domingo, 9 de agosto de 2015

¿Para qué sirve la literatura?




Actualizada 08/08/2015   
 
 
Sergio Ramírez ha escrito una novela que celebra el poder de imaginación y la literatura. Sara (Alfaguara, 2015) juega con el episodio del Génesis protagonizado por Abraham. Toma los personajes, el decorado bíblico, la mitología hebrea, y más que una interpretación teológica en busca de la Verdad se dedica a divertirse, a divertirnos, reivindicando el placer de contar, de convocar palabras y encadenar episodios, sorpresas y personajes. Esa es su apuesta por el conocimiento.

El texto sagrado propone en teología una Verdad inamovible y escrita con mayúscula. Las páginas literarias sugieren una modesta verdad humana en pura transformación, pues se llena de matices, contradicciones, sinsentidos, alegrías, penas, compasiones y crueldades que se ajustan a la quebradiza intimidad de los seres humanos que han sufrido y han disfrutado la historia.

Por la novela de Sergio Ramírez pasa un faraón con el pene pequeño, un pintor que captura imágenes pornográficas en los burdeles de Sodoma y Gomorra, un marido que mete a su mujer en lechos ajenos, una esclava avariciosa, un hermano condenado a la envidia, unas hijas que embriagan a su padre para que las fecunde, una mujer que se convierte en sal por no resistir la tentación de mirar la ciudad en la que su amante va a ser exterminado y otra mujer que se ríe de las cosas que dice Dios.

Claro que Dios tampoco puede estarse quieto. Aunque afirma ser el que es, como si su esencia formara un engranaje perfecto con su existencia, a veces es niño, a veces pastor barbudo, otras veces mancebo irresistible y otras un viejo tuerto que vomita pichones, todo eso mezclado con el misterio de la unidad, porque puede aparecer en tres, en dos o en uno según las circunstancias.

Como el tiempo también es una ficción de acontecimientos distantes que ocurren a la vez, la rutina pertenece a la vida tanto como la metamorfosis. Junto a las apariciones misteriosas, los días pasan de forma natural, se suceden las lluvias, llegan los fríos y los inviernos, los cuerpos se aman y los hijos crecen y heredan las leyendas que los padres cuentan junto a la hoguera.

La novela de Sergio Ramírez apuesta por una lealtad profunda a la Biblia y por una disidencia radical. La disidencia tiene que ver con la protagonista, Sara, que murmura, protesta, piensa por su cuenta y hasta se ríe de los pronósticos de Dios, adquiriendo una relevancia negada a la mujer en la historia sagrada. La lealtad tiene que ver con el respeto literario que merece la Biblia. No es que siga al pie de la letra su historia, sino que pide prestada su capacidad de inventar, imaginar, seducir y tomar decisiones imprevistas.

La Biblia nos acerca a un modo de contar fantástico en el que las ancianas o las vírgenes quedan embarazadas, un hombre puede vivir en el vientre de una ballena, el agua se convierte en vino, los panes en peces, los muertos resucitan y los bastones toman la vida de las serpientes. No es extraño que Sara acorte por un atajo y le ponga a Dios el nombre de Mago. Para celebrar la literatura y la pasión de inventar y contar, o de coser y cantar, Sergio Ramírez decide entrar en la atmósfera de la Biblia. El lector presiente su felicidad entre palabras, imaginaciones, personajes movedizos, cóleras divinas, pubis rociados de vino, lechos dominados por la sensualidad, enumeraciones y frases con esquinas blandas que se doblan y se desdoblan al gusto de la inspiración.

El placer de crear otorga una autoridad que permite al novelista ordenar cualquier desarreglo y salvar las contradicciones de los años y de los milagros. Como Sara, Sergio Ramírez se ríe al escribir con la felicidad de la madurez y parece hacer suyas, pero desde la literatura, esas seguridades que el sandinismo de hoy, tan diferente al suyo, ha sacado de San Mateo para firmar una alianza con la iglesia y adornar las calles de Managua bajo el lema “Con Dios todo es posible”.

¿Para qué sirve la literatura? La leyenda de Abraham, el hijo prometido y la fe inquebrantable sirvió para darle una identidad a un pueblo con problemas. Las imaginaciones, la capacidad de fabular y contar dan legitimidad a las razas, las fronteras, las guerras, los altares, las perversiones y los sacrificios locos ante los poderes del cielo y de la tierra. La capacidad de fabular sirve también para legitimar la disidencia, comprender por dentro la vida de los otros, sentir amor o imaginar alternativas contra la fatalidad de la injusticia. Los argumentos para justificar bombardeos son una fábula de la industria armamentista. Los derechos humanos son la fábula de una sociedad capaz de convertir la dignidad de los seres humanos en derecho.

¿Para qué sirve la literatura? Para aprender a hacernos dueños de nuestras propias imaginaciones. El eje principal de la novela de Sergio Ramírez es una pregunta: ¿hasta dónde está legitimado a llegar un creyente? Es la pregunta del Hacedor cuando escribe y piensa en el lector. Es la pregunta con la que negocian las ideologías para imponer sus discursos y sus hábitos. Es la pregunta que da sentido a nuestros compromisos y nuestros ejercicios de conciencia.

¿Para qué sirve la literatura hoy? Para distinguir entre las verdades mentirosas y las mentiras verdaderas. En este mundo de promesas virtuales conviene adiestrarse en la distinción entre las ficciones y la superstición.

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