jueves, 30 de noviembre de 2017

¿A qué normalidad se vuelve?

No hay normalidad a la que volver. La de los primeros treinta años, porque ya no existe. La de los últimos seis o siete años, porque es inaceptable




El Parlament aprueba iniciar el proceso hacia una "república" independiente
EFE
La vuelta a la normalidad es el objetivo declarado de la aplicación del art. 155 CE.  Con la celebración de las elecciones el 21-D se repondría a Catalunya en el ejercicio del derecho a la autonomía y volveríamos a la normalidad. Este es el escenario justificador del recurso a la “coacción federal”. Es una medida excepcional para hacer posible la vuelta a la normalidad.
El relato justificador del recurso al art. 155 CE es claro. Normalidad es el ejercicio del derecho a la autonomía por la nacionalidad catalana constituida en Comunidad Autónoma dentro del marco previsto en la Constitución, con aceptación inequívoca del principio de unidad política del Estado. A esto es a lo que hay que volver.


¿Es posible ese retorno? ¿Existe esa normalidad?
En teoría sin duda. No ha dejado de existir casi en ningún momento. La Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña han estado en vigor y siguen estándolo. Debería, en consecuencia, poderse volver a ellos, tras este paréntesis de 54 días de duración del proceso electoral.
En la práctica, sin embargo, no creo que vaya a resultar tan fácil. En lo que a la integración de Catalunya en el Estado y el ejercicio del derecho a la autonomía se refiere, se pueden distinguir dos fases, en las cuales la definición de la “normalidad” es muy distinta.
La primera fase está integrada por dos momentos:
 1º. El de la negociación del estatuto de autonomía originario entre la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados y la Asamblea de Diputados y Senadores elegidos en las cuatro provincias catalanas en las elecciones generales de 1979, que era la que aprobaba el Proyecto de Estatuto.
 2º El de la aplicación del Estatuto   ratificado en referéndum el 25 de octubre de 1979 durante las nueve primeras legislaturas catalanas (1980-2012) y las diez primeras legislaturas estatales (1979-2015).
La segunda fase está integrada por la aplicación del Estatuto tras la Reforma de 2006 y la STC 31/2010 durante las legislaturas catalanas a partir de 2012 y de las legislaturas estatales a partir de 2015.
Hay diferencias muy notables entre la normalidad de la primera fase y la normalidad de la segunda. Tengo la impresión de que, cuando se habla de volver a la normalidad, se está pensando en la normalidad de la primera fase y no en la de la segunda, que, tengo la impresión de que no se considera tal por quienes han apoyado el recurso al 155 CE.
La fórmula de integración de Cataluña en el Estado definida en el Estatuto originario de 1979 fue negociada entre unas Cortes Generales, cuya composición era la siguiente:
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS:
UCD: 168; PSOE: 121; PCE: 23; AP: 9; CiU: 8; PNV: 7; PSA: 5; Herri Batasuna: 3; ERC: 1; EE: 1; UPC: 1; UPN: 1; PAR: 1; UN: 1.
La distribución de los Diputados elegidos en Catalunya era la siguiente: PSC: 17; UCD: 12; PSUC: 8; CiU: 8; ERC: 1; CD: 1.
La distribución de los senadores elegidos en Catalunya era la siguiente: Nova Entesa: 10; UCD: 4; PSUC: 1; CiU: 1.
El Proyecto de Estatuto originario fue aprobado por una Asamblea de Diputados y Senadores elegidos en Catalunya, en la que la posición de los partidos estatales (UCD y PSOE) era abrumadoramente mayoritaria. CiU tenía menos de la mitad de escaños que los socialistas y casi la mitad que UCD.
En el Congreso de los Diputados, CiU era la quinta fuerza política, detrás de los cuatro partidos estatales: UCD, PSOE; PCE Y AP:
La integración de Catalunya en el Estado se negoció, pues, en el momento de máxima debilidad del nacionalismo y de máxima fortaleza de los partidos estatales.
Esta forma de integración ha sido aplicada desde 1980 hasta 2012 por un Parlament, en el que el nacionalismo autonomista era dominante en general y hegemónico en el interior del nacionalismo catalán. CiU fue ininterrumpidamente el partido con mayor número de escaños, con frecuencia con una distancia considerable respecto del segundo, el PSC, y quintuplicando o más, por lo general, la representación de ERC.
En el Congreso de los Diputados entre 1982 y 2015, entre CiU, PSOE y PP obtuvieron de los 47 escaños elegidos en Catalunya: 45 en 1982 y 86; 43 en 1993, 1996 y 2008; 44 en 2000; 42 en 1989; 41 en 2011; y 37 en 2004. Y entre PSOE y PP siempre obtuvieron más del 50 % de los escaños.
El ejercicio del derecho a la autonomía en Catalunya ha estado gestionado desde 1980 hasta 2010 e incluso hasta 2012, casi por completo por un partido nacionalista pero autonomista con el contrapunto de dos partidos de gobierno del Estado con notable presencia en Catalunya. La compatibilidad del derecho a la autonomía con la unidad política del Estado no se ha puesto en cuestión en ningún momento. Esta es la primera versión de la normalidad.
A partir de 2010 las relaciones de poder entre los distintos partidos empiezan a ser diferentes. Todavía en las elecciones catalanas de otoño de 2010 y en las elecciones generales de 2011, hay continuidad. La única novedad es el debilitamiento del PSOE, que queda compensado con el fortalecimiento del PP y CiU. Entre los tres juntos mantienen el porcentaje de votos y escaños que habían tenido antes y entre PP y PSOE mantienen la presencia en Catalunya en el 50%.
Es a partir de 2012 en Catalunya y a partir de 2015 en el Estado cuando se produce el vuelco. El nacionalismo transita del autonomismo al independentismo, fragmentándose y alterando las relaciones entre los distintos partidos dentro de dicho bloque. Los partidos de gobierno de España se debilitan en general y de manera extraordinariamente intensa en Catalunya, en donde pasan del 50 % al 20%. Los elementos que habían dado estabilidad a la relación entre el derecho a la autonomía y la unidad política del Estado o han desaparecido o han reducido de manera dramática su presencia. El nacionalismo autonomista ha desaparecido y los dos partidos de gobierno estatales han quedado reducidos en Catalunya no a una posición marginal, pero sí escasamente relevante. La combinación de ambas circunstancias ha definido una situación de falsa normalidad, que ha exigido el recurso a la “coacción federal”, a lo que se puede definir como un “estado de excepción” autonómico.
¿Es razonable esperar que después del 21-D se pueda volver a la normalidad de los primeros treinta años de ejercicio del derecho a la autonomía?, ¿o hay que considerar que eso ya no es posible y que hay que ponerse de acuerdo para definir en qué tiene que consistir la normalidad de la relación entre Catalunya y el Estado, puesto que la que se ha puesto en práctica a partir de 2010-2012 no es aceptable?
No hay normalidad a la que volver. La de los primeros treinta años, porque ya no existe. La de los últimos seis o siete años, porque es inaceptable.
¿Hay alguna forma de hacerlo que no pase por la Reforma de la Constitución?


