por Vicenç Navarro
Debido a la enorme importancia que las negociaciones entre la
Troika, por un lado, y el gobierno griego de Syriza, por el otro,
tienen para el futuro de la Eurozona, tema que ha absorbido la mayor
atención de los medios de información, se ha olvidado (algunos dirán
ocultado) otro hecho de gran importancia que ha ocurrido en las mismas
fechas y que tendrá un gran impacto en el futuro de la Eurozona,
deteriorando todavía más la democracia y el bienestar social de las
poblaciones que viven en esta zona monetaria. Me estoy refiriendo
concretamente al documento preparado por cinco presidentes (Jean-Claude
Juncker, Presidente de la Comisión Europea; Martin Schulz, Presidente
del Parlamento Europeo; Jeroen Dijsselbloem, Presidente del Eurogrupo;
Donald Tusk, Presidente del Consejo Europeo; y Mario Draghi, Presidente
del Banco Central Europeo) con propuestas sobre cómo avanzar hacia la
integración monetaria en esta zona de Europa. Es sorprendente que este
documento haya pasado casi desapercibido en los mayores medio de
información del país.
Para entender el impacto de sus propuestas hay que tener en cuenta
que la sustitución de la moneda de cada país por el euro significó que
cada país renunció a tener su propio banco central. Este es el origen
del enorme problema de la deuda pública de los Estados, y muy en
especial de la de los países periféricos como España, Grecia, Portugal e
Irlanda, los llamados PIGS, que se transforman en GIPSI cuando se añade
Italia. Una de las funciones de un banco central digno de su nombre es
definir el precio de la moneda (por entonces de la peseta en el caso
español, por ejemplo), de manera que el Estado pueda bajar su valor
cuando quiera hacer sus productos más baratos y más competitivos,
estimulando así la economía. Es lo que se llama “devaluación monetaria”.
Ahora bien, el Estado español y los otros Estados no pueden devaluar
la moneda (es decir, abaratar su precio y competir mejor con los otros
Estados, tanto dentro como fuera de la Eurozona). Los países de la
Eurozona tienen, todos ellos, la misma moneda, el euro. Y la única
institución que puede variar el precio del euro, devaluándolo, es el
Banco Central Europeo (BCE), sobre el cual la influencia de los Estados
de la Eurozona es prácticamente inexistente. Pero cuando el BCE baja el
precio del euro, ello beneficia a la competitividad de todos los países
de la Eurozona en su comercio con países de fuera de ella, pero no con
los países de dentro del euro, pues todos ellos están utilizando la
misma moneda. Y puesto que la gran mayoría del comercio exterior de
estos países se produce dentro de la Eurozona, la bajada del euro no
hace más competitiva la economía española respecto, por ejemplo, a la
francesa o a la alemana. De ahí que la única solución que los
establishments financieros, económicos, políticos y mediáticos
consideren para aumentar la competitividad de una economía sea bajar los
salarios. Hay que señalar que habría, sin embargo, otras alternativas
que ni siquiera se consideran, y que van desde la reducción de los
beneficios empresariales hasta el aumento de la productividad a base de
inversiones productivas.
La creación de la Autoridad de la CompetitividadY es ahí, en la “devaluación salarial”, donde interviene el informe de los cinco presidentes, que recomienda nada menos que se establezca una autoridad que llaman Competitiveness Authority (la autoridad responsable de estimular la competitividad), de carácter independiente (que quiere decir que esté compuesta por “expertos” –es decir, tecnócratas–), que indique el nivel de salarios permitido, con responsabilidad normativa y sancionadora. Es decir, marcaría los salarios y sancionaría a los Estados que no siguieran sus normas.
