martes, 28 de noviembre de 2017

El milagro alemán, la riqueza de unos pocos





Una persona sin techo duerme en una parada de autobús./REUTERS
Berlín






Javier Pérez de la Cruz 

Junto a la icónica torre de la televisión de Berlín, Hans espera sentado en su bici-taxi a posibles clientes. “Mira qué buen día hace, hoy ganaré bien”, dice el joven de 29 años. Su sueldo depende en gran parte del clima, pues es autónomo y no tiene ningún tipo de ingreso fijo. “Es muy complicado saber cuánto ganamos porque cambia mucho de un día para otro, pero yo creo que en general está alrededor del salario medio”, explica antes de preguntar a una pareja de turistas si quieren un paseo por el centro de la ciudad. A pocos metros de distancia, Elisabeth trata de vender llaveros e imanes en una tienda de souvenirs. “Yo estoy aquí contratada con un minijob de 450 euros, pero es suficiente porque mi marido tiene un buen trabajo”. La industria turística de la capital alemana, uno de los pocos motores económicos de Berlín, está plagada de casos similares.
No parece que Hans y Elisabeth formen parte del 10% más rico de Alemania, que posee el 60% de la riqueza de todo el país. Diversos estudios, como uno de la OCDE, respaldan esta estimación, y eso a pesar de lo difícil que resulta medir la concentración de bienes en Alemania, donde los súper ricos tienden a ser más reservados sobre sus fortunas que sus pudientes homólogos europeos. Aun así, se estima que 1,2 millones de millonarios viven en Alemania, alrededor de un 1,4% de toda la población.
Alemania es, de hecho, uno de los países europeos con mayor brecha entre ricos y pobres. Junto a Austria, la locomotora de Europa tiene el porcentaje más alto de la UE en el coeficiente de Gini, el índice que mide la desigualdad económica de un país. Asimismo, según un informe del DIW (Instituto Alemán para la Investigación Económica) del año 2015, solo el uno por ciento de la población acumula un tercio del patrimonio total del país.
En cambio, el 50% más pobre, según los cálculos del DIW, apenas posee el 2,5% de la riqueza total. Del Banco Central Europeo se desprende otro dato significativo: la mitad de los hogares alemanes solo dispone de cero a 60.000 euros.
Estos no son los únicos indicadores que apuntan a la creciente desigualdad de Alemania. Su economía es la que más creció en 2016 entre los países del G7, los más industrializados del mundo. Y este año siguen las buenas noticias macroeconómicas: el PIB creció en el tercer cuarto de 2017 un 0,8% y en octubre se alcanzó un nuevo récord de empleo al situarse la tasa de paro en el 5,4%, la más baja desde la unificación de las dos Alemanias en 1990. Y sin embargo, la pobreza infantil no deja de aumentar.
Según un estudio recientemente publicado por la Fundación Bertelsmann, el 21% de los niños alemanes viven en una situación de pobreza permanente. "Alemania es un país rico que en los últimos años ha experimentado un crecimiento económico. Pero está claro que muchos niños y muchas familias no se han beneficiado de ello”, explicaba Anette Stein, de la fundación, a la cadena estatal Deutsche Welle.
La canciller alemana Angela Merkel./REUTERS 
Es importante señalar que el estudio define como familias pobres a aquellas que reciben ayudas del Estado o cuyos ingresos representan el 60% o menos de la media en Alemania. Es a estos detalles a los que apuntan los investigadores que defienden la Agenda 2010, aquel programa de reformas económicas instaurado por el socialdemócrata Gerhard Schröder y continuado por la conservadora Angela Merkel, que supuso la aparición y multiplicación de minijobs y autónomos precarios.
“El debate sobre la desigualdad en Alemania es exagerado”, responde a Público Clemens Fuest, presidente del Instituto IFO, un centro de investigaciones económicas con sede en Múnich. “Si te fijas en la renta disponible, es decir, en los ingresos tras quitarle los impuestos y los pagos, la desigualdad en Alemania es menor que todo el resto de países del G7. Y añado otra cifra: en los últimos diez años no ha cambiado la renta disponible del 25% más pobre de la población”.
Las cifras abundan. Algunas siguen el camino señalado por Fuest, como las de las encuestas que indican que la sensación de satisfacción por las condiciones generales de la vida ha aumentado durante los últimos diez años. Otras, sin embargo, describen un panorama completamente diferente. 
Varias personas guardan cola para recoger alimentos mientras nieva en la ciudad de Dortmund./REUTERS

