Las precipitaciones de esta madrugada en Madrid y en otras zonas, especialmente del sur, se deben a un fenómeno no inusual, causado por una borrasca acompañada de la presencia de partículas de polvo en suspensión en la atmósfera procedente del desierto del Sáhara.(Público)
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Bueno, eso es lo que dice la ciencia. La experiencia y la conciencia dicen otra cosa: ¿qué otra sustancia que barro puede llover en la capital de un estado-lodazal antropológico, capaz de votar una obscenidad como la que acaba apoderarse de la presidencia del Congreso, con toda la legitimidad de una democracia borderline e incapaz de distinguir política de corrupción y ética de desvergüenza? ¿Qué se puede esperar que llueva sobre la mugre? Pues barro. El cielo de España es un montón de escombros, poblado por los fantasmas de asesinos impunes, por las oraciones de profanadores y violadores de conciencias y dignidad. El agua clara huye espantada del riesgo de caer en una cloaca que la convierta en mierda líquida. Sólo los salivazos y las babas del infierno pueden darle forma y amasar los escombros de una sociedad quieta, miedosa, maltratadora de sí misma y ciega como un topo. Bravucona de taberna pero melindrosa y egoísta hasta morir de comodidad y de cobardía. Mediocre y miserable como pocas.
Llueve barro, cieno, lodo, fango y es como una manifestación sin palabras de toda la indignación por las mordazas, por los recortes, por los sobres y comisiones, por las cuentas en Suiza y las empresas en Panamá, por los juegos sucios, las mentiras convertidas en leyes. La propia naturaleza devuelve en trueque lo que recibe de un criadero de conejos asustados que levantan vallas con cuchillas y dispara sobre inocentes medio ahogados que huyen de la miseria que la propia España y la propia Europa han ido creando y acumulando durante siglos por todos los lugares que invadieron y colonizaron. La naturaleza hace catarsis a su manera, suelta sobre cada lugar la sustancia que le es más afín. Por eso no es casualidad que las arenas del Sahara pidan cuentas desde la atmósfera, en forma de barro, por los damnificados, por las víctimas de una sociedad tan cínica como torpe y miserable, adormecida por la tele, el fútbol, las grandes superficies comerciales y un concepto de fiesta y de descanso, que es vergonzoso y humillante para la inteligencia: fumarse y esnifar hasta el césped, aturdirse con el griterío y el estruendo constante, entramparse e hipotecar hasta la vida para comprar y gastar por adicción y poder fardar y celebrar la burbuja de su propia caída en picado a base de atracones y alcohol a litros por persona. Una sociedad de manicomio y asilo generalizado para deficientes existenciales, donde el mejor tratamiento psiquiátrico es el sofá de Bertín Osborne.
Llueve barro, españolonas,
llueve barro sin parar,
y esta patria comodona
no se acaba de enterar
de que con tanta inmundicia
y con tanta atrocidad,
tan precaria y tan trincona,
tan meapilas y pardal,
corrompida hasta las trancas,
ni se es patria ni se es ná.
Solo se alcanza de lejos
a ser media obscenidad
en un sainete tan malo
que ni siquiera Almodóvar
ha podido empantallar.
Todo se nos queda a medias,
medias tintas nada más,
excepto esa estupidez
llena de mediocridad
y adobada con la envidia;
toda una especialidad
condensada en "Marca España".
¡Dios nos ppille confesás!
No hay comentarios:
Publicar un comentario