lunes, 10 de febrero de 2014

Arriba y abajo

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¡Abajo el cine español!

EL PAÍS
Ya es notoria, como confirma Iñaki,  esa mecánica de ascensor mental, de sube y baja, que predomina en la capa mediocre de nuestro mappa ppatrio, más nacional que nunca, en estos tiempos de derrota intelectiva, ética y estética. Al fin y al cabo la ética es la estética del alma. Así que cuando el alma está missing o ni siquiera tiene conciencia de sí misma, hasta el punto de confundir la ética con la moralina y con el lucro de sus propios intereses y la estética con la apoteosis de Norma Duval, Bertín Osborne y Raphael a dúo navideño con la Caballé, es imposible que haga, piense y diga algo interesante, y que sea capaz de considerar como un valor el lado estético de la creatividad humana, sino una transgresión a los dictados de Rouco y sus hordas pasadas por Gallardón. Intentarlo es como esperar que en los cardos borriqueros o en la ortigas florezan jazmines o gardenias. Un imposible metafísico. Una entelequia sin pies ni cabeza. Una aporía. Como proclaman esos gritos de guerra pperiles : "¡Vivan lash caenash, arriba la marcaeshpaña y abajo el cine indecente, ateo, marxista y eshpañol!" Lo dicho. Una antítesis en todo su espectro oximorónico.

Por otra parte la ausencia de Wert en los Premios Goya tuvo más de alivio que de desprecio; para montar el numerito del año pasado con un ridículo de antología, mejor, la ausencia, que acudir cortando la mayonesa del ingenio con una presencia incompatible con esa cualidad de la inteligencia y del talento. ¿Acaso la entrega de los Oscars o los Nobel y el reconocimiento de la excelencia puede empalidecer porque no asista a la ceremonia un zafio y vulgar profesional de la nada, metido a ministro ppor casualidad, en el zapato del ppoder con el calzador de la ignorancia y el peloteo transversal? Personalmente no puedo evitar, cuando le veo presidendo eventos culturales, la visión repentina de un asno con smocking, como si estuviese al otro lado del espejo en las fantasías de Lewis Carrol. Como me pasa con Montoro y el 'malo' de los Simpson. Ya digo, es  una especie de revelación instantánea, nada premeditada. Como verle el aura. Un flash; y para más inri tal percepción involuntaria acaba por confirmar la lamentable realidad cuando el personaje va, abre la boca, y habla. 
En casos como éste no se honran los eventos con la presencia, sino con la no asistencia. Lo mismo que un abejorro no honra una merienda en el jardín o en el campo, cuando llega y empieza a dar vueltas entre los tupper ware, el pan con tomate y las mediasnoches de salmón, los pinchos de tortilla, de queso y patés, las latas de refrescos, las gafas del abuelo y los rizos del niño. 

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Lo peor de ese desgraciado accidente ministerial no es el personaje en sí, sino su revoloteo sobre nosotros, como el resto del enjambre: Gallardón, Mato, Báñez, Pastor, Morenésh, Margallo, Montoro, Shoria, Guisdosh, ShShSh, Coshpedal y el mishmo Rajoy. Ya que no podemos ni debemos usar insecticidas que los eliminen porque nuestro código ético, a diferencia de sus instintos rupestres, nunca nos lo permitiría, los toleramos por respeto a la cadena biológica de la evolución, donde hasta lo más cutre tiene alguna función pendiente, mejor esa auto-orden de alejamiento preventivo que el riesgo de la proximidad, sobre todo para que no contaminen con miasmas de resultados tóxicos, el alimento que vamos a tomar.
Cenutrios y trastos viejos, pocos y lejos. 

Además, don Iñaki, yo creo que usted valora en exceso el gesto de Wert. Me da que su espantá de hogaño no ha sido por orgullo herido ni por despecho, que va, sino por un ataque de pánico escénico, de canguelo puro y duro, de incapacidad  neuronal para superar lo cada vez más inevitable, ante lo que le desbordó por todas partes en el 2013; que las pasó canutas sin poder aportar en su defensa ni una miajita de luces, ni una palabra de lucidez, ni una chispa de vida que superase el vaso de cocacola. Y eso para un tertuliano de radio que sólo se ha enfrentado a un micrófono y al despotrique pactado de antemano con los coleguis hertzianos, que ya sabía por donde le iban a salir, pues que es normal su reacción. Que el hombre se vio desbordado por Eva Hache, que es la repera cuando  le suelta la melena a su íntima e ilustre bufona sin rival y la deja caer como quien no quiere la cosa sobre el primero que llega. Y luego, ahí queda eso...vengan traumas ministeriales a porrillo. Y Wert que lo vio venir como un bis, y escaldado por la experiencia, se dijo mientras se abrillantaba la tapadera cerebral con la toalla al salir de la ducha: "esta vez no me pillan; haré el pino puente si es preciso, incumpliré mis deberes ministeriales, corriendo a cámara lenta  con las botas puestas y bailando con lobos, si no hay más remedio, afrontaré mi cobardía ante el plashma del jefe, haré lo que sea, pero esta vez no pienso bajar a la arena de esa jaula de grillos, y  una vez solo ante el peligro, con la divisa en el lomo, para que no me coloquen las banderillas, los rejones, los capotazos y el estoque antes de que pueda resollar. Como el año que vivimos peligrosamente. O sea el año pasado en Mariembad que es como decir en Babia. Ya sé que la muerte tenía un precio sobre todo si se trata de la muerte de la cultura, y que debería tomar la diligencia a Cinelandia, antes de que pierda ese tranvía llamado deseo de mandar, obviamente, manteniendo el rostro impenetrable, o sea una cara de cemento como ésta que me identifica bajo la bóveda de mi calva solemne, abandonando a toda leche las carteleras de Hollywood y con la hipótesis escalofriante de dar un salto cuántico hacia lo aborígen, bogando más perdido que Robinson Crusoe mar adentro, anclado en el espíritu de la colmena, sin comprender ni de coña la vida secreta de las palabras, convertido como estoy por la fatalidad en el perro del hortelano, mientras la actriz de turno me pone a parir públicamente sin miramiento alguno, como si yo fuese el verdugo, y viviendo de mala manera mi vida sin mí. En el año de las luces o sea en 2014, nadie se imagina cuál es la flor de mi secreto y ni quién es la niña de sus ojos que abre los ojos y repite en mis sueños con voz de ultratumba: te doy mis ojos, -ojos y más ojos, un verdadero lío de oftamología empecinada donde se me mezclan los oculistas con los directores del maldito cine-, algo que no soy capaz de comprender ni descifrar en estos laberintos de cómicos y cirqueros, que no se entierran en sagrado como la gente de orden de toda la vida y por más vueltas que le doy tampoco alcanzo a saber  qué hecho yo para merecer esto de los ojos que miran pero no ven, de los oídos que oyen pero no entienden ni jota. Harto estoy de repetir que  no he sido yo sino los elementos del forramen los que se han cargado la educación de los santos inocentes con su sádica tesis.  Que no tenía ni idea de que las bicicletas son para el verano ni que se pudieran alquilar para darse un garbeo por el legendario el dorado ni del puñetero idioma que pueda farfullar la lengua de las mariposas, ni de que el campo lo abarroten los girasoles ciegos.  Vamos, que  estoy más en la línea de bienvenido Mister Marshall y la escopeta nacional que rematando en todos a la cárcel con el ángel exterminador en la celda de castigo. Mi estado natural es plácido, con horas de luz esporádicas, pocas, pero intensas como bofetones; soy un hombre sensible y me emociono un montón cuando en los discursos de mi jefe de gabinete, intuyo que ya estamos a punto de que llegue el día de la bestia, y entonces viendo lo que hay, Mariano, mi jefe, me dice con sarcasmo:  "esho, tú ablándate y shigue dándolesh carrete, tú  cria cuervosh y she te aclararán ensheguida lash peshadillash  de lo de los ojosh que te van a shacar en subvencionesh, pero recuerda que conmigo no puedesh contar, yo me debo a la banca en cuerpo y pashta, ashí que de shubvenciones ni media, Josheignacio..." Quiero alegar en mi defensa que si se armó el belén yo no tengo la culpa. Pero Mariano es muy escéptico y no traga con mi inocencia. Así que yo, por lo que pueda pasar, este año ni aparezco en la gala ésa de los Goyas, primero, porque a lo mejor no me dejan ni entrar con el cabreo que les dura del año pasado y que, por cierto, es lo único que ha crecido en España en lo que va de éste, y segundo, porque me da wertgüenza parecer un ministro, así de lejos, y que de cerca, al mirarme bien, se note que sólo soy un pringao a las órdenes del contubernio forrístico internacional, y que el cargo que tengo no es mío, porque me ordenan desde Washington y Bruselas lo que debo hacer, así se pueden llevar a los mejores autores, actores y actrices, técnicos, cámaras y músicos, porque allí se les están agotando a sobredosis de lo que pillan y  porque si me dejan entrar, me van a crucificar vivo allí dentro y esta vez, Mariano me cruje, que ya llueve sobre mojado después de lo de 2013 y el europatinazo de las becas Erasmus." 
                          