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No hay vuelta de hoja. Las y los que hemos conocido el pasado en varias modalidades: imperfecto e indefinido en lo simple y los intentos compuestos de venderlo como perfecto, pluscuamperfecto e incluso como futuro perfecto, sabemos por experiencia que sin reforma de la Constitución no puede haber reforma de nada ni cambios que no sean una chapuza y que esa reforma nunca lo será sin un debate social y un trabajo común de la inteligencia colectiva. Hasta que la ciudadanía no se despierte mayoritariamente y deje de considerar que los apaños son lo más maravilloso que se puede conseguir.

Tenemos una gran dificultad: los cuarenta años de transición interminable que han dejado al verdadero cambio suspendido entre paréntesis, han dado lugar a una generación intermedia entre la euforia postfranquista(que ahora anda entre los 40 y pocos y los cincuenta) y el aterrizaje forzoso en la realidad, que está padeciendo la siguiente generación (entre los 18-20 y los 40 y pocos), que se ha manifestado en el 15M, y que logró unir a la generación de los padres y abuelos que vivieron otra realidad mucho menos cómoda pero no más justa con la juventud, pero de la que quedaron aparte los de la primera tanda, ya colocados en la seguridad madura de un trabajo con status, de una oposición a funcionarios o de cargos políticos ya convertidos en profesión y mercado giratorio, con empresas sólidas y experiencia adquirida en tiempos de bonanza económica -al menos a pie de calle- que han identificado su bienestar con un determinado régimen y sus leyes, que consideran sólidas e intocables, no porque sean éticas y justas, sino porque a ellos les ha ido bien con ellas y las han entronizado e hipervalorado en su visión social y política. Reformatear la Constitución con ese mapa social va a ser un plato fuerte, porque las dos Españas vuelven a la carga. Una España contenta con su condición y con las herramientas ya herrumbrosas y desgastadas por la realidad, pero que son para ellos lo único bueno y "seguro" que han conocido y que les ha permitido vivir mejor que el resto, la otra parte de la cabeza y la cola del cupo social, que necesita urgentemente solucionar su presente y su futuro. 

