Hay otras formas de ver y vivir lo aparentemente irremediable.
Con el cierre del Cafe Comercial es cierto que se nos ha tapiado sin
misericordia, y a traicion pesetera, un espacio fisico compartido en la
memoria colectiva a todos los que vivimos de alguna manera ligados por
la experiencia participativa de la tertulia, de la proximidad, del
refugio en epocas de vacio de clases, cuando la Universidad, al final de
los sesenta y principios de los setenta, se cerraba 'sine die' durante
un trimestre y a duras penas quedaban abiertas la secretaria y la
biblioteca.
Cuando el protagonismo era de los caballos de los grises
alineados en la explanada del paraninfo, sobre la colina entre Derecho y Filosofia que desembocaba cuesta abajo y con exceso de frenos, en Politicas y Economicas...
Alli, a la uterina acogida del Comercial, ibamos a parar, despues de
devorar un bocata de calamares en cualquier tasca de Princesa a eso de
media manyana(Casa Manolo era otro enclave nutritivo inevitable).
Pero la ruta de la tarde, de la quedada, de llevar los apuntes y las
fichas de bibliografia para orientar el estudio soliatario y a tientas,
se reservaba, porque el metro nos dejaba que ni pintados, al lado del
Cafe Comercial, con sus espejos y sus lamparas, sus cristaleras dando a
la Glorieta de Bilbao, sus rituales y su templada calma inquieta de
susurros y retazos inconexos de conversacion, pero tan vivos que se
convertian en la banda sonora de nuestras cavilaciones en comandita.
Era una magia casi liturguica. Y dificil de calificar. Una forma de
bien estar como subterranea. Como a duermevela entre el olor al cafe, a
la copa y al puro, a "celtas largos" y a "bisonte", al anisete con agua
que las senyoras mayores iban sorbiendo a nuestro alrededor, que se
combinaba con el te' Hornimans de bolsita y alguna bamba de nata o un croissant para
nosotros, los chicos y chicas nomadas del intelecto, despojados de
aulas y de seminarios, del rincon del ciclostyl donde reproducir apuntes, huerfanos
de maestros y maestras sometidos al mismo exilio aulico que nosotros y
en muchas y honrosas ocasiones nuestros venerables complices, tambien.
Lo urgente era especular sobre nuestro resbaladizo futuro,
sobre la provisionalidad de todo. Con los archivadores y los folios de
por medio sobre los veladores y las mesas, las hojas de papel
cuadriculado y los esquemas y cuadros sinopticos...quizas un libro
recomendado de Baroja, como La Busca, o de Unamuno, como Por tierras de Portugal y Espanya o de Erasmo de Rotterdam, como Elogio a la locura o La republica de Platon o una publicacion clandestina y esplendida, adquirida bajo secreto callejero, de los poemas de Evgeni Yevtushenko y las Odas Elementales de
Neruda, donde las metaforas eran pura sincronicidad con las
percepciones liricas de la misma realidad, hasta dejar los pelos como
escarpias.
Alli se coincidia a menudo con algunos profesores de la Facultad, adictos, igual que nosotros, a la orfandad del aula y entre todos era posible compartir la preocupacion, las muchas dudas y las pocas certezas
Alli se coincidia a menudo con algunos profesores de la Facultad, adictos, igual que nosotros, a la orfandad del aula y entre todos era posible compartir la preocupacion, las muchas dudas y las pocas certezas
Era la vida , sus mil caras y sus sorpresas en medio de lo "normal",
-con lo poco que tiene de normal cohabitar con una dictadura en la que
te han obligado a nacer sin contar contigo, y de la que nadie estaba
seguro de que se pudiera escapar sin aceptar la punicion del destierro
geografico, cuando el exilio psicoemotivo era la tonica diaria- y
pasandose un vinilo de Joan Baez o del primer y casi desconcido Bob
Dylan, que alguien afortunado habia conseguido traer de EEUU; un
remolino constante de posibilidades nuevas en medio de la rara
estabilidad fragilisima de lo cotidiano.
Aquel Cafe era parte nuestra y nosotros parte de el. Un territorio de mutua pertenecia, si. Un punto de partida y de llegada, una especie de estacion central de la conciencia naciente y creciente, una pasarela sui generis entre la Ciudad Complutense de nuevo cunyo y el viejo casco universitario de San Bernardo, en cuyos aledanyos nacio precisamente el Cafe Comercial con vocacion casi tan universal como la propia Universidad...
