jueves, 13 de agosto de 2020

Algo que objetar con todo el respeto, querida Elisa Beni


El debate que ya existió


"La única barrera ante el fanatismo es vivir en una sociedad plural en las que los contrapesos institucionales de otras doctrinas y otros poderes nos impidan ir hasta el final de los nuestros propios"
J.F. Revel
No me cuesta nada confesar que lo manual no es lo mío. Dejé las ciencias puras por mi indudable incapacidad para el dibujo técnico, con el que lidié con mil argucias que no descartaban arrojar el tiralíneas contra la madera del suelo, cuando la rabia por un "chino" me sacudía. De fondo de mis zozobras tenía casi siempre los debates parlamentarios que transmitía TVE. Me interesaban. Esas personas debatían de forma profunda y respetuosa sobre mi futuro y el de todos. Al lado de aquella actividad, los debates actuales parecen en muchos casos grotescos y, como poco, fútiles. Paradójicamente son algunos de los protagonistas de esta ceremonia confusa, que remeda a veces más que encarna la esencia del parlamentarismo, los que quieren convencer a los desmemoriados, a los ingenuos y a los recién llegados de que aquello no tuvo ninguna validez y de que una enmienda a la totalidad es la mayor modernidad que podemos proponernos. 
Mas allá de la interpretación que se haga de ello, el debate sobre la forma de Gobierno se produjo entonces en toda su amplitud. Todos los argumentos que hoy se puedan exhibir y que se están produciendo en los diversos partidos y medios, ya fueron pronunciados en aquella ocasión. No hay ni uno nuevo. Pueden leer las actas, están en la web. El hecho de que descubramos que la persona que ha ostentado la jefatura del Estado durante 39 años haya llevado a cabo acciones reprobables y, eventualmente y a falta de contraste jurisdiccional delictivas, no creo que rompa o anule las manifestaciones y compromisos que allí se hicieron.   
Hacía mucho calor en las Cortes el 11 de mayo de 1978. Cuanto más arriba se situaban los diputados, más temperatura, o al menos así lo dejó plasmado el presidente. Con esto constato la fidelidad de las actas. En el caluroso agosto de la nueva normalidad, se extrañan algunos de que Pedro Sánchez afirme aceptar el pacto Constitucional "con todas las consecuencias", "sin trocearlo" y, por ende, la monarquía parlamentaria como forma del Estado. No sé si todos han estudiado o alcanzan a recordar que en las cortes constituyentes el único "voto particular republicano" fue defendido hasta la votación en pleno por el PSOE y el PSUC. Ese voto republicano incluía todos los argumentos que cualquiera de nosotros pueda poner sobre la mesa y aún subía la apuesta. Fue respondido, contra argumentado, e incluso ampliado en su fundamentación por los soberanistas. Al final de su defensa, Gómez-Llorente en representación del PSOE, afirmó: "Finalmente, señores y señoras diputados, una afirmación que es un serio compromiso. Nosotros aceptaremos como válido lo que resulte en este punto del Parlamento constituyente. No vamos a cuestionar el compromiso con la Constitución por eso. Acatamos democráticamente lo que la ley de la mayoría depare. Si democráticamente se establece la monarquía, en tanto sea constitucional, nos consideramos comprometidos con ella". Y bajo esa premisa perdieron una votación que habían precisamente forzado, llevando hasta el último momento su planteamiento republicano. Martín-Tovar lo recalcó así en aquella misma sesión: "El voto particular republicano de los socialistas tendría entre otras cosas esa necesaria justificación, es decir, que el Rey pueda ganar su nuevo poder estatal, su papel constitucional, gracias a una votación". Y así fue, la votación la ganó. Huelga decir que los socialistas aprovecharon también para afianzar su tirón con el electorado de tendencia republicana, toda vez que el Partido Comunista de España ya había aceptado en su Comité Central, una semana después de su legalización, tanto la bandera rojigualda como la monarquía parlamentaria como forma del Estado. Son muy interesantes también las negociaciones que a este respecto llevó a cabo el propio Juan Carlos I ,a través de Prado y Colón de Carvajal y de Ceaucescu, con el propio Carrillo. 
