miércoles, 2 de diciembre de 2015

Entre Kant y kantdemorrr

                                     Resultat d'imatges de Ilustraciones sobre Kant

Ni Podedanos ni Ciudademos habían llegado nunca tan alto en un debate ni la filosofía de Kant había volado tan bajo en ningún evento público debatiente como en el encuentro publicitario del otro día entre ambos extremos de la misma soga de ahorcar democracias en baja forma. Que se me ha borrado hasta la fecha y el lugar, porque con esta peña todo acaba pareciendo una prolongación de lo mismo: una manifestación revival y cansina del circo de Manolita Chen. 

Con 'PI', 3'1416, descubrimos la existencia inédita y escurridiza de una "ética de la razón pura", a cargo de ese gran investigador insigne y tan mal aprovechado para otros menesteres mucho menos nobles que el escudriñar en  los entresijos del intelecto filosófico, como son los mítines y los shows televisivos, pero también nos sorprendió la cara oculta del gran jurista y leguleyo Kant, que en horas bajas y para cambiar de discurso, al parecer, se dedicaba a elaborar códigos cifrados de leyes ancestrales, que pasadas por sus manos expertas pudiesen, en el futuro, inspirar las propuestas estupendas de personajes como Rivera, Albert, ( nada que ver, de momento, con la rama Paquirri del mismo patronímico), que ya sería el colmo de la decadencia de nuestra especie; Kant inspirando nada menos que los razonamientos empíricos y a priori, de la sensibilidad financiera de los recortes riveroides o la magnífica idea de  legalizar el negocio de la prostitución y  darle, si es preciso, un toque kantiano hasta abrirle, si hace falta, un hueco en el imperativo categórico. ¡Qué manejo del birlibirloque! Qué desparpajo vendedor de enciclopedias por metros, de aquellas de pega, que sólo tenían pintadas encima del cartón piedra las cubiertas de la Enciclopedia Británica o del Espasa, y que se vendían en la misma casa de muebles donde se compraban las librerías en los sesenta y setenta, para   rellenar el espacio desolador de las estanterías decoradas con jarrones de Murano en colores chillones, platos con cacerías inglesas, gallos de Portugal, figuritas de Lladró y fruteros de cerámica, algún hórreo gallego en plan cenicero,  que nadie sabía como acabó entre un porta-retratos de alpaca y  diversas cursiladas de la lista de esos  regalos de boda que a nadie le gustaban y que nunca se acababan de romper, si no era por cosa intencional. Pero la enciclopedia bufa, era la estrella, colocada en lo más alto para que ningún visitante tuviese a mano la oportunidad de descubrir la humillante suplantación de los libros por el cartón piedra. Así de kitsch, por darle un tono menos feroz a lo cutre, resulta este triste espectáculo  de aprendizaje brujil por parte de los dos fenómenos demoscópicos del momento. En valenciano hay un término para calificar ese estado mediocre con aspiraciones a excelso: la coentor, cuyo significado se columpia entre lo hortera y lo cursi, con visos de intelectualizar en plan lavado de cara,más allá de las propias posibilidades. En castellano lo que más se le aproxima, pero con menos matices, sería "quiero y no puedo porque no llego".

Si al menos esta pareja cómico-mediática se abstuviera de meterse en camisas de once varas al recomendar las lecturas apropiadas a sus auditorios, o si al menos se quedasen en recomendar lo que conocen mejor como "Juego de Tronos", "Historia friki de un recambio" o "Como triunfar en política sin distinguir a Kant de Manolita Chen", quedarían estupendos, coherentes y hasta simpáticos, sin pretender llegar al ático sin salir del underground. Pero no. Se han empeñado en batir todos los records, de lo sublime del recambio a lo sublime del ridículo, en no dejar ni una sola casilla  en blanco en el juego de la desfachatez tomapelos. En la falta de respeto absoluta a la integridad lógica y analítica del prójimo. A la dignidad cognitiva de sus semejantes a los que colocan a la altura de las víctimas del tocomocho o del timo de la estampita. De una charlatanería que desde la salida de la política activa de Felipe González no habíamos vuelto a padecer. Aunque debe reconocerse que aquel campeón del hablar sin decir, nunca llegó a ser tan zafio ni tan insensato como para recomendar lecturas que no conociese de primera mano. Se nos bloqueó en el mantra de gato taoísta y ahí se quedó enganchado. Leía, por ejemplo, a Marguerite Yourcenar, contaba sus impresiones y lo que aprendía sobre Adriano y sus memorias, pero nunca se atrevió a recomendar a nadie, al menos en público, ni siquiera esa gran obra. Hasta ese personaje nefasto tuvo más inteligencia que este dúo sacapuntas de la patochada.
Y cómo se echan de menos aquellos Marcelino Camacho, Nicolás Redondo, Gerardo Iglesias, Julio Anguita o Antonio Romero en medio de este desierto despiadado donde la mediocridad y la fanfarria oportunista son las reinas del sarao y la pachanga. Y Adolfo Suárez también...Me debo estar haciendo vieja por momentos, rediez, pero es que cuanto más se exhiben más dejan en evidencia la nada que los anima. Y el panorama desalienta a base de bien.

Es muy preocupante que los nuevos caminos de la política y el futuro del cambio estén representados por la misma caspa de siempre, pero en formato mejor publicitado y vendido como la panacea de la sustitución, o sea, más engañoso de lo habitual. Ojalá sea verdad que los periodistas no se han dejado abducir por este fenómeno poltergeist y se lo pongan crudo en los próximos debates, simplemente para que la ciudadanía vea con claridad y transparencia, sin envoltorios embellecedores ni ambientadores patchouli, lo que hay realmente en este zipizape de apariencias, fórmulas memorizadas, intereses bazofia y tácticas para ganar el chollo de sus vidas. Ojalá nunca más tengamos que escuchar a unos aspirantes a presidir el gobierno, dejar por los suelos a la propia política de la que se consideran portavoces desde desprestigiarse y acusarse de lo peor, a recomendar como lectura lo que sólo les suena de oídas y encima, hacerlo fatal y demostrando que ni siquiera conocen lo que recomiendan. Parecen personajes de la picaresca. Todo un dato ético para tomar nota.Qué vergüenza.



  Y, ahora, sin confundir el tocino con la velocidad, tomad nota también vosotros, chicos de Jaujemos y Jaujadanos, aspirantes a gobernar, antes de hacer un estropicio social y político, tal que los discípulos torpes de Sócrates, como Alcibiades, o los sofistas, que tampoco tenían desperdicio. Quien sabe gobernarse a sí mismo, porque es dueño y educador de su ego y no su esclavo, no necesita que nadie le gobierne. Y solo quien está en esas condiciones puede gobernar con acierto, porque nunca será un tirano sino un honesto servidor tanto en el fin como en los medios. Pero es difícil que alguien así  acepte  encargos como ese, precisamente porque es libre y sabe que el poder y la lucidez de la libertad no son compatibles por mucho tiempo. ¿Es ese vuestro caso?  Mucho nos tememos que no, chavalotes.  Miedo me dais, más por insensatos, bocazas y sobraos, que por otra cosa.                             

No hay comentarios: