PP y PSOE comparten una estrategia que durante décadas les funcionó: polarizar la campaña entre dos; buscar el voto a la contra o por el mal menor. El PP, contra el PSOE. El PSOE, contra Rajoy.
La estrategia es compartida, más en esta última semana de campaña que
arranca con un debate a dos. Su eficacia no parece que lo vaya a ser. Al
PP le está funcionando el discurso de “la alianza de perdedores” –que
es como la derecha llama a las coaliciones cuando no les vienen bien–,
ese mensaje que pretende dibujar a Ciudadanos como un socio del PSOE o
incluso de Podemos en un supuesto “tripartito”, tan imaginario como los
hispters veganos que defienden las ballenas y votan a Rajoy.
Con el PP el truco está colando, o eso apuntan los
sondeos. Con el PSOE, por ahora, no parece que funcione tan bien. Las
encuestas están siendo muy eficaces a la hora de configurar el voto
(tanto si aciertan en sus presagios como si no), y están dando unas
pautas que al candidato Pedro Sánchez no le favorecen para polarizar
entre dos.
Más allá de los datos contradictorios de
las encuestas –donde solo hay unanimidad en que el PP sigue primero–,
las tendencias de los primeros diez días de campaña parecen claras: sube
ligeramente el PP, baja el PSOE, sube Podemos, baja Ciudadanos. En
resumen: la campaña va bien para el candidato plasma, Mariano Rajoy, con
un PP que ve como su rival en la derecha pincha mientras la izquierda y
el centro se dividen aún más; un PP que va camino de repetir como
primera fuerza política, a pesar de que perderá al menos un tercio de
sus votos, si no son más. O al menos así lo ven las encuestas, si nos
las queremos creer.
¿Está todo escrito? ¿Estamos
condenados a otro gobierno de Mariano Rajoy? No, y no solo por la
obviedad de que la única encuesta que vale es la de las urnas (y bla,
bla, bla…). Un dato para los optimistas que aún creen en que se puede
dar un vuelco a esta situación: en las últimas autonómicas en Madrid, según el CIS,
un 30,8% de los votantes decidieron qué hacer en la última semana de
campaña. Y ese tercio de indecisos aún por repartir en este mapa tan
fragmentado y con distancias tan cortas –cuatro partidos entre el 18% y
el 28% del voto– hoy sería la primera fuerza electoral.
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