Para quien camina siempre hay un sol amaneciendo
Se nos ha ido el obispo de la Amazonía, el obispo rojo, el obispo de los pobres, el poeta subversivo y el revolucionario guiado por la poesía.
Se nos ha ido Pere Casaldáliga, un hombre en el buen sentido de la palabra, bueno.
Para quienes defendemos una visión de la ecología integral y social, indisolublemente unida a los derechos humanos y la defensa de las personas más vulnerables de la sociedad, Casaldáliga es un referente que nos acompaña siempre.
Junto a Frei Betto y Leonardo Boff, entre otros, fue corresponsable de esa maravilla que es la encíclica Laudato Si. No era la primera vez que la Iglesia escribía sobre ecología y protección ambiental. Pero sí fue la primera vez que se planteaba la necesidad de una ecología social y se señalaba claramente el papel del capitalismo salvaje en la destrucción de la naturaleza.
La impronta de Casaldáliga ahí resultaba muy evidente.
No se trata de proteger la naturaleza si para ello destruimos a quienes en ella viven. Eso lo aprendió muy pronto nuestro hermano en la lucha: desde aquel 1968 en que aterrizó en Brasil y ya nunca dejó de luchar por las comunidades indígenas y la protección del Amazonas. Aunque eso significara vivir siempre con la amenaza del asesinato, la desaparición o la tortura.
Sobrevivió a atentados y al acoso de gobiernos y paramilitares. Sufrió la persecución y el rechazo del Vaticano por defender una Iglesia volcada en los pobres y en la defensa de la vida: esa Iglesia que expulsa a los mercaderes del templo.
No es de extrañar que Casaldáliga fuera un firme defensor de la naturaleza. Su compromiso con la Teología de la Liberación, que vive la fe luchando por el pueblo, explica que muy pronto supiera que son precisamente los excluidos de la sociedad quienes en primer lugar, y de manera más contundente, sufren los desastres ambientales. Que cuando una empresa quiere explotar los recursos de un territorio y engaña hablando de los puestos de trabajo que se crearán, la realidad nos muestra que miles de personas serán desplazadas de sus tierras y abocadas a los márgenes de la historia. Y después de eso, nada. El vacío. La tristeza de un territorio desolado.
Por eso sabemos también que las luchas ecologistas que no cuentan con las personas que habitan los territorios no son más que greenwashing, capitalismo feroz preparando la salida ecofascista a esta crisis ambiental que sufrimos.
El ecologismo del obispo de la Amazonía era comprometido y valiente:
Reforma agraria, para devolver al pueblo lo que el pueblo trabaja.
Protección de los territorios indígenas, para que los guardianes de la vida sigan protegiendo la biodiversidad.
Derechos humanos para todas, porque el ecologismo sin libertad, igualdad y justicia social no significa nada, es un parque temático para lavar las conciencias de quienes explotan a nuestra gente.
Feminista, porque sabía que sin las mujeres no se puede construir el mundo mejor al que aspiramos. Porque son ellas quienes sostienen la vida pero los cuidados han de repartirse por justicia.
Abolición del capitalismo, porque el mercado nunca garantizó derechos a nadie.
Agitador de conciencias del primer mundo, porque sabía que solo podremos salvarnos si lo hacemos juntos.
Poeta de la subversión, porque sabía que el revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor.
Recientemente ha saltado la noticia de que Bolsonaro quiere vender el 15% de la Amazonas a fondos de inversión para su protección. Coincidía su publicación cerca de la celebración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas y de la muerte de Dom Pedro.
Y cabe preguntarse si esta decisión de vender a trozos nuestro futuro tiene algo que ver con la necesaria protección de los recursos naturales, y si con esta política habrá siquiera presente para quienes habitan en ese territorio.
Los datos son terribles:
- 33% de la gente pobre en las áreas rurales son comunidades indígenas.
- Siguen padeciendo niveles exorbitantes de discriminación y violencia.
- Una de cada tres mujeres indígenas es violada a lo largo de su vida.
- Más del 86% de las personas indígenas de todo el mundo trabajan en la economía informal.
- Tienen casi tres veces más probabilidades de vivir en condiciones de extrema pobreza que sus homólogos no indígenas.
- El 47% de todas las personas indígenas que trabajan no tienen educación, y esta brecha es aún mayor en el caso de las mujeres.
En estos días de duelo y dolor por la desaparición física de Casaldáliga, deberíamos preguntarnos qué habría hecho él, y con él, los más de 1.500 activistas que han sido asesinados en los últimos 15 años por defender su territorio, sus recursos y sus vidas frente a bancos, fondos de inversión y gobiernos criminales que venden a su pueblo por un puesto en el consejo de administración de alguna empresa famosa por sus constantes vulneraciones de los derechos humanos.
Cuando esto ocurre, cuando está en peligro la vida y la dignidad, las guardianas de la vida se alzan con voz propia : son miles, y tienen la paciencia necesaria para no dejar de luchar jamás porque saben que el tiempo, como la araña, teje despacio.
Y como ellas, y con ellas, nosotras también hemos de tejer despacio la red que nos una a todas en la misma lucha. No habrá mejor homenaje a Casaldáliga que recordar que siempre habrá un sol amaneciendo para quien camina.
Caminemos. Aún queda mucho por andar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario