¿A qué normalidad se vuelve?
No hay normalidad a la que volver. La de los primeros treinta años,
porque ya no existe. La de los últimos seis o siete años, porque es
inaceptable
La vuelta a la
normalidad es el objetivo declarado de la aplicación del art. 155 CE.
Con la celebración de las elecciones el 21-D se repondría a Catalunya en
el ejercicio del derecho a la autonomía y volveríamos a la normalidad.
Este es el escenario justificador del recurso a la “coacción federal”.
Es una medida excepcional para hacer posible la vuelta a la normalidad.
El relato justificador del recurso al art. 155 CE es claro. Normalidad
es el ejercicio del derecho a la autonomía por la nacionalidad catalana
constituida en Comunidad Autónoma dentro del marco previsto en la
Constitución, con aceptación inequívoca del principio de unidad política
del Estado. A esto es a lo que hay que volver.
¿Es posible ese retorno? ¿Existe esa normalidad?
En teoría sin duda. No ha dejado de existir casi en ningún momento. La
Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña han estado en vigor y
siguen estándolo. Debería, en consecuencia, poderse volver a ellos,
tras este paréntesis de 54 días de duración del proceso electoral.
En la práctica, sin embargo, no creo que vaya a resultar tan fácil. En
lo que a la integración de Catalunya en el Estado y el ejercicio del
derecho a la autonomía se refiere, se pueden distinguir dos fases, en
las cuales la definición de la “normalidad” es muy distinta.
La primera fase está integrada por dos momentos:
1º. El de la negociación del estatuto de autonomía originario entre la
Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados y la Asamblea de
Diputados y Senadores elegidos en las cuatro provincias catalanas en las
elecciones generales de 1979, que era la que aprobaba el Proyecto de
Estatuto.
2º El de la aplicación del Estatuto
ratificado en referéndum el 25 de octubre de 1979 durante las nueve
primeras legislaturas catalanas (1980-2012) y las diez primeras
legislaturas estatales (1979-2015).
La segunda fase
está integrada por la aplicación del Estatuto tras la Reforma de 2006 y
la STC 31/2010 durante las legislaturas catalanas a partir de 2012 y de
las legislaturas estatales a partir de 2015.
Hay
diferencias muy notables entre la normalidad de la primera fase y la
normalidad de la segunda. Tengo la impresión de que, cuando se habla de
volver a la normalidad, se está pensando en la normalidad de la primera
fase y no en la de la segunda, que, tengo la impresión de que no se
considera tal por quienes han apoyado el recurso al 155 CE.
La fórmula de integración de Cataluña en el Estado definida en el
Estatuto originario de 1979 fue negociada entre unas Cortes Generales,
cuya composición era la siguiente:
CONGRESO DE LOS DIPUTADOS:
UCD: 168; PSOE: 121; PCE: 23; AP: 9; CiU: 8; PNV: 7; PSA: 5; Herri Batasuna: 3; ERC: 1; EE: 1; UPC: 1; UPN: 1; PAR: 1; UN: 1.
La distribución de los Diputados elegidos en Catalunya era la siguiente: PSC: 17; UCD: 12; PSUC: 8; CiU: 8; ERC: 1; CD: 1.
La distribución de los senadores elegidos en Catalunya era la siguiente: Nova Entesa: 10; UCD: 4; PSUC: 1; CiU: 1.
El Proyecto de Estatuto originario fue aprobado por una Asamblea de
Diputados y Senadores elegidos en Catalunya, en la que la posición de
los partidos estatales (UCD y PSOE) era abrumadoramente mayoritaria. CiU
tenía menos de la mitad de escaños que los socialistas y casi la mitad
que UCD.
En el Congreso de los Diputados, CiU era la
quinta fuerza política, detrás de los cuatro partidos estatales: UCD,
PSOE; PCE Y AP:
La integración de Catalunya en el
Estado se negoció, pues, en el momento de máxima debilidad del
nacionalismo y de máxima fortaleza de los partidos estatales.
Esta forma de integración ha sido aplicada desde 1980 hasta 2012 por un
Parlament, en el que el nacionalismo autonomista era dominante en
general y hegemónico en el interior del nacionalismo catalán. CiU fue
ininterrumpidamente el partido con mayor número de escaños, con
frecuencia con una distancia considerable respecto del segundo, el PSC, y
quintuplicando o más, por lo general, la representación de ERC.
En el Congreso de los Diputados entre 1982 y 2015, entre CiU, PSOE y PP
obtuvieron de los 47 escaños elegidos en Catalunya: 45 en 1982 y 86; 43
en 1993, 1996 y 2008; 44 en 2000; 42 en 1989; 41 en 2011; y 37 en 2004.
Y entre PSOE y PP siempre obtuvieron más del 50 % de los escaños.
El ejercicio del derecho a la autonomía en Catalunya ha estado
gestionado desde 1980 hasta 2010 e incluso hasta 2012, casi por completo
por un partido nacionalista pero autonomista con el contrapunto de dos
partidos de gobierno del Estado con notable presencia en Catalunya. La
compatibilidad del derecho a la autonomía con la unidad política del
Estado no se ha puesto en cuestión en ningún momento. Esta es la primera
versión de la normalidad.
A partir de 2010 las
relaciones de poder entre los distintos partidos empiezan a ser
diferentes. Todavía en las elecciones catalanas de otoño de 2010 y en
las elecciones generales de 2011, hay continuidad. La única novedad es
el debilitamiento del PSOE, que queda compensado con el fortalecimiento
del PP y CiU. Entre los tres juntos mantienen el porcentaje de votos y
escaños que habían tenido antes y entre PP y PSOE mantienen la presencia
en Catalunya en el 50%.
Es a partir de 2012 en
Catalunya y a partir de 2015 en el Estado cuando se produce el vuelco.
El nacionalismo transita del autonomismo al independentismo,
fragmentándose y alterando las relaciones entre los distintos partidos
dentro de dicho bloque. Los partidos de gobierno de España se debilitan
en general y de manera extraordinariamente intensa en Catalunya, en
donde pasan del 50 % al 20%. Los elementos que habían dado estabilidad a
la relación entre el derecho a la autonomía y la unidad política del
Estado o han desaparecido o han reducido de manera dramática su
presencia. El nacionalismo autonomista ha desaparecido y los dos
partidos de gobierno estatales han quedado reducidos en Catalunya no a
una posición marginal, pero sí escasamente relevante. La combinación de
ambas circunstancias ha definido una situación de falsa normalidad, que
ha exigido el recurso a la “coacción federal”, a lo que se puede definir
como un “estado de excepción” autonómico.
¿Es
razonable esperar que después del 21-D se pueda volver a la normalidad
de los primeros treinta años de ejercicio del derecho a la autonomía?,
¿o hay que considerar que eso ya no es posible y que hay que ponerse de
acuerdo para definir en qué tiene que consistir la normalidad de la
relación entre Catalunya y el Estado, puesto que la que se ha puesto en
práctica a partir de 2010-2012 no es aceptable?
No
hay normalidad a la que volver. La de los primeros treinta años, porque
ya no existe. La de los últimos seis o siete años, porque es
inaceptable.
¿Hay alguna forma de hacerlo que no pase por la Reforma de la Constitución?
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No
hay vuelta de hoja. Las y los que hemos conocido el pasado en varias
modalidades: imperfecto e indefinido en lo simple y los intentos
compuestos de venderlo como perfecto, pluscuamperfecto e incluso como
futuro perfecto, sabemos por experiencia que sin reforma de la
Constitución no puede haber reforma de nada ni cambios que no sean una
chapuza y que esa reforma nunca lo será sin un debate social y un
trabajo común de la inteligencia colectiva. Hasta que la ciudadanía no
se despierte mayoritariamente y deje de considerar que los apaños son lo
más maravilloso que se puede conseguir.
Tenemos
una gran dificultad: los cuarenta años de transición interminable que
han dejado al verdadero cambio suspendido entre paréntesis, han dado
lugar a una generación intermedia entre la euforia postfranquista(que
ahora anda entre los 40 y pocos y los cincuenta) y el aterrizaje forzoso
en la realidad, que está padeciendo la siguiente generación (entre los
18-20 y los 40 y pocos), que se ha manifestado en el 15M, y que logró
unir a la generación de los padres y abuelos que vivieron otra realidad
mucho menos cómoda pero no más justa con la juventud, pero de la que
quedaron aparte los de la primera tanda, ya colocados en la seguridad
madura de un trabajo con status, de una oposición a funcionarios o de
cargos políticos ya convertidos en profesión y mercado giratorio, con
empresas sólidas y experiencia adquirida en tiempos de bonanza económica
-al menos a pie de calle- que han identificado su bienestar con un
determinado régimen y sus leyes, que consideran sólidas e intocables, no
porque sean éticas y justas, sino porque a ellos les ha ido bien con
ellas y las han entronizado e hipervalorado en su visión social y
política. Reformatear la Constitución con ese mapa social va a ser un
plato fuerte, porque las dos Españas vuelven a la carga. Una España
contenta con su condición y con las herramientas ya herrumbrosas y
desgastadas por la realidad, pero que son para ellos lo único bueno y
"seguro" que han conocido y que les ha permitido vivir mejor que el
resto, la otra parte de la cabeza y la cola del cupo social, que
necesita urgentemente solucionar su presente y su futuro.
Políticamente
esos sectores sociológicos tienen afinidades claras. Los pensionistas
se dividen entre los que se aferran al régimen que aún les permite
cobrar de su cotización laboral y los que no saben si van a seguir
cobrando o no, es decir, los que votan al pp y al psoe y los que votan a
la izquierda. O sea, los que no quieren cambiar nada y los que ven en
peligro los derechos, se sienten inquietos y verían adecuado cambiar
bastantes cosas. En la zona media hay una mayoría instalada en sus
rutinas productivas que tampoco quiere que cambie nada si a ellos les va
bien aunque vean que una gran parte de sus conciudadanos están en las
últimas: piensan que son gajes del liberalismo y del mercado libre,
ergo, lo 'normal' en una democracia basada en el libre comercio, en el
mercado humano, que hoy te contrata y mañana te deja en el paro o ni te
contrata, te explota según sus necesidades y te olvida en la papelera
cuando ya no le haces falta, pero si eso no les pasa a ellos, están
encantados dejando las cosas como están y confiando en la infalibilidad
divina de las leyes cada vez menos humanas, pero seguras e intocables.
En el tercer sector es donde los problemas se agigantan: el sector del
que dependerá el futuro de todo, incluso el sostenimiento de la
Seguridad Social, la natalidad, la creación de empleo, las nuevas
tecnologías, el desarrollo de la ciencia e incluso el futuro medio
ambiental del Planeta, está oprimido, frustrado en su crecimiento
humano, limitado en sus aspiraciones, alienado por los hábitos
consumistas empobrecedores de la conciencia que se han hechos los reyes
del mambo. De modo que aunque no tengas donde caerte muerto deberás
consumirte para conseguir un móvil con wifi y todas las posiblidades
inimaginables para estar enajenados y ultra estimulados por la misma
enajenación, las 24 horas, para buscar trabajos efímeros que permitan
tener más pasta para conseguir más aplicaciones, y hasta ligar y
encontrar pareja en serio, hacer masters, comprar de todo aunque no se
sepa si van a poder pagar; llega un momento en que si compras todo lo
que te ofrece el móvil no te puedes pagar el mantenimiento del
susodicho. Ese sistema es demoledor.Ni las mentes ni los nervios están
para nada más que llevar las 24 horas el aparatejo y todo lo que eso
implica, insertado en el propio cuerpo. Bueno, pues ese sector, ya
narcotizado desde su nacimiento es el que cuenta con una zona cero
disponible y, a pesar de todo, medianamente sana, es decir, consciente y
capaz de plantearse el ¡Basta! Ellos fueron los que en 2011 salieron a
la calle y acamparon en las plazas y a los que se unieron los adultos y
los pensionistas resistentes que habían superado los cantos de sirena de
una felicidad cortinglés y siliconvalley. Ellos están ahora en las
Mareas, en Unidos Podemos, en los Comunes, en las CUPs, en el
municipalismo, en los ayuntamientos, en todas las reivindicaciones e
iniciativas por la igualdad, contra el machismo y los crímenes de
género, por una visión más femenina, maternal, fraterna y cooperativa
del mundo. Por un renacimiento ecológico, por una simbiosis
imprescindible entre Nauturaleza y humanidad. Por pasar de explotar y
arrasar a convivir y a ser apoyo mutuo con los seres vivos, no sólo
humanos y con el hábitat. Ellos son los que estań siendo capaces de
retomar el testigo de la civilización que inauguró la conciencia
socialista de Marx y Engels pasando por la visión de Gramsci, del primer
cristianismo, de la ilustración más despierta y menos explotadora,
ellos están haciendo la síntesis que el mundo necesita para atravesar
este infierno que él mismo ha ido creando, arrastrado por el egoísmo y
sus obsesiones.
La
reforma de la Constitución española sólo será posible con la
intervención y la mirada de esa realidad compleja, dramática y
fascinante. La España de hoy no se parece en nada a la España del ayer
casi inmediato que se consideró Eldorado por quienes creyeron que
liberarse de una dictadura consistía solamente en escribir títulos y
capítulos muy bonitos en un documento que habla de derechos que pueden
ser anulados por leyes ad hoc y se soslayan y ningunean cuando
conviene a los intereses sectoriales de las castas y que aplican y
regulan tribunales a la carta formados por iniciados y afines de la
misma casta de siempre con loock de hoy.
No será fácil, pero es necesario y se hará, de un modo o de otro.
Hay
gente que tiene mucho miedo a ese cambio, porque le va muy bien y ha
encontrado su sitio con y en lo que hay, sin comprender aún que su
"seguridad" está sobre un volcán cuya lava aún no ha abierto el cráter.
Pero está llegando el momento de dejar de pensar sólo en la casta de una
misma, en los propios beneficios y en su entorno, de ser realistas y
autocríticos si se quiere salvar hasta el propio pellejo. De drenar la
lava antes de que estalle la erupción y se lleve todo por delante no
sólo en España sino en Europa. Vamos a tener que ser intersolidarias si
queremos sobrevivir y mejorar en lo posible esta miserable pocilga que
es sobre todo un gran engaño de dimensiones tan colosales como un océano
que desde su centro no tiene límites visuales, pero que sí los tiene en
realidad cuando se vislumbran las costas. Y esas playas y acantilados
son la conciencia, la ética y la honestidad solidaria, por las que, si
despertamos a tiempo, el flujo de la lava volcánica canalizada producirá
cultivos extaordinarios y una renovación de la tierra sucia,
contaminada y estéril, desde el magma limpio que viene del núcleo
incandescente de la vida. Eso significaría en nuestro país de países, el
triunfo de la conciencia, ésa revolución feliz de los claveles que aún
tenemos pendiente.
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