                              El show de Wert en los Goya del año pasado

Así, el destartalado ministro de contraeducación y descultura, se queda ensayando ante el espejo sus caras y poses de visita, de discurso, de entrevista, de paseíllo abucheado, de carrerilla hasta el coche oficial desde el umbral de su casa o desde la puerta de atrás del Congreso, por si algún cineasta al borde de un ataque de nervios se le planta delante y le cuenta con pelos y señales  todo sobre su madre.
Pobre ministro. Qué cruel es la plebe. Qué poco comprensiva. Y hay que wert qué poca delicadeza tienen los indignados de marras cuando pierden los modos verbales, se les disparan las interjecciones, se les descoñan los epítetos en catarata, se les agota la poquísima paciencia que les queda, se exaltan y abuchean a todo bicho gobernante, hechos unos basiliscos. Pero se  quejan de vicio. Y eso sólo se debe a lo que él, Wert, el  increíble wertzas, ha venido a solucionar, ni más ni menos y con toda contundencia: a  la mala educación.


El Roto

 

Vete, Wert

  
por Ignacio Escolar

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Domingo, 9 de febrero del 2014

En una de las excusas más patéticas que se recuerdan, el ministro de Educación y Cultura ha explicado que no acudirá a la noche de los Goya porque al día siguiente tiene que madrugar. José Ignacio Wert viaja el lunes a una reunión y se esconde tras un supuesto «problema de agenda» para no asistir a una gala, la más importante de su negociado, cuya fecha estaba fijada desde abril del 2013. Al parecer, nueve meses de antelación no son suficientes para la ocupadísima agenda del señor.
Wert es el ministro peor valorado de la democracia dentro del Gobierno con la peor imagen pública desde que la televisión es en color. No es una opinión, es el dato que da el CIS, donde Wert cae en cada barómetro; en el último suspendió con un 1,46 y marcó una nueva plusmarca nacional. Hasta que llegó Mariano Rajoy a la Moncloa, el ministro español peor valorado desde que existe el CIS había sido Carlos Solchaga, que sacó un 2,5 en 1992. Si en vez de un récord de impopularidad hablásemos de los cien metros lisos, Wert los habría corrido en 5,2 segundos. Un aplauso para él.
Wert es el peor valorado y probablemente el más abucheado, y eso explica que se quiera ahorrar el mal trago de una gala de los Goya que probablemente no le va a gustar. Pero el ministro no solo escapa de las críticas del cine español, también huye de su propia responsabilidad y de las consecuencias de su nefasta gestión. Si no le gusta su agenda, que renuncie también al sillón, a la cartera, al despacho y al coche oficial. Ser ministro incluye todo, también lo que le disgusta al señor Wert.
En cualquier otro país europeo, sería imposible un comportamiento como este. No sería imaginable en Francia, por ejemplo, que un ministro de Cultura boicotease los premios César; estas cosas solo pasan aquí. La derecha nunca ha perdonado al cine español lo que ocurrió en el 2003, en esa gala del 'No a la guerra' contra la locura bélica de Aznar. Desde entonces, estos patriotas, a los que tanto les gusta hablar de la marca España, no han dejado de atacar al cine español que, pese a las zancadillas, ha logrado un indudable reconocimiento internacional
