Marhuenda tiene una rata
que se llama Vladimir.
Y desde que m'enterao
estoy en un sin vivir.
Rata de la ratería,
rata que en sus ratos moras,
rata que alegra sus horas
sus semanas y sus días,
rata que parte sus peras
con esa triste acedía
tan típica de quien vive
en eterna componenda;
rata heroica y benemérita,
capaz de aguantar impávida
esa oratoria frenética
con pepefilia idiopática
siempre en franco relucir
que de franco tiene un poco
aunque un mucho de Marhuenda.
Pobre rata secuestrada
con tan áspero destino,
rata plebeya y sin casta
condenada a soportar
por abuso sibilino
la ineflable compañía
de un periodista... (y prefiero
no rimar
con el locuaz adjetivo
que al pelo viene rodado,
la supuesta condición
que entonaría con "destino"
en perfecta consonancia;
que el lector si lo desea
haga completa la gracia
y añada lo que se tercie
en versos interactivos
si le mola y le apetece)
Solo quisiera decir
para apurar mis desvelos
al modo de Segismundo,
aquél de La vida es sueño,
que Calderón nos dejó
como logro de su ingenio:
¿qué más se puede añadir
para alucinarse más?
¿No alucinan los demás,
pues si los demás lo hicieron
por qué narices nosotros
tenemos que repetir
un silencio de corderos
que no termina jamás?
Y un día tras otro notar
cómo rezuma in crescendo
el estilo Vladimir
en un periodismo tal
que en la nada se columpia
por inercia ratonil
y convierte la noticia
en flagrante vodevil.
Ante el secuestro cruel
de una rata proletaria
sin casta ni pedigrí,
a manos de un periodista
que se dice animalista
pero vete tú a saber
si en realidad es así...
pues también dice que es
demócrata convencido
pero si el pp le compra
bendice a los corrompidos
con ardiente frenesí
¿cómo dejar de su cuenta
a la rata Vladimir,
una criatura indefensa,
en manos de ese adalid
de tan amañada prensa
al servicio del poder
que secuestra la despensa
y recorta hasta el resuello
si la Merkel se lo ordena?
Todas somos Vladimir.
Tan indefensas estamos
como ese pobre animal
entre las zarpas corruptas
mentecatas y rateras
del partido popular.
Y por ello hay que insistir
en los derechos ratunos
y a ver si algún tribunal
concede la libertad
con una justa sentencia
y trámites oportunos
para poder rescatar
a la rata Vladimir
de las garras de Marhuenda
y ya puestos, si es posible,
obligar a las izquierdas
a plantarse de una vez
y a ofrecer una respuesta
clara y constitucional
que nos pueda resolver
tan difícil papeleta:
cambiar la negra cochambre
-aunque pródiga en carreras
y másteres encomiables-
de una España analfabeta,
por algo más presentable.
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