jueves, 20 de febrero de 2014

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La corrupción en la nuca

por Luis Gracía Montero

20 feb 2014

Nos pisa los talones. Nos persigue como una obsesión, como un enemigo chantajista. No se olvida de nuestros desayunos en el bar, de una comida ante el televisor, de la radio en la cocina mientras preparamos la cena. Fraude fiscal, dinero negro, comisiones, sobresueldos, cuentas en suiza, concesiones amañadas de obras públicas… Y luego las propiedades, y luego el yo no sabía nada, aquí el ático de lujo de mi mujer, allí un coche que es mío o de mi marido (aunque desconozco su origen), más allá unos correos electrónicos, unas gestiones bancarias, un puesto en un consejo de administración, unas noches de hotel, o unos trajes, o una excursión al Caribe, o un bolso, o un reloj que marca las horas por cuenta ajena. Y después la mentira, el descaro, la falta de vergüenza para negociar con el silencio y el engaño.
Corruptos puede haber en todos sitios. Pero en España, ahora, acomodarse al veneno infinito y universal de la corrupción significa cerrar los ojos a la realidad muy concreta, precisa, del PP. No es verdad que todos roben los mismo. El PP supera los límites de lo soportable para una sociedad. Su gran tesorero corrupto ha acumulado dinero para su propia casa, y para las cuentas en Sucia, y para los sobresueldos, y para las campañas electorales, y para animar a los periodistas y a los medios de comunicación amigos. El dinero ha salido de tramas enriquecidas por la concesión fraudulenta de obras o ayudas públicas. Pero nadie sabe nada: a mí que me registren dicen el presidente, la secretaria general, los exsecretarios generales, los ministros, los exministros.
Nadie rinde cuentas ni ante la sociedad, ni ante la militancia. Todos obedecen, callan otorgan, aceptan la falta de explicaciones. Los más viejos saben lo que hay, pero la vida es así. Los jóvenes entran en política con cara de futuros secretarios de Estado, senadores o ministros, y si quieren cumplir su vocación en un coche oficial parecen aconsejables el silencio y la mano en el bolsillo a la espera de turno. Las encuestas castigan al PP. La lealtad del votante se resquebraja después de tanta vergüenza. Pero un silencio escandaloso reina en el interior del PP. Nadie exige aclaraciones, responsabilidades, dimisiones, y esta norma de complicidad, esta voluntad de prietas las filas, convierte a todo el PP en una asociación para el delito, en una plataforma para el crimen organizado.
No recuerdo ningún país democrático en el que la corrupción haya imperado de esta forma tan usurpadora. Más que en los talones, España tiene la corrupción en la nuca. La corrupción le va a pegar un tiro en la nuca a la democracia española. El tiro de gracia. La sociedad está en peligro, puede saltar por los aires por culpa de una explosión del tejido civil y la moral pública. Las corrupciones se están pegando a la piel del país con plásticos y cinta aislante, igual que los terroristas suicidas se pegan al cuerpo las cargas de dinamita.
La corrupción del PP es hoy una amenaza contra la democracia española mayor que el terrorismo. Los tesoreros sin escrúpulos, las cuentas en suiza, los sobresueldos, las comisiones, las contabilidades falsas, la carencia de dignidad causan ahora un destrozo democrático mayor que el recuerdo de ETA. La democracia pudo con ETA, pero no sé si va a poder con la corrupción.
No comprendo el debate surgido por la posible moción de censura contra la presidenta de la Comunidad Foral de Navarra. No comprendo el escándalo de una posible votación conjunta de las fuerzas democráticas con Bildu, una formación votada democráticamente. No comprendo las dudas del PSOE. No se pueden mezclar las cosas. Mientras ETA estuvo activa como organización asesina resultaba imprescindible, aunque se traicionara muchas veces el espíritu de unidad por motivos electorales, que todos los demócratas se unieran para luchar contra el tiro en la nuca. Hoy los demócratas, si quieren salvar al Estado, deben unirse para luchar contra la corrupción en la nuca. Que se investigue la presión partidista sobre la Hacienda pública, que se castigue la corrupción y que luego voten los ciudadanos.
Porque no se puede resistir más. Porque no se puede mirar hacia ninguna parte, ninguna institución, ninguna noticia, que no esté manchado con la sangre negra de la corrupción. ¡Basta ya!

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