Muchos de nuestros profesionales son profetas en Hollywood, mientras reciben calumnias, castigos y desprecios por parte de su Gobierno. Un día ponen en duda la calidad de su trabajo, al otro les acusan sin pruebas de defraudar, al siguiente les atizan el IVA más caro de Europa y al que viene boicotean sus premios. Ante esto, hay quien cree que los cineastas deberían poner buena cara y no meterse en política. Bajar la cabeza y no rechistar. Olvidan algo: que la personas del cine son ciudadanos con el mismo derecho a la libertad de expresión que los demás. Ni se callan ni se deben callar.


De cine

Frente a los cineastas españoles que han conseguido reconocimiento internacional,quisiera saber qué influencia o simple interés despiertan nuestros políticos fuera de nuestras fronteras.


Varios directores de cine español y algunos de nuestros actores y actrices han alcanzado un prestigio internacional, cosa que no se puede afirmar de esos periodistas y políticos que por pura ideología los desprecian o ridiculizan llamándoles titiriteros. De hecho no hay en el periodismo ni en la política de este país figuras que actualmente puedan medir su nombre fuera de España con los de Almodóvar, Amenábar, los hermanos Trueba, Javier Bardem, Penélope Cruz y de otros creadores y artistas jóvenes, por no hablar de Buñuel, Berlanga y Azcona, maestros indiscutibles que ocupan un lugar de privilegio en la mitología cultural. Frente a los cineastas españoles que han conseguido un Oscar de Hollywood, una Palma de Oro en Cannes, un Oso en Berlín o un León en Venecia quisiera saber cuántos Premios Pulitzer o galardones de una categoría similar pueden aportar esos periodistas que en las tertulias zahieren a nuestros artistas de forma inmisericorde o qué influencia o simple interés despiertan nuestros políticos en los círculos internacionales para que uno los admire y se sienta orgulloso de ellos. Hagamos la prueba esta noche en la entrega de los Premios Goya. Después de que desfilen por la alfombra roja nuestros cineastas, actores y actrices, autores y directores de teatro, guionistas, músicos, figurinistas, escenógrafos y diseñadores que lo hagan a continuación los políticos de cualquier bando, algunos de ellos corruptos hasta el blando de los huesos, seguidos por esos periodistas lanceros de la derecha mediática con el pelo teñido de negro azabache. Pese a que el glamour no es una característica especialmente española, a los artistas, en general gente guapa, jóvenes atractivos llenos de imaginación, que luchan contra terribles obstáculos para realizar su talento, el público adolescente los aclamará, les pedirá autógrafos, les disparará los móviles y si pudiera les arrancaría los botones para llevárselos de recuerdo; en cambio, los políticos recibirían de los adultos el escarnio del abucheo ganado a pulso. Creer que los cómicos son saltimbanquis y machacar al artista que sobresale es la verdadera Marca España, pero, al final, el arte que generen nuestros jóvenes creadores será el asa más firme donde uno todavía pueda agarrarse.

 

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