Vivienda precaria, trabajo precario

Hace apenas unos días, la organización BAG Wohnungslosenhilfe anunciaba que el año pasado terminó con 860.000 personas sin vivienda, es decir, un 150% más que en 2014. Casi un millón de personas sin vivienda fija, es decir, que carecen de residencia permanente y que duermen en alojamientos temporales. Según la asociación, 440.000 de estas son refugiados. Y las perspectivas no son halagüeñas, pues desde BAG Wohnungslosenhilfe estiman que en 2018 la cifra total habrá aumentado hasta los 1,2 millones.
Y la misma inestabilidad se replica en el ámbito laboral. La extrema flexibilización del mercado laboral promovida desde principios del siglo XXI ya se ha traducido en la creación de más de 7,5 millones de minijobs, que ya representan el 19% de los empleos asalariados. Estos son trabajos por el que se puede recibir un máximo de 450 euros, exentos de impuestos y cotizaciones. Trabajos, por tanto, que no pueden superar las 50 horas mensuales, pues se tienen que ajustar al salario mínimo interprofesional: 8,84 euros por hora. Además, un minijob también da derecho a bajas por enfermedad y a vacaciones pagadas, aunque en la práctica en la mayoría de casos no se aplica. En 2016, solo el 44% de los conocidos como ‘minijobbers’ cobraron estando de vacaciones.
La idea original de estos empleos a tiempo más que parcial era facilitar la entrada al mundo laboral de parados de larga duración, acabar con el trabajo en negro y facilitar la conciliación para los estudiantes que tengan que ganarse un dinero. Pero la realidad es que para muchos alemanes los minijobs son la principal fuente de financiación. De ahí que en el pasado mes de marzo se registraran hasta 3,2 millones de personas pluriempleadas.
Asimismo, quienes recurren a estos trabajos son los ciudadanos más vulnerables laboralmente, es decir, las mujeres. Sobre todo en los Estados federados del oeste, más ricos que los del este (los que conformaban la antigua y soviética República Democrática), mayor cantidad de mujeres se ven atrapadas en la espiral de minijobs sin poder acceder a un empleo estable y con mejores condiciones, como desveló una información de Correctiv, un colectivo de periodistas de investigación.
Varias personas se sitúan en la puerta de un banco de alimentos en la ciudad alemana de Dortmund./REUTERS

Pensiones insuficientes

No obstante, los trabajadores precarios no solo provienen de los famosos minijobs. Menos conocido es el caso de los “Solo-Selbständige”, es decir, autónomos que no tienen ningún tipo de contrato a tiempo parcial o de mínimos con una empresa. Hay 2,3 millones en Alemania, y su media de ingresos les coloca por debajo del salario mínimo. Más de 100.000 de ellos, incluso, tienen que recurrir a las ayudas del Estado (conocidas como Hartz IV) para poder completar unos ingresos suficientes para costearse los gastos diarios.
Muchos autónomos, ante esta baja cantidad de ingresos, prefiere prescindir de cotizar para su jubilación, por lo que las posibilidades de acabar la vida laboral con una pensión mínima se disparan. Lo mismo ocurre con las personas que enlazan minijob tras minijob. Un estudio del pasado mes de junio del Centro para la Investigación Económica Europea (ZEW) concluye que el 16% de los mayores de 67 años se encuentra en riesgo de pobreza, una cifra que para el 2036 se estima que se expanda hasta el 20,2%.
De hecho, la inseguridad de los ancianos alemanes ya se puede apreciar en que casi un millón de pensionistas tenga que completar sus ingresos con un minijob. Por las calles de Berlín no es extraño ver ancianos rebuscando entre la basura para sacarse unos pocos euros devolviendo botellas de cristal y plástico. A Hans, a punto de cumplir los 30, no le importa no cotizar. “De la pensión ya me preocuparé cuando sea mayor”, dice poco antes de ponerse a pedalear.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Tras leer la crónica negra de este periodista, me gustaría hacer una sugerencia: Alemania no es Berlín. Y es imposible dar una idea real de un país cuando sólo se conoce o se tiene una fijación con su capital. La misma cutrez y miseria te la encuentras en Londres, en París, en Roma, Madrid, Barcelona o Valencia. A las grandes capitales acuden millones de personas muy pobres, porque creen que allí será más fácil que les den limosna y encontrar rincones donde acampar. De hecho la mayoría de refugiados y migrantes que pasan por el centro donde coopero, no vinen a España para quedarse, todos quieren llegar a Alemania, donde ya tienen referencias y contactos hasta de familiares que les hablan de un mundo muy distinto al de la Europa del Sur. Hay más sobras y más oportunidades de aprovechar los residuos. Hasta ahora no se ha podido evitar ese síndrome del amontonamiento de la indigencia. Es muy duro reconocerlo, pero la sociedad capitalista no lo ha sabido evitar nunca. 