Esta autoridad debilitaría enormemente a los sindicatos y los
convenios colectivos, pues el nivel salarial tendría que seguir su
normativa y, por lo tanto, quedaría definido por dicha autoridad. En
realidad, como bien indica Ronald Janssen en su artículo “Democracy And
Monetary Union: How Not To Do It” (Social Europe Journal,
01.07.15), dicha normativa actuaría en sentido opuesto a la convergencia
de salarios, pues la normativa favorecería la bajada de salarios para
facilitar la competitividad, de manera que se establecería una carrera
para alcanzar la mayor competitividad, a base de quién va a tener los
salarios más bajos. El establecimiento de tal autoridad es, sin lugar a
dudas, un paso más en el desmantelamiento de la democracia y del Estado
del Bienestar en la Eurozona, desmantelamiento que está ocurriendo a una
velocidad vertiginosa durante estos años.Los cinco presidentes permanecen, en cambio, callados sobre el problema mayor: el enorme crecimiento de la deuda pública.El hecho de que los Estados hayan dejado de tener sus propios bancos
centrales (perdiendo la capacidad para devaluar su moneda) ha creado
otro problema mayor: el crecimiento de la deuda pública, que he citado
al principio del artículo. Una de las funciones de un banco central es
ayudar a que los Estados puedan regular los intereses de su deuda
pública. Esto se hace mediante la impresión de dinero por parte del
banco central, con el cual se compra deuda pública. En general, a mayor
compra de bonos del Estado por parte de un banco central, menores son
los intereses que el Estado tiene que pagar por sus bonos.
deuda pública. En general, a mayor compra de bonos del Estado por parte
de un banco central, menores son los intereses que el Estado tiene que
pagar por sus bonos.
Ahora bien, el Banco Central Europeo (que es más un lobby de la banca
que un banco central) imprime dinero pero no compra bonos públicos de
los Estados. En su lugar, presta dinero (a unos intereses bajísimos) a
los bancos privados, que son los que compran deuda pública, a unos
intereses elevadísimos. Es lo que se dice “dejar los Estados a merced de
la especulación de los mercados financieros” (que quiere decir de los
bancos y de todo tipo de fondos financieros). Y para mayor INRI, estos
bancos tienen unas agencias de evaluación (erróneamente presentadas como
independientes) de los bonos públicos de los Estados que evalúan la
calidad de dichos bonos, con lo cual, si definen tales bonos como de
baja calidad (utilizando como indicador de calidad la supuesta capacidad
de los Estados para pagar su deuda, mirando, por ejemplo, el tamaño del
déficit público del Estado, de manera que se asume que a mayor tamaño
tenga el déficit público, menor es la capacidad del Estado para pagar su
deuda pública), el Estado se ve forzado a pagar más y más intereses,
endeudándose hasta la médula. Y de ahí el crecimiento astronómico de la
deuda pública de estos Estados (y muy en especial de los PIGS o GIPSI).
Para resolverlo, se impone a los Estados que bajen sus déficits
públicos a base de recortes y más recortes de sus servicios públicos del
Estado del Bienestar, desmantelándolo. Pero lo cosa no termina ahí. La
reducción de los salarios (a fin de conseguir mayor competitividad) y
del gasto público social (a fin de poder pagar la deuda) crea un
problema de falta de demanda enorme, que frena el crecimiento económico,
creando recesiones (que alcanzan niveles de Gran Depresión en muchos
países, como en Grecia) que disminuyen los ingresos a los Estados,
aumentando el déficit público, estableciéndose así un círculo vicioso
que está llevando a estos países a un desastre. Y todo esto no ocurre
por casualidad. Responde a un diseño: el debilitar el Estado del
Bienestar en cada país. Y los datos así lo muestran. La manera como se
estableció el euro y cómo se diseñó su gestión, con el Banco Central
Europeo, ha tenido un impacto sumamente negativo en el Estado Social
Europeo. De ahí la enorme urgencia de que se intervengan y reviertan las
políticas de austeridad, lo que exigiría un cambio de políticas
públicas en sentido opuesto al que está proponiendo el Informe de los
Cinco Presidentes.
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