martes, 5 de julio de 2016

¿Y ahora qué hacemos con tanta gente en las instituciones?


El Congreso, preparado para recibir a los diputados elegidos en las elecciones del domingo
El Congreso, preparado para recibir a los diputados elegidos en las elecciones del domingo.

No sé si a ustedes les pasa, pero de un tiempo a esta parte vivo rodeado de políticos. Gente que se dedica a la política. No digo gente politizada: hablo de profesionales de la política. Gente que trabaja en la política, que cobra un sueldo, que le echa más horas que a cualquier otra actividad.
Nunca he tenido tantos amigos concejales, diputados autonómicos y estatales, senadores, asesores parlamentarios, técnicos municipales; así como dirigentes locales, regionales o estatales de partidos. No solo amigos: también mucha gente que admiro, que considero referentes en su terreno, y que han aparcado su carrera, su profesión, su obra o su activismo, por el salto a la política y la entrada en las instituciones.
Si abro el campo más allá de los "profesionales", otro tanto: vivo rodeado de militantes. Amigos, compañeros, vecinos, que en los últimos dos años han volcado todo su tiempo, energía, inteligencia, ilusión y ganas en cosas que antes les parecían marcianas: levantar nuevas estructuras políticas, redactar programas electorales, organizar primarias y participar en ellas, negociar listas, dar mítines, diseñar campañas, acudir a tertulias, seguir argumentarios, difundir consignas, participar en reuniones internas, interminables.
Lo escribí aquí hace más de un año: las " mejores mentes de mi generación" estaban dando ese salto. A la política de partido. A las instituciones. Desde entonces, la tendencia ha ido a más, pues las sucesivas elecciones han aumentado la demanda.
Ahora que desde Podemos afirman que con el 26J se cierra un ciclo, y que el asalto a los cielos no se ha conseguido a la primera, toca hacer balance de este ciclo. Y en ese balance, yo incluiría ese trasvase sin precedentes de mujeres y hombres a la política institucional. Sin toda esa gente no se habría logrado todo lo alcanzado, que ha sido mucho, aunque no sea el cielo. Pero la pregunta es: ¿qué pasa ahora, en adelante? ¿Mantienen todos la posición hasta la siguiente ocasión?
Si la famosa "ventana de oportunidad" se ha cerrado, mucha gente se ha quedado dentro. Gente muy valiosa. Y aquí afuera hace el mismo frío de dos años atrás. La crisis social, esa que fue desplazada de la agenda por la crisis política, sigue apretando, y ahogando.
Desde las instituciones se pueden conseguir cambios, claro, pero de alcance limitado, tan limitado como la representación que obtienes en las elecciones. Y muy lentamente. A cambio, lo institucional es un colosal agujero negro que absorbe todo el tiempo y la energía de quienes entran, como bien saben los que ya cruzaron la línea y hoy se dejan la vida en comisiones, plenos, enmiendas, reuniones y una burocracia tan gris como exigente.
Ya no tiene sentido preguntarse qué habría pasado si toda esa energía que se ha llevado la política, se hubiese concentrado en otro terreno. El laboral, por ejemplo. Viendo ayer los datos de empleo, el trasfondo de precarización y empobrecimiento que ocultan las cifras oficiales, uno se pregunta qué habría pasado si toda esa inteligencia colectiva, todos esos recursos y tiempo consumidos en competir en elecciones, se hubiesen dedicado a defender los derechos laborales.
Es una pregunta melancólica, lo sé. Y además parte de un supuesto improbable: que la lucha laboral hubiese sido capaz de movilizar a tanta gente valiosa como lo ha hecho el horizonte de cambio político. Seguramente no. Pero ahora, una vez activada y organizada toda esa gente, ¿deben convertirse en ejército regular, como decía ayer Iglesias? ¿O pueden dirigir sus esfuerzos hacia otros frentes más urgentes? Ahí les dejo la pregunta, que yo no tengo clara la respuesta.

