El SAT se lleva 10 carros de material escolar de un ‘súper’ de Sevilla
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Ya estamos repitiendo el tic. Así no podrá cambiar nunca este desgraciado país. Jamás. No podemos pasarnos la vida dando saltos del "bandido malo" al "bandido bueno" y viceversa. Porque en el fondo lo que une los extremos del mismo cable, es el bandidaje depredador -el instinto delincuente- que es malo o bueno según del lado desde el que se aplauda o se sufra.
Está clarísimo que los niños tienen derecho a su material escolar sin que los padres tengan que pedir limosna para comprarlo. Está muy clara la avidez mercantil y piraña de los negocios editoriales y de los grandes almacenes y superficies comerciales. También la pasividad y la indiferencia inhumana con que el gobierno pasa de detalles sin importancia, como los derechos y deberes de TODOS, incluidos ellos, los que gobiernan, que se inclinan más hacia el abuso justificado por el poder del que se aprovechan para vivir como sanguijuelas, que del lado de la justicia distributiva y el bien común.
Pero ¿qué recursos tienen los ciudadanos ante el pasotismo cómplice de los unos y la desvergüenza rapiñera de los otros? No puede ni debe ser que además de pobres, desastidos y arruinados, haya que acabar, para más inri, delinquiendo. Degradándose uno mismo. Convertirse en pirata y en ladrón a la misma altura de los que le arruinan y le asfixian no es precisamente una bicoca, por mucho que ampare la sigla de un sindicato de izquierdas no muy bien entendidas.
El problema de la escasez no puede resolverse desde la violencia y el asalto a lo bestia. Sólo se añadirá que además de no tener libros, los niños se encuentren con el padre y/o la madre en la cárcel por asaltar un comercio o en el hospital porque les hayan zumbado por ladrones. Y con un multazo que pagar por la denuncia que les van a endosar. Para encontrar soluciones hay que separar la importancia del problema y su solución o disolución, de la reacción violenta que produce una injusticia y que nubla la mente y la automatiza, creando el caos en vez de resolver con equilibrio y justicia la desigualdad sin aumentar las dimensiones del problema a resolver al crear otra injusticia como resultado del arranque justiciero, a lo José María el Tempranillo.
Ideas:
Una campaña de recogida de libros escolares usados.
Un banco comunitario de material y recursos en el que se pueda ir dejando todo lo que en casa ya no se usa, como mochilas, carteras, cuadernos sin usar, lápices y bolígrafos a medio gastar, libros que ya sean leído, juegos didácticos que ya no se usan porque los chicos han crecido, ordenadores "viejos" que se pueden poner en uso. Impresoras que se pueden arreglar y reciclar.
Tiempo de los padres y familiares para echar una mano y poner en marcha el proyecto
Un apoyo solidario de las AMPAS y de los vecinos para proporcionar material a los niños sin recursos.
Una campaña de "euro para material escolar". Si cada vecino del pueblo o del barrio da un euro, y se consigue hacer caja común, se puede comprar material para todos niños sin tener que robar a ningún ladrón.
Con el apoyo de las escuelas y maestros, renunciar a los libros de texto oficiales impuestos por el ministerio y construir las asignaturas en clase, no sólo por necesidad sino también como acto reivindicativo contra el abuso de editoriales sin freno legal que impida cambiar cada curso los libros. Formar una biblioteca de consulta en el aula con libros y diccionarios usados de que se disponga entre las familias. La materia de estudio será la que el alumno, con su trabajo y su aprendizaje, se lleve a casa y la pueda ir encuadernando hasta tener su libro propio. Una tarea que se puede aprender en clase: la encuadernación sencilla, con grapas y una portada inventada por cada alumno. Construir los propios libros hasta fabricando el papel en clase y en casa cuando se domine el oficio un poco mejor y si hay ordenador en clase convertir, además, los libros que hace cada alumno en PDF para poder estudiar todos lo de cada uno y así completar los contenidos. Por supuesto los profesores irían supervisando y corrigiendo la obra de cada alumno, preguntando y aclarando sus dudas naturales y necesarias.
Hacer campaña para que los negocios de material escolar, incluidas las grandes superficies den un "diezmo" de conciencia en materiales para la causa de los niños sin recursos. Y si no lo hacen, dejar de comprarles y hacer una denuncia pública de la insolidaridad de ese negocio para que la clientela no compre en él.
