¿Regreso a la utopía o utopía regresiva?
por Moncho Alpuente
Para enterarse bien de lo bueno que ha sido Pérez Rubalcaba y de lo estupenda que puede llegar a ser Susana Díaz si la dejan madurar, hay que leer estos días la prensa de derechas (si les parece dejamos para otro día el debate sobre prensa de derecha y de izquierdas). Hay que leer el ABC y la Razón, por lo menos, para informarnos de lo que está sucediendo en ese PSOE a la desbandada. Al enemigo que huye puente de plata y puesto en un consejo de administración para que no sea tan amarga la transición de la vida pública a la empresa privada o privatizada. Hasta Madina sale bien parado, alguna vez, en los comentarios de los opinadores amaestrados de la prensa más conservadora, que ha cambiado el tono, y hasta el chip, en estos días de confusión en los que el tema de la abdicación real y del debate, por ahora virtual sobre la forma de gobierno, parecen copar el alterado paisaje político. PP y PSOE recibirán cogidos de la mano a Felipe VI, derecha e izquierda (¿?), monárquicos de conveniencia y republicanos con el corazón partío. ¿Cuánto tiempo tardarán en llamar el rey de la conciliación a Felipe VI, o tal vez el rey de la Gran Coalición de perdedores que se perfila en los peores horizontes? Si ambas formaciones se coaligan a la alemana a lo mejor salvan los muebles a cambio de hipotecar sus ideales y sus presuntas ideologías. Si los socialistas transigen, una vez más (y aquí transición viene de transigir) es posible que naufraguen y se sumerjan en el fangoso océano de la indefinición por el que ya han navegado antes y siguen navegando sin piloto ni rumbo.
Si la “utopía regresiva”, que dice Felipe González que sabe mucho de utopías y sobre todo de regresiones, crece y se multiplica, los dos grandes partidos formarán un bloque de derechas. El centro, ese limbo en el que querrían encuadrarse, no existe como punto de referencia porque su posición se desplaza, a derecha o izquierda, según se amplíen o se recorten los extremos del arco político.
Para conocer mejor por dónde van los de la utopía regresiva, también hay que leer la prensa de derechas, que parece saber más que los propios seguidores de Podemos sobre la plataforma, sus objetivos y acerca de sus presuntas querellas internas. La esmerada atención de los diarios conservadores no oculta los chorros de tinta que como calamares gigantes emiten esos medios para emborronar el paisaje político que queda a su izquierda. Con cuanto interés analizan, diseccionan, elucubran y profetizan sobre el futuro de la “extrema izquierda”, de esos radicales que serán “flor de un día”, capullos que eclosionaron antes de tiempo en una primavera anticipada que ha destapado a miles de ciudadanos alérgicos a la corrupción y a los malos usos de una democracia viciada y secuestrada.
Pero ese no es el problema. El problema, ha dicho el director general de la Policía, es el “terrorismo anarquista”, la tremenda conspiración que le colocó un petardo a la Virgen del Pilar. Para el piadoso ministro Fernández, ponerle un petardo a la Virgen es peor que colocar un artefacto en la Moncloa. Lo segundo podría ser un simple magnicidio, lo primero una blasfemia, un delito digno del potro y de la hoguera de la Inquisición. Los yihadistas no son un peligro si los comparamos con esos anarquistas. De momento no hay muchos, no tantos como le convendría al Ministro de lo Anterior para justificar una nueva cruzada. El término anarquista sustituirá al de hereje y el Santo Oficio vivirá un nuevo esplendor. Esos anarquistas que no respetan ni a Dios ni a la Virgen estarían preparando un gran atentado, según el director de la Policía. No sabe ni cuando, ni dónde, ni quienes lo cometerán pero el atentado se producirá y si no ya veremos lo que podemos hacer. Cualquier cosa para acabar con la plaga libertaria y asamblearia, con la terrible utopía regresiva que nos acecha. Dios nos valga y Fernández nos proteja.
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