Ojalá me equivoque, pero la reforma constitucional es casi imposible
Javier Pérez Royo
Los procedimientos de
reforma (art. 167 CE) y de revisión (art. 168 CE) no figuran en la
Constitución para que ésta pueda ser reformada, sino para que sea
reformada. La reforma de la Constitución no es una opción, sino una
necesidad. Una sociedad democráticamente constituida no puede no hacer
uso de la reforma de la Constitución. Es una exigencia de la democracia
como forma política. Si así no se entiende, es su propia supervivencia
como sociedad democrática la que se pone en cuestión. La evidencia
empírica es concluyente.
Es un lugar común en la
teoría política considerar que un régimen político se entiende que se ha
estabilizado cuando sobrevive a la alternancia en el ejercicio del
poder. Una vez que el partido que ocupa inicialmente el poder es
sustituido por otro con el que ha competido electoralmente, se considera
que el régimen ha pasado la prueba definitiva que acredita su
consolidación.
No se suele decir de las constituciones, pero debería
decirse. Un país no se puede considerar que está constitucionalmente
estabilizado hasta que no hace uso con normalidad del o de los
procedimientos de reforma de la Constitución. La renovación de la
voluntad constituyente originaria mediante el o los procedimientos de
reforma constitucional es la prueba del nueve de la consolidación
constitucional de un país.
España no ha sido capaz a
lo largo de su historia de reformar la Constitución. Los españoles
hemos sido capaces de ponernos de acuerdo para hacer una Constitución
cuando no hemos tenido más remedio. Pero una vez que nos hemos puesto de
acuerdo, no hemos sido capaces de volver a hacerlo.
Que nos haya ocurrido esto en el pasado resulta explicable. El debate
constitucional ha estado presidido por la opción entre dos principios de
legitimidad contradictorios, el principio de soberanía
nacional/popular, por un lado, y el principio
monárquico-constitucional, por el otro. O se estaba en el uno (1812,
1837, 1869 y 1931) o se estaba en el otro (1845 y 1876). O se estaba en
la negación pura y simple del Estado Constitucional: Fernando VII y
general Franco.
La monarquía y el principio de
legitimidad propio del Estado Constitucional han sido incompatibles a lo
largo de toda nuestra historia constitucional. Con la Constitución de
1978 es con la primera con la que están conviviendo. Es la primera vez
que hay un art. 1.2: “la soberanía nacional reside en el pueblo español
del que emanan los poderes del Estado”, seguido de un art. 1.3: “la
forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. Y la
primera vez que una Constitución que inicia un ciclo constitucional
tiene una duración prolongada en el tiempo sin ver suspendida su
vigencia en ningún momento.
La constitucionalización
de la Monarquía a partir del principio de legitimidad democrática del
Estado y la convivencia de ambos prolongada en el tiempo debería haber
conducido a que hubiéramos podido aprobar la asignatura pendiente de la
reforma de la Constitución, de la que todavía ni siquiera nos habíamos
examinado.
Y sin embargo, no ha sido así. Si
exceptuamos las dos reformas que nos han venido impuestas desde la Unión
Europea, no ha habido ninguna otra que haya llegado siquiera a las
Cortes Generales para su tramitación parlamentaria.
España es de todos los países europeos y, posiblemente, de todos los
países del mundo, el país en el que más se habla y más se escribe sobre
la reforma de la Constitución. La recopilación que hizo el profesor Luis
Gordillo para la revista Teoría y Realidad Constitucional en 2014
ocupaba más de veinte páginas de letra apretada. Desde entonces se han
publicado más de cien artículos o monografías más.
A
la última dada a conocer ayer en la Academia de Ciencias Morales y
Políticas por diez catedráticos de Derecho Constitucional y
Administrativo quiero hacer referencia.
Se trata,
sin duda, de una aportación digna de ser estudiada con toda
consideración por los partidos políticos, que son los primeros
destinatarios de la misma, según los propios autores, pero también por
los ciudadanos, porque la formación de una opinión pública
constitucional es de suma importancia en este terreno. Y el trabajo de
estos profesores es muy apropiado para la formación de dicha opinión
pública.
Me temo, sin embargo, que no va a haber
ningún proyecto de reforma o de revisión constitucional que vaya a
llegar a tramitarse parlamentariamente. Mientras la composición de las
Cortes Generales sea la que es, es decir, con el Congreso de los
Diputados y el Senado que tenemos, no es posible la reforma de la
Constitución. La composición del Congreso y del Senado no la hicieron
las Cortes Constituyentes, sino las Cortes de Franco que aprobaron la
Ley para la Reforma Política, la última de las Leyes Fundamentales del
Régimen. Las Cortes Constituyentes se limitaron a hacer suya la
composición de la Ley para la Reforma Política, que estaba pensada para
dejar “atado y bien atado” todo lo que se pudiera, es decir, para
“enjaular” el ejercicio del principio de legitimidad democrática, que
era lo que inevitablemente venía.
Y el principio de
legitimidad democrática, cuya máxima expresión es justamente la reforma
de la Constitución, no se reproduce en cautividad. Tal como se expresa
en la composición del Congreso y del Senado está pensado para garantizar
la Restauración de la Monarquía y no para que el pueblo español pueda
hacer una síntesis política de sí mismo adecuada a su complejidad. De
esta manera no hay reforma constitucional que pueda abrirse camino.
Ojalá me equivoque.::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
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.@sanchezcastejon: "A la izquierda que me critica por apoyar al Gobierno, yo lo sitúo en una cuestión prepolítca que no tiene que ver con ideologías, tiene que ver con la convivencia. Esa izquierda debería abrazar el termino España.
Hay que ver de donde sale la "ideología". Puede nacer de dos realidades previas, pero siempre políticas, la gestión de la 'polis' esencial no admite prefijos como "pre" o "post",toda convivencia humana en un espacio habitable, público y compartido es "política", lo que maneja Sánchez es ideología : a) una realidad teórica, heredada y no experimentada ni asumida en primera persona, sino sermoneada y predicada sin que se corresponda con lo que se está viviendo, y utilizada para cambiar la sociedad al gusto e intereses de una determinada cultura colectiva, y siempre, políticamente rentable, capitaneada por una casta ad hoc. Por lo tanto manipulable y manipulada desde su origen.
Y b) otra realidad que deriva de la experiencia directa, de aquello que se ve, se palpa y se sufre y hasta se paga sin tener porqué. Es la realidad de la base social, completamente otra y distinta de la que experimentan las castas políticas teóricas que no nacen del fermento cotidiano, del compromiso hecho carne, piel, sangre y huesos y luego ideas derivadas de la experiencia, sino de las elucubraciones de quienes sólo ven y escuchan de lejos esa realidad para la que pretender inventar soluciones asépticas, dogmáticas y emocionales, claro. Saben que la emoción es la mejor manivela de la demagogia. De esa parte, Sánchez está a años luz, según demuestra su particular sentido del compromiso social con la causa verdaderamente socialista.
El psoe debería distinguir lo uno de lo otro y centrarse en cuál de las dos realidades está basada su oferta politicable. Y cuando lo tenga claro, a lo mejor es el primero en abrazar esa parte de España que no le gusta: la disconforme con lo que para ese partido, según está demostrando, es lo más normal.
España no solamente es un término para una teoría que vive de abstracciones. En cambio en la práctica ciudadana mayoritaria, que es la Realidad tangible y no especulativa, a la hora de la verdad, España es un marrón que la maltrata, la divide con la pretensión de unirla a base de leñazos y amenazas inconcebibles en una sociedad europea del siglo XXI y enfrentándola por intereses indecentes y muy alejados de la vida cotidiana. Esa entelequia no es abrazable; las entelequias son creaciones artificiales del pensamiento que jamás encajan con la realidad que se vive. Para que se pueda abrazar algo, ese algo debe existir materializado en una realidad tangible y reconocible, digna de ser abrazada. De momento, sólo el pueblo se abraza a sí mismo en un deseo general: liberarse de la política pepera que el psoe refrenda y es basura, corrupción y violencia legalizada. Semejante indecencia no hay nadie en su sano juicio que la quiera abrazar.
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Sería muy conveniente que Pedro Sánchez y su psoe leyesen y repensasen este artículo de Javier Pérez Royo para comprender por qué la izquierda (con la ciudadanía que la apoya y le da sentido) que tanto les critica reclama y exige cambios decisivos en la Constitución para poder "abrazar España"(Sánchez dixit) sin que España como una boa constrictor estrangule a los españoles, no sólo a la izquierda, a todos y todas las españolas/es. Amar a España no es dejarla como está, hecha un pingajo indecente, sino intentar cambiar juntos en las afinidades, todo lo que no funciona en su sistema heredado del franquismo en las raíces y pintado con purpurina democrática en las ramas y hojas.
