Las cosas de palacio
Se llama valido a quien tiene el primer lugar en la gracia de un rey. También puede entenderse al revés: calificar de valido a quien ocupa el primer lugar en la tarea cortesana de que el rey tenga gracia. Los matices del lenguaje sirven para entender las situaciones históricas concretas. Las palabras necesitan moverse junto a lo real. Juan II de Castilla tuvo a don Álvaro de Luna, Enrique IV a Beltrán de la Cueva, Felipe II a Antonio Pérez, Felipe III al Duque de Lerma, Felipe IV al Conde-Duque de Olivares y Juan Carlos I a Felipe González.
Felipe González tiene el primer lugar en la gracia del rey, pero no es el único. Tiene el primer lugar porque su misión y su sumisión eran las más útiles. Que la derecha española asumiese la monarquía resultaba una labor fácil. Despejadas las nostalgias dictatoriales en nombre de los buenos negocios abiertos con la Europa democrática, casi todos los mitos de la derecha (orden, apoliticismo, horror a la voluntad libre de los ciudadanos…), coinciden con la Corona. Resultaba más difícil hacer monárquicos a los republicanos, introducir la herencia biológica en los debates democráticos del siglo XX. Eso era tan difícil como transformar al heredero designado por Franco en padre de la democracia. Y Felipe González, que no ha sido el único, es sin duda el primero.
El apoyo a la figura del rey en 1975 podía justificarse en la necesidad de conseguir las libertades. Alguien con autoridad dentro del Régimen abría la puerta del calabozo. Creo que es una explicación demasiado fácil, porque la Transición no puso en juego un debate entre dictadura y democracia (imprescindible ya para el capitalismo español), sino entre posibles formas de democracia: una democracia social que permitiese la transformación profunda de la realidad y una democracia controlada por las élites económicas del franquismo.
El relato de la Transición española se ha explicado con argumentos fáciles y manipuladores. Pero, bueno, significaban una explicación. Lo que no tiene explicación ninguna es que en 2014, sin militares franquistas con tentación de golpe, salga una vez más Felipe González, de la mano de Rubalcaba, con sus argumentos de valido: los socialistas tenemos corazón republicano, pero apoyamos la monarquía porque el rey salvó la democracia y ha conseguido el mayor periodo de estabilidad. Lo importante para Juan Carlos I no era el favor de la derecha, sino la complicidad de los socialistas. Tampoco valía de mucho que el ABC calentase el trono. Los verdaderos servicios debía hacerlos la prensa identificada con la democracia y con el progreso.
En 1975 podía pensarse que la legitimación de la monarquía era fruto de un pacto político para conseguir las libertades. En 2014 está claro que la Corona supone un pacto de los partidos de palacio con el Ibex-35 para mantener el predominio de las élites económicas. Estas élites han utilizado la crisis para devorar las modestas conquistas sociales que la lucha obrera había conseguido en su oposición al franquismo. Por culpa de su avaricia, el discurso social ha vuelto a coincidir con la ilusión republicana y las élites (rey, políticos, banqueros) se han vuelto a poner nerviosas. El miedo y los nervios de las élites son la verdadera novedad frente a la España impune de los últimos años. Ellos saben que algo está pasando. Su miedo alimenta mi muy apagado optimismo.
Fuera de palacio, la gente se pregunta ahora, con el instinto de su mala situación, qué puede significar eso de ser republicanos y defender la monarquía. ¿Tendrá que ver con el cinismo, con las mentiras electorales, con los políticos sin principios, con el descrédito de un Parlamento que no responde a sus votantes sino a los despachos de la aristocracia económica?
Y también se abre la pregunta sobre la estabilidad. ¿Es que tenemos que quedarnos así de estables para siempre? ¿Es que hay que convivir con un paro endémico, unos derechos laborales convertidos en basura, unos derechos cívicos cada vez más golpeados, unos salarios cada día más parecidos a la limosna? Si ya no estamos dispuestos a matarnos entre nosotros, ¿de qué estabilidad hablan? ¿La estabilidad de La Caixa, Bankia y el Banco de Santander?
Ocurre, además, que en los últimos años se ha roto el pacto de los medios de comunicación para blindar la imagen pura del Rey. El azar crea símbolos históricos graciosos. Justo cuando una periodista se casó con el príncipe heredero, la prensa entró hasta la alcoba de la Casa Real para hablar de sus negocios, sus cacerías, sus líos de faldas y hasta sus implicaciones con el general Armada y con la intentona golpista del 23 F. Con motivo de la abdicación del Rey y por mandato del Ibex-35, la prensa ha vuelto a cerrar filas. Pero los medios tradicionales ya no son lo que eran… Quien juega a la bolsa en vez de informar, puede acabar sin crédito en todos los sentidos.
Felipe González es, según mi opinión, el primer valido de Juan Carlos I. Dejo que el lector elija el nombre del segundo.
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