Diccionario para entender el origen de la covid-19: la destrucción de la naturaleza
- "La realidad es que solo hay una
especie única responsable de la pandemia, que somos los seres humanos”,
explica Theo Oberhunter (Ecologistas en Acción)
- Cuanto más diverso es un ecosistema, más difícil es que un patógeno se propague rápidamente o logre imponerse
El nuevo coronavirus SARS-Cov-2, que produce la enfermedad covid-19, comparte más del 96% de su genoma con un coronavirus que afecta a los murciélagos. De ahí ha conseguido saltar a los humanos, según ha confirmado la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Cuando hablamos de una pandemia como el coronavirus parece que queremos responsabilizar a los animales. La realidad es que solo hay una especie única responsable de la pandemia, que somos los seres humanos”, explica a cuartopoder Theo Oberhunter, fundador de Ecologistas en Acción especializado en la defensa de la biodiversidad.
La covid-19 está relacionado con la degradación medioambiental y, para entenderlo, presentamos un glosario de términos.
Biodiversidad: Según la RAE, es la variedad de especies animales y vegetales en su medio ambiente. La UE se marcó como objetivo 2020 para frenar la pérdida de biodiversidad y la degradación de los servicios ecosistémicos, pero las especies de plantas y animales están desapareciendo cada vez a un ritmo mayor debido a la actividad humana. Un millón de especies, de un total de ocho millones, están en peligro de extinción y muchas de ellas podrían extinguirse en las próximas décadas, según un informe de la ONU del año pasado. Cuanto más diverso es un ecosistema, más difícil es que un patógeno se propague rápidamente o logre imponerse.
Patógeno: Es un agente infeccioso que puede provocar enfermedades en su huésped. Un patógeno puede ser un virus, una bacteria o un hongo, por ejemplo. Determinadas prácticas como la deforestación, la invasión de hábitats silvestres o la agricultura intensiva cambian el equilibrio de la naturaleza y hacen los patógenos se propaguen más fácilmente. Los virus llamados nuevos o emergentes como el VIH, Ébola, Hendra, Nipah, MERS-Cov o SARS-CoV-1 son patógenos de origen animal.
Zoonosis: Puede que la inmensa mayoría de la ciudadanía estuviera poco o nada familiarizada con este concepto, que cada vez escuchamos más a causa de la covid-19. Las enfermedades zoonóticas son un grupo de enfermedades infecciosas que se transmiten de forma natural de los animales a los seres humanos a través de la exposición directa o indirecta de los animales o los productos que derivan de ellos como carne, leche o huevos. El nuevo coronavirus dio las primeras señales en un mercado de animales situado en la ciudad china de Wuhan.
“Siempre ha habido un consumo de animales salvajes, pero en los últimos años hay un aprovechamiento intensivo de los animales”, explica Oberhunter. En los países asiáticos tradicionalmente se comercia con productos de origen animal para distintos usos como el medicinal, pero también ha aumentado el aumentado la práctica de la ganadería intensiva en otras partes del mundo. “El 60% de las enfermedades infecciosas que nos afectan son de origen zoonótico, el 70% de todas las enfermedades nuevas que llaman emergentes tienen su origen en los animales. Es evidente que el riesgo se va incrementando”, destaca.
Vectores: Los vectores son agentes (animal o microorganismo) que transporta o transmite un patógeno a otro organismo vivo. Hay muchas enfermedades que se transmiten de esta manera, aunque no han tenido el alcance de la covid-19. Por ejemplo, el virus del Nilo Occidental crece y se propaga de un ave a otra a través de los mosquitos infectados, que serían los vectores. Si los mosquitos infectados con el virus pican a los caballos o a los humanos, estos pueden contraer la enfermedad.
Sistema mundial: La economía mundial está basada en la explotación de recursos para obtener cada vez más energía y productos de origen animal, algo que destruye la barrera natural que son los ecosistemas y la biodiversidad. La expansión de la agricultura intensiva y la deforestación, que sirven para obtener los recursos de nuestro sistema, son responsables del aumento de transmisión de enfermedades entre animales y humanos, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. A medida que crece la población mundial y nos acercamos a los 10.000 millones de habitantes el sistema y la forma de vida a la que vamos encaminados es cada vez más insostenible.
Crisis climática: El concepto señala que el aumento de las temperaturas a nivel global o cambio climático se produce como consecuencia de las acciones del ser humano. También apunta a que estamos ante una emergencia que amenaza la vida en el planeta. Entre los problemas que conlleva el calentamiento global, la subida del nivel del mar, el deshielo de glaciares, los fenómenos meteorológicos extremos, la reducción de la biodiversidad y, como hemos visto, su consiguiente repercusión en la salud de las personas.
Contaminación atmosférica: La actividad desarrollada por los seres humanos, que degradan el medioambiente, no solo favorece la propagación de las enfermedades, sino que nos daría menos herramientas para combatirla una vez que llegan a nuestro organismo. Estudios como el de la Universidad Martin Luther Halle-Wittenberg asocian mortalidad por el coronavirus y contaminación. En concreto, esta investigación concluye que los lugares con niveles elevados de dióxido de nitrógeno en el aire en Madrid, el norte de Italia o la provincia de Hubei (China) tienen significativamente tasas de mortalidad más alta relacionadas con la covid-19.
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La industria de la moda contra la naturaleza: “Solo reaccionarán si el cliente lo manda”
- “Cuando compras ropa sostenible,
no es que sea mas cara, la otra cuesta explotación laboral y costes
medioambientales”, indica Gema Gómez (Slow Fashion Next)
- La
industria de la moda emite el 10% de las emisiones de CO2, mucho más que
los sectores del transporte marítimo y aéreo juntos, según un informe
del Banco Mundial
- “Comprar es una manera de votar, con lo que compras decides quien gobierna el planeta", indica Celia Ojeda (Greenpeace)
La fast fashion (moda rápida) es una idea moderna creada con orgullo por la industria de la moda, pero que es voraz y feroz contra el medio ambiente. Es ropa barata, de peor calidad y que consumimos mucho más. Si en el año 2.000 se fabricaban 50.000 millones de prendas al año, veinte años después se fabrica el doble, según el Banco Mundial.
El coste medioambiental a pagar es muy alto. Para producir unos vaqueros se necesitan como mínimo unos 3.000 litros de agua, para producir unas zapatillas unos 4.400 litros. Sin embargo, durante el año 2.000 y el 2015 ha disminuido un 36% el tiempo de uso que le damos a las prendas antes de tirarlas. Por ejemplo la ciudadanía española consume 34 prendas y tira entre 12 y 14 kilos de ropa al año, según un informe de la Asociación Ibérica del Reciclaje Textil (Asirtex) de 2017.
La industria de la moda emite el 10% de las emisiones de CO2 en todo el mundo, mucho más que los sectores del transporte marítimo y aéreo juntos, también según un informe del Banco Mundial. Si es la industria es tan perjudicial para el planeta es porque degrada el medioambiente a muchos niveles. Por un lado, contamina aire y agua y esquilma los recursos hídricos, pero además emite grandes cantidades de carbono por su traslado a occidente desde los países asiáticos donde se deslocalizaron hace dos décadas las fábricas de producción.
Otro gran problema medioambiental es qué hacer después con la cantidad ingente de prendas que se fabrica, muchas de las cuales aguantan pocos lavados antes de romperse. En España no se recicla ni el 10% de la ropa y en Europa apenas se recicla el 25% de los recursos textiles. “Deshacernos de la ropa es muy contaminante, como no la reciclamos o la reutilizamos, la quemamos o la tiramos en vertederos, es decir, o emitimos CO2 o filtramos plásticos y microplásticos al medioambiente”, indica a cuartopoder Celia Ojeda, coordinadora del programa de consumo de Greenpeace.
“Estas empresas tienen una gran voracidad. Sus modelos de negocio están basados en la venta masiva y buscan mecanismos para forzarla. Tienen colecciones nuevas todas las semanas en las tiendas. Las prendas están hechas por el trabajo esclavo y cada vez por menos personas porque la industria se está robotizando”, explica Gómez. “Cuando compras ropa sostenible, no es que sea más cara, es que la otra está hecha con explotación laboral y costes medioambientales”, añade la fundadora de Slow Fashion Next.
Algunos cambios, aunque no son suficientes
Uno de los motivos por los que la industria local desplazó su producción a los países orientales hace cerca de dos décadas fue el llamado reglamento REACH (Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de Productos Químicos), que restringía el uso de sustancias químicas tóxicas y cancerígenas en la industria europea. Desde entonces, algunas empresas han cambiado sus prácticas en el manejo de químicos, aunque de forma insuficiente. “Una empresa como Inditex puede tomar medidas en su producción, pero no controla a la empresa que les produce la tela, que a su vez produce también para otras marcas”, pone como ejemplo Ojeda.Con la intención de terminar con la contaminación textil en ríos y océanos, Greenpeace impulsó hace casi una década la campaña 'Detox'. Hace dos años decidieron comprobar los avances que se habían producido en la industria y, aunque 80 marcas comprometidas con la causa habían registrado algunos avances, concluyeron que el 85% de las empresas textiles siguen suspendiendo el examen de sostenibilidad. “Han avanzado con los compuestos químicos que utilizan, pero ahora meten más poliéster, un derivado del petróleo, que se filtra con mayor facilidad al medioambiente, con cada lavado”, explica Ojeda.
Por otro lado, en la UE algunos países han dado pasos para poner cotas medioambientales a la industria. En 2018 se generó una gran polémica al revelarse que marcas como H&M y Burberry quemaban toneladas de ropa que no podían vender, una práctica muy contaminante. En febrero de este año, Francia ha aprobado una ley que prohíbe a los fabricantes destruir los productos no vendidos, además de acotar lo que se conoce como 'greenwashing', es decir, que las marcas vendan productos como biogradables o respetuosos con el medioambiente cuando no lo son. Hay modificaciones legislativas quizás pequeñas, localizadas en determinados países, pero que muestran la senda del cambio.
¿Cómo se puede producir el cambio hacia la sostenibilidad?
Cuando García creó la iniciativa Slow Fashion Next en 2011 recuerda que no aparecía nada en Google en España al buscar “moda sostenible”. Entonces creó este proyecto para ayudar a las empresas de ropa a tener toda la información y hacer el cambio hacia la sostenibilidad con la mayor rapidez posible. Durante ocho años han celebrado unas jornadas de moda “lenta” y en septiembre lanzarán un directorio con 130 marcas para impulsarlas. El reto es hacer accesible a la ciudadanía las marcas que son respetuosas con el medioambiente, pero que muchas veces no son tan visibles.Pero sobre todo hace falta un cambio en la mentalidad de los consumidores. “Podemos vivir sin otros zapatos u otro abrigo, pero si no hay hummus en la tierra nos vamos todos al garete”, resume García. “Las empresas solo van a reaccionar cuando el cliente lo mande”, asegura. Por su parte, Ojeda cree que deben ir de la mano el cambio de comportamiento de los clientes y los cambios legislativos que acoten las malas praxis de la industria. “Comprar es una manera de votar, con lo que compras decides quien gobierna el planeta. ¿Quieres que sea una multinacional o un comercio local y una marca de moda de slow fashion que además fija empleo en tu zona?, resume.
En el debate se suele además incorporar la cuestión de clase. ¿Puede la mayor parte de nuestras sociedades occidenatales precarizadas permitirse comprar marcas más caras? La respuesta sería que sí, porque la industria nos engaña y en realidad es más económico comprar menos y de mayor calidad. “La verdad es que comprar cinco camisetas por 10 euros, que solo te van a aguantar unos pocos lavados, no sale rentable”, indica Ojeda. “La realidad es que la gente viste muy mal, vamos vestidas con trapos, de corte industrializado. Nuestras abuelas vestían mejor, con menos prendas, pero que les sentaban perfectamente. Se trata de que hemos comprado un modelo de vestir que genera muchísimo daño a nivel medioambiental”, añade García.
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