jueves, 13 de febrero de 2014

De los tentáculos atroces de la tiranía no se libran ni el arte, ni la ciencia, ni la música

Richard Strauss, el nazismo y la colaboración musical en Alemania (y en España)

13 feb 2014
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University



Este año se va a celebrar el nacimiento del compositor Richard Strauss, que cumpliría en junio 150 años. A raíz de este aniversario se están organizando actos a lo largo del mundo, y muy en especial en Europa, para celebrar a este famoso compositor. Y, como es lógico, uno de los lugares donde mayor número de celebraciones tendrán lugar será en Alemania, donde nació este autor en 1864, en Múnich. Lo que es interesante señalar es contrastar esta gran movilización con el casi silencio que ocurrió en su centenario, en 1964, que pasó casi desapercibido. ¿Por qué?
Antes de responder a esta pregunta, vale la pena hacer un resumen de su vida. Strauss fue un niño prodigio, pues comenzó a componer música a los cinco años. Y a los diecinueve ya dirigió la presentación de su segunda sinfonía en Nueva York. Fue, lo que se define en la narrativa convencional, un gran genio musical. Ni que decir tiene que la música era su vida. Y era un personaje clave en el establishment musical e intelectual de Alemania, habiendo alcanzado su máxima producción durante el periodo 1888 – 1915. Escribía no solo la música, sino también el contenido y narrativa de su música, que incluía los mayores temas de la época. Figuras populares en sus obras musicales, incluyendo figuras que iban desde personajes españoles como Don Juan y Don Quijote, a personajes muy alemanes como los creados por Nietzsche (por ejemplo el Superman), así como muchos otros de la mitología germánica. Aunque sus obras más conocidas son sus valses y danzas, también escribió muchas óperas que fueron sumamente populares. Era el compositor alemán por excelencia.
Su vida cambió enormemente con la elección de Hitler en 1933. Este se convirtió en el canciller, además del máximo líder del Partido Nazi. Toda la evidencia parece apuntar a que Strauss en aquella época no fue nazi. Se sabe que no era un antisemita, pues su nuera, la esposa de su hijo y madre de sus nietos (a los que Strauss adoraba), era judía. Y algunos de sus colaboradores también eran judíos (ver el excelente artículo de Michael Kennedy “Richard Strauss: a reluctant Nazi collaborator”, New Statesman, enero de 2014, del cual extraigo la mayoría de datos que presento en este artículo). Strauss creía que su fama lo y los protegería.
Respondió a la invitación del dirigente nazi Goebbels, responsable de las actividades culturales del Estado alemán nazi, para colaborar con el Estado, lo cual Strauss aceptó con gran entusiasmo pues ello le permitiría orientar la música del nazismo previniendo –según dijo él más tarde- su deterior. Con el tiempo fue involucrándose más y más, pasando a ser parte del equipo dirigente que dirigía la cultura musical del Estado, escribiendo incluso notas laudatorias sobre Goebbels. Y en 1934, escribió el himno de las Olimpiadas nazis de 1936.
