ENTREVISTA | Alberto Garzón
"El único camino posible para nuestra clase social y nuestros objetivos pasa por la unidad de IU con Podemos"
El líder de IU cree
que tras el 28 de abril "el escenario preferido para las grandes
empresas de nuestro país es que el PSOE pacte con Ciudadanos"
Garzón apuesta por el líder del PCE, Enrique Santiago, frente a Carlos Sánchez Mato como número 3 en las generales por Madrid: "Será un gran diputado"
El coordinador federal sostiene que existe "un hilo que vincula a Casado y a Rivera con una idea mitificada y reaccionaria de España"
"Los diferentes actores del independentismo tienen miedo a ser el primero en frenar. Creen que el primero que frene será considerado un traidor"
Garzón apuesta por el líder del PCE, Enrique Santiago, frente a Carlos Sánchez Mato como número 3 en las generales por Madrid: "Será un gran diputado"
El coordinador federal sostiene que existe "un hilo que vincula a Casado y a Rivera con una idea mitificada y reaccionaria de España"
"Los diferentes actores del independentismo tienen miedo a ser el primero en frenar. Creen que el primero que frene será considerado un traidor"
El despacho que Alberto Garzón
(Logroño, 1985) tiene en el Congreso está presidido por una bandera
republicana. Tras el asiento del coordinador federal de IU, un tablero
de ajedrez con algunas fichas movidas de su lugar. Una metáfora de la
situación política tal y como la ve el futuro número 1 de Unidas Podemos
por Málaga: "Lo que se va a decidir en abril son las piezas que
conformarán el tablero para la España de dentro de 20 años".
Garzón
recibe a eldiario.es el día después de que su organización cerrara con
Podemos un acuerdo para concurrir juntos a las generales del 28A. Las
bases de IU deben ratificarlo en referéndum. En Madrid, además,
se consultará a militantes y simpatizantes sobre la alianza electoral
para las autonómicas del 26 de mayo y a la dirección regional no le
satisface lo que ofrece el partido de Pablo Iglesias. Para terminar de
complicar la situación, habrá un enfrentamiento entre dos dirigentes relevantes
para ocupar el número 3 de la lista por Madrid para las generales: el
secretario general del PCE, Enrique Santiago, y el exconcejal de
Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato.
El líder de IU defiende durante la conversación que transcurre durante la tarde del jueves el acuerdo con Podemos,
analiza el auge de la extrema derecha y la tradición histórica de la
que viene, critica el "tacticismo" del PSOE desde que Pedro Sánchez ganó
la moción de censura, lamenta el papel de los independentistas y expone
las diferencias que existen entre el momento político actual y la ola
que se vivió en 2015 y 2016. "Vivimos ante un tablero de juego
conformado previamente, nosotros tenemos que ver cómo sortearlo",
sostiene, con el ajedrez de fondo.
¿Están satisfechos con el acuerdo con Podemos?
Sí.
Es el resultado de una negociación intensa, difícil y larga, pero que
representa muy bien el espíritu de lo que pretendemos. Es un acuerdo que
incorpora no solo las candidaturas, sino la proyección de lo que
queremos hacer en la siguiente legislatura, del programa. Es un buen
acuerdo para afrontar los retos que tenemos por delante.
Dice
que ha sido largo y complicado. La unidad entre Podemos e IU se fraguó
en 2016, ha operado durante tres años y había un acuerdo marco cerrado
en 2018. ¿Por qué han tardado en concretarlo ahora?
El
acuerdo de 2018 fue muy adecuado porque permitía flexibilidad. Nosotros
hemos sido siempre partidarios de la unidad para afrontar los retos,
pero hay que ver las singularidades allí donde la confluencia no puede
ser impuesta.
En el caso de las generales, hemos
tratado de cumplir nuestros objetivos políticos específicos: la
visibilidad de IU y maximizar nuestro resultado electoral. Para eso, hay
que movilizar y atraer mucho votante.
Usted
será el cabeza de lista por Málaga. Esa opción estuvo sobre la mesa en
2015 y en 2016. Entonces, IU no lo valoró. ¿Por qué ahora sí?
Han
pasado muchas cosas en este tiempo. El escenario es bastante diferente.
Ahora mismo, además de los retos sociales, como el paro, la precariedad
y el recorte de servicios públicos), el reto del colapso ecológico y el
del modelo territorial, tenemos que sumar un reto electoral que implica
un riesgo de que la derecha radicalizada y la extrema derecha tomen
posiciones. Esto exige ser muy cuidadosos con nuestra táctica electoral.
Cuanto más te juegas, más cuidadoso tienes que ser. Sobre todo en un
entorno tan distinto al de 2016.
Por eso valoramos, y
yo personalmente con especial ilusión, la posibilidad de volver a
presentarme esta vez como cabeza de lista por Málaga. Había dos
opciones: o ser el número 3 de Madrid, una mejora sobre 2016, o el 1 de
Málaga. Ambos puestos son aparentemente fáciles de obtener, pero es
bueno que haya diversidad y pluralidad de liderazgos conocidos y
reconocidos por la población que no se concentren en una misma
candidatura.
Hace hincapié en las diferencias entre el ciclo 2016 y el momento actual. Pero han pasado apenas tres años. ¿Qué ha pasado?
Hay
una ola reaccionaria sobre nosotros. No solo en España. En toda Europa y
en los países occidentales. No es casual lo que sucede en América
Latina, con nuevos gobiernos de derechas autoritarios, o el
resurgimiento de la extrema derecha en Europa. Somos parte de un mundo
globalizado y tenemos también expresiones de esa misma realidad.
Entre
2011 y 2016 la agenda política estaba dominada por las cuestiones
sociales o económicas. Hoy están dominadas por la agenda reaccionaria.
Un cierre social para proteger a los nativos y donde los nacionalismos
marcan las prioridades. La izquierda, en ese terreno, se mueve con
enorme dificultad. Eso ha provocado, además de errores propios, un
estrechamiento de las ideas progresistas y del campo de la izquierda
alternativa. El terreno es complejo y exige altura de miras para
entender bien cuáles son los retos, los adversarios y las tácticas
adecuadas.
Este jueves ha salido
el barómetro mensual del CIS y la independencia de Catalunya es
identificada como el principal problema por el 3% de los españoles. Y si
la pregunta es cómo afecta personalmente, el porcentaje baja al 1,7%.
Pero la agenda mediática está dominada por un conflicto que importa muy
poco a la mayoría de los españoles. ¿Cómo se combate eso? ¿Cómo se sale
de esa falsa, según el CIS, emergencia nacional?
El
día de la manifestación de la Plaza de Colón [Madrid] hubo una gran
manifestación en Galicia, y unos días antes la había habido en
Valladolid, en defensa de la Sanidad pública. Había más manifestantes
que en Colón, según los datos de la Delegación del Gobierno. En una se
reclamaba reducir las listas de espera de diagnóstico y de operaciones o
que haya médicos y pediatras en el ámbito rural. Apenas tuvo
repercusión mediática en comparación con la otra, que era una
manifestación promovida para evitar el diálogo. Es una reflexión que
tiene que hacerse el mundo del periodismo, pero también el conjunto de
la sociedad.
La mayoría le otorga más importancia a
las cuestiones sociales, a las cosas del comer, pero no podemos creer
por ello que las otras son inocuas. Las cuestiones nacionales, las
relacionadas con sentimientos, pasiones y banderas, son las herramientas
que ha encontrado la derecha reaccionaria para rearmarse. Han
recuperado el discurso menendezpelayista de la España contra la
antiEspaña. Y han movilizado mucho a sectores latentes y silentes que
estaban dentro del PP y se están produciendo enormes convulsiones en el
espacio de la derecha.
Este es un terreno que no nos
va bien porque no somos nacionalistas. Y en una batalla entre
nacionalistas, como se suele decir en el ámbito de la comunicación
política, nadie compra camisetas de los árbitros. Se compran camisetas
de los rivales, pero no de los árbitros. Nuestra propuesta es la más
sensata, invita al diálogo y a la resolución de los problemas desde la
negociación razonada. Pero es muy difícil hacerlo. Y eso yo creo que nos
ha golpeado, pero tenemos que ser lo suficientemente hábiles para
sortearlo.
No digo que sea el único elemento que explica la tendencia, pero es el vector que explica el rearme y crecimiento de la derecha.
¿Y
qué cree que hay que modificar el discurso, la forma en la que venden
esa idea, o hay que dejar de apostar por esa solución basada en el
diálogo, la plurinacionalidad y un referéndum pactado?
En
el siglo XIX, en el incipiente movimiento obrero que nacía del
republicanismo radical, en los años de la Revolución La Gloriosa que dio
luz al nacimiento de la I República, la gente en Cádiz y en Andalucía
salía a la calle al grito de "¡Viva la República Federal!". El
federalismo es un elemento abstracto, poco vinculado con los problemas
materiales de la vida, pero esa gente salía porque "República Federal"
significaba mucho más que todo eso. Significaba abolir los quintos y
evitar que los pobres fueran a la guerra a morir o bajar los impuestos
que pagaba la clase trabajadora.
Eso significaba la
República Federal. Pero fue derrotada. Como los intentos de avanzar en
un sentido progresista. El gran problema de la izquierda española es que
ha tenido momentos muy breves de victoria. Son experiencias cortadas
muy deprisa. Así se explica que quienes han ganado todas esas batallas
han sido capaces de hacer dominante su discurso sobre qué es España y
qué no lo es. Y esa visión patrimonialista es lo que escuchamos en
Casado o en Rivera. Es lo mismo que se escuchaba a Primo de Rivera o a
Cánovas del Castillo. Hay un hilo que les vincula con una idea
mitificada y reaccionaria de España y nosotros hemos tenido muchos
problemas para hacer valer la idea de una España distinta, que existe.
Ahora
debemos ser capaces de recuperarla. No vamos a renunciar a la única vía
que creemos que puede resolver el problema, la República Federal y el
diálogo. Pero para que sea solución hay que incorporar la idea a un
proyecto de país que nos hable de futuro, de la sanidad, del colapso
ecológico, de feminismo, de despoblación, de sanidad, de educación, de
la factura de la luz. O se habla de eso, o quedaremos sumidos en
abstracciones teóricas que solo entenderán unos cuantos.
¿Entiendo entonces que se intentará reformular el discurso territorial de alguna manera de aquí a las elecciones?
Hay
que enfrentar la ola reaccionaria. Y hay que ser hábiles. No renunciar a
los principios pero ser muy pedagógicos. Con el ánimo a flor de piel en
la cuestión nacional, hay que ser mucho más pedagógico. Es muy
complicado explicar una propuesta que no pasa por alimentar esa pasión.
Pero
nosotros no podemos renunciar a nuestra solución para Catalunya porque
es la única viable. ni se va a poder declarar la independencia en
Catalunya en contra de la mitad de la población ni se puede negar que
hay dos millones de independentistas y no se puede mandar a todos a la
cárcel. Entre medias tienen que surgir las soluciones, que deben abordar
el problema de raíz. Aunque sabemos que en el corto plazo probablemente
no sea lo más rentable. Es más rentable subirse a la ola del
nacionalismo, pero nosotros tenemos que combatir la ola.
Retomando
el acuerdo con Podemos. Usted mismo en sus informes internos y los
órganos de IU han puesto en duda la continuidad del espacio de Unidos
Podemos. ¿En algún momento se han planteado concurrir en solitario?
No
creo que hayamos puesto en duda nunca el espacio político, lo que hemos
señalado son deficiencias y errores claros que quizá en su momento no
supimos ver y que hemos tratado de corregir. La unidad es una
estrategia, no un fin en sí mismo. Es un instrumento para conseguir
objetivos. Y creemos en esa unidad. Frente a los monstruos de la derecha
y los retos que asumimos como izquierda, como país y como planeta,
necesitamos la unidad. Incluso, de forma práctica, para sortear los
problemas que nos pone el sistema electoral.
Yo no
contemplo otra opción que no sea ir en unidad. Esto está en nuestra
tradición política. IU tiene una organización para estar orgullosos, con
una militancia que está en cada conflicto social, seguimos llamando a
la afiliación y tenemos una cultura histórica en favor de la unidad. Hay
una anécdota que me contó Felipe Alcaraz [exdirigente andaluz del PCE].
En 1933 Pepe Díaz tuvo que ir a Málaga a defender la unidad del PCE con
un frente antifascista, viendo los monstruos que venían del fascismo.
Se encontró con que los militantes querían presentarse solos, con sus
siglas. Estaban convencidos de que los aliados, en ese caso el PSOE,
eran traidores y enemigos. Pepe Díaz antepuso los intereses de su clase
social y de su país a los intereses del partido. Y lo que hizo fue
quemar las papeletas del PCE para que no se presentaran en solitario.
Tendría un coste personal para él, pero se consiguió el diputado, fue
Cayetano Bolívar, y en 1936 la experiencia se repitió en todo el país.
Esa
experiencia histórica es el reflejo de que siempre ha habido en la
izquierda una pulsión de entender que las estrategias de unidad dependen
del contexto. Y hay contextos en los que uno no puede mirarse el
ombligo.
Esta historia de 1933 se
puede trasladar, con todos los matices, al Madrid de 2019, donde hay
también querencia por las siglas. Está sobre la mesa la posibilidad de
que haya hasta cuatro papeletas en el bloque progresista. ¿Es posible
que IU y Podemos no confluyan en Madrid para el 26 de mayo?
Lo
que suceda va a depender de la militancia de IU en Madrid.
Afortunadamente tenemos esos mecanismos de decisión y podemos
equivocarnos, pero mejor equivocarse de forma colectiva. Es posible que
estemos más cerca de acertar si pensamos colectivamente.
Yo
creo que el único camino posible para nuestra clase social y nuestros
objetivos pasa por la unidad. No concibo de qué manera la fragmentación
electoral en unas circunstancias como esta beneficia a la izquierda y a
nuestra clase social. En Madrid hay opciones de que se repita el
escenario andaluz, en el que las tres derechas radicalizadas y
reaccionarias se pueden poner de acuerdo en una agenda reaccionaria
sobre los derechos civiles, que nos lleva a los momentos sombríos del
siglo XX, sino que pactan medidas de clase claramente encaminadas a
retroceder al siglo XIX en materia de relaciones laborales.
Frente
a esto, hay un PSOE que titubea y es capaz de salvar a Pablo Casado de
una comparecencia sobre las irregularidades de su máster; Íñigo Errejón,
que decidió salirse de Podemos; Podemos que es nuestro aliado natural; y
habría una candidatura más, la de IU. No termino de comprender de qué
manera eso beneficia a las familias trabajadoras de Madrid.
Nuestra
perspectiva, lo que dicen los documentos de IU y del PCE, lo que dice
esa tradición que enfrentó a Pepe Díaz frente a [José] Bullejos, que era
el dirigente en Málaga que quería ir en solitario, habla de otra cosa.
Habla de la necesidad de la unidad y de escuchar en la calle lo que
quiere la gente. Y creo que la gente no está pensando en estas
cuestiones de las que hablamos dentro de los partidos.
Para
el número 3 de la candidatura por Madrid para las generales habrá
primarias y se postulan dos candidatos, Enrique Santiago y Carlos
Sánchez Mato. ¿A cuál apoyará?
Carlos Sánchez
Mato es una de las mejores cabezas que tenemos en IU, y su trabajo así
lo acredita. Además de ser compañero de pluma en este medio en muchas
ocasiones, cuento con él en la dirección federal. Somos además, amigos.
¡Incluso es el concejal que me casó! Por eso espero y deseo que llegue a
un acuerdo con la candidatura de Enrique. Porque la candidatura de
primarias en Madrid que se referencia en la mía es la del compañero
Enrique Santiago, que será un estupendo diputado.
Hay otro referéndum, para ratificar la alianza estatal con Podemos. ¿Temen que salga un 'no'?
Todo
referéndum sirve para pulsar el clima de la organización. Hemos tenido
dos recientes, similares al de Madrid y al estatal, en Valencia y en
Extremadura. En ambos lugares la militancia ha votado a favor de la
unidad. Un acuerdo es un espacio en común y todas las organizaciones
ceden. Nunca pude haber un acuerdo 100% satisfactorio porque entonces la
otra parte no firmaría el acuerdo. Siempre habrá críticas y
descontento, pero como decía antes no veo el fundamento de invitar a que
IU, en un sistema electoral como el actual y en un clima de auge de la
derecha reaccionaria, se presente en solitario. No termino de ver de qué
manera ese 'no' puede ayudar a las familias trabajadores. Yo no me metí
en política por un interés corporativista, sino por un interés de
clase. Y en ese sentido, la clase debe imponerse a los intereses
espurios de las organizaciones.
Comentaba
antes las diferencias entre 2016 y 2019. Después de tres años de
experiencia de Unidos Podemos, con esos problemas en Madrid, Asturias o
Murcia. ¿Qué le pasa al espacio de Unidos Podemos que no parece terminar
de cuajar?
Yo trato de evitar ser
voluntarista. Trato de evitar confundir mis deseos con la posibilidad de
su factibilidad. Existen las relaciones objetivas y las correlaciones
de fuerzas. Eso es lo que tenemos que cambiar para conseguir que las
cosas salgan como nos gustaría.
En el espacio de
Unidos Podemos hemos conseguido avances y mejoras en defensa de nuestros
objetivos políticos. Con poca calle y mucho Parlamento,
desgraciadamente, aunque ha sido un trabajo muy importante. Si vemos
discursos como los de Pablo Bustinduy o Alberto Montero, con etiqueta
errejonista; de Rafa Mayoral o Irene Montero, adscritos al pablismo; los
nuestros, los de IU; los de En Comú Podem; y los de En Marea, todos
hablamos de la factura de la luz, de la necesidad de regular los precios
del alquiler o de las irregularidades y corrupciones de la Casa Real.
Todo eso es fundamental ponerlo en valor. También habrá habido malas
gestiones, pero no podemos reducir el análisis de la evolución a la
gestión. Hay otro contexto que explica en gran medida por qué nuestro
espacio ha tenido dificultades para crecer. Estas cuestiones que
planteo, que seguro que tienen la aprobación de la mayoría de la
población o seguro de las familias trabajadoras, no han tenido la misma
repercusión que cuestiones irrelevantes como las disputas internas o las
compras de viviendas de determinada gente. Vivimos ante un tablero de
juego conformado previamente, nosotros tenemos que ver cómo sortearlo.
Como saldo neto, hablamos de un grupo y un espacio político absolutamente necesario en nuestro país, que ha cuajado bien.
Hablaba
de la legislatura que hoy termina, que se puede dividir en dos fases
muy diferentes. ¿Qué balance hace de los meses de colaboración con el
PSOE y con el Gobierno de Pedro Sánchez?
Hay
dos planos. El primero, de frustración política. Hemos conseguido cosas
muy importantes, como la subida del SMI que el otro día denunciaba
Albert Rivera como un error lo que denota la clase social a la que
representa. Evidentemente ayuda a las familias trabajadoras de este país
y eso es gracias a nosotros. No se puede poner en duda.
Pero
al mismo tiempo, el PSOE ha sido el PSOE de toda la vida. Por un
interés tacticista ha adelantado las elecciones al 28 de abril y con
ello se ha cargado la derogación de la ley mordaza. Estaba ya en el
trámite final, le quedaban dos o tres semanas. La ley mordaza del PP
contra los derechos civiles se iba a derogar. Y el PSOE ha puesto por
delante su interés partidista y táctico antes que cumplir con los
compromisos que justificaron la moción de censura. También ha habido
falta de valentía y de voluntad para abordar grandes retos. Es el caso
de Alcoa, que no la han querido nacionalizar. La ministra de Trabajo
dijo que eso era de comunistas cuando aparece en la Constitución. O la
regulación del precio del alquiler, ya veremos que ocurre en este tiempo
electoral.
El PSOE se ha encontrado esta situación.
Hicieron una moción que pensaban que no iba a salir. Y han ido
manejándose bien en este entorno.
Les ha favorecido
ese segundo plano. Los partidos independentistas apostaron de forma
correcta por abrir cauces de diálogo con el Gobierno, que iba a ser más
sensible que la derecha. Pero en un determinado momento han preferido el
'cuanto peor, mejor'. Y han preferido liquidar la legislatura por
elementos tácticos. La sensación que me quedo es que los diferentes
actores del independentismo tienen miedo a ser el primero en frenar.
Creen que el primero que frene será considerado traidor. Al final, te
encuentras con una situación que no ha ayudado a las familias
trabajadoras de Catalunya que no salgan adelante los Presupuestos.
¿El Gobierno es responsable también de esa ruptura? O Pedro Sánchez no podía ir más allá de lo que fue?
El
PSOE ha tenido siempre mirando de reojo a las tres derechas. Eso le ha
condicionado su acción. Además, tiene unas contradicciones internas muy
importantes, solo hay que escuchar a Alfonso Guerra. El PSOE tuvo la
voluntad de hablar, pero no fue lo suficientemente valiente. Y ante un
problema del calado de este, tienes que asumir el coste que supone ser
valiente. Hoy vemos en el juicio del Procés a dirigentes del PP
reconocer que hubo un mediador, cuando hace un par de semanas toda la
derecha, incluido el PP, se manifestó contra la existencia de un
mediador.
La derecha en este país nunca ha llevado
bien perder el Gobierno y el poder, eso ha condicionado mucho la actitud
del PSOE. El PSOE podría al menos haber sido más claro. No es tan
difícil decir que quieres hablar con el independentismo y al final hay
que hablar de todo. Uno no puede restringir de lo que habla en un
conflicto político.
El PSOE ha jugado de forma táctica
desde el 2 de diciembre, cuando pensaron que el discurso sobre
Catalunya les penalizó en las urnas. Desde entonces, han buscado la
excusa para anticipar las elecciones.
Pero
no parece que, en el mejor de los casos, haya mucha alternativa para
ustedes que no pase por un entendimiento postelectoral con el PSOE y con
los partidos independentistas y de ideologías diversas, como puede ser
el PNV. ¿Hay opciones para que ese bloque se constituya después del 28
de abril?
Vivimos en un tiempo de enorme
volatilidad y es imposible anticipar qué va a ocurrir. Como hablábamos
antes, nuestro país tiene por delante el reto social, el empobrecimiento
y el retroceso al siglo XIX en las relaciones laborales. Eso hay que
abordarlo con valentía. Y eso solo se puede hacer desde alianzas de la
izquierda. El reto ecológico requiere no solo a la izquierda, sino a una
izquierda consecuente que entienda que el capitalismo es el problema.
Pero
el reto territorial puede abordarse con gente que, aunque sea de
derechas, asuma las reglas de la democracia en un sentido más puro y
menos estrecho que limitarlo a la Constitución de 1978.
¿Podría armarse una mayoría estable de Gobierno?
El
problema es que el sistema tiene incentivos perversos que empujan a los
partidos a no pensar en el medio ni en el largo plazo. De tal manera
que el PSOE, como otros, piensan en las siguientes elecciones. Eso es un
gran obstáculo para resolver problemas de tal magnitud que no se van
resolver en una única legislatura. El tiempo de la política exige unos
comportamientos, unos ritmos y una agresividad que no son los mejores
para resolver los problemas más profundos. Nosotros debemos hacer
prevaler nuestro principios y nunca abandonarlos por tacticismo. Nunca
jamás.
Una de las hipótesis que más se contemplan en
los centros de poder de nuestro país es que el PSOE pacte con
Ciudadanos. Es el escenario preferido para las grandes empresas de
nuestro país porque creen que va mejor para sus intereses. Yo creo que
es un escenario muy negativo para las familias trabajadoras. Pero para
que el PSOE quiere optar por un escenario distinto y que nosotros
pudiéramos tener una posición de dirección en ese bloque, necesitamos
hacer un trabajo muy, muy, muy fino de atraer y movilizar al votante de
izquierdas.
En última instancia, lo que se va a
decidir en abril son las piezas que conformarán el tablero para la
España de dentro de 20 años. Cuando mi hija, que ahora tiene siete
meses, tenga 20 años, ¿nos va a decir que lo hicimos bien o lo hicimos
mal? Sobre esta óptica yo respondo las preguntas sobre la unidad. ¿Me va
a echar la culpa porque mi organización miró más hacia sí misma que
hacia las siguientes generaciones? ¿Qué nos va a decir sobre el
conflicto ecológico? Soy escéptico con respecto del comportamiento de
los otros partidos. La mejor caricatura es Ciudadanos, capaz de cambiar
el discurso en una sola semana en virtud de lo que digan las encuestas.
Ustedes
votaron en contra de una investidura de Pedro Sánchez apoyado en un
acuerdo con Ciudadanos. Un escenario que usted mismo dice que se puede
repetir, con el incentivo de que no se trataría de evitar al PP de
Rajoy, sino al PP de Casado y a Vox. ¿Tomarían la misma decisión?
Es
un futurible demasiado hipotético. Vivimos un escenario muy volátil. Ni
las encuestas son capaces de arrojar luz. Atribuir escaños con 1.000
entrevistados es una locura. La política no es determinista, depende de
los contextos. Es probable que de aquí a muchos meses no se cierre nada
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