Políticamente esos sectores sociológicos tienen afinidades claras. Los pensionistas se dividen entre los que se aferran al régimen que aún les permite cobrar de su cotización laboral y los que no saben si van a seguir cobrando o no, es decir,  los que votan al pp y al psoe y los que votan a la izquierda. O sea, los que no quieren cambiar nada y los que ven en peligro los derechos, se sienten inquietos y verían adecuado cambiar bastantes cosas. En la zona media hay una mayoría instalada en sus rutinas productivas que tampoco quiere que cambie nada si a ellos les va bien aunque vean que una gran parte de sus conciudadanos están en las últimas: piensan que son gajes del liberalismo y del mercado libre, ergo, lo 'normal' en una democracia basada en el libre comercio, en el mercado humano, que hoy te contrata y mañana te deja en el paro o ni te contrata, te explota según sus necesidades y te olvida en la papelera cuando ya no le haces falta, pero si eso no les pasa a ellos, están encantados dejando las cosas como están y confiando en la infalibilidad divina de las leyes cada vez menos humanas, pero seguras e intocables. En el tercer sector es donde los problemas se agigantan: el sector del que dependerá el futuro de todo, incluso el sostenimiento de la Seguridad Social, la natalidad, la creación de empleo, las nuevas tecnologías, el desarrollo de la ciencia e incluso el futuro medio ambiental del Planeta, está oprimido, frustrado en su crecimiento humano, limitado en sus aspiraciones, alienado por los hábitos consumistas empobrecedores de la conciencia que se han hechos los reyes del mambo. De modo que aunque no tengas donde caerte muerto deberás consumirte para conseguir un móvil con wifi y todas las posiblidades inimaginables para estar enajenados y ultra estimulados por la misma enajenación, las 24 horas, para buscar trabajos efímeros que permitan tener más pasta para conseguir más aplicaciones, y hasta ligar y encontrar pareja en serio, hacer masters, comprar de todo aunque no se sepa si van a poder pagar; llega un momento en que si compras todo lo que te ofrece el móvil no te puedes pagar el mantenimiento del susodicho. Ese sistema es demoledor.Ni las mentes ni los nervios están para nada más que llevar las 24 horas el aparatejo y todo lo que eso implica, insertado en el propio cuerpo. Bueno, pues ese sector, ya narcotizado desde su nacimiento es el que cuenta con una zona cero disponible y, a pesar de todo, medianamente sana, es decir, consciente y capaz de plantearse el ¡Basta! Ellos fueron los que en 2011 salieron a la calle y acamparon en las plazas y a los que se unieron los adultos y los pensionistas resistentes que habían superado los cantos de sirena de una felicidad cortinglés y siliconvalley. Ellos están  ahora en las Mareas, en Unidos Podemos, en los Comunes, en las CUPs, en el municipalismo, en los ayuntamientos, en todas las reivindicaciones e iniciativas por la igualdad, contra el machismo y los crímenes de género, por una visión  más femenina, maternal, fraterna y cooperativa del mundo. Por un renacimiento ecológico, por una simbiosis imprescindible entre Nauturaleza y humanidad. Por pasar de explotar y arrasar a convivir y a ser apoyo mutuo con los seres vivos, no sólo humanos y con el hábitat.  Ellos son los que estań siendo capaces de retomar el testigo de la civilización que inauguró la conciencia socialista de Marx y Engels pasando por la visión de Gramsci, del primer cristianismo, de la ilustración más despierta y menos explotadora, ellos están haciendo la síntesis que el mundo necesita para atravesar este infierno que él mismo ha ido creando, arrastrado por el egoísmo y sus obsesiones.  

La reforma de la Constitución española sólo será posible con la intervención y la mirada de esa realidad compleja, dramática y fascinante. La España de hoy no se parece en nada a la España del ayer casi inmediato que se consideró Eldorado por quienes creyeron que liberarse de una dictadura consistía solamente en escribir títulos y capítulos muy bonitos en  un documento que habla de derechos que pueden ser anulados por leyes ad hoc y se soslayan y ningunean cuando conviene a los intereses sectoriales de las castas y que aplican y regulan tribunales a la carta formados por iniciados y afines de la misma casta de siempre con loock de hoy.
No será fácil, pero es necesario y se hará, de un modo o de otro.

Hay gente que tiene mucho miedo a ese cambio, porque le va muy bien y ha encontrado su sitio con y en lo que hay, sin comprender aún que su "seguridad" está sobre un volcán cuya lava aún no ha abierto el cráter. Pero está llegando el momento de dejar de pensar sólo en la casta de una misma, en los propios beneficios y en su entorno, de ser realistas y autocríticos si se quiere salvar hasta el propio pellejo. De drenar la lava antes de que estalle la erupción y se lleve todo por delante no sólo en España sino en Europa. Vamos a tener que ser intersolidarias si queremos sobrevivir y mejorar en lo posible esta miserable pocilga que es sobre todo un gran engaño de dimensiones tan colosales como un océano que desde su centro no tiene límites visuales, pero que sí los tiene en realidad cuando se vislumbran las costas. Y esas playas y acantilados son la conciencia, la ética y la honestidad solidaria, por las que, si despertamos a tiempo, el flujo de la lava volcánica canalizada producirá cultivos extaordinarios y una renovación de la tierra sucia, contaminada y estéril, desde el magma limpio que viene del núcleo incandescente de la vida. Eso significaría en nuestro país de países, el triunfo de la conciencia, ésa revolución feliz de los claveles que aún tenemos pendiente.

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