Eso no significa que toda Alemania esté afectada por el problema de Berlín, de Colonia o de Hamburgo. Ni que toda Francia tenga los mismos problemas de París. Hay una Alemania rural en la que nadie es demasiado rico ni exhibicionista, pero en la que nadie se ve obligado a pedir limosna. Como por ejemplo Renania Westfalia o Brisgau-Freiburg, toda la amplísima cuenca del Rhinn y sus afluentes como Sieg, desde los Alpes hasta la frontera con Francia, Holanda y Bélgica. 
Si el periodista se da una vuelta por allí, verá que los pobres no se diferencian de los ricos, que nadie duerme en la calle si no quiere. Y no suelen querer, más que nada porque a estas alturas del año quien decida dormir a la belle etoile en Alemania del Norte o de Sur, no lo cuenta. Los ayuntamientos ya lo saben y disponen de techo, comida, duchas y ropa de recambio para esos casos, aunque son muchos porque hay muchos más migrante que aquí, -ellos acogen un cupo mucho más amplio que cumplen y tratan de gestionar aunque están desbordados por la insolidaridad de países como Plonia, Hungría o  España-. 

Por supuesto que hay personas que no cotizaron en la seguridad social por su forma de vida libremente elegida y ahora no tienen pensión sino una ayuda básica para subsistir (aquí mismo conozco personas que nunca han querido integrarse en el sistema de cotización, ni acaptar un trabajo de esclavos, han sido transeuntes, viajeros y mendigos voluntarios, a los que jamás pudimos integrar, rechazaban todo y vivían de las limosnas y ayudas puntuales como oficio, y ellos también llegan a viejos). 
Por supuesto que en la época de Helmut Khol hubo una oferta del estado invitando a los trabajadores a hacerse planes privados de pensiones que a la llegada de la crisis de 2008, cuando les tocaba cobrar la jubilación contratada de unos 2.000 euros al mes, se encontraron con que los bancos no podían pagarles lo convenido, sino un máximo de 400€ mensuales. Y no podían hacer frente al alquiler que no baja de 600 € en Alemania. La solución del estado, ya con Merkel, fue ofrecer los minijobs que puedan adapatarse a la edad de los damnificados. Pero garantizando la gratuidad sanitaria y de primeras necesidades si el dinero no les llega para todo.

