viernes, 7 de febrero de 2014

No es oro todo lo que reluce

La defensa de la Infanta: “Es inocente y cuando lo explique lo verá toda España”

Los abogados mantienen reuniones estos días con la hija del Rey para preparar su declaración

 
El abogado de la Infanta Cristina, Jesús María Silva, ha afirmado esta mañana que su defendida es inocente. "Eso dice ella, yo lo creo y tan pronto como lo explique lo va a ver toda España", ha afirmado en referencia a la declaración de este sábado. El letrado, que está manteniendo estos días diversas reuniones con la hija del Rey junto a su socio Miquel Roca en su despacho en Barcelona, ha detallado que han explicado a doña Cristina el funcionamiento de un proceso penal: "Es una cuestión de situarse en el contexto, nada más", ha afirmado.Según Silva, la Infanta es "consciente de que es un trámite importante".
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En esas Batuecas institucionales donde se sobrevuela la realidad y nunca se aterriza en ella, los abogados pueden decir misa mayor y solemne. También se podrán ajustar, recortar o estirar leyes a medida de cada invento, que es a lo que habitualmente están acostumbrados los charlatanes a sueldo, de toga y código. Como el defensor de Cristina Borbón. Como todos los defensores de todos los entuertos, delitos y malas hierbas habidas y por haber. 
Cuando era joven y en edad de elegir orientación profesional, y en mi familia o en mi círculo habitual, alguien me sugería estudiar Derecho y ser abogada, a mí se me removía algo por dentro, como una especie de asquito irreprimible y no sabía por qué. Ahora tengo muy claro el motivo de aquella arcada emocional. Y me felicito de haber elegido la Facultad de la acera opuesta: la de Filosofía y Letras, en la Complutense. Y de no haber caído en la red jurisprudente, (bueno...lo de juris, vale, pero lo de prudente, la verdad, y con la experiencia hisppano-ppolítica que llevamos, deja muchiiiiiisimo que desear) ¿Qué valor pueden tener las afirmaciones de un profesional defensor de chanchullos, que sebe tragarse como eventos dignos de ser defendidos? ¿Cómo se puede defender a Blesa, a Camps, a Fabra Carlos, a Urdangarín y a su infantesca costilla o condenar por delitos, que deben inventarse ad hoc, a los jueces normales que investigan e instruyen procesos a las barrabasadas de tales personajes , sabiendo lo que hay, sin taladrar el propio código ético? O bien no tienen código ético o bien les importa un bledo. El resultado es el mismo.

Quizás la elección de la Facultad de enfrente me condicionó tanto como el referente de mi abuelo materno, al que me acostumbré a ver como la normalidad de la praxis ética, sin saber que era excepcional hasta que salí de casa  y vi el pastel. Y quizás por eso siempre he pensado, de verdad,  que si yo fuese delincuente preferiría, por mi propio bien y por mi salud mental y emotiva, por mi coherencia intelectiva, no defender mi delito ni parapetarme en la ignorancia de mi conciencia catatónica con justificaciones que no podría creerme jamás, puesto que sabría perfectamente el mal que he causado a otros, sino reconocerlo, redimirlo y pedir perdón a la sociedad o a los damnificados, por los daños causados, ya fuese por mala intención o por negligencia e irresponsabilidad, antes que la vileza de pagarme una libertad inmerecida y basada en el retruécano infame de descafeinar la Ley por  los farisaicos "defectos de forma", porque una preposición, un adjetivo o una coma mal colocada, o cualquier detalle morfológico o sintáctico, que el defensor juzgue inadecuado en el texto, o por una 'oportuna' pérdida de pruebas o una compra o amenaza a testigos, diesen al traste con la propia justicia y aprovechando que los mejores defensores de esa misma justicia no sean los mejores aplicadores de la ética sino los más hábiles y mareantes charlatanes mejor pagados por su pericia enredadora. ¿Cómo se puede defender a un terrorista que asesina y reclamar su inocencia como un "derecho" si se sabe claramente que es el culpable porque se le ha pillado en plena faena? ¿Cómo se puede defender lo mismo que a un inocente calumniado o a un juez zancadilleado por envidias y rivalidades ideológicas, a un estafador, a un maltratador, a un sádico o sádica,  a un violador, a un pederasta, a un corrupto inducido o inductor, a un ladrón de guante blanco o de preferentes bancarias o a un chorizo de altos vueltos que se ha beneficiado el patrimonio del erario público aprovechando su pedigrí, copando cargos o colocando a su parentela en todos los enchufes, y con el agravante de hacerlo en un estado de precariedad total, tal y como está la sociedad española en este momento?

                                   

La Justicia decidirá su veredicto en el caso Infanta, ya estamos a costumbrados a que lo haga, pero los españoles ya tienen su veredicto ético decretado y no se van a bajar del burro aunque la misma "justicia" que condena jueces justos, la salvase por los pelos con el birlibirloque retórico-leguleyo habitual. Para ellos, para los españoles que no se pringan con tanta facilidad, -que todavía son muchísimos, por fortuna-  Cristina Borbón es reponsable de lo que ha hecho y está apuntado en el sumario, y lo seguirá siendo, aunque la canonice el Vaticano. Y su padre, también lo es, responsable -por más que la chapuza constitucional  proclame lo contrario, los hechos cantan y no hay tu tía a qué agarrarse sin caer en el pastiche de lo inadmisible y lo perverso- por no saber educar a su hija con el ejemplo y por mandarla a EEUU de tapadillo, para ningunear el enjuague mayestático, en vez de obligar al yerno y a la chiqueta a devolver hasta el último céntimo y  asumir las consecuencias públicas de su mejunje privado a costa del Estado español. Por eso las declaraciones y las "amenazas" de inocencia en este proceso, por parte de la defensa, son unútiles. E incluso perjudiciales para todo.

                                    


En una sociedad decente, democrática y civilizada, la podredumbre no debería jamás defenderse, se pudra quien se pudra, sino explicarse sin paños calientes ni canes cerberos de pago ladrando alrededor de las irresponsabilidades caciquiles. Si a quien roba un ciclomotor o un bolso, porque no está educado ni nadie le ha instruido en ética ni en civismo, lo mandan al trullo en tal situación ¿cómo se puede proclamar inocente a alguien que teniendo los máximos recursos y la mejor preparación de todo el país, que se le ha subvencionado, además, no distingue el delito de la normalidad y perjudica a los ciudadanos que la han estado manteniendo desde que nació, llevándose crudo el patrimonio social? ¿Pero qué clase de justicia sería si se cediese a las presiones y se declarasen normales ese ripo de conductas? ¿Qué precedentes jurídicos y penales se establecerían para el resto de casos similares?¿Con qué cara, con qué autoridad, se podrá luego juzgar y condenar verdaderas nimiedades comparadas con lo que se ha considerado peccata minuta por esa sacrosanta justicia que no da la talla ni de coña?

Por mucho que los voceros proclamen la inocencia de Cristina Borbón, el veredicto ya está escrito en el dietario de los españoles con la tinta indeleble de la evidencia. No está en juego la honorabilidad de esa infanta, que nos trae sin cuidado, porque además es cosa suya y ella verá lo que hace con el honor de sus comportamientos, mientras no vaya metiendo mano con su marido, o por  cuenta propia, donde no se debe tocar ni un céntimo en plan 'sinónimo de lucro', tampoco está en juego el papel mojado de una monarquía pastiche-franquista, que ya está más que descartada en la normalidad ciudadana y democrática, como futuro representativo de sus no-representados, que son millones; lo que sí está en la cuerda floja es el valor intocable o la descalificación moral absoluta, de la Justicia española, su auctoritas ineludible. Seguramente las señorías implicadas en el asunto deberían leerse, repasar y meditar las palabras que Calderón de la Barca puso en boca de Pedro Crespo, en El alcalde de Zalamea, nada menos que en siglo XVII: 

                          «Al rey la hacienda y la vida se han de dar,
                            /pero el honor es patrimonio del alma,
                                     /y el alma sólo es de Dios...»

Traducido a nuestro tiempo este  alegato del ciudadano oprimido y presionado frente al abuso de poder jerarquico, resulta válido también ahora, porque la ética no es una costumbre que cambia con las modas, sino una calidad intelectiva que impregna de sentido la conducta humana y que el tiempo no amarillea ni degrada, sino que afianza y profundiza.
Ahora Pedro Crespo posiblemente hubiese dicho algo así:
                
                        "Un  Estado justo y noble
                          por Ley se debe aceptar,
                          mas una conciencia honesta
                          es el verdadero honor,
                          la imponderable justicia
                          que siempre nos debe honrar;
                          el honor no es del Estado
                          ni lo dan oro y poder,
                          sino un bien muy singular
                          que nadie puede romper
                          y nadie puede quitar,
                          la decencia es su valor
                          que es patrimonio de alma
                          un territorio sagrado
                          al que llamamos conciencia
                          y el alma sólo es de Dios
                          que es como decir del Hombre
                          cuando alcanza luz y ciencia
                          benevolencia y cordura
                          que son honores con causa
                          cuando el alma nos madura.
                          Son valores, majestad,
                          valores que son palanca
                          valores que dignifican
                          valores  que nunca mudan
                          con los precios del mercado
                          ni los cambios de la banca"

                       

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