Su relación con el Estado nazi se debilitó más tarde debido a su resistencia a poner fin a su relación con uno de sus colaboradores más allegados, un compositor judío, Mr. Zweig. Ello fue causa de que dejara de ser invitado a las fiestas nazis y a los círculos de poder del Estado nazi, lo cual le preocupó enormemente pues pasó a temer por su nuera y sus nietos. Intentó reconciliarse con Hitler enviándole cartas, que adoptaron un tono casi servil, intentando congraciarse con la dirección nazi, cartas que no fueron contestadas.
Cuando la Alemania nazi fue derrotada, Strauss se encontraba en una posición muy incómoda pues su bien conocida relación con las autoridades nazis, incluyendo sus cartas a Hitler, lo definían como un colaborador de aquel régimen, aun cuando el nazismo se había convertido en un sistema peligroso y asfixiante no solo para sus familiares y amigos judíos, sino también para él.
Después de la derrota del nazismo, Strauss fue incluido en la lista de colaboradores de Hitler. Y su nombre fue incluido entre aquellos que necesitaban ser vigilados. Y no fue hasta 1948 cuando Strauss fue eliminado de esa lista, dándole luz verde para su actuación y aceptación. Pero aun así, su identificación con el nazismo dejó huella por bastante tiempo, una huella que está siendo borrada ahora. Esta es la razón por la que su centenario en 1964 no fue celebrado al nivel que será celebrado este año su 150 aniversario. Pero sus ambigüedades y colaboración con el nazismo tuvieron un coste en su reputación personal.
Relevancia del caso Strauss en España
El fascismo español, hermano del nazismo alemán, no fue derrotado en España. Y su nacionalcatolicismo, reproducido por el Estado dictatorial y más tarde continuado por el Estado heredero del dictatorial, continúa muy vivo. La expulsión del cuerpo de jueces del único juez que se atrevió a analizar los crímenes del Estado fascista es un indicador de lo que ocurre en España. El Estado español, incluso hoy, se opone al mandato de las Naciones Unidas de que ayude a recuperar los cuerpos de los desaparecidos (más de 114.000) durante la enorme represión ejercida por aquel régimen. De ahí la gran diferencia entre lo que ha ocurrido en Alemania con lo que ha ocurrido en España. Hoy, los vencedores y sus herederos son los que controlan el Estado español. La gran mayoría de la jerarquía del Estado en sus distintas ramas y aparatos está dirigida por personas hijos e hijas de los vencedores en aquel conflicto que hoy militan en distintas opciones políticas. Y se oponen por todos los medios a recuperar la memoria de lo que hicieron sus padres y abuelos. Y ello se aplica a todas las ramas y actividades de la vida económica, social y cultural (incluyendo la vida musical). Naturalmente que hubo muchos sirvientes de aquel régimen (que exigía hasta el año 1978 juramento de lealtad al Movimiento Nacional para cualquier cargo público) que, por su formación (médicos, enfermeros, personal de correos, y otros), mantuvieron una colaboración con el régimen que en sí era apolítica, necesaria de realizar en cualquier sistema. Pero había otras ramas del Estado que sí tenían funciones represoras (que van desde el sistema judicial al policial) y funciones reproductoras de la ideología del sistema del nacionalcatolicismo (entre las cuales, las culturales y musicales jugaron un papel fundamental). Y los personajes que trabajaban en estos sectores continúan inmunes, con un silencio ensordecedor en cuanto a su pasado. ¿Hasta cuándo?

