan en el centro la vida y los derechos humanos, y no los
intereses económicos de potencias al servicio del capital, de
multinacionales que llevan años haciendo de la muerte en la frontera sur
española un negocio cada vez más rentable. También pensamos en cuándo
se va a responder unitaria y contundentemente a todo ese círculo
mediático que apuntala los discursos del odio y promueve ideas
insolidarias con las que pretenden convencernos de que gente pobre y
vulnerable constituye una verdadera amenaza.
En
nuestro primer modélico y civilizado mundo tenemos dos extremos. O nos
insensibilizamos ante estos dramas, o nos escandalizamos cuando a las
cosas las llamamos por su nombre. Y en ambas posturas se tiende a no
afrontar la situación, a dejar pasar otra noticia, otra imagen, otro
testimonio para permitir que el silencio, tan cómodo a veces, se
imponga.
Las preguntas retóricas que todos y todas nos hacemos como “¿cuántos más tendrán que morir?”, “¿hasta cuándo seguirán desapareciendo pateras de personas en nuestros mares?”, “¿por qué no se hace nada desde los Gobiernos de turno?”,
etc. Ya duele hasta plantearlas, porque conocemos de sobra la única
respuesta que se les puede dar a las mismas. Sabemos que se les ha
empujado a morir, solos y conscientes de ello. Y eso es insoportable.
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