Cuando uno de mis hijos emigrantes llegó con su familia a Friebug, tuvo que hacer una declaración del presupuesto mensual con que contaba para vivir. Eran 600 euros, entonces el estado alemán les ofreció trescientos cincuenta euros mensuales más para igualar la renta básica que el estado consideraba necesaria para vivir y una ayuda para la guardería de la niña y si había algún bebé, una ayuda diaria del ayuntamiento por medio de una asistenta. Las viviendas de alquiler asistencial están provistas de placas solares para que tengan autoconsumo, ya que no pueden pagar facturas a las empresas eléctricas. Claro, que aunque el estado lo gobierna Merkel, -que es el pp alemán, que para nosotros sería socialismo- en aquella región de la Selva Negra gobiernan Die Grünen desde hace treinta años y como aquello es una verdadera República Federal nadie puede aplicar  un 155 ni chantajear con los presupuestos. En aquel territorio no hay mendigos por la calle y no es que no haya pobres, es que a los pobres se les trata con la misma humanidad con que cada ciudadano no pobre se trata a sí mismo. Y eso se aprende desde la escuela y desde casa. De lo que se ve y se hace. 
Se potencian los oficios, la manufactura, la confección, la artesanía, la agricultura del minifundio, el mercado del pueblo, que sale a las plazas durante la semana y los sábados en especial, a vender lo que cada uno produce, muy parecido a Francia. Nadie se avergüenza por ser de campo ni por no vivir en la capital. Y nadie se queda sin estudiar por vivir de lo que quiere ser. Un granjero puede hablar tres idiomas y ser informático aunque viva en una aldea como Uckerrath o Blankemberg o Merzhausen, un fontanero puede ser ingeniero técnico y un profe de matemáticas puede tener un taller de bicicletas con lo que se paga viajes a Mallorca en verano.  A nadie se le caen los anillos ni se le chafa el look y el glamour que les suele importar un rábano por hacer cosas distintas, para ellos es un orgullo natural saber arreglar un huerto, un jardín, una lavadora o un coche. 
Es otro mundo, y aunque en la capital del estado se apiñe la miseria en zonas a las que no se puede llegar y  a veces ni arreglar con las mejores intenciones, porque el contingente humano desborda la capacidad de gestión que va despacio y muchas veces con dificultades diversas en las aglomeraciones urbanas del calado de Berlín. Y no por ello se puede ni se debe desvirtuar toda una realidad social de cuya inteligencia y conciencia  ya quisiéramos tener al menos una décima parte en esta tierra híspida y garrula moral, capaz de aguantar lo peor y, para más inri, poniendo banderas a tutiplén para celebrar el cutrerío ppatrio. Ains!
Que critique Alemania un finlandés, un sueco, un noruego, un japonés, un buthanés o un canadiense, se comprende, pero que la ponga como un trapo un español, no tiene más explicación que la ceguera, la tontuna o la envidia cochina. Por cierto, que si Alemania es tan desastre y te cae tan mal, ¿qué haces que no te buscas un sitio mejor desde el que escribir cosas más constructivas y chulas o por qué no estás en España haciendo tu crítica social, económica y política, si hay la misma miseria allí que aquí? No tiene mucho sentido el masoquismo mediático, ¿no?   Es más, te diría que te podrías haber ahorrado el viaje, porque todo lo que cuentas desde Berlín lo tienes a tu disposición en Vallecas, Entrevías, El Pozo del Tío Raimundo o en cualquiera de los Carabancheles e incluso en los desahucios de Lavapiés o en los chats de la policía municipal. Por cierto ya que estamos, ¿por qué no nos hablas de los desahucios en Alemania en pleno invierno y la gente tirada por la calle, y de todos los suicidios que se producen en la población berlinesa por ese motivo?

Dime lo que más te interesa de los lugares y como investigas, entiendes y gestionas tu relato y te diré que ¡ánimo! o que te dediques a otra cosa, bonico, porque con esa visión en plan cenizo miserere a piñón fijo (no te he leído una sola crónica desde Alemania que no sea demoledora), lo llevas crudo, cariñet, en Berlín, en El Cairo, en Pekin o en Cincinaty. Lo tuyo no es periodismo, es obsesión. Yo que tú me preocuparía más por mi equilibrio personal que por los problemas alemanes.


 Resultado de imagen de el gallinero madrid fotos  Resultado de imagen de el gallinero madrid fotos


Resultado de imagen de el gallinero madrid fotos

Para shock con garra informativa, Madrid, sin ir más lejos. Esto es El Gallinero Strasse, a 12kmts de la Sonnes Tor y a tu entera disposición laboral. Un marco incomparable en el que Alemania no puede competir con España ni de coña, por mucho que Merkel y Rajoy lo intenten. La educación, la conciencia  y sus opuestos no perdonan. Sólo sería posible ver algo así en una instalación o  performance audiovisual sobre la miseria cuartomundista en algún espacio cultural. El pueblo alemán es sensible y solidario, y sólo por estética y salud cívica jamás soportaría algo así a 12kmts de la Puerta de Brandenburgo.

Hay veces en que calladitos estamos más guapos, ya te digo...

No hay comentarios: