jueves, 17 de diciembre de 2015

La voz de Iñaki


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Tras el puñetazo

EL PAÍS  

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Muy buena reflexión, Iñaki. No he visto las redes porque me dan asco, lo confieso. Es un momento muy delicado, es cierto. Por eso mismo hay que tener  una visión serena, pero tampoco es sano el miedo a considerar la realidad desde diversos ángulos que no coincidan con lo que nos cuenta la plana inmediatez de la noticia, ni estar suponiendo constantemente que se va a liar parda por culpa de la ciudadanía estúpida. No hay que infravalorar las capacidades de todo el conjunto social. Extremistas, locos e irresponsables son inevitables en una sociedad plural y que no reprime a nadie. Está claro que las especulaciones variada en casos como éste son naturales, cuando ya estamos saturados de ver y sufrir engaños de todo tipo y gravedad. 
Está más claro que el agua que no es la violencia ni la rebeldía la característica de nuestro querido país; todo lo contrario, somos obedientes, pacatos, tan extremadamente considerados en los temas superficiales que "escandalizan" como nos pasa inadvertido lo que desde lo profundo y sin escandalizar nos destroza la vida, el trabajo, la dignidad y el futuro. 
No está nada mal que aprendamos a desdramatizar y a ver la cara oculta de la apariencia, con la responsabilidad que conlleva, sin desear nada malo a nadie, sólo que la verdad se abra paso y las tinieblas de los bajos fondos manipuladores no sigan haciendo de las suyas vendiendo falacia como democracia. 
Que el episodio de ayer recuerde punto por punto al de Berlusconi en su momento de bajón y que se consideren más que posibles ciertos aspectos no demasiado recomendables, no significa que la mayoría de españoles, tan sumamente, melindrosos y sumisos, vaya a montar la de San Quintín. Más bien es posible que comparando argumentos tan diversos y sugerencias distintas, el electorado discierna con más claridad lo que hay, lo que no hay y puede o no haber y rectifique a favor de la decencia y de la normalidad democrática mucho más que a favor del miedo, de la rutina, del encogimiento y de la resignación. Ya hemos alargado en exceso ese estado cotidiano de excepción y autocensura inoculada ante el 'peligro' de desbordamiento de masas, que nunca ha sido tan grave como la represión que se ha sufrido  a lo largo de centurias. Aquí el desbordamiento de masas, por desgracia, está en la cola del paro, en las demoras en la atención médica en la sanidad pública, en el retraso de los procesos judiciales por falta de medios que se van a bolsillos sobrecogedores, en el nunca jamás de las escuelas condenadas al barraconismo, en la espera de que llegue la ayuda a los dependientes mientras se van muriendo y dejando espacio para que la crisis se soluciones por extinción de humanidad, en ese esperar pacientemente a que se acaben legislaturas infames y se repita la misma banda sonora de la misma película. Tal vez nuestra preocupación no debería ser  el miedo a que la plebe se levante y tome La Bastilla por un calentón de comentarios de cafetín por parte de quienes hacen la 'revolución' desde la pantalla, la cervecita, la violencia verbal -mucho más próxima a Rajoy que al bueno de Pedro Sáchez-  y la boutade a lo Zapata, pero luego no son capaces de ir a parar un desahucio ni de acudir a un CIE, ni de apoyar en persona lo que vociferan en las redes. Tal vez lo que debería preocuparnos más que nada es que aún haya víctimas del pp que sigan creyéndolo su salvación y que en el presunto "atentado" de ayer encuentren razones para considerar un héroe digno de ser votado, al villano que ha provocado al ruina a la mayor parte de españolas y españoles. 
Que lo cortés no nos quite lo valiente. Ni permita que nos vuelvan a vender la cabra con trucos del almendruco.

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