domingo, 9 de agosto de 2015

Indefiniciones







Andamos cruzando el tiempo
como quien cruza este parque
con sus bóvedas de verde
y sus arcos apuntados
que bajo el cielo se juntan
en la intemporalidad
de troncos y de silencio
y las hojas que se mueven
al son de todos los vientos
en esa perennidad
de la savia siempre viva
y ramas entrelazadas
en el ardor de otro agosto
que nos quiere sorprender
con la piedad de la lluvia

Andamos cruzando el tiempo
como cruza un marinero
oceanos de leyenda
sobre sueños claudicantes,
como avanzan  los poetas
entre versos alevosos
que nunca les pertenecen
y que les llegan firmados
en la despensa comun
desde no se sabe donde,
con música y argumento,
con figuras y retazos
de sentimiento y de luz
de sombras y de abalorios,
de pensamientos fugaces,
de mapas a contrapelo
y sensualidades varias,
de hermosas contradicciones
y verdades irrisorias
como mentiras solemnes
y bailes  de carnaval
con cuaresma sentenciada
en la resaca segura
...

¿Tendrá una finalidad
esta rara catedral
de sílabas y palabras,
de símbolos y latidos
con que llega la emoción
a cristalizar en verso
de un modo tan natural
que más parece mirada
y caricia sobre el mundo?
¿...O tal vez pudiera ser
un oficio primordial,
un dogmático quehacer
que hasta llegue a confluir
en forzado y comprimido
artificio amanuense?


¿Y de verdad serán versos
o tan solo pretensiones
de una bulimia infantil
que no llega a madurar
borracha de tanto darle
al vino de lo leído,
y que absorta en lo que bebe,
igual que Alonso Quijano,
va enredando a plazo fijo
todo lo que va tragando
su voraz metabolismo
hasta perder el oremus
y salir por la tangente
pero convertida en Matrix
y no en caballero andante?

¿De qué servirán los versos,
si es que servir para algo
de algo nos pueda servir?

Y sin lograr evitarlo,
como quien se moja entero
bajo lluvia por sorpresa
cuando no llevas paragüas,
en el alma se ha colado
esa fuerza en construcción
que juega entre sol y sombra;
cada tronco, cada yema,
cada punto luminoso
del ábside natural,
cada rincon de frescura
de esa catedral bendita
que ningun cantero al uso
ha acertado a edificar ,
pero que un buen jardinero
riega, poda y acompaña,
con sus manos generosas
que al final de la tarea
recibirán el jornal,
sin preguntarse siquiera
de qué sirve lo que hace
mientras se ocupa sin más
en que la Naturaleza
se siga llamando Madre.


Así me siento yo ahora,
-aunque sin esa virtud
sencilla y elemental,
tan asumida y tan zen,
que practica el jardinero-,
mirando por la ventana
la luz que regala el día,
empapada de gorriones
que llegan a la terraza,
y palomas que se cruzan
en el aire dominguero,
dejando que los jazmines
y el perfume de la albahaca
organicen mis sentidos
y alfabeticen mi alma
con el catón de la vida
y la experiencia prosaica
tan repetida y normal
que respira cada instante
sin pararse a elucubrar...

Esa constante vital
inmersa y enamorada 
en una magia tan simple
que está al alcance de todos,
tan terrena y tan celeste
tan divina como humana,
tan instante y puntual
como infinita y constante,
que no se agota jamás,
aunque todo se diluya,
se nos gaste y se nos muera,
que no se puede adquirir,
ni se puede programar
y que ni el dolor ni el miedo,
ni la desesperación, ni el apego
ni el deseo,
ni la cárcel más cruel,
ni el agobio bullanguero,
ni la oscuridad más negra,
ni el engaño más soez
consiguen desactivar
por más que siempre lo intenten;
es la evidencia sagrada
de una radiante alegría
sin fanfarria y sin estruendo
que se alegra por sí sola
y que te nace de dentro
sin que nada la provoque
ni tenga causa tangible
ni guiones ni argumentos.

 P.D.
Solo está. Tan solo es.
Ni deslumbra ni presiona.
Ni enaltece ni condena.
No alardea ni se humilla.
Es una con cada cosa
pero no muda la esencia
con el cambio del papel,
y no necesita dogmas
ni piadosas credenciales.
Y eso basta. Qué simpleza,
qué absurdo para los grandes
del solemne paripé:
La paz en una mirada,
la majestad de esa gota
que tiembla sobre la adelfa,
o la sombra hospitalaria
que te ampara a medio día
sobre el asfalto infernal,
la brisa que te reanima
de Levante  hasta Poniente
cuando las fuerzas declinan,
la bondad inesperada
o el regalo imprevisible
de alguien que nada nos debe...

En tanto batiburrillo de emociones primitivas,
de verbenas y batalllas, de intrigas y opacidades,
de ridículos y absurdos montajes de quita y pon,
no existe otra medicina
que encontrar en lo ficticio el eco de una verdad
que nos despeje el camino
y nos libre de las garras de otra empanada mental,
y dejarla que se pose en el silencio profundo
como el arpa en el rincón que versificó el poeta...

...donde el alma siempre aguarda
enganchada al duermevela
que "algo" la venga a pulsar.




natural, libertad










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