El candidato de IU a la Presidencia del Gobierno insiste en la
unidad popular frente a "los problemas económicos y políticos generados
"por el bipartidismo".
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Hay que reflexionar despacio, querido Alberto Grazón, para poder actuar con la velocidad y eficacia adecuadas. Y no sólo en política, pero sí especialmente en política. Sobre todo cuando se trata de cambiar un viejo estilo muerto por un tejido sociopolítico vivo.
Tirarse al monte con la bandera de los absolutos no es el camino de una regeneración estatal ni de una sociedad plural que pretende ser democrática y sin apartheids ni capillismos cataristas.
Para construir esa sociedad por la que todas suspiramos, la primera premisa es bajarse del burro puritano y ser honestas de una vez por todas y para que sirva, a ser posible, de precedente histórico. Ser honestas implica ser autocríticas para poder calibrar con verdadera auctoritas los fallos y deficiencias de las demás opciones. Por ahora, la realidad lo confirma sin tapujos, ni IU ni Podemos están en condiciones de excluir a nadie, en primer lugar porque una democracia no puede ser excluyente de la pluralidad y en segundo lugar, porque ambos partidos no pueden tirar la primera piedra contra los demás. Tienen sus mochilas repletas de fallos gordos, muy gordos, y eso que aún no han gobernado. Y deberían tener el pundonor de mirarse en su propio espejo antes de señalar con el dedo al partido socialista, que tiene muchos fallos, es cierto, y que se ha desgastado gobernando, y no siendo eternamente la oposición, que es la plataforma más cómoda a la hora de hacer política. Lo mismo que los hijos y las hijas despotrican contra los padres y madres hasta que les toca el turno y pasan por el mismo trance que sus progenitores. Y entonces empiezan a comprenderlos.
Parece que el joven Garzón de IU arremete contra el Psoe porque el joven Errejón, podemita, ha considerado la formación socialista como un posible aliado a la hora de un probable pacto post-electoral. Algo que hace unos meses era impensable en Podemos, pero que tras el 24M les ha abierto los ojos ante la realidad: el Psoe es una fuerza básica en la política española y ningunearla significa ningunear a una gran parte de la ciudadanía y ningunear a una gran parte de la ciudadanía en favor de las fijaciones absolutas y puritanas significa que uno no se ha enterado bien de lo que significan pluralidad, democracia y evolución política hacia el bien común. Un bien que no puede ni debe excluir a nadie, que no quiera, por supuesto, auto-excluirse y marginarse del bien general en pro de su idea fija y más particular que universal.
Lo de Errejón es pura táctica electoralista, no una conversión repentina camino de Damasco. Podemos se ha visto en las encuestas y ha comprobado en carne propia lo caro que salen el catarismo y la radicalidad bocazas tertuliana, de atrezzo y paripé. Y ha llegado a la conclusión de que si acepta normalmente una monarquía irregular e ilegítima y propone hasta un vis a vis con el papa de Roma, ya que a muchos españoles estos detalles no parecen molestarles, ¿por qué dar de lado al Psoe si ha demostrado en las elecciones del 24M que puede ser un aliado estupendo para el cambio político e incluso se muestra mucho más abierto que una IU, capaz de pactar con el pp solo por hacer la puñeta al Psoe, como hizo en 2011? Al menos lo de ellos no resulta tan contra natura, puesto que Pablo Iglesias se ha declarado socialdemócrata de toda la vida en esa versatilidad transversal que le caracteriza.
Alberto Garzón se equivoca en su negativa valoración del Psoe y en no considerar el potencial del socialismo democrático, -tan sui generis en estos tiempos arremolinados y tarambanas, deformados y tóxicos a base de un neoliberalismo sin pies ni cabeza, con una contagiosa bulimia insaciable, es cierto, pero también, y en muchos aspectos, recuperable ante los cambios espectaculares y exigentes de la sociedad-; por ejemplo, los socialistas que ahora gobiernan en Común en tantas comunidades y ayuntamientos están siendo unos socios muy buenos y cooperadores. La savia nueva de la ciudadanía les está recuperando y al mismo tiempo asentando las bases alocadas de los proyectos viejóvenes prêt-à-porter, de corte teórico y seminarista, tan propio de los partidos al uso y desuso. La ciudadanía activa es la clave del proceso y la llave que permite entrar en otras formas y contenidos, que no sólo aportan la novedad participativa directa en las instituciones, sino también la recuperación y restauración del viejo edificio ideológico, en el que están incluidos, por supuesto, y además el Psoe, tanto Podemos como IU.
Así que menos humos tácticos, Alberto, que IU también es pan de la misma masa partidista y también tiene lo suyo y desde luego que en una democracia sana jamás se puede apuntar que un grupo político de envergadura social arraigada en derechos, libertades y dignidad durante 150 años de historia, "no es parte de la solución". Hasta te diría, ampliando el espectro, que también el pp, con toda su morralla, su bazofia y su burrera caciquil, es parte inevitable de esa solución que tanto necesitamos. El pp también necesita reeducarse, aterrizar en la realidad y salir de su cutrísima burbuja para poder acceder a un mínimo de ética y credibilidad. Y sin embargo tampoco podemos excluirlo del bien común. Tenemos el compromiso y la obligación cívica y moral de demostrarle al pp, en la práctica política, social y económica, lo bien que se vive cuando el bien estar es general y no sólo para unos pocos que nadan en la abundancia del derroche en medio de una cutrez ambiente enferma, desoladoramente tercermundista, y llenos de miedo a perder lo que acumulan a base de fraudes y malandanzas que les acaban arrastrando a los juzgados, al escarnio público y al desprecio de sus conciudadanas, a comprender que si el producto interior bruto de un país no son la justicia y el bien común, o sea, la felicidad cívica, como dicen en Bhután, ese país es basura, lo gobierne quien lo gobierne y tenga la riquezas que tenga. Y que ese empeño va mucho más allá de ganar unas elecciones. Se trata de que ya se vaya a las elecciones sin hostilidad, sin ver enemigos a los que no dar ni agua, como tantas veces he oído decir en IU, sin comprender lo que esa triste metáfora refleja de miseria y miras ínfimas. Lo que no se da al enemigo igual que al amigo, se pudre dentro de cada uno, de cada partido. Se llama rencor histórico y ojeriza, se llama bajeza de proyecto, se llama exclusión, se llama ruptura social, se llama hacer imposibles la convivencia y el entendimiento. Y eso no es propio del cambio que necesitamos y deseamos.
Ser justos no es sólo el ojo por ojo del Talión, ser justos es sobre todo, recuperar al causante de los desaguisados, regenerarlo, rehabilitarlo, como se hizo en la Nicaragua sandinista con los guardias somocistas: en vez de encarcelarlos y condenarlos a muerte se les reeducó. Y regenerarse una misma hacer esa labor solidaria; hay que convertir las prisiones en centros educativos prácticos, donde se hagan talleres de ética, de convivencia y civismo, de alfabetización del alma, de las emociones y de la mente. Y lo mismo hay que hacer en los parlamentos. Educar y preparar a los parlamentarios y para eso deberían servir los partidos en una verdadera función pedagógica, exigiendo a sus miembros y ayudándoles a desarrollar una serie de cualidades humanas y éticas para poder llegar a los escaños y puestos de responsabilidad. Y desde luego que nunca tengamos parlamentarios y portavoces cuyo discurso sea antidemocrático, o sea, excluyente y/o destructivo, invitando a las rupturas, al desprecio de lo diverso y a la cerrazón obtusa en las ideas fijas y utilizando esas miserias para hacer campañas electorales, alentando en la ciudadanía una tónica de hostilidad, de desprecio por la diversidad y de incomprensión total, basada en que cada uno se considera mejor y por encima de los demás. Con el resultado de una crónica y endémica inmadurez social y política que destruye la convivencia y las relaciones interpersonales hasta el punto de que los amigos traicionen la amistad por las fijaciones obtusas y los juicios inoculados de dogma en dogma.
Un parlamentario debería tener clarísima la diferencia entre denunciar y hablar claro sobre lo que se hace mal y la exlusión y el desprecio personal a todo un colectivo en el que además de unos portavoces más o menos potables, hay una base de electorado con unas afinidades y una militancia que merece todo respeto y dignidad.
Si queremos un Estado mejor tendremos que utilizar los mejores materiales de construcción y que trabajen en él los mejores albañiles y maestros de obras. De lo contrario no saldremos nunca del ghetto chabolista institucionalizado en este aborrecible estado-chapuza hereditario. Hasta ahora...
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