Era inevitable. El marianismo, esa forma informe de
hacer política como si no la hicieras y lo único que te importara en
esta vida fueran la Champions League y los editoriales del Marca, ha
devenido en un régimen político singular: la jetocracia.
No le falta de casi nada al invento. Tiene sus instituciones propias,
su reglas de funcionamiento y hasta sus propios servidores, los
jetócratas, comprometidos liberales tan feroces en su defensa de la
superioridad de lo privado sobre lo público como en el saqueo y asalto a
toda clase de bienes y recursos públicos a beneficio propio. La España
de Rajoy es hoy una jetocracia de manual. Todo se gobierna, todo se hace
y todo funciona básicamente por la jeta.
España es hoy una jetocracia porque, en el mismo
decreto, el Gobierno puede rebajar el recibo de la luz hasta las
elecciones y subirlo al día siguiente para que los oligarcas de las
eléctricas españolas no se enfaden y sigan financiando generosamente su
campaña electoral.
España es hoy una jetocracia
porque solo un gobierno jetocrático puede atreverse a anunciar que en el
quinto presupuesto de la legislatura aumenta el gasto social hasta
llegar a la mitad del total, cuando en realidad apenas se recupera la
décima parte de lo recortado en años anteriores en Educación o Sanidad. A
partir de ahí, el cielo es límite. Lo mismo se anuncia un aumento en el
dinero para becas cuando apenas crece la mitad de lo que progresa el
gasto en defensa, que se promete volver a bajar los impuestos después de
haberlos subido tres veces más durante la legislatura.
Solo un gobierno jetocrático puede atreverse a anunciar que en el quinto presupuesto de la legislatura aumenta el gasto social hasta llegar a la mitad del total, cuando en realidad apenas se recupera la décima parte de lo recortado en años anteriores en Educación o Sanidad
La jetocracia no se improvisa. Tiene sus reglas. La
primera y fundamental consiste en no dar jamás un paso atrás y, en caso
de malas noticias, hacer como que acabas de llegar y no sabes de qué o
quién te hablan. Cuántas mas tramas de corrupción aparecen en torno al
partido y a su financiación, más se las presenta como pruebas del firme
compromiso del gobierno en la lucha contra la corrupción. Y si se ponen
pesados e insisten, siempre queda echarle más jeta y garantizar la
unidad de España.
Pero nada como sus servidores, los
jetócratas, para entender qué es y cómo funciona la jetocracia. España
es una jetocracia porque puedes ser un liberal y predicar la cultura del
esfuerzo y la excelencia y luego asegurar que el Estado te pague un
puesto de embajador ante la OCDE para estar cerca del amor de tu vida,
como el ex ministro Wert. Pero también puedes ser Jaime Miguel de los
Santos Gonzalez, asesor de estilo y peluquería de la vicepresidenta
Saénz de Santamaría y el hombre que le llevan las bolsas de la compra a
la mismísima esposa del presidente Rajoy, y acabar de director general
de Promoción Cultural en el gobierno de Cristina Cifuentes.
Como diría el gran Julio Iglesias, me encanta España, tierra de las oportunidades y cuna de la jetocracia.
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