Ir por oficinas y despachos, privados y públicos, pidiendo el papel utilizado por una sola cara, que servirá para tomar apuntes o dibujar y hacer cuentas y operaciones matemáticas. Y una vez usado, reciclarlo para sacar papel nuevo. También se puede pasar una caja de bolis y lápices para que se donen a la causa del material. ¿Cuántas empresas se hacen bolígrafos como propaganda y los van regalando? Pues la mejor propaganda puede ser darlos a la escuela.
Poner en las clases un buzón de ideas para ir mejorando el trabajo simplificador del consumo.
Proponer a los padres y madres una reunión semanal para ir revisando el proceso de los niños y la respuesta de las familias. Eso es educarse mutuamente y crecer juntos en valores reales.
La enseñanza no puede depender de que haya o no abundancia de consumo de material. Seguramente una escuela con poco consumo y mucho ingenio ayuda al desarrollo humano bastante más que la abundancia de gasto en pijadas.
Y sobre todo ayudará muchísimo a la formación cívica de los niños, tener unos padres y maestros éticos e imaginativos y no una caterva de facinerosos que no distinguen la solución de los problemas de la rabia y el asalto; es mucho más productivo para su futuro y para el equilibrio de su presente.
Es una barbaridad que las "ideas políticas(¡?)" embrutezcan al hombre hasta el extremo de nublarle la inteligencia. Se hace política real cuando los ciudadanos toman conciencia de sus necesidades y se unen solidariamente para solventarlas o eliminarlas, sin dañar a terceros ni al bien común, y respetando las leyes justas como desobedeciendo las injustas, aprendiendo que frecuentemente llamamos "necesidad" a la costumbre de consumir compulsivamente pijadas a las que hemos dado el estatus de imprescindibles porque la publicidad lo ha impuesto desde la caja tonta y por la inercia de una mente automática, incapaz de distinguir lo necesario de lo superfluo y la manía de comprar lo que todos compran sin más motivo que porque todos lo hacen y uno "también tiene derecho" a ser un borrego consumista sin preguntarse nunca al respecto, ni por qué trabaja tantas horas para comprar idioteces que no le aportan nada y llenar los bolsillos de los explotadores con un dinero que podría darle otro tipo de satisfacciones empleado con más inteligencia y generosidad.
Mucho más importante que tener la cartera llena de material prescindible, es dar a nuestros niños una verdadera educación inteligente, autosuficiente, libre de tapujos y mentiras consumistas. Personalmente, en mi infancia de hija única con montones de juguetes, fui mucho más feliz cuando en el pueblo donde mi madre trabajaba como maestra, las niñas me enseñaron a hacerme los muñecos con restos de sábanas usadas y retales, lana para ponerles el pelo, botones para los ojos y vestidos y "zapatos" inventados por mí. O trenes con las cajas de zapatos, llenos de ventanillas recortadas y pintadas de colores alredor, balanzas para pesar jugando a las tiendas, con las tapas de las cajas de crema para el calzado...Marionetas y botes para lápices con los cartoncillos del papel higiénico, cuando se podía comprar, que era pocas veces; usaban en el retrete del colegio rural papel de periódico recortando en cuatro las hojas y colgadas de un alambre. Y nadie pensaba que faltase nada importante en sus vidas. La imaginación era mucho más rica y fértil que ahora, tal vez porque todo nos lo dan hecho. O porque la tele nos roba el tiempo que podríamos dedicar a la creatividad.Como en la fábula de Momo, los hombres grises se fumaban el tiempo de los humanos, dejándoles vacíos de contenido, solos y desgraciados.
Una sociedad no dependiente de un falso estado de bienestar de diseño es mucho más despierta y feliz que una sociedad ahíta de objetos y cuya mejor salida del aburrimiento es ir de compras y al día siguiente seguir necesitando ir de compras para matar el tiempo y la ansiedad depresiva que produce vivir produciendo sólo dinero y vacío. Y en su defecto paro y miseria. Hasta el punto de que cuando no se puede consumir aquello que nos ha llegado a parecer imprescindible, por inducción y reducción de la capacidad neuronal, esa sociedad puede llegar a convertirse en delincuente y salteadora de tiendas.
Qué cutrez. Y qué triste.
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