Goldman Sachs, una de las multinacionales bancarias
que mejor encarna esa figura difusa de “los mercados”, ha fichado al
expresidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, como su
presidente no ejecutivo. Su primera misión será la de ayudarles a lidiar
con las consecuencias del Brexit.
Durao Barroso, después de ser el máximo representante ejecutivo de la UE, trabajará para una entidad estadounidense que estuvo involucrada en el origen de la crisis de la deuda en Grecia,
que mintió en sus informes para ayudar al gobierno conservador griego a
ocultar su déficit y que luego ha apretado la soga de los sacrificios
sociales. Es la misma identidad que contribuyó a esa épica del riesgo,
del crecimiento infinito y descontrolado, que nos llevó al barro y al
crack.
Con este cargo, Durao Barroso culmina una pirámide
construida siempre como muleta de los poderes más impopulares de Europa.
Como primer ministro de Portugal, ofreció su país para la infame foto
de las Azores, conocida en adelante como la foto del trío de las Azores a
pesar de que eran cuatro: Barroso también estaba allí. Esa ha sido otra
de las habilidades políticas de este economista formado en Georgetown,
siempre lo suficientemente hábil para medrar y lo suficientemente
prudente para no quemarse con protagonismos que consumieran su carrera
demasiado rápido. Barroso fue el amigo marginado de Aznar y Blair en la
alianza con Bush para hacer una guerra decidida a espaldas del consenso
internacional y en la que Europa, como interlocutor político,
sencillamente fue ignorada.
Pues no me pregunten cómo pero ese hombre que puso la mesa para que Tony Blair, George W. Bush y José María Aznar
se zamparan el sentido común, la opinión pública y las leyes
internacionales de un solo bocado, fue elegido presidente de la Comisión
Europea solo un año y pico después del inicio de la guerra. Desde
entonces, Durao Barroso ha seguido siendo esa muleta que ni estorba ni
sobresale, perfecta para una Unión Europea cada vez más débil y en manos
de los gobiernos nacionales.
Cuando la crisis
financiera se hizo económica, social, política, democrática, Barroso
también eligió bando: el de la Troika, junto al Banco Mundial y al Fondo
Monetario Internacional. Con sus posiciones tácticas, siempre blandas,
Barroso ha ayudado a que Europa sea hoy lo que es: un recuerdo de lo que
quiso ser, un paisaje postapocalíptico incapaz de retener a Reino Unido
ni de acoger a refugiados.
No es el único alto cargo europeo con
vinculaciones con Goldman Sachs, que ha llegado a ver cómo uno de sus
asesores más importantes se convertía en primer ministro de Italia en
2011 sin haberse presentado a unas elecciones. Era Mario Monti
y le llamaban "el tecnócrata". O Mario Draghi, por ejemplo, presidente
del Banco Central Europeo, que había sido vicepresidente de la compañía
en Europa. Las ramificaciones llegan hasta el control de la vivienda pública en Madrid.
Se nos viene a la cabeza una enorme puerta giratoria pero la imaginación nos lleva más allá. En el universo de cómics de Marvel, hay una organización secreta, Hydra,
que tiene mil cabezas y se reproduce sola, con agentes secretos que
viven infiltrados durante años en estructuras de los Estados más
poderosos. Estos agentes parecen servir al interés público pero en algún
momento clave de su carrera acciones invisibles pero coordinadas
facilitan que gane el mal.
La carrera de Durao
Barroso siempre ha buscado cobijo en la sombra más oscura. Su
nombramiento no es solo grave como una historia individual, ya en
declive. Lo realmente relevante es el mensaje que manda a otros altos
cargos y políticos europeos: mirad, si os portáis bien, habrá final
feliz para vuestra carrera; la hidra se encarga.
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