jueves, 27 de agosto de 2020

A Joaquín Araújo... ¡Gracias, hermano!



Tanto tiempo estudiando la vida y sus veredas,
escribiendo tratados de todo lo que vemos,
tantos pasos al frente en ciencias y vitrinas,
museos y bibliotecas, cálculos infalibles
del destrozo flotando entre algoritmos,
descubriendo la pólvora excitante del impacto,
la guerra de los egos,
y sus vanos  instintos recurrentes,
los sibilinos valses de la nada
en el baile incesante del barullo...

Pero llega la tierra y esa palabra inversa,
con que habla y escribe la Natura
envuelta en un murmullo vivo y silencioso
que escapa por ventanas y rendijas
que limpia lo que roza
y transforma en mirada el adoquín,
en maestro al camión de la basura,
la contaminación en máster de emergencia
y los campos en UCIs repentinas

Y al final era todo tan fácil,
tan sumamente claro como el amanecer
de cada día,
como respira el bosque
y rezuman las hojas de los pinos,
del sauce maternal, de los castaños,
como el abrazo intenso del olivo,
la sombra del viñedo a ras de tierra,
las palmeras al borde de la playa,
el son de las lechugas en el huerto,
el don de otro gazpacho sin envase
compuesto en la cocina, al pie de la ventana
como una sinfonía, entre el rojo y el verde
con el toque impulsivo del vinagre,
el ajo y la cebolla mano a mano
en perfecta armonía de sabrosa  modestia,
el pellizco de sal que limpia y condimenta
cada sorbo
y el aceite que cura las heridas
con esa vocación de  alimentar
que todo lo suaviza.


Tanta especulación con bucles de psiquiatra,
tanto empingorotado rebombori
para esto,
tanto subir al tren de lo fingido
para cubrir la ausencia
de aquello que nos falta: árboles de la vida
es lo que somos y si no somos ellos,
somos nada,
una nada muy tonta y encima convencida
de ser la mar de lista , compuesta,
supertodo y enterada.
Un mundo sin pizquita de sentido
donde lo que más cuesta
nada vale y donde el todovale,
igual que sus gestores, solo es nada.

Así llega la vida que renace
y estalla de repente como una mascletá
hecha de almas, de cuerpos que despiertan
sin ruidos ni petardos, sólo luz,una luz diferente
con ritmo de conciencia
que hace nueva la esencia y la palabra.

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