martes, 18 de febrero de 2014

Sugerencias concretas para el cambio real

He releído el comentario que he escribí ayer sobre la insuficiencia de la partidocracia actual y he observado que el texto puede sembrar dudas acerca de la necesidad de tener o no partidos para gestionar el Estado. Quiero que quede claro que los gestores políticos de la ciudadanía son mediadores imprescindibles para el funcionamiento y el acuerdo entre todos los ciudadanos que por la evidente extensión del territorio y los millones de habitantes que sumamos, no podrían jamás coordinarse si no fuese por la gestión de un número de representantes adecuado. Y esto no lo digo yo por mi cuenta, lo dicen todos los ciudadanos con dos dedos de frente y neuronas disponibles para poner en pie cualquier idea coherente. Es de cajón.

No estoy para nada en contra de que haya representantes, sólo a un cretino se le ocurriría lo contrario. Lo que no deseo es tener representantes dis-funcionando y mantenidos por el sacrificio y las privaciones de la ciudadanía, como los que tenemos ahora y hemos tenido desde el principio de la democracia, exceptuando a Adolfo Suárez que junto a la primera legislatura de Zapatero ha sido hasta el momento lo más presentable que hemos tenido. Las personas pueden ser estupendas y muy válidas, pero un sistema trasnochado, ideologizado hasta el fanatismo de colocar las ideas los intereses partidistas, imponiendo un concepto monolítico del bien común sin escuchar al resto, gobernando contra los que no piensan lo mismo y por encima de los ciudadanos, a los que esas ideas deberían servir para mejorar y crecer en todos los sentidos, me parece una aberración, por muy buenas que sean esas ideologías en sí mismas, se pervierten y se invalidan cuando se imponen por la fuerza, sin diálogo, eso ha ocurrido en Rusia, en China, en Cuba, en Chile con Pinochet, en Argentina conVidela, en Bolivia con Ríos Mont, en Nicaragua con Somoza, en España con Franco, en la Italia de Mussolini y en la Alemania de Hitler, pero también en los USA, tanto sibilinamente con demócratas como, descaradamente, con republicanos, con una tapadera de falsa democracia teledirigida imponiendo a base de guerras e invasiones, bloqueos económicos salvajes y agencias de rating, su particular concepto de "libertad" sin preguntar, sin consideración alguna, a golpe de leyes rodillo, sin debate, sin escucha y por narices, que es lo que sucede con ideologías y partidos cuando pierden su función de medio, de herramienta, para convertirse en fin, en objetivo, como por ejemplo, ganar las elecciones para adquirir el poder cedido por los ciudadanos, para fundirlos a mazazos con ese mismo "poder" que les pertenece. Porque lo dijo el fundador del código en cuestión y sin tener en cuenta la realidad aplicable al momento, a los problemas concretos que surgen y en primera instancia a los ciudadanos, a los que ya es hora de que se deje de tratar como ganado liberal o socialista, conservador o progresista o simplemente como deficientes mentales.

Lo que ahora mismo tenemos no nos sirve. Está demostrándose cada día con más evidencia y claridad. Y añadir más de lo mismo inservible, tampoco nos sirve. El aumento de cantidad de partidos deficientes por un sistema deficiente no garantiza la calidad sino el aumento de gastos y la subida de impuestos para poder sostener la "red social" del chollo parlamentario ampliado. 

La función y el régimen de los partidos de gestión política hay que revisarlos urgentemente antes de las próximas elecciones legislativas y autonómicas. La gestión política debe dejar de ser una "profesión" para toda la vida. Y sólo se debería cotizarse por ello durante el tiempo que dure el servicio, como se cotizaría en el propio empleo. Si uno es autónomo o funcionario y es elegido como representante político-gestor, por dos legislaturas como máximo, hay que pagarle la misma cotización que tiene en su trabajo habitual. Los ex presidentes y ex ministros no deberían tener sueldo vitalicio, sino que deberían volver a sus profesiones de siempre y cobrar luego la pensión correspondiente a su trabajo normal cuando terminasen su gestión máxima o mínima (4 -8 años). Sueldos y subvenciones estatales regulados e igualados a los sueldos normales del ciudadano medio.
Está claro que el Parlamento no se llena todos los días. Sería un gran ahorro pagar por dietas de jornada trabajado in situ. De modo que sólo se acudiría al Congreso cuando haya que debatir y votar. El resto del tiempo se puede trabajar en casa que para eso está internet. Pagando una base de sueldo normal más los viajes gratis con un vale del estado cuando haya sesiones de asistencia obligatoria y la dieta de comida y alojamiento el día en cuestión. Nada de sueldazos vitalicios, coches oficiales y seguratas a piñón fijo. Que se usen transportes públicos como taxis, autobuses o metro, o el propio vehículo; en Valencia hay parlamentarios de Compromís que van en bici al Parlament y yo me cruzaba durante años con el President Lerma por las mañanas cuando acudía a Les Corts solo y a pie con un carterón a rebosar que debía pesar un quintal, porque los buenos  representantes saben que los ciudadanos no muerden ni hacen escraches si las cosas van medianamente decentes y no hay abusos. Al contrario se alegran muchísimo de la normalidad en las costumbres naturales de los representantes políticos que han elegido. Cada mes, tendría que haber una rendida de cuantas a la ciudadanía, una semana en que se informe, se pregunte y se responda, una web por ministerio, con correo abierto y directo y otra línea directa en Presidencia del Gobierno. Zapatero la tenía y yo la usé muchas veces y siempre obtuve respuesta. Trimestralmente, las asambleas cívicas que lo soliciten podrían asistir al parlamento, por orden riguroso, con derecho a voz y a voto. Y ese voto tendría el mismo valor que el del representante.
El senado suprimido, dada su verificadísima inutilidad insostenible. El Consejo de Estado no pagaría sueldazos como ahora a todos lo ex presidentes, hayan sido como hayan sido. Sino que al final de cada presidencia, representantes y asambleas cívicas deberían evaluar la gestión del gobierno saliente, por obligación, igual que se vota, o se asiste como miembro a las mesas electorales y se decidiría por votos electrónicos si ese ex-presidente aprueba o suspende la valoración de todos, de ello dependería su inclusión en el  Consejo de Estado  y si no pasase la prueba y hubiese causado, además, graves perjuicios como por ejemplo, Aznar con la guerra de Irak o Rajoy con sus patosidades como arruinador intensivo, o González con la corrupción masiva y el GAL, no deberían jamás intervenir en temas de "consejo" ni de Estado ni de nada, e incluso debería considerarse por ley que durante el resto de sus vidas  indemnizasen  al Estado multados con un descuento en sus sueldos, como reparación a los damnificados por sus errores y fallos garrafales con perjuicio evidente para los ciudadanos. Los miembros de ese Consejo sólo cobrarían dietas cuando se reuniesen a debatir y sólo deberían participar en él personas absolutamente solventes, con una ética clarísima y un sentido político inteligente, solidario e incorruptible. Es absurdo que merluzos o zafios villanos y charlatanes huecos, sin miramientos ni escrúpulos, que han utilizado la política para beneficiarse y beneficiar mafias corruptas, por el hecho de haber sido elegidos a base de mentiras y promesas irrisorias, y por haber fastidiado durante unos años la vida de los ciudadanos, se le recompense, encima, con un puesto de honor vitalicio que sólo deberían ocupar los sabios, que hayan demostrado su utilidad social y benefactora.

Los gobiernos y grupos representantes firmarían un contrato con los ciudadanos desde el momento en que ganasen las elecciones. Ellos son los trabajadores y los ciudadanos los empresarios, ya que les pagan de su bolsillo. Por lo tanto si no cumpliesen con sus compromisos adquiridos, se les podrá echar de la empresa sin esperar a las elecciones y que vuelvan a su trabajo profesional, sin indemnización alguna, puesto que quienes son cesados por incumplidores e incompetentes en una tarea a la que se han apuntado voluntariamente, no hay que compensarles, al contrario, si los daños son importantes por corrupción, prevaricación, cohecho y demás desastres, deberían devolver las cantidades que equivalgan a sus destrozos o rapiñas y ser inhabilitados de por vida para la gestión pública.

Con ese funcionamiento nos aseguraríamos, además de un ahorro enorme en el mantenimiento de ineptos y pícaros mantenidos por  las instituciones, la calidad de los representantes, ningún chorizo, trepa o parásito, querría trabajar en esas condiciones nada facilonas sino sólo adecuadas para los verdaderamente grandes y magnánimos, con lo cual la calidad ética de los que se atreviesen a gobernar sería impecable. Esas condiciones sólo pueden tenerlas las personas excelentes en todos los aspectos. Unos verdaderos señores del servicio ciudadano ¿Qué sinvergüenza se atrevería a ir al Parlamento en metro o autobús o caminando? ¿Qué chorizo y/o pijo se conformaría con ganar como mucho dos mil euros al mes y algunas dietas compensatorias, y vivir dando cuenta de todas sus gestiones en las sesiones de control ciudadano, sabiendo que le pueden echar si no cumple como un SanLuis?
Para entrar en las listas abiertas electorales deberían presentar públicamente en la web de su agrupación  sus curriculums, las dos últimas declaraciones de la renta y el certificado de su empresa, de su departamento o de donde trabajen confirmando que tienen una profesión seria de la que pueden vivir. No se admitirán jamás candidatos que no tengan una profesión fija y determinada, ni "jóvenes promesas" con expectativas de cuelgue vitalicio, tipo "el Moreno" o tipo Toni Cantó o tipo trepas con vistas, como Camps o como Riky Costa, Rosa Díez o ese Rivera que pretende ser el Obama español. En definitiva, personajes que en su vida no aspiran a  otra cosa que no sea vivir del cuento político.
Después de haber tenido cargo político deben volver a su oficio particular y les estará vetado trabajar en grandes empresas y bancos que reciban ayuda y fondos del Estado, con cargos ejecutivos. O sea, si los contratasen de sencillos empleados, mecanógrafos o bedeles, sería legal, pero nunca con altos cargos de consejeros ni asesores que impliquen tráfico de influencias y sueldos mayestáticos. Por lo que siempre cobrarían según su trabajo real y sus méritos profesionales.
Vale citar como referencia el ejemplo de Mijhail Gorbachov cuando abandonó la política y le ofrecieron cargos de asesor internacional en EEUU y en Bruselas pagados a cuerpo de rey. Él rechazó las ofertas y se dedicó a fundar en Rusia la Cruz Verde, una especie de Cruz Roja dedicada al medio ambiente a partir de la catástrofe de Chernobil, cobrando una jubilación que entonces (años 80-90) equivalía en España a unas 3000 pts al mes, viviendo en un pequeño estudio de dos habitaciones en un barrio normalísimo de Moscú  acudiendo a citas culturales por todo el mundo para informar y debatir sobre el problema de la degradación del medio ambiente, escribiendo sin parar y empleando el dinero de las ediciones para costear la fundación. Eso sí que es modelo de una excelencia en la que España es paupérrima, por desgracia.

Es muy posible que con una normativa así de exigente y seria, los partidos cambiasen totalmente de inclinaciones, que respetarían muchísimo a los ciudadanos y ellos mismos mejorarían sin duda su ética, su estética y su honestidad. Y hasta sus capacidades gestoras e intelectuales, porque la disciplina de la conciencia hace milagros cuando se practica voluntariamente, como sería el caso de querer servir al país y no servirse de él para "hacer carrera" como sucede actualmente.

Todo esto es aportación constructiva y no sólo una crítica. Pero es a partir del análisis crítico como se pueden idear salidas y soluciones. Cerrados en la cabezonería de mantener todo como está porque es lo único que se ha conocido. Pensando que todo tiene que seguir igual fatalmente, porque así lo heredamos y eso es el legado histórico de una España tan deficiente como lamentable, que no se puede cambiar porque nunca lo ha hecho de verdad, nos condenaría a seguir como en la época de Cánovas y Sagasta, o sea como hasta ahora: igual que los asnos atados a una noria, girando en torno a un pozo para sacar un poco de agua que se pierde casi toda en el mismo bamboleo del trote, en vez de poner un motor eléctrico con una bomba extractora y dedicar los asnos a arar la tierra o a transportar carga.

Espero que con el tiempo estas sugerencias se les ocurran a muchos más,  estoy segura de que ya es así. Y que entre las ideas de unos y el empuje de la iniciativa de otros todo vaya mejorando. Sobre todo las actitudes chulescas, intrigantes, chanchulleras, despectivas, cerriles, avasalladoras y arrogantes, que son unas verdaderas anteojeras más propias de los asnos de  noria que de unos representantes de partidos políticos.

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