La mera posibilidad de que Fernández Díaz vuelva a
ser impune ministro del Interior, o embajador de España en el Vaticano,
con esa sede barroca -en Roma, redundancia- a los pies de la plaza de
España, llena de selfies, helados, tiendas y cagadas de caballo; la mera
posibilidad, digo, de que sea algo pone los pelos como escarpias.
Puestas. Será algo. A solas, o en compañía de alguien, las chapuzas de
Fernández Díaz y su brujo Marcelo, encontrador de aparcamiento, no
pueden ser olvidadas por ese Mariano con discurso errático, titubeante,
cansino, en la noche electoral. Le salió tono de derrota, aunque fuera
empate y se vendiera como triunfo.
El pelotón de politólogos, nunca tanta densidad por metro cuadrado de
partido, entrenado para encontrar al instante mil y una razones para la
percibida victoria, confisca sine die las razones de la sentida como derrota.
Intuyo que nunca se sabrá lo que ha
pasado, dice el gran timonel, despejando de patadón el análisis evidente
que pasa por establecer que donde más fuerza tenía Izquierda Unida,
mayor ha sido el batacazo. Uno mira los datos, así en Madrid como en
Almería, y parece que todos los de IU se han quedado en casa, o se han
ido a otro partido y que ni siquiera los de Podemos se han votado a sí
mismos.
A sabiendas de que
evaluar, voto a voto, cuál ha sido el trasiego de cada votante es tarea
compleja, parece claro que la coalición ha espantado a votantes de IU,
negados en redondo a votar en Madrid a Tanias que no se iban a ir, no,
no, a Podemos, y punto y punto. Lo dijeron antes de la campaña, Cayos,
Llamazares y los cien mil purgados de IU en Madrid: no nos moverán…, a
Podemos.
La cuenta está
clara: en Almería, las gentes de IU no han tenido el menor interés en
votar al general José Julio Rodríguez, bombardero de la OTAN, exministro
preventivo del futuro Gobierno del caudillo, sobrevenido
antimilitarista sin fronteras y que ha sido quedarse sin escaño y
empezar a decir que los del PP y los del PSOE no tienen ética. Si lo
sabrá él, cunero que ya se quedó sin escaño en Zaragoza. Es más que
probable que este comentario no lo hubiera emitido el general de haber
sido elegido. Pero, ¿qué es IU de Almería?, se preguntaba una de las
colegas fascinadas por Podemos. Lo suficiente para haberle mandado a
negro al cuatro estrellas de cuatro puntas bombardero de la OTAN contra
la que surgió Izquierda Unida.
IU de Almería pensaba que este paracaidista impuesto desde Madrid, sin
decisión de círculos mediante, era como el mono Amedio; eso dijeron los
de Almería. IU de Almería, tan importante como poco importante, antes de
que les hubiéramos prestado la menor atención.
El caso es que la reacción de la cúpula tras lo percibido como fracaso
es, como no podía ser menos, poliédrica: Monedero le echa la culpa a
Errejón, por la campaña meliflua de catálogo; Errejon dice que lo de la
confluencia con IU no ha ido bien, en un halago a la transversalidad
derrotada y un sartenazo a Pablo; el general, cráneo privilegiado, dice
que no hay ética, que donde vamos a ir a parar; Oltra no acaba de verlo;
incluso donde ha ido bien, Euskadi y Cataluña, sienten que les sobra
eso que llaman Estado.
En
este punto es pertinente evaluar los sondeos y encuestas como promotoras
de un estado de opinión y no como la recogida de opinión que deberían
ser. ¿Cuántas portadas con el resultado prometido/construido? ¿Cuántos
comentarios de sociólogos, politólogos sin fin, periodistas entregados?
Todos daban por hecho el sorpasso --en votos ya se ha dado, decían--, la
huida de los socialistas a la irrelevancia y nombraban al caudillo como
lehendakari de todas las Españas.
Se creó un estado de opinión, un carro ganador , una espiral del silencio
en la que como se te ocurriera decir que la suma a veces resta en
política, eras fusilado por el pelotón de ajusticiamiento digital,
siempre tan cancerbero.
La
suma ha restado, lo dice hasta el propio Errejón, mientras los
arúspices de Podemos quieren externalizar la consulta y hacer una
encuesta, como si en vez de militantes hiperconcienciados fueran
compradores de productos por catálogo que se mangan el lápiz del
supermercado del que no hay forma de salir a media operación.
La música fue setentera en la noche electoral, Bescansa no se sabía la letra del Pueblo Unido,
etcétera, mientras todos practicaban, puño en alto, el paternalismo de
levantar la moral de la tropa atropellada en sus expectativas, infladas
felices por la derecha también. Quizás hubiera sido más propio un Gracias a la vida, cantada por Mercedes Sosa, porque el resultado, restadas las expectativas, es de coña.
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