De manadas y rebaños
No niego que las mujeres debamos indignarnos pero ruego que
lo hagamos contra quiénes sí merecen nuestra ira y nuestra lucha y que
mientras dejemos trabajar a un tribunal que creo que ha acreditado su
profesionalidad
Me entusiasma ver a
mujeres jóvenes tomar las calles para defender nuestro derecho
inalienable a ser dueñas de nuestra vida y de nuestro cuerpo en la misma
medida que lo son los hombres. Acabar con el patriarcado es una pelea
que me sigue ocupando y preocupando. Por eso me quedé muy sorprendida al
ver el viernes tanta furia femenina, porque creo que estaban en la
calle equivocada y dirigían su ira y su indignación hacia una diana
errónea.
Clamaban mis hermanas para exigir que la
Justicia le diera un trato justo a la víctima y gritaban: ¡Nosotras
somos la manada!. Y ahí es dónde creo que yerra su GPS. No hay en mi
opinión nada que reclamarle a la Justicia en este caso. El tribunal está
siendo exquisito en la protección de los derechos de la víctima. Y yo
también creo a C. No sabemos quién es y ese es un éxito del sistema.
Demasiadas veces he visto cómo se filtraban hasta los nombres de los
testigos protegidos. El tribunal juzgador ha adoptado medidas férreas
que incluían un juicio en el que hasta el sacrosanto principio de
publicidad se rendía ante las excepcionales circunstancias. Nada que
objetar. Los videos que los agresores grabaron para aumentar la
humillación tampoco han podido ser carnaza de amarillismo ni han servido
para una doble victimización. Los violadores no los difundieron. De sus
teléfonos pasaron a estar bajo custodia. No se han hecho copias. Las
partes, incluidas las defensas, sólo han podido visionarlos en sede
judicial y bajo supervisión del LAJ (antiguo secretario). No, esa tele
que piensan no tiene los videos. No, esos que les dicen que los han
visto y que reflejan una relación consentida, tampoco lo han hecho. ¿Por
qué mienten? Iremos a ello. Lo único que han podido ver, como he visto
yo, han sido unos fotogramas estáticos que figuran en uno de los
peritajes del sumario y que si poseen las partes.Nada más.
Afortunadamente tienen una pésima visibilidad.
La protección de la víctima ha abocado a un juicio a
puerta cerrada -que ahora se abrirá parcialmente por la presión del
abogado de tres acusados- y en esa Justicia silenciosa y ayuna de
publicidad ha crecido un espacio vacío de información que los ciudadanos
quieren llenar. Sólo una parte ha tenido interés en hacerlo y es la que
basa su actuación en la negación de la mayor y en la afirmación de que
fue sexo consentido. Está en su derecho procesal, pero ha logrado
convertir su relato en toda una corriente de opinión. Ahí está el
verdadero problema al que nos enfrentamos. Contra esto deberían fluir
las iras de mis hermanas como fluyen las mías. Sólo en una sociedad
enferma de cultura de la violación habría tanta gente, tantos
periodistas, tantos medios, dispuestos a creerse que el sexo consentido
acaba con mujeres llorando a las que les han robado el teléfono para que
no puedan avisar a nadie. Sólo la cultura de la violación puede
defender que las mujeres desean ser salvajemente penetradas por tres
hombres mientras otros dos les jalean y las humillan e insultan. Una
oleada de mujeres debería dirigirse contra ello,contra los que quieren
ganar en una sociedad patriarcal y enferma un pleito que quizá tienen
muy difícil ganar en la sala. Hacia ellos las pancartas y los gritos
pero hacerlo contra la Justicia, en este caso, es tremendamente injusto.
Hay perros pastores malos empeñados en conducir al rebaño hacia el
precipicio que desean.
El tribunal no admitió como
prueba las conversaciones de Whatsapp de los días previos a los hechos.
En cada juicio se analizan sólo los hechos encausados. No se hace un
juicio general a los personajes que se sientan en el banquillo. No hace
falta ninguna. Esos mensajes -que como espectadores nos hablan de la
catadura moral de los acusados- no pintan nada en el juicio actual. No
se refieren a ese día. Un procedimiento es como un niño, hay que
cuidarlo pues puede ser corrompido y abortado si no se respetan
escrupulosamente las normas. El tribunal de Pamplona lo está haciendo
con diligencia. La admisión de tal prueba no sólo no ayuda al
enjuiciamiento actual sino que podría viciarlo y propiciar posteriores
recursos o peticiones de nulidad. Nada se me ocurre peor que la
posibilidad de que C. tuviera que volver a pasar por el calvario de otro
juicio. Toda precaución es poca. Por contra, si cuando se enjuicien los
hechos de Pozoblanco relativos a otra mujer, ya existe sentencia sobre
los de Sanfermines, ésta sí podrá ser utilizada allí. Así van las cosas
para proteger todos los derechos. Entonces no serán hechos sin probar
sino hechos probados en sede judicial.
Ha causado
también gran estupor que el tribunal admitiera una fotografía aportada
por las defensas para unirse a un informe sobre su actividad en redes
sociales. No hay, como se ha dicho, en el Rollo de Sala ningún informe
con seguimientos de detectives porque el mismo defensor que lo encargó
se arrepintió. Las mujeres claman pensando que la vida de una víctima
pueda ser relevante a la hora de enjuiciar la violencia sexual que se
ejerció sobre ella y llevarían razón, si fuera así. En primer lugar, la
admisión a trámite de una prueba no implica ningún juicio de valor del
tribunal sobre ella. En segundo lugar, ni siquiera se pretende que sirva
para valorar sí C. fue violada o no. Nada tiene que aportar sobre ese
extremo, en efecto. Lo que sucede es que junto con las penas de cárcel,
los presuntos violadores tendrían que hacer frente en caso de condena al
pago de una cantidad a la víctima en concepto de responsabilidad civil
por las secuelas que el delito haya dejado en ella. Es ahí dónde las
defensas pretenden que la actividad en las redes pueda servir para
contrarrestar el informe psiquiátrico que se presenta sobre los daños
traumáticos sufridos. Nadie dice que sirva, sólo digo que intentan que
sirva y que el tribunal, dando toda la amplitud al ejercicio del derecho
de defensa, lo ha admitido. De nuevo hay que reseñar que la restricción
de este derecho fundamental podría dar lugar a intentos de nulidad.
Y, por último, me gustaría recordar que en la sala de vistas de
Pamplona en ningún caso se trata de una pelea entre C. y los acusados de
su violación. No. A los de La Manada no les acusa sólo C. sino también
el Ministerio Público, en nombre de la legalidad y del Estado, y el
Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona. No, no es ella sola
contra el mundo. La fiscal Sarasate lleva a cabo una acusación firme,
rotunda y grave. Leído su escrito puedo decirles que no describe ninguna
clase de sexo consentido sino una violación múltiple aberrante,
humillante y vejatoria que ninguna mujer puede leer sin sentirse
profundamente conmovida. No me cabe duda de que aunque el secreto nos
haya privado de ello, la fiscal y el resto de acusaciones han presentado
una colección de pruebas de cargo consistente y convincente.
No niego que las mujeres debamos indignarnos pero ruego que lo hagamos
contra quiénes sí merecen nuestra ira y nuestra lucha y que mientras
dejemos trabajar a un tribunal que creo que ha acreditado su
profesionalidad. Lo contrario sería convertirnos en un rebaño al que
conducen lobos que parecen corderos. Mejor miremos las cosas de forma
crítica e individualizada. Dentro de poco, con la sentencia en la mano,
puede que se me entienda mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario