Isaac Rosa
"Haz tu propio atentado. Oportunidad única. Desde
casa. En tu tiempo libre. Presupuestos para todos los bolsillos. A
distancia, on line, con manuales, vídeos
tutoriales y foros de discusión. No se requiere afiliación, ni siquiera
cumplimiento estricto de normas morales o religiosas, basta con una
simple expresión de simpatía, un vídeo grabado con el móvil. Autonomía
total para la elección de objetivos, armamento, lugar y fecha.
Reivindicación inmediata desde la dirección de cualquier atentado, por
pequeño que sea. Atención mediática garantizada".
No
sabemos cuántos asesinos en potencia han visto un anuncio similar, pero
vistos los últimos ataques en Europa, parece que estamos entrando en una
nueva fase de un terrorismo que no deja de reinventarse: del viejo
terrorismo de organización paramilitar y selectivo en sus objetivos,
pasamos al indiscriminado y diseminado en células; luego vinieron las
franquicias, después los lobos solitarios, y en un último escalón hacia
el infierno aparecen ahora los espontáneos, los que van por libre y se
adscriben al yihadismo como podrían hacerlo al budismo si fuese violento
y ofreciese un argumentario de odio.
Cuando nos hayamos acostumbrado a los espontáneos (y nos acostumbraremos, vista la facilidad con que hacemos rutina de los atentados),
nos sorprenderán (es decir, nos aterrorizarán) con otra novedad, pues
el terrorismo del siglo XXI es espantosamente imaginativo. Empezó
rompiendo toda verosimilitud con un 11-S que todavía nos cuesta creer, y
a partir de ahí el brainstorming criminal no ha
parado: aviones contra edificios, trenes bomba, turistas ametrallados en
la playa, jóvenes fusilados en un concierto, bombas en una
manifestación por la paz, o ese camión de pesadilla que cruzó Niza. ¿Qué
será lo próximo? Preferimos no imaginarlo, para no dar ideas.
Frente a la imaginación (macabra, sí, pero imaginación al fin) de los
terroristas, qué poquita inventiva tienen nuestros gobiernos. Desde el
11-S para acá, encefalograma plano, ni un solo destello de genio. Solo
hemos visto leves variaciones sobre una misma estrategia: guerra,
bombardeos y recorte de libertades. La guerra, ya no nos acordamos,
empezó llamándose "guerra contra el terrorismo”, y a la vista está su
éxito. Los bombardeos se siguen lanzando a voleo tras cada atentado,
unas veces allí, otras allá, aunque el autor sea de aquí. Y en cuanto al
recorte de libertades, el último atentado en Niza fue en pleno estado
de emergencia.
No es que yo tenga mucha imaginación,
pero no me creo que no haya alternativa a esa estrategia fallida. De
hecho, algunos llevan años proponiendo otra política internacional, pero
ni caso.
No sé ustedes, pero yo no quiero resignarme
a esperar cuándo salta el próximo luminoso de "¡Última hora!", dónde el
siguiente atentado, con qué barbaridad inverosímil nos impactarán.
Tampoco quiero comprar la vieja mercancía que ofrecen los vendedores de
"seguridad", que en mi miedo mando yo. Y no me olvido de que la mayoría
de atentados y víctimas no están en Europa, sino en países donde
nuestros ejércitos pusieron su granito de pólvora para volverlos inhabitables.
Y por supuesto, no acepto que las únicas soluciones "imaginativas” las
tengan los Trump, Le Pen y compañía que en el mundo están haciendo su
agosto político en tiempos de incertidumbre.
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La sociedad de consumo ha llegado a su más alto nivel: consumiendo con voracidad demencial todo lo que se le pone a tiro, tras consumir su propia inteligencia en una fritanga global de neuronas, se consume a sí misma como diana y objetivo de los tiros de sus propias armas, ésas que han convertido en millonarios a los EEUU & amiguetes y a tantos traficantes decentísimos y hasta ministros fabricantes del mismo material. Un nivelazo. Quien a hierro mata a hierro muere. Esto pasa por enriquecerse fabricando herramientas de muerte y destrucción sin más sentido que el forring office, en vez de crear recursos para la vida. La ley de la consecuencia es implacable, sobre todo en manos de la cretinez universal. Es repugnante que hasta de aberraciones evolutivas como ésta, haya desalmados y desalmadas haciendo negocio y "carrera "profesional"; y hasta política".
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