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Hay que tener muy despierta la conciencia y  el sentido de la ética y un compromiso íntimo con los derechos humanos y la dignidad de nuestros semejantes, para no caer en las redes del poder. Para decir no a las componendas , para no admitir un contrato sustancioso con entidades tiránicas o corruptas. Para  exiliarse y soportar el aislamiento, el ninguneo, el desprecio y hasta la persecución, las amenazas y el daño por no querer vender el alma al diablo del poder. El nazismo de Hitler fue espantoso, como lo fue el fascismo de Mussolini o el de Franco. Los tres fueron unos carniceros en un tiempo de nacionalismos enfermizos e ideologías fanáticas, de pasiones bélicas, donde se combatía por la "raza" y la etnia, donde la xenofobia se llamaba "patriotismo" y era muy difícil reconocer la barbarie mezclada con la "cultura", el "arte", la "erudición" y la "ciencia". Sólo los muy despiertos consiguieron ver el panorama real. El resto sucumbió a las tentaciones del engaño. Lo mismo ocurrió en la URSS con Stalin y las purgas con torturas y penas de muerte para quienes osaban disentir de sus métodos tiránicos.  Eran tiempos crueles, pero había una línea que separaba "buenos" y "malos", democracia y dictadura, las cosas eran difíciles pero había una capacidad para distinguir el horror de la normalidad. En cambio ahora no disponemos de esa oportunidad con tanta evidencia. Hoy el nacionalismo y el fascismo de ayer, se han camuflado bajo el disfraz de neoliberalismo salvaje. Hipócrita y fariseo, que es muy religioso, cumplidor de la "legalidad vigente", defensor de la libertad y la democracia, que utiliza para darles la vuelta, que bendice a la banca expoliadora, la globalización de la miseria y el genocidio consensuado de la guerra de conveniencia si hay que apoderarse del petróleo, del gas natural, de la madera y la celulosa de los bosques, de todas las materias primas, como efecto colateral de su imperialismo depredador. Ese sistema tiene su centro y su base en los EEUU de América del Norte. Allí se refugió la flor y nata del nazismo y allí ha plantado su escuela. Y allí sigue organizando el gran capital, los ejércitos invasores y la más alta tecnología al servicio del exterminio. Allí han acudido y siguen acudiendo los mejores cerebros del Planeta atraídos por la facilidad de trabajo de alto nivel , los sueldos estupendos y el prestigio que da ser más inteligentes que el garrulismo de una masa social idiotizada por la publicidad consumista y la televisión telepredicadora del sistema, idiotez que ha extendido por el mundo con su cantinela del american life's way.  
Se supone que el Profesor Navarro, como buen conocedor del tema, tendrá mucho que contar acerca de esa reencarnación o transplante del engendro nazi en la sociedad del Ku-Kus-Klan, que fue capaz de acabar con Abraham Lincoln, con los hermanos Kennedy y con Luther King, por el mismo odio racial y de lanzar el único ataque atómico en el Planeta para acabar una guerra contaminando y matando a medio Japón durante decenios, como vietnamitas contaminados por las armas químicas y destrozados por las minas residuales como en Camboya actualmente, mientras hace que cualquier país que no sea de su área de dominio, como Irán, no pueda siquiera producir energía atómica. O arrasa Irak, Afganistan, o Libia y si no se le hubiesen parado los pies internacionalmente, habría hecho lo mismo con Siria a estas alturas. Sería muy interesante que este inteligente politólogo y catedrático, profesor de  Public Policy. The Johns Hopkins University,según reza en su presentación, y que cooperó con Hilary Clinton en la génesis del sistema de Seguridad Social norteamericano, nos relatase las mil y una formas de totalitarismo exportado al mundo desde USA. 
Al menos Alemania rectificó tras la derrota y hoy día usar la cruz gamada o manifestarse como nazi brazo en alto o conspirar en ese entorno, o proclamarse xenófobo y maltratador de extranjeros se ha convertido en delito en aquél país. Seguramente la derrota bajó los humos a los alemanes, les hizo más sensatos, más humildes, humanos y responsables históricos de aquella desgracia. Cosa que ni a los fascistas españoles y norteamericanos no les ha sucedido todavía. Eso les está conduciendo a la destrucción desde dentro de su propia sociedad y de su propio sistema, con el mismo nivel de ruina que una guerra mundial, pero pudriéndolos por dentro a base de su misma forma de vida hipócrita, injusta, desigual en oportunidades, cruel y caciquil en cuanto a que la misma oligocracia maneja sus gobiernos, apegada al miedo y al dinero, al poder de las tinieblas y a la mentira como caldo de cultivo.
Seguramente el Profesor Navarro en EEUU se encontró como en casa, en lo que respecta a la planicie cerebral del ambiente cultural e intelectual. Y por ello seguro que, con su experiencia, puede mostrarnos muchos rasgos similares en el fondo, aunque distintos en la apariencia formal. Dicen que Dios los cría y ellos colaboran. Será por eso que Eisenhower visitó a Franco como a un amigo del alma en el apogeo de su dictadura, será por eso que los USA apoyaron esta monarquía puesta por el dictador y estaban al loro del "golpe de estado", como si lo hubiesen diseñado ellos mismos. Preferían un dictador fascista y su descendnecia "real", antes que una democracia republicana tirando a "roja"y era bueno dar un susto a los españoles para curarse en salud. Como prefirieron a Pinochet antes que respetar a Allende. O a Videla antes que una república argentina "socialista", a base de torturas, asesinatos, desapariciones y bebés robados a sus madres asesinadas. ¿Pero qué importa ese historial de bagatelas  ante los coqueteos de Richard Strauss con el régimen nazi? Será por no haberse ido a tiempo con la música a otra parte.

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