por Ignacio Escolar (eldiario.es)
Entre otras falacias, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría usó durante el debate una mentira en la que el PP insiste y que conviene desmontar: que hay que dejar gobernar a la lista más votada para “respetar a la voluntad popular”. “Es como si un equipo gana la Liga y el segundo, el tercero y el cuarto suman sus puntos para quitarle el título”, argumentó. Seguro que al presidente que tanto lee el Marca esta metáfora le encantó. Pero el argumento es falaz por tres razones bastante fáciles de explicar.
La primera, el pasado.
El PP que hoy critica los “pactos de perdedores” durante toda su
historia ha usado alianzas con otros partidos para gobernar contra el
más votado cuando le ha venido bien. Así lo hizo en el Ayuntamiento de
Madrid, cuando pactó con el CDS de Rodríguez Sahagún para echar al
alcalde Juan Barranco, del PSOE, que había sido el más votado. O cuando
más recientemente pactó con el PSE en Euskadi para hacer lehendakari a
Patxi López, en detrimento del candidato más votado, Juan José
Ibarretxe.
La segunda, el presente. El PP sigue gobernando en un montón de administraciones sin ser el más votado: nada menos que en 160 municipios españoles donde el más votado fue otro partido
que hoy está en la oposición sin que eso suponga problema alguno ni
para el PP ni para Soraya Sáenz de Santamaría ni para el propio Mariano
Rajoy.
La tercera, la Constitución. La democracia
española es parlamentarista, no presidencialista, como recoge la carta
magna que tanto cita el PP. El 20 de diciembre elegimos a los diputados y
senadores, y es después el Congreso quien escoge al presidente, por
medio de un protocolo que está muy detallado en el artículo 99 de la Constitución. El presidente del Gobierno debe lograr la mayoría en el Congreso, que es donde reside la soberanía popular.
Hay otros países donde el sistema electoral es distinto, como en
Francia: con doble vuelta y solo con dos candidatos al final. Hay
argumentos para uno y otro modelo, pero lo que no vale es optar por uno u
otro en función de los intereses cortoplacistas del PP, y menos aún
pretender aplicar otro sistema sin reformar antes la Constitución. La
ley es bastante clara, le guste al PP o no.
En una
metáfora que seguro que Rajoy y su Karanka Santamaría apreciarán: que
gobierne la lista más votada y no el candidato que logre el apoyo del
Parlamento es como cambiar el reglamento a mitad de partido. O como si
un equipo de fúbtol gana la Liga, con las normas de la Liga y juego
limpio, y el anterior campeón le intenta aplicar las reglas del
baloncesto para retener el título y quedarse con el balón.
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