sábado, 2 de julio de 2016

El show de Truman - Escena final (Filosofía - Salida de la Caverna





Para momentos reflexivos y atropellados por una realidad como la que estamos viviendo estos días, nada más clarificador que recordar el espléndido final  de esta hermosa película: El Show de Truman. 

La burbuja pseudo política es también una ficción ilusoria aunque muy bien construida, a base de discursos, eslóganes y rituales sociales y económicos, religiosos e ideológicos, artísticos y culturales, patrones por medio de los que los poderes insaciables de este mundo dirigen nuestras vidas con el consentimiento y la connivencia del conjunto social, y de cada una de nosotras. Es un círculo vicioso e imperceptible por lo sutilmente encastrado que está en nuestro mundo, que es el único que creemos conocer, en el que todo está diseñado y previsto cuando llegamos a él, para que vegetemos a medio despertar, convencidos de que todo está hecho y organizado sin que nosotros tengamos ya nada que aportar, salvo nuestro trabajo y nuestros impuestos y nuestra obediencia ciega a lo que vemos y nos inculcan desde niños, desde nuestro nacimiento hasta la muerte. Vidas teledirigidas  a través de estudios, profesiones, relaciones, salud, enfermedades, costumbres, hábitos y hasta libertades programadas. 
Solo tenemos una salida posible: despertar y ver lo que hay. Si la nave de Truman no hubiese entrado en colisión con el decorado, el ficticio navegante  habría seguido dando vueltas con ella el resto de su vida, que simplemente no era propiamente una vida, sino un guión escrito por otros, convencido de estar en el mar de verdad y sin que se le ocurriese pensar que todo era un decorado artificial, del que se puede salir si se desea, ¿cómo?, haciendo lo contrario de lo que manda el guión, es decir, abandonando el plató.

¿Cómo salir de un mundo absurdo, de normas y leyes que no hemos reflexionado ni aprobado, y que nadie nos ha consultado antes de imponérnoslas?: desobedeciendo todo aquello que no tiene sentido para nuestra conciencia y nuestra integridad ética. Todo lo que no coopera para construir el bien común, que incluye el nuestro, obviamente.

Para detectar, reconocer y acrecentar nuestros niveles de conciencia necesitamos aprender a pensar y a ejercitar la mente y la fuerza psico-emotiva del alma, conocer y gestionar nuestra riqueza emocional. Hay varias funciones mentales e intelectivas de las que nos debemos hacer conscientes y responsables; es fundamental construir herramientas-capacidades, como el análisis que nos permite considerar y observar la realidad en porciones, como los quesitos o como las teselas de un mosaico o las piezas de un motor o de un puzle. Otra herramienta complementaria recíproca es la síntesis, que nos permite contemplar la totalidad del conjunto del mosaico, del motor o de la caja de quesitos, sin tener que despiezar y descomponer la unidad. Y distinguir las funciones que desempañan la una y la otra. También disponemos de la capacidad asociativa de ideas, las semejantes, las opuestas y las diversas y plurales, que casi siempre participan de algo en común con las semejantes y las opuestas entre sí.
Otras dos herramientas fundamentales para aprender a pensar y con ello descubrir y alimentar la autoconsciencia y derivadas de la capacidad asociadora de ideas, es conseguir ver la relación entre causas y efectos y el principio inseparable de acción-reacción; dos herramientas que a bote pronto pueden confundirse, pero que son distintas entre sí, puesto que a veces la causa que produce el efecto no es una acción sino, la ausencia de acción y no siempre la acción  produce una reacción como respuesta lógica. En esas variables crecemos y desarrollamos más capacidades, que hasta ese momento no teníamos. Así, experimentando, y tomando conciencia de lo que pensamos y hacemos, crece nuestra inteligencia. La conciencia empieza a nacer y a desarrollarse en el instante existencial en que descubrimos el axioma cartesiano: cogito ergo sum, pienso luego soy. Antes de darme cuenta de esta verdad, yo solo existía, pero aún no sabía que podía llegar a ser si descubría mi conciencia como puente entre el ser y el existir. Hasta q que no nos pillamos con las manos en la masa como seres pensantes, no sabemos por experiencia que somos y mucho menos quienes somos ni lo que podemos ser capaces de hacer.La conciencia nos permite aterrizar la esencia en la existencia. Lo infinito e inextenso en lo temporal y espacial. Nos permite abrir lo concreto a la universalidad de lo abstracto, romper moldes, disolver fronteras íntimas y sociales, poner palabras a las Idea y a los pensamientos que revolotean al rededor de ella y llenar de sentido lo que hacemos, descubrimos y poseemos, con el poder de comunicar aquello que vamos descubriendo mientras crecemos y compartimos lo que somos y lo que hacemos, como levadura en la masa madre del pan colectivo, social, ciudadano, o sea, político. Mucho más que ideología: vida y sustancia. Sin las que todo lo demás, por maravilloso, "ilusionante" y "seductor" que resulte, está en realidad, vacío de significado auténtico e idestructible.