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Espléndida reflexión, Isaac. Y estoy convencida de que ese movimiento ciudadano hacia las instituciones nunca caerá en el vacío. Mucho más que de Podemos, esa fuerza procede en mayoría de la consolidación de las mareas, blanca, roja, verde, naranja, fucsia, granate, azul, marrón, morada y del arcoiris, de las iniciativas sociales y sectoriales, todos esos activistas, implicados ahora en la política de despacho están sensibilizados desde su origen, vienen directamente del problema de su sector, de su barrio, de su sindicato, de sus recortes y de su frustración como científicos o pedagogos, abogados o agricultores con estudios o mecánicos titulados en paro, no vienen de la especulación estadística sobre cuántos votos se pueden conseguir a costa de hablar de los problemas que nunca se han tenido personalmente o se han compartido con el compañero, con la familia y la vecindad. No proceden de partidos políticos que ya te explican una ideología y de alguna manera te condicionan a mirar la realidad cuarteada y dividida entre los afines y los opuestos, los conmigo o contra mí.

Los nuevos ayuntamientos como Barcelona, Madrid, La Coruña, Cádiz, y comunidades y ayuntamiento, como en Valencia, están viviendo un renacer político con otra forma de mirar la vida y sus componentes. Casi toda España  se ha empezado a abrir a un nuevo horizonte, a otro nivel de consciencia que ya va produciendo datos suficientes como para reconocer el nuevo tiempo que no va a retroceder porque ya no toca volver al almacén de chatarra. 

No es fácil ni lo va a ser, pero tampoco, a pesar de las triquiñuelas y de los miedos, se va a retroceder, porque el mismo curso de los acontecimientos nos está ayudando y empujando a seguir el pulso de la evolución. Una vez que los peces y reptiles se convirtieron en aves y aprendieron a volar no fue posible arrancarles las alas ni se pudo impedir que  las águilas no fuesen gallinas, aunque sigan existiendo las aves de corral, que también tienen su función.
Algo parecido al salto cuántico que dio la naturaleza cuando en el homínido afloró la mente racional y el lenguaje, está sucediendo social e individualmente entre nosotros ahora. El 15M fue la primera señal. Con una indignación positiva, fuerte, optimista y cargada de iniciativas para comenzar a sustituir el miedo por la iniciativa, la obediencia por la energía de la inteligencia colectiva organizada y solidaria, capaz de lograr en muchos aspectos lo que los partidos no han logrado jamás, y en ello sigue empeñada mucha más ciudadanía de lo que parece. 
Algún día quizás me anime y escriba todas las historias cotidianas que voy conociendo acerca de los cambios esenciales de actitud que he ido presenciando y los logros enormes que se plasman en niveles nada mediáticos ni rimbombantes, pero de una solidez extraordianria. Eso es lo que cambia de verdad la sociedad. El nacimiento de la conciencia colectiva sin ideologías ni dogmas, surgiendo de la misma experiencia compartida que comprende y ata cabos. Una sabia y sanísima complicidad vecinal, barrial, municipal, celular. De célula, no de teléfono móvil. 

Ahora llega otro momento: entrar en la maraña del Estado y aprender a moverse en ella sin perder la iniciativa ni la salud democrática ni el valor que los/nos han llevado hasta ahí. Por supuesto que hay resistencias, pero junto  ellas, poco a poco, nacen y crecen,como efecto secundario, las resiliencias, ese conocimiento de la realidad cargado de sentido común, de creatividad y de valor para atreverse a realizar lo que aun no se ha conseguido y para dar la vuelta a las adversidades y convertirlas en logros inauditos; por ejemplo, hacer de un desahucio el milagro de un alquiler con derecho a compra, adaptado a las posibilidades inestables de quienes están en momentos laborales dramáticos. ¿Cómo afrontará la alcaldía alguien como Ada Colau, que  viene de convivir durante años con esa capacidad resiliente y transformadora de la PAH o Joan Ribó que es un vecino más, un profesor jubilado que se ha visto afectado, sin privilegio alguno, por los recortes y la debacle vecinal de nuestro barrio, en el que vive, que es de trabajadores modestos y lleno de problemas de todo tipo, que sigue haciendo su vida como siempre sin escoltas ni zaranzajas, en su bici por la ciudad y con el ayuntamiento abierto de par en par a la ciudadanía, o Carmena que lleva toda su vida de abogada y jueza de frontera, currando en la reinserción y en la integración de los ciudadanos más afligidos por la injusticia, en vez de estar condenando y castigando a saco y con el ayuntamiento a disposición de la ciudadanía?  De eso se trata. No de reproducir modelos viejos con barniz actualizado.

La riqueza de la incorporación ciudadana a las instituciones es enorme y no hay que temer qué harán, porque tienen muy buenas raíces prácticas. Otra cosa son los viejóvenes políticos de despacho, o sea, Pedro Sánchez, Rivera, Rajoy y los de Podemos, que proceden de la teoría y no del codo con codo y la conciencia. Y carecen de la experiencia directa en la sectorialidad y  en la visión de lo pequeño como motor de lo grande; ellos tienen la experiencia contraria, desconfían de la capacidad de los ciudadanos para saber los que necesitan sin sermones ni mesianismos salvadores; van al revés y han enfocado su mensaje desde la verticalidad de una hegemonía, la suya, perdiendo el pulso de la calle a la que solo han considerado una herramienta de trabajo, y en el fondo, una masa amorfa de mindundis de granja, apiñados en los gallineros y en  los establos, para producir impuestos como si fueran leche, huevos, pollos para asar o filetes, que son ellos consumidos por sus "salvadores". O usados como una plataforma petrolífera sobre la que apoyar su máquina de guerra para conseguir el triunfo de su plan de gobierno en laboratorio táctico y estratégico.

De todos modos, es posible que la unidad en coalición con el resto de sensibilidades: IU, Compromís, Equo, Mareas y grupos territorialistas vascos y catalanes, gallegos,andaluces o extremeños o de cualquier rincón ibérico, sea   un estupendo tratamiento regenerador para teóricos de la revolución y obsesivos  del sorpasso y la rivalidad, como si no hubiera sitio para todos:  poco a poco puede que se vaya  permeabilizando el bunker obsesivo de ese juego de rol que es la política para los podemitas de aparato y cúpula. El único obstáculo serio que tiene la ciudadanía, mucho más que el pp. A éste ya lo conocen, pero no así la cara oculta y reversible de Podemos, que en cualquier momento se da la vuelta y pasa de ser lo mismo la Purísima que San Antón.
En el momento en que Podemos comprenda que lo que se le pide por mayoría es un servicio y no una hegemonía, todo cambiará para mucho mejor y en vez de ir marcando tácticas extracorpóreas para que la ciudadanía camine a las órdenes ortopédicas de su ejército, cambiará ese ejército por una objeción de conciencia y preferirá ser un sector más de un maravilloso movimiento social y político, en el que todos caben y nadie necesita generales, estado mayor ni cúpula a la vieja usanza; cada vez más, el poder es de la asamblea y ella solo necesita portavoces que respondan con su integridad y su lucidez discreta y que los grupos profesionales del poder se dediquen a otra cosa, por ejemplo a fabricar videojuegos ideológicos de militancia pretérita perfecta, que es  aquella política guerrera del ayer y hoy resulta más un estorbo y un fiasco que otra cosa más útil.  

La ciudadanía no está por la labor de ver enemigos por todas partes, para eso ya están el pp y el Psoe que llevan así treinta y tantos años y no aprenden ni a la de tres. Para eso ya está la crisis exterminadora que es la enemiga number one.
Si la ciudadanía le ha retirado a Unidos Podemos más de un millón de votos, ha sido porque no desea más de lo mismo: partido furibundo de neocaciques de siempre disfrazados de mesías empoderadores. Interesa más un modo Garzón y Llamazares, más Ada Colau, Carmena y peña a la Valenciana y menos hegemonía. Más apertura y cooperación que peleas por los sillones y los cargos. Más sencillez y cercanía y menos shows político-estrambóticos. Una pasadita por la normalidad dejará a Podemos hecho un pincel.

De momento hasta que no abandone las trincheras, los batallones y las ínfulas del alto estado mayor, Podemos se comerá cada vez menos roscas en las urnas y en la calle. No estamos para batallas y agotamiento bélico, sino para construir lo que la vieja política nos ha convertido en escombros, bombardeando con corrupción, desvergüenza e irresponsabilidad, que son formas perversas y camufladas de la misma violencia que lleva a la guerra de ideas y de escaños, de intereses y egocentrismos. Ya hemos tenido suficiente dosis. Los nuevos tiempos son de paz y de entendimiento, lo quieran o no. Lo mismo vale para los clásicos: el pp y el Psoe. Y la ciudadanía lo quiere y lo necesita. Si no consigue que lo hagan sus portavoces actuales, los cambiará por otros.

No sé si habré respondido a tu pregunta, Isaac, pero es lo que me sugiere el momento que en el que estamos. Salud y República.

No hay comentarios: