Al Sur a la izquierda
Los cordones sin atar de Podemos
por Antonio Avendaño
11 jul 2016 (Público)
Este fin de semana los círculos de Podemos han remitido su diagnóstico del 26J al secretario de Organización, Pablo Echenique, según el cual las causas de que el partido no viera cumplidas sus expectativas fueron: la campaña del miedo emprendida por sus adversarios, el discurso socialdemócrata, la mano tendida al PSOE, Venezuela y la gestión de las conversaciones de investidura tras los comicios de diciembre.
Lo de la campaña del miedo está bien recalcarlo de entrada… y olvidarse de ello cuanto antes: las campañas del miedo siempre estarán ahí mientras sus adversarios consideren –y esto es lo que importante– que Podemos sigue dando motivos para que la gente pueda asustarse. Y los sigue dando.
Ahora bien, ¿puede Podemos seguir siendo Podemos sin dar un poco de miedo a una significativa franja del electorado? No. No puede. Para dejar de dar miedo tendría que hacerse nítida y reconociblemente socialdemócrata, pero eso ya lo ha intentado en esta campaña electoral y ha fracasado, ya fuera porque los votantes de IU no podían sentirse reconocidos en esa etiqueta para ellos enemiga, ya porque votantes anteriores de Podemos creyeron ver un excesivo tacticismo, equivalente al ‘todo vale’, con tal de ganar. La salvación de Podemos reside en buena medida en no ceder a la tentación del ‘todo vale’.
La pregunta primigenia de Podemos, que todavía no ha sido contestada, es esta: ¿qué quiere el partido ser de mayor? Si quiere ser la primera fuerza de la izquierda se tiene que moderar, pero si se modera dejará de ser Podemos. Todo el debate de la formación morada –la transversalidad y tal y tal– se reduce en el fondo a eso. El 26J el partido ha fracasado precisamente porque sus dirigentes pensaron que podían hacer las dos cosas al mismo tiempo: moderarse y seguir siendo Podemos. Ahora ya saben que eso no es posible.
Tómense un descanso y dedíquense sin prisas a hacer estas dos cosas: una, atarse los cordones para correr sin riesgo de tropezar continuamente; y dos, fijarse una meta acorde con el vigor de sus piernas, el tamaño de sus pulmones, las expectativas de sus seguidores y la fortaleza de sus adversarios.
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