Poco a poco nuestro pequeño e insustituible taller intelectivo se entrena y se va haciendo consciente de lo que descubre y de lo que no alcanza a descubrir. De lo evidente, de lo oculto, de lo teórico, de lo práctico, de lo ideal y lo material, de lo especulativo y de lo realizado. De lo ilusorio y de lo real, de lo verdadero y de lo falso, y lo vamos reconociendo en el día a día en nuestra conducta y en las conductas de los demás; eso nos hace cercanos y capaces de comprender la igualdad, la libertad y la fraternidad, que descubrimos en la medida en que las practicamos y las comprendemos y viceversa. Esa pedagogía íntima, que empieza con nuestra vida, con lo que vemos e imitamos desde la infancia, va construyendo nuestro Yo y educando y canalizando nuestro ego. Cuanto más crece el Yo autoconsciente y autoresponsable, más disminuye y de reduce el primitivismo y la brutalidad de nuestro ego. Más y mejor se desarrollan esas funciones básicas de la mente. Más despierta, sana y lúcida es nuestra conciencia, nuestra sensibilidad ética y estética. La verdadera espiritualidad, que nada tiene que ver con las creencias, sino más bien con la independencia de ellas, que no con la hostilidad contra ellas. El despierto/a se caracteriza porque no siente hostilidad ni emociones violentas y destructivas ni de odio, hacia nadie sino respeto, crítica racional, distancia o afinidad, cercanía y afecto.Y porque ningún rechazo u hostilidad que reciba por parte de otros le quita la paz interiorni la claridad mental, ni le suscita deseos de venganza; puede comprender que no hay por qué caerle bien a todo el mundo y que todos y todas tenemos mucho que aprender de lo que el rechazo o la incomprensión de los demás mueve en nosotros. Esa actitud facilita la convivencia y la solución o la prevención de conflictos tantas veces inútiles como innecesarios.

Trabajando en esa órbita personal y colectiva, veremos que poco a poco detectamos con más precisión el engaño y la mentira que nos controlan como especie social, -zóon politikon, dijo Aristóteles- tanto en versión global como  parcial. En el tiempo y en el espacio. En lo público y en lo privado. Hasta calar dentro de nosotros y convertirnos también en mentira cómplice, en monigotes, en actores mecánicos o en marionetas del guión universal, aplicado a cada individuo por los medios, la costumbre autómata de la repetición constante, de la escucha y la palabra hechas de tópicos normalizados, o sea, convertidos en norma, aunque no tengan sentido ni sirvan para nada más que masificarnos para ser manejados con más comodidad.
La política de masas, o sea, mal entendida, no es la fuente de soluciones que necesitamos, sino la maquinaria colectiva que nos controla, previa domesticación de la 'educación' totalmente alienante que padecemos desde los hábitos y valores impuestos, asumidos irracionalmente, no comprendidos y tantas veces pervertidos para beneficiar más al sistema controlador que al individuo y a la colectividad ciudadana. Una "educación" que no desarrolla la conciencia ni la inteligencia completa, que es la emocional, y nos convierte en tornillos productores y en consumidores consumidos por  la máquina del capitalismo salvaje y de un Estado al servicio de ese sistema que ahora nos domina y nos devora, como Cronos/Saturno a sus hijos. La inteligencia completa no es simplemente razonar y apilar conocimientos y técnicas, sino sobre todo la capacidad para gestionar y canalizar adecuadamente y con acierto lo que razonamos, conocemos y poseemos. Por ejemplo, el agua, el fuego o la electricidad, son elementos fundamentales para el progreso humano, pero para que eso sea posible hay que saber manejarlos y aplicarlos bien, si no es así, acabarían por ahogarnos, inundarnos, quemarnos o lectrocutarnos o destrozar el Planeta, que es lo que ahora sucede, porque se ha dejado de lado la inteligencia y la conciencia, y se ha potenciado su bloqueo por medio del uso de una lógica perversa y limitadísma a los resultados inmediatos. La manía del éxito rápido, aprovechando, histéricamente, la "oportunidad". El resultado global no puede ser más desolador.

No aprender a pensar ni a crecer en conciencia, nos lleva a situaciones tan aberrantes, patéticas y teledirigidas como ésta que ahora sufrimos: una sociedad absolutamente abducida y manipulada por guionistas sin escrúpulos, y también autómatas sin plantearse nada más, a disposición de sus explotadores, a los que se les vota por miedo a salir de la burbuja artificial de este Show de Truman mundial, que como los fantasmas, según canta Serrat, "no son nada si les quitas la sábana". Y ahí entra de lleno la libertad inteligente para poder ver las posibilidades a elegir.

Si echamos una mirada más atenta a lo que nos rodea desde esa atalaya de la lucidez que proporciona el ser consciente  de sí y del entorno, comprenderemos por qué la máquina robotizada del poder solo quiere técnica, aautomatismo, números que suman, restan, multiplican y dividen, que especulan y ciencia química que domine el mercado de lo orgánico e inorgánico, física de instrumentos para controlar los espacios y los tiempos, la biología y la geología, mecánica en el arte y en la arquitectura, cambiando la belleza y la armonía por la supuesta y morbosa "belleza" del caos, de la confusión, de la disarmonía, la utilidad de la guerra como negocio y del conflicto como estímulo financiero y económico, alejando al género humano cada vez más engañado y abducido por la voracidad velocísima del consumismo que se ha apoderado de todo y ha construido el guión de este show global de miles de millones de Trumans que no saben que solo piensan lo que les cuentan y no lo que quieren y deciden pensar y por eso, aunque existen no saben aún que son. Y esa maravilla de existencia se la deben a un sistema que paulatinamente ha ido sustituyendo la educación por la información utilitaria y suprimiendo la educación como escuela de la inteligencia, de la libertad y de la dignidad. Y haciendo cada vez más difícil y ya, a veces, imposible, el descubrimiento personal y el desarrollo de la  autoconsciencia, sin la que ni se entiende ni se comprenden la ética, la libertad, los valores humanos de la compasión, la empatía, la justicia, el respeto, la honestidad, el coraje de la decencia, la coherencia, sin los que la vida humana pierde el sentido y acaba hundida en el océano de la corrupción.

Es urgentísimo recuperar la necesidad del lenguaje y su precisión para identificar y poder expresar lo que sentimos, necesitamos, pensamos y creamos. Recuperar la filosofía, además de la historia del pensamiento, para  salir de un mundo teórico y melancólico por la pérdida de las grandes mentes pensantes. Además de documentarse con la lectura hay que poner en marcha los argumentos de esas lecturas y solo así podremos crear argumentos propios para nuestro tiempo, combinar la memoria con el futuro para que el presente se enriquezca  y con un presente luminoso, vital, lleno de nueva energía conectada con la memoria pero no memoria-dependente, habrá un futuro de verdad, que valga la pena a las generaciones que nos sigan, si es que logramos que nuestra especie sobreviva a sus propios abusos e insensateces de manicomio.

Necesitamos a Heráclito y a Parménides, a Zenón de Elea, a Sócrates, a Platón y a Aristóteles, y de ahí en adelante a todos los maestros que nos han precedido en la escala del pensamiento en el mundo entero. Necesitamos la poesía del hacer y del gestionar y a los poetas del corazón y del espíritu iluminando y embelleciendo y fecundando la materia en un abrazo indisoluble, para que todos y todas logeremos descubrir el poeta clarividente que llevamos dentro.
Necesitamos recuperar el alma de la especie, vendida estúpidamente a los infiernos del egoísmo en sus mercadillos miserables. Y convertir las tierras de Mordor en un huerto-jardín ecológico inteligente global y colectivo, del que pueda alimentarse la humanidad sin excluir a ningún miembro de la familia humana. Hasta que esta propuesta no sea la de todas y no se asimile ni se trabaje, no podremos salir de la fosa séptica en que nos hemos hundido enfundados en el traje de pseudo-neopreno del miedo, del odio, de la desconfianza y de la comodidad; padres y madres de la corrupción.

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