Hay que ver de donde sale la "ideología". Puede nacer de dos realidades previas, pero siempre políticas, la gestión de la 'polis' esencial no admite prefijos como "pre" o "post",toda convivencia humana en un espacio habitable, público y compartido es "política", lo que maneja Sánchez es ideología : a) una realidad teórica, heredada y no experimentada ni asumida en primera persona, sino sermoneada y predicada sin que se corresponda con lo que se está viviendo, y utilizada para cambiar la sociedad al gusto e intereses de una determinada cultura colectiva, y siempre, políticamente rentable, capitaneada por una casta ad hoc. Por lo tanto manipulable y manipulada desde su origen.
Y b) otra realidad que deriva de la experiencia directa, de aquello que se ve, se palpa y se sufre y hasta se paga sin tener porqué. Es la realidad de la base social, completamente otra y distinta de la que experimentan las castas políticas teóricas que no nacen del fermento cotidiano, del compromiso hecho carne, piel, sangre y huesos y luego ideas derivadas de la experiencia, sino de las elucubraciones de quienes sólo ven y escuchan de lejos esa realidad para la que pretender inventar soluciones asépticas, dogmáticas y emocionales, claro. Saben que la emoción es la mejor manivela de la demagogia. De esa parte, Sánchez está a años luz, según demuestra su particular sentido del compromiso social con la causa verdaderamente socialista.
El psoe debería distinguir lo uno de lo otro y centrarse en cuál de las dos realidades está basada su oferta politicable. Y cuando lo tenga claro, a lo mejor es el primero en abrazar esa parte de España que no le gusta: la disconforme con lo que para ese partido, según está demostrando, es lo más normal.
España no solamente es un término para una teoría que vive de abstracciones. En cambio en la práctica ciudadana mayoritaria, que es la Realidad tangible y no especulativa, a la hora de la verdad, España es un marrón que la maltrata, la divide con la pretensión de unirla a base de leñazos y amenazas inconcebibles en una sociedad europea del siglo XXI y enfrentándola por intereses indecentes y muy alejados de la vida cotidiana. Esa entelequia no es abrazable; las entelequias son creaciones artificiales del pensamiento que jamás encajan con la realidad que se vive. Para que se pueda abrazar algo, ese algo debe existir materializado en una realidad tangible y reconocible, digna de ser abrazada. De momento, sólo el pueblo se abraza a sí mismo en un deseo general: liberarse de la política pepera que el psoe refrenda y es basura, corrupción y violencia legalizada. Semejante indecencia no hay nadie en su sano juicio que la quiera abrazar.
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Sería muy conveniente que Pedro Sánchez y su psoe leyesen y repensasen este artículo de Javier Pérez Royo para comprender por qué la izquierda (con la ciudadanía que la apoya y le da sentido) que tanto les critica reclama y exige cambios decisivos en la Constitución para poder "abrazar España"(Sánchez dixit) sin que España como una boa constrictor estrangule a los españoles, no sólo a la izquierda, a todos y todas las españolas/es. Amar a España no es dejarla como está, hecha un pingajo indecente, sino intentar cambiar juntos en las afinidades, todo lo que no funciona en su sistema heredado del franquismo en las raíces y pintado con purpurina democrática en las ramas y hojas.
Hay que tener una inteligencia básica mínima para distinguir las infiltraciones corruptas que pervierten y desactivan las buenas intenciones y planes iniciales. Permitir que el pp gobierne porque no se quiere gobernar con la izquierda a la que se considera rival en vez de hermana, mientras se proclama que la izquierda es uno mismo, ya delata un desorden racional-emotivo en la percepción de la realidad y un desbarajuste político del líder psociata y de quienes lo aúpan hasta una responsabilidad que le supera cada día más. Quienes en una democracia se autobombean proclamándose los únicos baluartes de una izquierda sui generis y a su medida y no a la medida de la ciudadanía de los pueblos que pagan a los partidos para que la gestionen sin maltratarla, no son demócratas al servicio del bien común, son cortísimos y torpes cuando no, caciques corruptos, y por ello incapaces de gestionar con inteligencia constructiva y talento político cualquier encargo serio que les encomiende la ciudadanía en las urnas.
Creo que especialmente ésa es una de las causas más decisivas por la que, como afirma Pérez Royo, no será posible reformar nada importante mientras la mediocridad de los que manejan el cotarro sea tan grande y sus miras éticas, cívicas, políticas y lúcidas sean tan cutres y solo se utilicen como atrezzatura electoralista y estratégico timo demagogo.
En este plan tan lamentable, lo más seguro es que Pérez Royo no se equivoque, aunque ese error sería estupendo. Y como él mismo dice, se merece un ¡ojalá! al que me apunto. No queda otra.
En este plan tan lamentable, lo más seguro es que Pérez Royo no se equivoque, aunque ese error sería estupendo. Y como él mismo dice, se merece un ¡ojalá! al que me apunto. No queda otra.
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