¿Cuándo caducan los compromisos? España es un país en perpetua revisión de los grandes principios, quizá para evitar así ocuparse de los detalles que importan, como el de hacerlos viables y comprometerse con la mejora y vigilancia de su día a día. 
Me van a decir que las circunstancias políticas y sociales de aquel momento marcaron el debate. Cierto. También lo dejó claro Solé Tura: "hoy lo que divide a los ciudadanos no es la línea que separa monarquía y república sino la que separa a partidarios de la democracia y enemigos de la democracia". Somos nosotros y nuestras circunstancias. Las actuales son otras pero tampoco totalmente neutras: una grave crisis abatiéndose sobre la economía mundial, un problema de salud pública aún no resuelto, el crecimiento de la ultraderecha en Europa y la deriva hacia las democracias iliberales en el continente. ¿Es el momento ahora de derribar el pacto constitucional? Mi respuesta a los que proponen ahora, sin consecuencias, un nuevo debate constituyente -como Teresa Rodríguez o Miguel Urbán- es decirles que hablar no cuesta nada y que es absurdo e irresponsable pensar que en las circunstancias actuales éste sería no sólo posible, sino más libre o provechoso. El propio Iglesias dijo taxativamente hace ocho meses que "la monarquía no está en crisis". Me hartan mucho los que quieren inventar el chocolate simplemente porque llegaron tarde al reparto de las onzas. 
El 11 de mayo de 1978 a las ocho y cinco de una calurosa tarde-noche, el debate entre monarquía y república quedó zanjado por el voto democrático de los representantes del pueblo español. Cierto es que no sabían que algunos no nacerían hasta cinco meses más tarde. Reactivarlo ahora sólo tiene el mérito de buscar una diferenciación electoral con los socialistas, como de hecho estos hicieron entonces a la inversa, aún a expensas de tensiones en la coalición. Es un debate, además, para entretenernos puesto que no es factible ni viable llevar a cabo en estos momentos tal revisión. 
Aquí lo importante se va a diluir, como en casi todo. Los delitos los cometen las personas y no las instituciones. Chirac fue condenado a dos años de prisión pero no lo fue la V República. La legitimidad de Felipe VI no viene de su padre sino del artículo 57 de la Constitución. Los valores republicanos están recogidos en la actual Constitución de una forma avanzada y el empeño ahora debe ser preservarlos y hacerlos cumplir, frente a las hordas totalitarias que avanzan. 
Aquí lo importante es ver cómo responde el sistema de Justicia al embate, respetando el principio de igualdad ante la Ley, lo que supone no hacer de mejor condición al ex jefe del Estado pero tampoco de peor. Aquí lo relevante es ver si la transparencia de fachada que se ha introducido en la Casa Real se puede convertir por ley en una obligatoriedad de aportación de los datos financieros y de una supervisión democrática de los mismos. Una especie de Estatuto del Monarca, que adecúe aún más la institución a los principios de transparencia y de control. 
Es chocante la prisa que nos damos siempre en este país para perder el tiempo. Ahora lo estamos haciendo de nuevo con este debate que ya se produjo. Soy republicana porque intelectual y racionalmente nadie puede ser monárquico en sentido estricto, pero sobre todo demócrata y entiendo que mis representantes -aunque yo no votaba aún- sometieron a voto esta cuestión que iba implícita también en el referéndum posterior sobre la Constitución, que tampoco pude votar, pero que me vincula igualmente. 
"Me considero demócrata antes que republicano y me inclino pues ante la voluntad popular" concluyó Heribert Barrera de ERC en aquella cálida tarde de mayo. 
Lo moderno y lo joven, lo contestatario, debe reposar en algo más que en la ignorancia. 

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En fin--dijo don Quijote- tú eres, Sancho, el mayor glotón del mundo y el mayor ignorante de la tierra, pues no te persuades que este correo es encantado, y este Tosilos contrahecho.Quédate con él y hártate, que yo me iré adelante poco a poco, esperándote a que vengas.
Miguel de Cervantes (Don Quijote de La Mancha)

 Ante todo quiero puntualizar que el problema acuciante de la caducidad institucional del sistema español, actualmente en caída libre, no es simplemente la fijación "revolucionaria" de "lo moderno y lo joven" frente a la sensatez de una experiencia con solera temporal en los recuerdos adolescentes, más bien lo contrario: no solo "lo moderno y lo joven" rechazan el marrón de esta herencia tóxica, sino también lo viejo, lo previo, testimonial y escarmentado en carne propia. 
La juventud pone el entusiasmo y la madurez aporta la base de la experiencia padecida en primera persona, en un plural amordazado y en una desigualdad legislada, cuando se cede en lo fundamental de lo inmanente para mantener en el candelero lo aleatorio de lo caduco y pasajero  en exhibición institucionalizada, siempre mucho más cómodo de manejar y de justificar para engatusar con toda la la "legalidad" perentoria que conceden los buenos disfraces para salir del paso sin poner orden en los armarios estatales ni sanear los rincones más encenagados y turbios de un pasado que es un fardo, un equipaje que ya no permite el viaje al futuro ni la estancia medianamente aceptable en el presente. 
¿Qué sucede con esa forma tan galante y protocolaria de entenderse en la apariencia formal del momento sin llegar nunca al meollo del embrollo para no provocar alergias incómodas ni tensiones antipáticas? Pues lo que ocurre en España: que el tiempo desgasta con el uso las armaduras, los trajes, los sombreros de época y los escenarios acostumbrados a todo con tal de no mover pieza en medio del polvo, los escombros tras el trampantojo recién pintado, el hollín, las cenizas, el moho y los desechos acumulados se apoderan del paisaje completo y quienes lo perciben y son capaces de ver la relación entre causas y efectos inseparables per se resultan incómodos y sospechosos provocadores de inestabilidad que puede poner en peligro "la normalidad de lo estable", y si encima son demasiado jóvenes para haber asistido a la inauguración carnavalesca de una institucionalidad que por primera vez se cambiaba de nombre y de traje, para pasar en ese ritual, de una dictadura a una democracia, entre reverencias como en un salón versallesco donde las pelucas, las casacas de terciopelo  y los antifaces eran, y son, el primordial encanto del poder hegemónico cortesano y sus marrullerías habituales. 
Y todo el convoy en pleno ejercicio lampedusiano: haciendo que todo parezca que cambia para que todo siga igual. No hay mejor y peor estafa que esa. Pero vivimos en un mundo que tiene otras leyes naturales e implacables, como lo es la de causa/efecto. Pues  cuando se vive de espaldas a ellas suceden estos estragos, que pueden ser producidos por un virus mutante, por una depredación fatal del Planeta que genera conflictos letales (que serían imposibles sin el negocio de las armas para dar empleo a base matar con muy buenas razones),  o por una crisis financiera/laboral, o por una debacle corrupta que revienta los recursos morales de los estados, o por una estafa mayestática o por la más torpe y delirante aplicación de la Justicia. 
Hay que despertarse cuanto antes para salvar los muebles de la legitimidad, de las libertades, de los derechos/deberes y de la compasión universal, que más que una virtud es inteligencia a largo plazo que invierte en el bien común en vez de hacerlo en la ruina mayoritaria y en la riqueza ínfima de cuatro desalmados miserables y suicidas sin enterarse.

Es muy bonito el relato de Elisa sobre sus primeras experiencias de contacto televisivo con el Parlamento y el estreno de la democracia, a sus catorce añitos, algo tan entrañable como los recuerdos de los Reyes Magos en la infancia. ¿Qué niña o niño, en cualquier país que celebre la Navidad, no guarda un recuerdo mágico y encantador del 6 de enero, verdad? Solo que una vez la infancia pasa y se descubre la dura realidad de que los Reyes Magos de Oriente eran los padres, las cosas cambian con un aterrizaje forzoso en la evidencia, y desde luego con un amargo sabor acerca de la cariñosa tomadura de pelo por parte de nuestros padres, de la religión y del comercio, con una gran mentira de manual acerca de los poderes de los Magos y de Santa Klauss. 
La Epifanía es una fiesta litúrgica, un símbolo estratégico del establisment mediante el cual la industria y el comercio del juguete y del regalo se ganan la vida,por un lado, las familias hacen el gasto ad hoc, y por otro los impuestos llenan las arcas mientras los chiquillos son felices por unas cuantas horas entre los nervios y la emoción de la espera. Trotando alegres y devoradores por el reino evanescente de la ilusión, ese bosque encantado e irreal del que solo se puede salir cuando se despierta del colocón débilmente racional, pero siempre superemotivo, que nos imposibilita la percepción más completa del panorama que nos rodea e implementar caminos sostenibles para seguir adelante sin demasiados efectos secundarios indeseables. En España, concreta y descaradamente, se ha vivido esa experiencia política y social y hasta se ha incorporado al día a día con una habilidad y un savoir faire alucinantes, dignas de Lázaro de Tormes en sus más ocurrentes pasajes pícaro-tontescos. O sea, pícaros para los que sacan tajada y tontos para el resto que paga las facturas.

Si queremos salir de ésta, lo primero será dejar de poner en los altares nuestras percepciones de la infancia y adolescencia de democracia titubeante y a trompicones. Dejar a un lado de una vez por todas el enamoramiento y la seducción de un pasado sin fuste entre la grandilocuencia mediática y política que pretendía ser y el truño que fue en realidad. Evidentemente no se trata de que la maravilla inicial se haya ido a pique por un desgaste "natural", sino de que en ningún momento esa maravilla existió de verdad, todo fue un guión elaborado por los mismos autores del eterno vodevil español. 
Los que entonces eran inocentes criaturas fascinadas por la parafernalia del momento prolongado en cuatro décadas tendrán que abrir los ojos y dejar de fumarse la marihuana retro de lo que nunca fue más allá de un espejismo multitudinario de quienes jamás habíamos disfrutado de un respiradero y vivíamos en un sótano estatal sin ventilación ni luz desde que nacimos. Cuando, presionados por la política internacional del momento, para ser presentables en el nuevo estatus, los esbirros del poderío abrieron unas trampillas al nivel de la acera y entró por primera vez en el sótano una luz lejana, gris y mortecina, acompañada por una nube producida por el  dióxido de Carbono de la circulación, los encerrados en esa subterránea y patriótica Isla de If desde antes de nacer, alucinamos pensando que acabábamos de presenciar un verdadero milagro...Es decir, el nacimiento natural, sin forceps ni cesárea, nada menos que de una democracia milagrosa. Como todo en España. La eterna Corte de los Milagros. Con rey, reina,  príncipe heredero e infantas adjuntas, haciéndose cargo de toda la morralla del overbooking dictatorial, sin ninguna consulta previa al pueblo, que ya bastante tenía con el colocón de votar una Constitución pensada y trajinada por la élite del mismo mejunje que se deseaba desterrar, por una vez en la historia en cuarenta y siete años. Casi ná, menudo elenco para sustituir los tiempos del silencio y el maromo dictatorial...por una nueva imagen del mismo invento. 

Para quienes aun están encallados y encalladas en las marismas del recuerdo sobrevalorado, hay que explicar que ni es democracia todo lo que se vende como tal, ni es creíble un estado democrático que no ha hecho jamás los deberes porque no ha implementado una educación y una pedagogía adecuadas para el cambio. Porque consideraba que el cambio solo consistía en permitir en los kioskos la venta del Pay Boy y los artículos de Cambio 16 y El País, que La Codorniz no se penalizase y que apareciese Hermano Lobo, o que fuese posible el negocio total de "la movida" como si el desmadre a lo loco y a lo escandaloso tuviese algo que ver con el nacimiento de una nueva conciencia individual colectiva. Que se permitieran los sindicatos horizontales, la manifestaciones o el divorcio no era lo normal que se nos debía como sociedad del siglo XX, sino generosas concesiones del señorío feudal latiniparla a la gleba analfabeta. Que el insulto pasase a ser piropo o que la fealdad y lo zafio se entronizasen por decreto como actos reivindicativos solo contribuyó a que lo peor de nuestros genes patrios cristalizase conceptualmente como "democracia", en un contenido equivalente a "haz y dí lo que te dé la gana que para eso somos demócratas y superlibres. Eso de tener valores es un mal rollo propio del fascismo. El pueblo no pinta nada en el estado, solo está ahí para emocionarse, aplaudir o gruñir en lo baretos y decir que "Viva todo" en vez de "Viva Franco" como en los tiempos pasados, y para eso están nuestros fenómenos parlamentarios, que como ya son demócratas pueden hacer lo que quieran, como el pueblo,pero cobrando y encantados de la vida. Sin que nadie les ponga en aprietos. Pues anda qué no hemos cambiado...Ya no tenemos que ir a Perpignan ni a Biarritz para ver cine intenso y despelotado. Ya lo producimos en casa directamente. Y todo el mundo nos admira por el cambiazo que hemos dado en cuatro días, donde otros pueblos tuvieron que invertir años y hasta siglos en adecentarse como demócratas, y sin tener que salir a la calle como los portugueses con esa revolución amariconada con tanto clavel en los fusiles, total, para echar a un dictador, con lo chulo y lo ceremonioso que es verlo morir en la cama a los ochenta y tantos después de haberse liquidado a la mitad de la población por desobediente, poco devota y desconfiada, y desfilar ante su cadáver para comprobar que es verdad que ha petado y disfrutar la conversión repentina y en bloque a la denocracia, del elenco político de toda la vida. Tanto, que hasta el comunismo y el socialismo ya forman parte del conjunto sin dar la nota de nada. Es más, hasta el secretario general del PC es monárquico y el mismo rey, tan campechanote, le considera un amiguete entrañable. ¿Cómo no estar orgullosos y contentísimos de conseguir ser un milagro total de Santiago y cierra España, de la Macarena, la Moreneta, la Xeperudeta, la del Rocío,  y sobre todo de San Corruptiano del Santo Apaño confesor e inquisidor de lo más malos, resistentes y desportillados antidemocráticos y rojos a tutiplén? Eso seguro. Menos mal que un buen socialismo de pacotilla y un buen fascismo disfrazado de Diego Valor in aeternum, siempre seguirán ahí, in vigilando aguirremente, como garantía de que se puede cambiar sin que nada se altere, sin que la igualdad y la justicia desmadradas hagan de las suyas, sin el riesgo de que la libertad y la fraternidad reculen hacia el respeto y la legitimidad o a esa tontería de la ética, que menudo plastazo, xd! Ah, y todo ello acompañado por el incremento de la ilusión, las banderas, el himno nacional y las medallas olímpicas con o sin dopping, qué tontuna, y qué más dará lo que se tome o no cuando lo importante es ganar, si se es más listo cuantos más medios se emplean para lograr los objetivos ¿no?" 

