¡Sacad las manos del feminismo!
Sí, en el feminismo
caben todos y todas las que compartan una lucha que no puede ser cómoda
ni domesticada porque es una lucha contra el poder establecido y, por
tanto, que va a encontrar y encontrará resistencias y trampas, avances y
retrocesos
La revolución de la igualdad hará que algunos hombres pierdan algunos privilegios. Muchos se han dado cuenta ya de que son privilegios que no les ennoblecen, que no necesitan y que también les amarran a un juego de roles que puede ser muy cruel
Los hombres que se niegan a aceptar sus privilegios constituyen un grupo minoritario pero ruidoso y un banco de votos que se busca sin escrúpulos
La revolución de la igualdad hará que algunos hombres pierdan algunos privilegios. Muchos se han dado cuenta ya de que son privilegios que no les ennoblecen, que no necesitan y que también les amarran a un juego de roles que puede ser muy cruel
Los hombres que se niegan a aceptar sus privilegios constituyen un grupo minoritario pero ruidoso y un banco de votos que se busca sin escrúpulos
"Equo
no credite, Teucri / Quidquid id est, timeo Danaos et dona ferentes"
(No confiéis en el caballo, troyanos / Sea lo que sea, temo a los
dánaos, aun portando regalos"
Virgilio, La Eneida
Si no puedes vencer algo, desvirtúalo, deshazlo,
transfórmalo en algo cuya esencia no hayas de temer. Ridiculízalo.
Aprópiatelo. El primer principio de la manipulación pasa por el vaciado
de los conceptos. No hay una idea que rebatir si la desnaturalizas, las
transformas, la dejas ayuna de sentido. No hay posibilidad de debate
racional si despojas a las ideas de su esencia.
Me
invade la indignación, puedo escribir incluso la ira, porque las mujeres
también podemos dejarnos arrebatar por esta fuerza, y estuve a punto de
reprimirlo porque así nos han enseñado a hacerlo. Me enciendo cuando
veo con qué fútil ejercicio de inanidad intelectual y de mezquindad
política intentan utilizar una reivindicación justa y una lucha que nos
hemos transmitido de generación en generación hasta llegar al punto
decisivo en el que nos hallamos. Y, al final, alguien tendrá que
estallar y decirlo, porque no vamos a dejar que metan las manos en
nuestras convicciones y en nuestros ideales y que los amansen y los
domestiquen hasta convertirlos en algo que no sólo no amenace a su poder
sino que les ayude a consolidarlo.
No, todo
igualitarismo no es feminismo. No, el feminismo no es una definición
neutra y fácil de un diccionario de la lengua. No. Feminismo no es
simplemente buscar la igualdad entre hombres y mujeres, sino también la
forma de hacerlo. El feminismo no son carnés que nadie reparte, sino
ideas, conceptos y una revolución por realizar. Una revolución que busca
destruir las estructuras injustas para implantar una sociedad
igualitaria en la que ya no sea preciso reivindicar cada cosa injusta ni
alcanzar paso a paso cada meta necesaria. El feminismo no sólo no está
acabado sino que ha llegado a un punto de no retorno.
Según
el Foro Económico Mundial, al ritmo actual, la igualdad efectiva
tardaría al menos un siglo más en llegar. Y creo que son generosos. La
cuestión es que incluso las que ya somos mayores en esto hemos
comprobado que las nuevas generaciones no están dispuestas a esperar
tanto. Muchas mujeres tienen claro que éste es el momento de empujar con
fuerza los techos, las barreras, las tapias y los andamios de la
desigualdad. Y lo sienten de verdad, no como todos los gurús que
repetían hace dos décadas "el siglo XXI será de las mujeres o no será"
para hablar bonito. Ahora hay generaciones enteras que están dispuestas a
convertir en realidad lo que para muchos fue un eslogan. Esas
generaciones que en las marchas inmensas se dan las manos y se traspasan
la fuerza y el hartazgo de abuelas a nietas, de madres a hijas, de
compañeras a compañeras.
La estrategia del caballo de
Troya es muy antigua y, por tanto, ha perdido la mayor parte de su
efectividad que pasaba por el efecto sorpresa. Ahora ya es fácil
detectar el regalo envenenado, el desembarco de los oponentes en casa,
los ardides para meterse hasta dentro y dinamitarte sin dar siquiera
batalla.
Claro que los movimientos sociales deben ser
lo más transversales posibles y claro que deben ser inclusivos y
abiertos a todo aquel que quiera nutrirlos para hacerlos potentes y
fructíferos; incluso con divergencias de pensamiento o desencuentros en
la forma de acción. Todo ello los fortalece y dinamiza pero nadie obliga
a un movimiento reivindicativo y de lucha a abrirse a aquellos que
quieren destruirlo.
El feminismo es plural, diverso, a
veces hasta caótico pero el feminismo es. Es un concepto, comparte unas
premisas básicas y conforma a su manera una ideología en el sentido
lato de conjunto de ideas que caracterizan a un movimiento. Obviamente
todo aquello que es contrario a tales ideas o convierte en inalcanzable
los objetivos no es feminismo. Aquí nadie toma o deja a nadie, nadie
admite o echa, pero tampoco nadie va a impedir que nos reconozcamos
todas aquellas -y algunos aquellos- que compartimos tales ideales y que
peleamos por conseguir la misma sociedad que antes de igualitaria debe
ser, sin duda,equitativa.
El feminismo tiene matices,
escuelas, denominaciones pero no tiene adjetivos. No hay un feminismo
dócil ni un feminismo de consumo ni un feminismo dulce ni un feminismo
cómodo ni mucho menos un feminismo a la medida de las urnas de nadie.
Tampoco las feministas representamos a nadie ni luchamos por esta mujer
ni por aquella otra. Esto es algo que supera la individualidad. Ni
siquiera damos la batalla por conseguir cosas para cada una de nosotras
ni para nuestra generación ni para nuestro grupo o ideología.
Evidentemente
no luchamos contra los hombres. Así que, sí, en el feminismo caben
todos y todas las que compartan una lucha que no puede ser cómoda ni
domesticada porque es una lucha contra el poder establecido y, por
tanto, que va a encontrar y encontrará resistencias y trampas, avances y
retrocesos.
No hay revolución igualitaria en la que
no haya perjudicados, porque no hay avance social para salvar
injusticias que se salde sin perjudicados, dado que para equiparar las
posiciones aquellos que están en la de privilegio deben perderla. No
hubo revolución ciudadana sin que la aristocracia perdiera, ni el
racismo se combatió sin que los dueños de las plantaciones perdieran o
los blancos dejaran de tener los inadmisibles privilegios que se habían
otorgado.
También la revolución de la igualdad hará
que algunos hombres pierdan algunos privilegios. Muchos se han dado
cuenta ya de que son privilegios que no les ennoblecen, que no necesitan
y que también les amarran a un juego de roles que puede ser muy cruel.
Otros no sólo no lo han hecho, sino que se revuelven y se niegan a
aceptarlo. Sin ellos no encuentran su papel en un mundo que no
entienden. Constituyen un grupo minoritario pero ruidoso y un banco de
votos que se busca sin escrúpulos. Si consentimos que se pierdan
principios en una mezquina y cegata lucha por captarlos, estaremos dando
pasos atrás que, al menos las feministas, no estamos dispuestas a
asumir.
El feminismo, como todos los movimientos
contra el poder, nunca ha sido unánimemente asumido ni siquiera por la
parte de población a la que defiende. Hace apenas diez o quince años
eran aún muy pocas las mujeres capaces de ponerse con orgullo la
etiqueta. Hoy, afortunadamente, son muchas más y esperamos con los
brazos abiertos a todas y todos aquellos que quieran sumarse para hacer
una sociedad más justa. Pero exigimos lo que es nuestro y sabemos qué es
lo que nos es debido. No obligamos a nadie a compartirlo, pero tampoco
vamos a dejar a nadie que nos lo arrebate.
Podréis
quizá engatusar a quiénes no son feministas pero no a los que lo son de
verdad. El feminismo no es un gatito de peluche que colocar sobre el
atril en un mitin. El feminismo, si es preciso, está erizado de garras y
puede volverse contra los impostores. También en las urnas.
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