lunes, 16 de junio de 2014

Irak, secretos y mentiras



Irak. Se abre de repente el atlas de la actualidad en el mundo. Los periódicos ni lo nombran, parece que se ha arrinconado todo en el ángulo oscuro del salón de las obscenidades. Y que los enredos locales nos absorben de tal manera que se pierde la perspectiva general del planisferio. Se nos han averiado las calderas en la sala de máquinas en medio de la travesía y no tenemos tiempo de subir a cubierta y contemplar el horizonte, las costas en lontananza donde se libran batallas y los señores de la guerra viven como los buitres y las hienas: de los despojos. Los señores, o señoritos, de la guerra que están considerando el momento oportuno y pillar la excusa menos inverosímil para lanzarse a su juego favorito: la destrucción total de Irak. No tuvieron bastante con lo anterior; el territorio está asolado, pero aun queda gente viva que les debe molestar muchísimo, porque quizás les recuerde sus fallos imperdonables en la puntería de los bombardeos, ametrallamientos y liquidaciones rutinarias de "terroristas" hambrientos, mutilados, heridos y olvidados. Por eso retoman el lance. Claro. No ha sido bastante lo de antes.
Ni lo de Afganistán, ni lo de Libia, ni lo de Siria. Ya no está Bin Laden y necesitan cubrir la vacante, esta vez con jihadistas por libre, sin denominación de origen. Y camelarse a Irán como aliado y terco productor de radiactividades, para que les ayude a exterminar lo que les separa de la posesión total de Irak, la perla de Mesopotamia, para luego terminar el plan del exterminio estratégico acabando también con Irán y con el recuerdo del Imperio de Ciro el Grande, cuando lo esquilmen usándolo como guardabarros, contra los "terroristas" vecinos. Así han asolado la  fértil llanura entre los ríos biblicos, Tigris y Eúfrates, que fue un vergel en la Antigüedad, la cuna de la civilización emparentada con los caminos occidentales hacia Anatolia, la hermosa y legendaria memoria de Ilión, la próspera y bendecida por los dioses y boccato di cardinale para los ávidos griegos,  junto al Bósforo y las costas del Egeo, y la franja Palestina, con Petra y los nabateos al sur , con el Líbano y sus cedros, la Capadocia y las resonancias bizantinas al norte, tirando hacia Constantinopla. Pero eso no es nada, sólo cenizas, ante el verdadero tesoro del petróleo irakí, o del petroleo libio, ya sin dueño ni defensores. A disposición del dinero  en trueque con el  miedo desesperado. Y rondando a Irán, con la rondalla de la yihad fuera de quicio, a ver si hay suerte  y, una vez más, dividiendo, el crudo se lo llevan crudo.

EEUU sale de las crisis alternas así, montando masacres lucrativas urbi et orbe. Arrasando a diestro y siniestro los patrimonios de la humanidad y el futuro del hombre sobre el Planeta, a base de guerras y rapiñas contra armas fantasma de inventada destrucción masiva, dejando aniquilado todo aquello donde no se ha podido colocar un McDonalds, un Burguer King o una sucursal bancaria. O una delegación de su Peace's Corps, y que God save the world de tales Organizaciones Sí Gubernamentales. 
Ahora les toca otro repaso. Los amigos de Josemari el Faes, son como los virus a la caza de cualquier atisbo de justicia social, de derechos humanos, democracia y libertad que no sean  de su cuerda y de su monedero. De repente, como los dragones de los cuentos antiguos, se desperezan y contaminan todo lo que rozan a lingotazo de tea party, hasta devorarlo; es una enfermedad endémica. La avaricia desatada. La crueldad en estado puro. Para salir de su crisis permanente, para quitarse de encima parados, chicanos, negros,  coreanos y pobres, sobre todo pobres, y fabricar de paso un catálogo de muertos heroicos, a los que morir en la guerra les saca del olvido lumpen por un par de días,  enterrados pomposmente y con lágrimas de cocodrilo, recogiendo esa geografía en carne de cañón derechita a la necrópolis de Arlington, el relicario vergonzante de la atrocidad mundial. Y de la hipocresía consensuada por los palmeros del imperio, que también, como si no fuera con ellos, cooperan en el  negocio de los cuatro jinetes del fin de fiesta: el hambre, la enfermedad, la guerra y la muerte. Una ronda terrorífica que comienza a tiros en cualquier  esquina del mundo y se nutre con el soberanicidio programado del resto, hasta de la misma Europa, a la que ha empezado a devorar por el sur con una bulimia disparatada y obsesiva. Insaciable. Demoledora. Loca de atar. Asaltando democracias sociales y pacíficas. Protegiendo y animando el gansterismo estatal. Potenciando sectas predicadoras de su sistema explotador que han colocado en el trono mafioso a una pírrica divinidad que llaman "dios". Fomentando oligocracias ciegas y vendidas, encizañando países en todos los continentes, enfermando relaciones internacionales y luego "mediando" para que las cosas no se desmadren ni pierdan las buenas maneras ni el fair play, como esbirros del infierno al servicio de un poder imperial degenerado capaz de ser multimillonario y, al mismo tiempo, de mantener las más increíbles e inexplicables bolsas de pobreza material, desigualdades inhumanas y miseria interna. Secretos a voces y mentiras infumables, que ellos intentan tapar con su celo "democrático", pero que su propio  hedor delata. Tiene razón Iñaki. Secretos y mentiras a tutiplén, fomentando lo peor de cada colectivo que tocan y haciendo que su repulsiva 'omertá' pringue todo y que los honrados parezcan idiotas y los sinvergüezas semidioses de un semimundo tirando a borderline fashion, pero que lleva la batuta y a cuyo ritmo todos se marcan el baile de los vampiros.

El Gran Hermano visualizado por Orwell resulta una piadosa y recatada monja de la caridad al lado de lo que estamos viviendo. Todo lo que empieza tiene un final en el Imperio de Cutreland. Sólo lo que vale la pena se mantiene en pie por encima y por debajo de cualquier horror. Es un consuelo. Una gran verdad. Y una esperanza infinita.

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