En medio del siniestro total de la estrategia
veraniega popular alguien ha decidido que era el momento ideal para
anunciar la jubilación de Pedro Arriola, el insondable chamán tras el
Gran Timonel, la mano que mecía la cuna, el padre de todos los augures,
el Pablo Alborán de la demoscopia.
A ese mismo
alguien no ha debido parecerle suficiente desastre que un estío
triunfal, a mayor gloria de un presidente que se lo iba a pasar
devolviéndonos a todos pequeños trocitos de su famosa recuperación, haya
acabado malgastado en justificar los tratos de favor del ministro del
Interior. A juicio de ese mismo genio faltaba todavía el toque de
confusión y surrealismo que ha aportado la noticia del retiro
'arriolista'. Definitivamente en Génova se ha instalado el caos y el PP
se parece cada vez menos a la fenomenal máquina política que fue y cada
vez más al ejército de Pancho Villa.
Los estrategas, como la autónomos, se jubilan más bien
poco. A no ser que una inspección de trabajo sorpresa haya irrumpido en
Moncloa y dictado acta de infracción por tener trabajando en condiciones
abusivas a un sociólogo ya entrado en años, la supuesta jubilación
tiene trampa. O le han echado, o Rajoy ha decidido proteger a su
estratega y poner a un muñeco de pim, pam, pum nuevo para que los medios
y los compañeros de partido se entretengan dándole mamporros.
La opción del despido encubierto como jubilación resulta tentadora y
muy agradecida para el comentarista, coherente además con la tradición
popular de despidos singulares inaugurada por Luis Bárcenas. Pero parece
altamente improbable y nada marianista. A tres meses de unas elecciones
no se cambia de estrategia y tampoco de estratega, especialmente cuando
ese mismo estratega te ha ayudado a ganar dos elecciones y a sobrevivir
a dos severas derrotas electorales. Lo sabe Mariano Rajoy y lo dice el
código mariano.
O le han echado, o Rajoy ha decidido proteger a su estratega y poner a un muñeco de pim, pam, pum nuevo para que los medios y los compañeros de partido se entretengan dándole mamporros
La opción de la retirada táctica suena bastante más
razonable. Pedro Arriola se había sobreexpuesto a la luz pública y eso
siempre es malo para un estratega. A los estrategas se les oye pero no
es bueno que se les vea. El partido necesitaba un culpable y Arriola era
el mejor situado. Había que matarlo para salvarlo o al menos hacer que
pareciese un accidente.
Fiel a su estilo Rajoy
seguirá atendiendo los enjundiosos consejos de Arriola en privado y
decidiendo lo que le da la gana. Mientras, hace como que le retira y
sitúa a Jorge Moragas para que todos tengan alguien nuevo con quién
enredar y a quién echarle la culpa de todo lo que salga mal.
No se extrañen incluso si el jubilado imaginario mantiene su despacho
abierto y acudir a diario con la disciplina del funcionario y como quién
no quiere la cosa. Lo dicen los suyos: Pedro Arriola se irá el día que
se vaya Mariano.
El flamante director de campaña de
supuesto 'postarriolismo' se antoja otro caso de "marianismo por
delegación", muy parecido a los encarnados por la vicepresidenta
Maravilla, Soraya Sáenz de Santamaría, o la ahora desaparecida
secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. Ellos creen que
mandan mucho pero mandan mucho menos de lo que creen porque Mariano
Rajoy sabe que, en realidad, todo lo que necesita es el Marca.
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