Con ese manifiesto social y empírico, querida Elisa Beni, comprenderás que quienes hemos presenciado y sufrido in person y en plena edad adulta la pseudometamorfósis del tinglado, comprendamos mucho más a los jóvenes inquietos por la que se les viene encima que a los menos jóvenes bien instalados en el sistem cada vez más in failure  que aun siguen esperando el parto de unos montes que ni siquiera son montes, sino montones de basura añeja apilados en el horizonte y taponando los posibles caminos hacia una España más sana, más inteligente, más despierta y más empeñada en vaciarse de mantras leguleyos impracticables que de habitantes en los pueblos abandonados por la misma "democracia" que debería recuperarlos y rehabilitarlos en todos los sentidos como debería recuperar y rehabilitar el estado empezando por la Constitución y su valoración del Jefe y cabeza visible con derecho innato de pernada, al menos hasta ahora. Es evidente que ese escándalo mayestático jamás habría tenido lugar si en su día y a su hora, se hubiesen gestado unas leyes, un código legal y una constitución propias de una verdadera democracia y no una prolongación de la España del siglo XVII o XIX, que para el caso tanto montan las centurias cuando los pueblos permanecen en la parra y las castas beneficiándose del chollo, como pasa en España.
 No es posible que una verdadera democracia en serio y no de farándula se base en semejantes privilegios aberrantes y que encima se lamenten melancólicamente por su decrepitud quienes se tragaron el pufo de una ejemplaridad renqueante y de atrezzatura porque nunca conocieron en vivo y en directo una realidad que ahora mismo ni siquiera alcanzan a imaginar: una democracia de verdad. 

A veces el silencio reflexivo sobre lo que no se ha conocido directamente puede ser el mejor argumento y la mejor ayuda para el cambio de conciencia imprescindible, dejando que la experiencia sea la madre de la ciencia y no al revés.Si somos incapaces de aprender de lo que nos pasa y en los castigos y mentiras vemos premios, oportunidades y verdades, apaga y vámonos. Si siendo miopes nos tratan como astígmatas  o siendo hipermétropes nos colocan lentes para la miopía combinada con el estrabismo, habrá que cambiar de gafas y de especialistas que al menos vean bien. Y sobre todo de oftalmólogos. En este caso el mejor médico especialista es el modelo de estado que mejor pueda ayudarnos a ver lo que somos, cómo somos y lo que necesitamos para verlo y entenderlo cada día mejor. Mientras sigamos como estamos estaremos eternamente tropezando en la misma piedra y cayendo de morros en el pozo sin fondo de la misma historia.

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