Aquel Cafe era parte nuestra y nosotros parte de el. Un territorio de mutua pertenecia, si. Un punto de partida y de llegada, una especie de estacion central de la conciencia naciente y creciente, una pasarela sui generis entre la Ciudad Complutense de nuevo cunyo y el viejo casco universitario de San Bernardo, en cuyos aledanyos nacio precisamente el Cafe Comercial con vocacion casi tan universal como la propia Universidad...
Luego, con los anyos y los cambios, el Comercial paso' a la categoria
de monumento del recuerdo en su desgaste paulatino, que se reavivaba
cuando pasabas por delante, ya sin tiempo para detenerte porque apenas
quedaba trecho entre minutos y segundos en los que detener un rato la
inercia de las prisas conminatorias. Pero no era solo una excusa lo que
subyacia en el fondo de aquel vertiginoso y artificial corre-corre,
era, sobre todo, el hueco afilado y doliente de la nostalgia, temerosa
de no volver a encontrar la frescura de ayer en la voragine centrifuga y
atropellada de la actualidad.
Y aprendimos, casi sin querer, a pasar de lejos, a mirar para otro
lado, tras comprobar, al aire mortecino y anyejo de la memoria, que algo
sutil ya ha dejado de amarrarte en el presente a la masa fermentada e
incomestible del pasado. No atinas a darle el punto y ese pan en el
horno del recuerdo ya no sube ni se esponja, se queda bajo, plano y
endurecido irremisiblemente. Recluido en si mismo. Y de alguna manera,
en el inconsciente, algo profundo intuye que si te quedas, igualmente entimismada
en esa contemplacion, corres el riesgo de acabar sobrecocida e
incomestible. Como la masa que no ha conseguido alzarse sobre la
tentacion de la planicie resignada. Y algo se abre en tu interior como
una ventana al aire fresco, entonces comprendes otro aspecto de la
realidad: todo lo bueno que viviste en aquella situacion, todo lo que
creciste y descubriste en aquel horizonte ya medio borroso, sigue
palpitante y activo en ti. Conforma la amalgama de tus sentidos y de tus
archivos mas entranyables e insustituibles.
El Comercial con su entorno ya ha superado la categoria del valor
material y se ha ido convirtiendo en esencia vivisima y ningun cambio de
duenyo ni ataque o mordisco de avaricia capitalista, conseguira nunca
que esa vida, en la mismidad de 'lo otro' y del Otro repartido en
el plural de 'los otros', derive en ruinas y en mercado, aunque la poca
inteligencia y los temores o apatias, de sus actuales propietarios
hagan todo lo posible por destrozar la sustancia cultural y
antropologica de aquel rincon historico, cuyos amos no han sabido
canalizar ni reconvertir en un liston mas alto y rico en materia de
humanidad.
El Cafe Comercial podria haber alargado la sombra del recuerdo hasta
convertirla en una linterna de lucidez en la oscuridad, zafia,
consumista y depredadora del presente, abrirse a la posibilidad de ser
un cafe culturalmente revolucionario, con actividades diversas, donde se
pueda comer y cenar, merendar y desayunar, o tomar simplemente un
refrigerio a cualquier hora, y ademas con un espacio de lectura, con la
posiblidad de abrir tertulias invitando a escritores, sociologos,
filosofos, economistas, periodistas, cientificos y artistas, escritores,
pintores, bandas o cuartetos de musica, jazz o clasica, etnica o
pop...cantautores...exposiciones de cuadros, dibujos, artesania,
talleres sencillos de cooperacion, voluntariados varios y movimientos
sociales invitados a compartir experiencias. Todo eso y mucho mas,
mientras se reponen fuerzas, amistad y cercania, debate y encuentro,
todo ese empuje innovador podria haber dado al Comercial el rumbo nuevo y
la orientacion actualizada segun la sociedad se abre a nuevos planos de
una realidad en constante regeneracion, en las que el recuerdo debe ser
un acicate para crecer sin olvidar y un abono alimenticio para ir
disenyando sin miedo y sin nonyeces el nuevo entorno social ecobiologico
e interpersonal que necesitamos tanto como respirar, mucho mas que el
dinero y el glamour. Aunque a bote pronto y negociante parezca que,
lampedusianamente, todo deba renovarse y enlucirse en apariencia para
que nada cambie de verdad.
