Alexis Tsipras y Pablo Iglesias retoman las raíces mediterráneas de la democracia desde la base, superando el viejo sistema de las democracias deficientes y restringidas a los partidos cuya democracia interna es la dedocracia y los intereses particulares infiltrados, reducidas a un concepto, a una religión-estado, a una clase social con poder y dinero. Como un perfume fresco y limpio, este impulso se extiende por el mundo. Griegos y españoles han tomado el relevo de la dignidad, desde la cordura, el respeto, la creatividad, el entusisamo por la justicia y la igualdad. Pero lo grande e importante es que ellos no son 'estrellas' sino enviados de la ciudadanía, a la que representan con fidelidad y espíritu de servicio, con la digna humildad de quienes han comprendido lo que significa de verdad representar a un colectivo humano que sabe lo que quiere y lo que busca. Son la voz y la exigencia de millones de ciudadanos, no sólo de Europa, sino del mundo. Y no tardarán mucho otras naciones en hacer lo mismo. Es el fin del cuento chino y el comienzo de otro estado de conciencia. El bien común como el mejor de los objetivos sociales y personales. La realización legítima de la justicia, la igualdad y los derechos. En vez de guerra y agresividad, evidencia multitudinaria e irreversible. ¿Quién puede impedir que llegue el día o la noche, los equinoccios y solsticios, la vida y la muerte? ¿Quién puede silenciar las conciencias despiertas?
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