En el Parlamento se
debaten estos días unos presupuestos para el próximo año, no puede haber
nada más serio pues los presupuestos tratan de la vida misma de las
personas: la comida, la casa, la salud, la escuela, la luz, el frío… Y
sin embargo, ese debate es un juego vacío y absurdo, un brindis al sol.
El año próximo transcurrirá previsiblemente con otros presupuestos y de
forma radicalmente distinta a como nos lo representa Mariano Rajoy,
utilizando a las Cortes como un teatro.
Hace años, con Rajoy en la oposición, predije que los políticos jóvenes
que agrupó a su alrededor Rajoy caducarían antes de reinar, entonces no
había fecha para que reventase Wall Street y pinchase la burbuja
inmobiliaria que había creado Aznar. Me equivoqué en parte, la crisis y
todos los apoyos empresariales y mediáticos llevaron al fin a Rajoy a la
Moncloa y ahí están Santamaría, Moragas y otros que salen en televisión
y cuyo nombre no recuerdo en este momento. Esa nueva generación llegó
al Gobierno pero ya se inmola en la pira con el presidente.
Soraya Santamaría comenzó a
sentir el calor en sus pies hace unos meses e intentó escapar del fuego
que amenazaba, pero experimentó el temible frío de la hostilidad de
Rajoy. La política no es un barco de pasajeros, cuando el barco se hunde
la tripulación se hunde con el capitán, aunque haya mujeres y niñas a
bordo. Porque el barco se hunde y en los astilleros de la derecha ya
está preparado para hacerse a la mar un nuevo buque, bautizado 'Cristina
Cifuentes'. Pero esa es otra historia.
La tozudez suele nacer para compensar debilidades y puede ser una
cualidad en la vida personal para afrontar dificultades, pero debe ir
acompañada de inteligencia y de un proyecto viable. Rajoy, además de
haber adquirido el don de la invisibilidad, es tremendamente tozudo y
muy inteligente, pero carecía, carece y carecerá de cualquier proyecto
que no sea llegar a la Presidencia del Gobierno.
Su programa salvaje: secuestro de la democracia, destrucción de los
avances sociales, saqueo del patrimonio público, ocupación partidista de
las instituciones, recentralización del Estado, protección de
privilegios y privilegiados…, le venía dado por su partido y el cártel
de intereses de la burguesía extractiva. Lo que él aportó de un modo
personal fue la tozudez en ser él: un señor de cultura provinciana,
incapaz de entender los cambios sociales y políticos, de ideología
rancia y esencialmente franquista que entiende el ejercicio del poder
de un modo tan subjetivo. Rajoy entiende la política como un problema
de autoridad personal, cree que ser presidente del Gobierno es defender
su posición de ataques y afirmar así su personalidad. Solo eso y su
tozudez explican que pretenda ser el candidato de su partido a las
próximas elecciones. Para desesperación no solo de los jóvenes políticos
que arderán en la nave que se tragará el océano sino del mismo joven
rey Felipe.
Rajoy entiende la política como un problema de autoridad personal, cree que ser presidente del Gobierno es defender su posición de ataques y afirmar así su personalidad
Olviden el ruido parlamentario
y televisivo y piensen en lo que hay detrás. Tras la entrevista
veraniega en el palacio de Marivent (¡Nos moriremos y no habremos dejado
de oír esos nombres de NO-DO! ¡Nuestras vidas habrán sido absurdas!)
Rajoy salió anunciando que, ya que tanta lata le daban esos catalanes
pesados, estaba dispuesto a reformar la Constitución. Eso lo dijo quien
fue el gran artífice de la situación de crisis del Estado que va a
cruzar todas las líneas rojas y amarillas de la “senyera” en septiembre,
tras la Diada y las elecciones catalanas.
Los catalanes tienen ante si la proclamación, o no, de una república
catalana. ¿Hay alguien que tenga un dedo de frente que no crea que eso
afecta no solo a la integridad territorial sino a la forma del Estado
del Reino de España? ¿De verdad creen que este debate de presupuestos
que no van a ser es lo que se ventila, que eso tiene algo que ver con la
realidad?
Como nos creemos
los cuentos infantiles sobre la democracia española olvidamos cosas
esenciales. Cuesta creer que el Rey no le haya exigido hace meses su
dimisión a Rajoy, antes o después de las elecciones locales, o no le
haya pedido la elección de un nuevo candidato de su partido. Si se lo ha
pedido entonces es que Rajoy se hizo el sueco y no le ha hecho caso.
Lo que sí parece claro es que en su entrevista veraniega el Rey le pidió
que intente hacer algo con la Constitución para parar a los catalanes.
Sin embargo la cosa ya no tiene solución.
Es absolutamente inverosímil que el hombre que llevó el asunto a donde
lo llevó, que creó el problema, pueda resolverlo. El mismo Rajoy lo
comprende así y ya se desdijo. Y es que es un político que solo sabe un
truco, ser él mismo. Pero no crean que en este caso eso es una virtud.
Atiendan a la velocidad a la que se extienden las canas por la recia cabellera del monarca. Y es que no es para menos.
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