Invertir en futuro no es una ilusion, sino la mejor de las opciones
que puede hacer el pasado mientras se convierte en presente, sin miedo a
que desaparezca lo mas importante confundido con lo superfluo y, por
otra parte, necesariamente prescindible.
El tiempo, dependiendo del modo en que lo gestiona nuestra conciencia psicoemotiva y lo educa nuestra alma, puede ser una fuerza demoledora o un aliado extraordinario para nuestra felicidad. Nos pasamos la vida reivindicando la libertad externa para hacer lo que nos gusta y deseamos, de un modo cuantitativo, pero resulta que esa misma libertad exo-dependiente se convierte en unos grilletes para el mundo intimo que es cualitativo, y esa aplicacion confusa de experiencias y niveles cognitivos y sensibles, nos aturde, nos emsombrece la esperanza y bloquea la posiblidad de abrirnos a nuevas opciones, a nuevas creaciones, a nuevos estados que se pueden construir. Y en ese ambito es donde en realidad se juega la partida entre la felicidad y la melancolia, que es la secrecion frustrante de la tristeza como cultivo y ultima guarida de nuestras egopatias toxicas.
Es bonita la decadencia si sabemos dar un sentido constructivo a la nostalgia del adios, y conseguimos disfrutar las despedidas tanto como las llegadas, la sensacion de lo duradero como la de lo fugaz, si somos capaces de asumir los ciclos con mas amor que apego ansioso ante el miedo a lo irremediable de la perdida, y asi admitir la evolucion como un camino infinito de propuestas al que solo nosotros le ponemos los limites cerrandonos en banda, por dentro mas que por fuera, a esa idea que ya comentaba Jorge Manrique :
"Cuan presto se va el placer ,
como despues de acabado da dolor.
Como a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado fue mejor."
El tiempo, dependiendo del modo en que lo gestiona nuestra conciencia psicoemotiva y lo educa nuestra alma, puede ser una fuerza demoledora o un aliado extraordinario para nuestra felicidad. Nos pasamos la vida reivindicando la libertad externa para hacer lo que nos gusta y deseamos, de un modo cuantitativo, pero resulta que esa misma libertad exo-dependiente se convierte en unos grilletes para el mundo intimo que es cualitativo, y esa aplicacion confusa de experiencias y niveles cognitivos y sensibles, nos aturde, nos emsombrece la esperanza y bloquea la posiblidad de abrirnos a nuevas opciones, a nuevas creaciones, a nuevos estados que se pueden construir. Y en ese ambito es donde en realidad se juega la partida entre la felicidad y la melancolia, que es la secrecion frustrante de la tristeza como cultivo y ultima guarida de nuestras egopatias toxicas.
Es bonita la decadencia si sabemos dar un sentido constructivo a la nostalgia del adios, y conseguimos disfrutar las despedidas tanto como las llegadas, la sensacion de lo duradero como la de lo fugaz, si somos capaces de asumir los ciclos con mas amor que apego ansioso ante el miedo a lo irremediable de la perdida, y asi admitir la evolucion como un camino infinito de propuestas al que solo nosotros le ponemos los limites cerrandonos en banda, por dentro mas que por fuera, a esa idea que ya comentaba Jorge Manrique :
"Cuan presto se va el placer ,
como despues de acabado da dolor.
Como a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado fue mejor."
Casa Manolo
Cafe Comercial
No siempre cualquier tiempo pasado fue mejor. Frecuentemente, y por fortuna para el hoy, fue bastante peor de como lo recordamos y magnificamos en la mitologia del refugio escapista de la memoria...
Si lloramos porque el sol no se ve en medio de la noche, las lagrimas
nos impediran ver las estrellas, dicen que dijo un sabio en la
antigUedad que a veces nos resulta mucho mas acertada y proxima que una
posmodernidad del ahora, desprovista de sustancia y de alma. Sin
fundamento y sin recursos para auto-reinventarse.
El dulce veneno de la nostalgia melancolica puede ser muy peligroso
si no sabemos convertirlo a tiempo en remedio homepatico o en un nuevo
Cafe, aunque ya no sea Comercial, sino tal vez, simplemente, solidario y
acogedor, donde quiera que se ubique...Algo tan naturalmente
inseparable como la imposible escision existencial entre la concha y el
caracol.
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