George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
sábado, 29 de agosto de 2015
Coplillas para un Agosto cañero
Madre, yo no sé qué tiene
la salsa del capital,
que engancha más que una droga,
y pringa del mismo modo
a todito el personal:
de los suburbios al trono,
del palacio a la chabola,
del pimpante diputado
al ministro más molón,
del párroco más marchoso
al obispo santurrón,
de la jefa resultona
a la chacha de Alcorcón,
del ducado rimbombante
al piraña chulapón...
Tiene bemoles la cosa...
Treinta y nueve diputados
españoles de bandera,
en el europarlamento
y entre coles de Bruselas
que van hirviendo al vapor
enchufes de siete suelas,
persisten amachambrados
con el plan de sus prebendas
colocando en la sicav
los sueldos que les pagamos,
y especulando a lo bestia,
mientras que los paganinis
que no gozan de tal chollo
van perdiendo la pensión
que a lo largo de sus vidas
pagaron a toca teja,
con impuestos y chantajes,
al latrocinio de Hacienda
con IVAs a tutiplén
que sin respiro los dejan
y contemplan impotentes
como deja tiritando
la caja de las pensiones
el más vago, incompetente,
inútil y desnortado
de todos los presidentes
que ha dado la transición
en su vivero traidor
de cínicos recurrentes
vividores de despacho
y de subsecretaría,
que van rotando en los cargos
y así se ganan la vida,
a costa de hacer estragos
sin que nada se lo impida.
Y se ofenden cuando escuchan
ese vocablo acertado
que determina el oficio
de político buscón: casta,
sin más, les llamamos,
y somos consideradas
en no emplear para el caso
palabras más contundentes
con que recalificar
esa rentable función
del político insistente
de vocación contumaz
y obsesiva fijación
entre poltrona y escaño,
que nunca tiene bastante
con una legislatura, ni con dos,
ni con doscientas...
y que al paso de los años
ya casi nunca recuerda
qué oficio, estudio o carrera
por el camino dejó
para servir a la causa
de un partido tan rentable
y de un Estado en la parra
que ha convertido su vida
en la cara más pintada,
vendida y publicitada,
de la España corrompida
Y cuando no hay más remedio
que abandonar el maná
porque un juzgado de guardia
o una denuncia mendaz
o un juez que a nada le teme
van y proclaman de golpe
los enjuagues del chanchullo,
cualquier puerta giratoria
y el kit de favores turbios
les acoge sin dudar,
con el besamanos mutuo
-hoy por ti, por mí mañana,
o tal vez ayer por mí
y hoy por ti, por si las moscas,
el mismo trance que a ti,
a mí mañana me toca-
que los mafias del poder
con los pobres son crueles
pero con los implicados
en asuntos de ganar
lo que fuere menester,
hasta pasarse de rosca,
siempre son considerados
por lo que lo que pueda pasar.
Madre, yo no sé qué tiene
el glamour del capital,
pero al que le da permiso
para invadirle la mente,
el alma y la voluntad,
y le deja que le usurpe
su lugar a la conciencia,
ya no vuelve a ser normal
se revuelca y se divierte
en el show de la indecencia,
pierde el tino y la memoria,
pierde sesera y vergüenza,
y pierde la dignidad,
ni el ridículo más grande
ni la estupidez más densa
ni el delito más innoble,
le hacen mella en el obrar,
porque pensar, ya no piensa,
solo aplasta, escupe y miente
y si el papel se lo exige
hasta a su padre revende.
Madre, yo no sé qué tiene
el fango del capital
que por donde pasa hiede,
destroza, arruina y ofende,
y deja como unos zorros
lo que salpica al pasar.
Madre, yo no sé qué tiene
el maldito capital,
pero el dinero no es
la causa de todo el mal,
dále dinero a una flor
o a una paloma torcaz,
dále dinero a la luz
del día que va a llegar,
dále dinero a la Luna
que brilla en la oscuridad,
o dále dinero a un sabio
y te enseñará al instante
en qué se puede emplear
para mejorar las cosas
y no para especular
en las bolsas y mercados
de avaricia sin igual...
No es el dinero el culpable
de ese desastre fatal,
sino el hombre y la mujer
llenos de datos y trastos,
de deseos mal llevados,
de ambiciones sin sentido,
de aspiraciones obscenas,
de creencias y de dogmas,
de fijaciones obtusas ,
de facturas por pagar
y créditos por pedir,
y con una educación
que reluce por su ausencia,
cuando deciden quedarse
al nivel del animal
pero sin el don precioso
de la bendita inocencia
que corrompen al usar
talento e inteligencia
tan solo para medrar ,
para mandar y oprimir,
para pudrirse por dentro
y dejar este Planeta
como un maldito desierto,
como un basurero infame
que no sabe perdonar
ni entender ni asimilar
el porqué del sufrimiento,
sin ver la causa real
de los duelos y quebrantos
y convirtiendo la lucha, la guerra
y los malos tragos, en un alijo fatal,
que deberán "resolver"
políticos desalmados,
mediante una hegemonía
donde mandan los más listos,
no los más inteligentes.
Por eso nos va tan mal.
Madre, yo quiero saber,
adónde está el capital
que nos despierta y nos cura,
que nos puede abastecer
de inteligencia y frescura,
de talento y de bondad,
de salud y de belleza,
de ciencia y felicidad,
de alegría y de ternura,
de hermosa creatividad...
No me voy a resignar
a que un capital tan cutre,
tan necio y tan demencial,
dicte leyes, manipule,
engañe y deje la vida
lo mismo que una bayeta
cuando está tan vieja y sucia
que mancha en vez de limpiar.
Y por eso no me corto
y no me pienso callar,
y por eso votaré
a la opción menos perversa
aunque tengo mal creer,
y tiendo a desconfiar
de los siervos del parné
que acaban siempre a los piés
de cualquier banco o sicav ,
y cocidos al vapor
con las coles de Bruselas,
instrumentos derivados
de ese viejo capital
que aunque medio moribundo
se empeña en manipular
los afanes de este mundo
pero no por su poder,
que poco puede el metal
y la moneda de cambio,
sin mentes, manos y bocas,
que, con sus miras más bajas
y sus instintos más bestias,
los ponen a funcionar.
Madre, qué tendrá el amor,
y su impulso fraternal,
que a pesar de los pesares,
nos regala el buen humor,
la belleza de la tarde
y hasta el soplo del calor,
que nos viene a despertar....
Y aunque pululen fantasmas
de corte dictatorial
la paciencia solidaria
tiene la fuerza y el don
de resistir las desgracias,
como un ministro faltón
que aprovechando el momento
que le brinda la ocasión,
se mofa en el Parlamento
de la ruina y del dolor
que su sistema feudal
está causando a su pueblo,
aunque a decir la verdad,
un preboste semejante
a este curioso ejemplar,
no tiene más interés, más pueblo,
ni más talante,
que el frenesí del pastón,
y todo lo que no atañe
a tan fatal atracción,
a todos los gerifaltes
de calaña similar
les resbala mogollón. Ains!
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