sábado, 22 de agosto de 2015

¿Qué debería hacer Morera en esta tesitura?


Morera pide "respeto" y que se diferencie "lo privado de lo público".

Enric Morera, en una imagen de archivo. EFE

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Una hija rara, atravesada, difícil, conflictiva, drogata o traficata, puede crecerle a cualquier familia por muy decente que sea, es cierto. Nadie está libre de esa desgracia. Y cualquier familia que sufra esa penosa circunstancia es digna de todo el respeto y apoyo para que cambie su situación, no sólo para darle golpecitos en la espalda. Claro que sí. Pero la dedicación a la vida pública  debe estar libre de la responsabilidad de esa desgraciada circunstancia. La familia no se elige, los portavoces políticos, sí.  Y las valencianas hemos elegido, por medio de Compromís, en este caso, un equipo que nos merece una garantía en valores. Por eso nos preguntamos si un presidente de les Corts que padece tan delicada situación familiar, no debería estar dedicando la mayoría de su tiempo disponible a solventar su problema más acuciante: la recuperación conductual de su problemática retoña, en vez de estar volcado en los asuntos públicos, como es también su obligación desde que decidió presentarse a candidato y fue elegido.
 En las Instituciones nadie es imprescindible, pero en la vida familiar los padres y madres son la viga maestra del edificio común. Insustituibles. Sería una gran muestra de humanidad responsable que Enric Morera abandonase la Presidencia de Les Corts y se tomase un tiempo para solucionar y ordenar sus asuntos privados y que cuando consiga que su hija se cure de su adicción y reoriente su vida en la salud psicoemocional, vuelva de nuevo a la vida pública, una vez resuelto el caso y demostrando que es capaz de valorar la importancia y la gravedad de los problemas. Sobre todo por respeto a la ciudadanía que le ha votado convencida de que es un hombre responsable y coherente, incapaz de escudarse en el error de su hija para justificar la normalidad de una conducta no ya socialmente patológica, sino además, prácticamente delictiva y cómplice: la muchacha llevaba encima anfetaminas y marihuana para todo el grupo de amigos, según acaba de declarar su padre, pensando, tal vez, sin demasiada lucidez minimizar el caso. Vaya justificación, xd, para mitigar las declaraciones de la joven Morera, explicando claramente a la policía que la droga que llevaba encima no era para su consumo, sino para un colega al que le llevaba la mercancía a cambio de 50 euros por el favor. Eso se llama camelleo a pie de calle y tráfico de estupefacientes en lenguaje penal.
Con las afirmaciones de Morera se llega a la conclusión de que la droga en el entorno de la hija del político es de lo más natural y asumible, un hábito lúdico amistoso como comer pipas o tomar refrescos, una travesura intranscendente y peccata minuta en el argot leguleyo. Como padre tampoco  ve gravedad alguna en tal problema, sino "un error",  ¿tal vez de estrategia?, no queda claro si el error es consumir drogas o que te pillen con ellas entre el bolsillo y la lencería íntima,  que se entere todo el mundo y el padre institucionalizado pague los platos rotos.  Y exculpar a la criatura aduciendo que como conducía el coche se apropió del alijo por "solidaridad", ya es el colmo. Con esto ni ayuda a su hija ni se salva de la quema. Al contrario, queda como un cacique al estilo zafio de los de siempre, al estilo de los padres que defienden a sus hijos cuando en la escuela los profesores les explican que el chaval se comporta de un modo incívico, maleducado, irrespetuoso o violento, en vez de asumir sus fallos e insuficiencias como padres y educadores y así tratar de mejorar a su hijo y a sí mismos. Es algo tan ruín y tan mediocre que desdibuja por completo el perfil ético del diputado.

Se mire desde el punto en que se mire, Morera debería poner su cargo a disposición del Parlament y dedicar sus esfuerzos y máxima atención a su problema familiar. Quienes conocen de cerca el ambiente en que se cuece el problema de las drogas saben muy bien que en la familia donde se produce el fenómeno hay una patología grave en la comunicación, en la relación interpersonal, en el entendimiento, en el equilibrio y en los valores. En todos los tratamientos serios a los jóvenes drogadictos se incluye al mismo tiempo el tratamiento terapéutico y orientador a los padres y madres. Que el síndrome abunde y ocurra en tantas familias no significa que no sea una enfermedad social y que esas familias no necesiten una terapia intensa y profunda. No es para avergonzar ni humillar a quienes la padecen, sino para aclarar la importancia que tiene esa desgracia para la familia y para la sociedad y su futuro, así que no es de recibo trivializar y descafeinar una realidad flagrante de ese calibre, ni defenderse como gato panza arriba pensando, al estilo ppero, que "van a por una" cuando se descubren estos desagradables sucesos. 
Por otra parte el gobierno y gestión de los asuntos políticos necesita personal sano y capaz de resolver  sus problemas familiares con la atención adecuada, con el interés y la responsabilidad justa y necesaria. 

Si yo fuese Morera ya habría dimitido, aunque posiblemente teniendo ese conflicto en casa, que no es una cosa repentina, sino la consecuencia de muchas y graves negligencias y deficiencias en la vida privada,  ni siquiera se me habría ocurrido entrar en política; sin ser capaz de gestionar mi familia, difícilmente podría gestionar asuntos de mucha más envergadura y responsabilidad. Mis conciudadanas se merecen lo mejor y más ético en la gestión del Estado. Es una reflexión que Compromís debería aplicar muy seriamente en este caso o en cualquier otro semejante que pueda surgir en el futuro. Con unas herramientas bien adecuada como son un compromiso ético exigente y una comisión bien formada de derechos y garantías.

A estas alturas de la historia, Enric Morera debería saber que lo privado y lo público no tienen la misma trascendencia en los ciudadanos de a pie que en los representantes y portavoces elegidos por la ciudadanía. Y que la mujer del César, lo mismo que el César, no sólo debe parecer honesta, ante todo, debe serlo.  No se puede combatir la corrupción desde la confusión de términos y conceptos tan básicos ni ser abanderados de la ética cuando no se reconocen sus exigencias y líneas rojas en el terreno personal. Si durante dos décadas hemos sufrido las autojustificaciones del pp, si sus excusas y retruécanos para nadar y guardar la ropa, nos han llevado a un deterioro absoluto de la moral pública y al desespero social, Compromís debe demostrar ahora, cuando le toca el turno, que las cosas han cambiado y que la amoralidad ambiente del pp no ha terminado por invadirlo todo. Es lo mínimo que se puede esperar de un partido que ha hecho de la regeneración democrática y ética el lema de su trabajo y de sus campañas electorales.
La humildad es la más clara manifestación de la inteligencia y de la transparencia, es el reconocimiento de la realidad sin tapujos. ¿Quién no recuerda la dimisión de una ministra alemana porque se descubrió que había copiado su tesis doctoral hacía más de treinta años? ¿Quién no recuerda que el Presidente Brandt, dimitió porque su secretaria personal tenía un novio en la Alemania del Este? ¿Quién no recuerda al ministro de Justicia del último gobierno socialista, Bermejo, que dimitió por no haber pagado el billete para una cacería? No se puede presumir de impecable y cuando la impecabilidad se desluce, seguir como si nada. Pues eso mismo, Morera. Y tira porque te toca.

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