¿Para qué sirve el Rey?
EL PAÍS | 23 JUN 2014 - 09:11
Qué lastima, Don Iñaki, con lo bien que suena su explicación, que las funciones del rey no coincidan con las necesidades de la mayoría de sus sostenedores. Sólo es eso. Nada de inquina ni de mala uva. No es un antimonarquismo, ni un rojerío estrepitoso y guerrero, ni un republicanismo fanático; es pura realidad empírica. Porque, vamos a ver, si el rey sólo es un mediador, ¿por qué no media?¿por qué no ha dicho nada de eso en su discurso? ¿por qué no se ha hecho cargo de la angustia de los españoles, por qué ni una sola palabra que prometiese una mediación real que le baje los humos al pp y lo ponga en contacto con el resto de la cámara, y le obligue a recapacitar sobre lo que significa ser una mayoría en un parlamento democrático enfocado al bien común? ¿Por qué no ha hablado de la corrupción ni del acoso a la Justicia por parte del ejecutivo y sus finas hierbas? Como nuestro comercial, nuestro vendedor ambulante, el que debe pasear la dichosa "marca Eshpaña" con el catálogo de nuestras exquisiteces por esos mundos de Dios, mucho nos tememos que hay cada vez menos que ofrecer, porque no se puede vender lo que no existe, como hacían los buhoneros de antaño, yendo de pueblo en pueblo vendiendo pomadas milagrosas que lo mismo servía para un ataque de porfiria que para un cólico biliar,unas fibres tercianas o para curar padrastros y quitar durezas de los talones. No, el rey no puede ser eso. Un ilusionista del poder. No es serio. Aunque El País esté empeñado en demostrarlo con la misma inútil persistencia con que se obsesiona en denigrar a Pablo Iglesias. La realidad acaba por dejar en ridículo tales emperres. Y, para colmo, si eso es así no nos sirve. Se queda simplemente en un toque de glamour, que es como definió a las monarquías su real primo, el Conde Lequio la otra noche en una entrevista, con un solidario y torpe cinismo, que al mismo tiempo que trataba de ensalzar la función monárquica de su familia, la dejaba por los suelos, retratándola en plan hiperrealista. Con sus patas de gallo, sus juanetes, sus celulitis y sus calvas con peluquín. Unos reyes perfectos para el Hola y para presidir la Pasarela Cibeles. O acudir guapísimos a las bodas, entierros y coronaciones de sus europarientes. Vender el glamour de España y atraer inversores y turismo. Yo creo que para eso están ya en nómina (carísima, por cierto) los ministros de Asuntos Exteriores, de Comercio y de Turismo.
Para conciliar y acercar políticos desastrosos, debería ejercer su función el Consejo de Estado, por ejemplo, compuesto por personalidades, se supone que con mucha experiencia y capacidades para trabajar el entendimiento. Si ese Consejo no es útil para estos casos, está lo mismo que el Rey, de sobra.
¿Qué empresa toleraría un presidente ejecutivo que sólo se hiciese fotos sonriendo, diese la mano a la gente que le pongan delante, fuese de sarao en sarao y cobrase una millonada, sin aportar ideas porque no está contratado para eso, y que dejase a sus subordinados llevar la empresa a la ruina mientras él se divierte? ¿Cómo reaccionarían los socios de esa empresa? ¿Seguirían invirtiendo en ella o le darían el finiquito al presidente o se irían a invertir a otra empresa, en caso de no poder cambiar nada? ¿Qué pasa en una pareja cuando la persona que más trabaja, que más se esfuerza, que más carne pone en el asador, sólo encuentra en sus compañero/a despreocupación, desinterés, orgullo ninguneante, soberbia ciega, vanidad estirada o vulgar chirigota y campechanía irresponsable, fraude, derroche en fastos y abuso de la fidelidad y de la confianza que el otro/a le profesa y desidia en el cuidado de las relaciones? Pues sólo hay dos salidas: un milagro o el divorcio. Pues ésa es ahora mismo la situación del rey, tal y como lo percibe la inmensa mayoría de los ciudadanos. Tanto, que el psoe se hunde sin remisión por ese apoyo incondicional al teatro monárquico. Hasta ahí ha llegado la cosa. Si lo que desea la oligocracia es eso, pues ya lo tiene. Su rey en el mismo pack que el fracaso de esta democracia, que como tal nos resulta irreconocible.
Para conciliar y acercar políticos desastrosos, debería ejercer su función el Consejo de Estado, por ejemplo, compuesto por personalidades, se supone que con mucha experiencia y capacidades para trabajar el entendimiento. Si ese Consejo no es útil para estos casos, está lo mismo que el Rey, de sobra.
¿Qué empresa toleraría un presidente ejecutivo que sólo se hiciese fotos sonriendo, diese la mano a la gente que le pongan delante, fuese de sarao en sarao y cobrase una millonada, sin aportar ideas porque no está contratado para eso, y que dejase a sus subordinados llevar la empresa a la ruina mientras él se divierte? ¿Cómo reaccionarían los socios de esa empresa? ¿Seguirían invirtiendo en ella o le darían el finiquito al presidente o se irían a invertir a otra empresa, en caso de no poder cambiar nada? ¿Qué pasa en una pareja cuando la persona que más trabaja, que más se esfuerza, que más carne pone en el asador, sólo encuentra en sus compañero/a despreocupación, desinterés, orgullo ninguneante, soberbia ciega, vanidad estirada o vulgar chirigota y campechanía irresponsable, fraude, derroche en fastos y abuso de la fidelidad y de la confianza que el otro/a le profesa y desidia en el cuidado de las relaciones? Pues sólo hay dos salidas: un milagro o el divorcio. Pues ésa es ahora mismo la situación del rey, tal y como lo percibe la inmensa mayoría de los ciudadanos. Tanto, que el psoe se hunde sin remisión por ese apoyo incondicional al teatro monárquico. Hasta ahí ha llegado la cosa. Si lo que desea la oligocracia es eso, pues ya lo tiene. Su rey en el mismo pack que el fracaso de esta democracia, que como tal nos resulta irreconocible.
Se ha confundido por mucho tiempo y absurdamente el momento puntual de la salida del franquismo con un modo político-deficiente de ser y de estar que no es sostenible y los "profesionales"dela gestión pública se han aferrado a eso con uñas y dientes,porque, cuando se ha hecho de la política institucional una profesión muy rentable, segura y sin el riesgo de unas listas abiertas ni siquiera de unas primarias, a imagen y semejanza del monarca ningún político está por la labor de soltar el chollo de su vida.
Al rey, Don Iñaki, no se le puede mirar aisladamente, como si fuese un ejemplar de laboratorio, metido en formol. El rey forma parte del mismo entramado corrupto que nos aplasta. Lo permite y hasta consiente que una hija y un yerno 'ejemplar' se corrompan hasta las cejas, mientras les manda al extranjero para quitarles del medio al mismo tiempo miente como un cosaco afirmando que "la justicia es igual para todos". Esa mugre resbaladiza no desaparece con un cambio de personaje; porque la escenografía y el guión de la obra siguen siendo los mism. Cuesta trabajo asumir, sin perder por completo la fe en la humanidad, que precisamente personas como usted, de tan fina intuición y exquisita lucidez crítica y perceptiva de matices y reflejos, no se den cuenta de algo tan evidente y flagrante o no se atrevan a decirlo. Una verdadera lástima ambas cosas. Créame. Pura fabricación del consentimiento, que diría Noam Chomsky si cayese por aquí .
El fracaso de todo rey que se duerme en los laureles del fasto y de la representación de la falacia, se debe precisamente a no entender lo que expresa esta viñeta, tan simple y tan reveladora
Mientras el rey, éste o el que sea, siga pasando por encima de esta realidad su realeza será una mentira más. Antiguamente los reyes y caudillos para ser legítimos no tenían por qué pertenecer a una dinastía, bastaba con que hubiesen demostrado las cualidades necesarias para gobernar, defender a su pueblo e impartir justicia y no para representar, que para eso ya estaba el teatro desde la época de Esquilo y Aristófanes. Entonces el pueblo les aclamaba por unanimidad y por eso eran legítimos. Si su rango a Felipe Borbón, no le permite remediar los males de un pésimo gobierno, debe irse, porque él mismo resulta gravoso. Y si la Constitución le permite intervenir para orientar y reajustar el desastre , pero no quiere hacerlo, debe irse por irresponsable. Y si a eso se añade el hecho de que ni siquiera proponga un referendum democrático que demuestre que la gente le quiere como rey, y que no se entera, que no es sensible a esa necesidad cívica, apaga y vámonos. Porque o bien es un pusilánime o un corrupto. Así lo siente y lo ve la ciudadanía, que por eso dejó vacío el recorrido 'triunfal' por Madrid. Que, por cierto, no fue culpa de Pablo Iglesias, ni de Lenin, ni del fantasma de Chaves vengándose de aquél destemplado y grosero "¿Por qué no te callas?", sino del hartazgo y el cansancio que esta historia pesadísima produce en el 80% de los españoles.
Alguien, sin miedo, con credibilidad suficiente y con un verdadero sentido de la ética política, debería decirle a este rey que los sastres le han dejado en bolas, porque su maravilloso traje no existe.
Alguien, sin miedo, con credibilidad suficiente y con un verdadero sentido de la ética política, debería decirle a este rey que los sastres le han dejado en bolas, porque su maravilloso traje no existe.
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