martes, 13 de agosto de 2013

Qué pregunta...!

¿Por qué no ha sido citado Rajoy como testigo en el caso Bárcenas? 



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Esta es la pregunta que hace hoy eldiario.es a los lectores, y para pulsar la opinión añade tres opciones y la cantidad de votos que se ha llevado cada una de ellas. 
Lo que queda más claro que el agua es que a Rajoy no se le cita como imputado en nada porque el Poder Judicial está decidido a que ni los presidentes ni los Jefes de Estado de este país lo hagan jamás. ¿Por qué Felipe González tampoco fue a declarar nunca ni compareció en nada que oliese a juzgado o a Audiencia Nacional, con la de motivos que dio para ello e incluso con un ministro de Interior y su segundo de a bordo, Barrionuevo y Vera, en la mismísima cárcel? 

Debe ser por ese pánico aterrorizado y tembloroso que el poder político español produce en el Poder Judicial idem. España, la mires como la mires, es de derechas ladeadas, escoradas hacia donde convenga, y de derechos en columna salomónica, -no por lo sabios, sino por lo retorcidos-. Pero, sí, de derechas, al fin y al cabo. Y mucho. No por los contenidos ideológicos, que no tienen la menor relevancia, sino por las inercias y los modales flamencos, chulos y marrulleros, grandilocuentes y cínicos a tumba abierta, más propios del bandolerismo caciquil decimonónico, que de una civilización del siglo XXI. 

Hasta la izquierda es de la misma calaña cuando le toca la china del morro y del abuso politicante, y en idénticas tesituras ha respondido por el estilo. Ahí quedó pendiente la comparecencia de Felipe González en los juzgados, por el caso GAL y por la ristra de casos de corrupción que nunca olvidaremos; es lo que tiene la memoria histórica de una generación entera que no supo lo que de verdad le vendían como "transición" de la puerta principal del infierno a la puerta del falsa del mismo. Una deuda de conciencia con la justicia y con los ciudadanos, seguramente ya caducada. Y es que no pueden evitarlo. El poder les encoge y les aniquila la lucidez. Les deja hecha unos zorros la coherencia. La ética no. Porque no la conocen todavía. Les queda muy lejos. Remotísima. En un escalón evolutivo con demasiada altura para un estado de cutrez semejante. Y se van apañando con los subalternos. Siempre. Y a toro muy pasado. Todo lo que se pueda. A ver si con un poco de suerte se va capeando el temporal, las pruebas y los testigos no dan la talla de lo evidente y los delitos van caducando como yogures de mercadona. Porque ese tipo de delito no está muy claro que sea delito. Para España, of course. En otros países por mucho menos juzgan y dimiten al presidente sin contemplaciones. E incluso el Presidente hasta se siente mal por haber desconocido lo que se cocía a sus espaldas en cualquier watergate o en la agenda del novio de su secretaria, como en el caso Nixon o W. Brand. Y piden perdón por haber defraudado la confianza de sus electores; entonces practican el noble arte político de la dimisión por decencia y por honorabilidad y por inteligencia política real. 

Un verdadero presidente o mandatario, con formación y entendimiento suficientes, con verdadera esencia democrática, sabe muy bien que la dimisión libremente decidida en un tema de enjuague político-social descarado y más que evidente, es una condecoración que le engrandece y le honra, no un desdoro que lo humilla. Lo humillante y degradante, por el contrario, es emperrarse en quedarse pegado con superglú, al sillón, al escaño o al trono.

Pero en España -o en Italia, con Berlusconi,- no comparece voluntariamente o dimite ni diosh. Porque, ilusamente, están convencidos de que admitir la responsabilidad es admitir el fracaso personal, el desdoro jabonoso de la secta que llaman partido, la pérdida del glamour y cargar en público con la "culpa" judeocatólica, que siempre se escaquea al cobijo del secreto de confesión, en el tú  a tú con el cura y nunca se reconoce como delito social contra el prójimo en formato ciudadanía, más allá del pecado de tapadillo; por eso nunca se asume ni se repara el mal social causado, y no se devuelve ni un duro de lo afanado o derrochado por cuenta propia y del dinero del prójimo en formato impuesto, porque esas resoluciones y esas culpabilidades no entran en el catálogo textual de los diez mandamientos. Son demasiado modernas y sutiles para la fe del carbonero en el bolsillo del político, de la banca y la empresa privada de moral, siempre amigas y bien dispuestas a lo que sea. A ver, ¿dónde dice Moisés: "No te corromperás con prebendas ni usarás tu poder para arruinar a unos y favorecer a otros"? Pues en ningún sitio. A eso se agarran como a un clavo ardiendo.  Tanto que el Evangelio, por el que se intentan llamar "cristianos" sin conseguirlo, se les queda lejísimos, como el escalón de la ética, como si estuviese escrito en marciano o en plutoniano, que queda más propio. Y no lo acaban de encajar.

La diferencia, aún padeciendo idénticos dogmáticos rigores vaticanistas, es que los magistrados del estado italiano tienen superclara su enorme responsabilidad a favor de la justicia, y caiga quien caiga, por encima de todo, pero aquí sólo domina el panorama institucional, el miedo a salirse del corral, porque luego les pueden garzonizar, silvalizar o carmonizar. Tres formatos de punición "legal" para eliminar jueces incómodos y demasiado fieles a la justicia, que después de todo, qué sabrá ella, siempre con esa venda puesta...y sin un lazarillo habilidoso que le sople por donde hay que cargar los platillos de la balanza para que no se líe la de Dios es Cristo. O la de Dios y Cristo somos todos, que es mucho peor para la estabilidad del cotarro, al que ya la costumbre ha dotado del máximo poder y de los altares y estrados más rimbombantes e irrebatibles. 

Y así va el asunto. Del coro al escaño. Del escaño al tribunal del apaño. Y del tribunal, vuelta al escaño, que aquí nunca pasa nada. Y todo es como un juego de la Oca interminable. Te puedes ir del despacho de Génova a la cárcel y desde la cárcel al tablao para cantar lo que sea necesario. Y de allí, cualquiera sabe lo que van a ofrecerte porque te calles o lo que van a hacerte si te da por darle a la singüeso. Y Soto del Real es patrimonio nacional para vacaciones en comandita subvencionadas por los de siempre. Los "quesejodan". Y los dineros a buen recaudo para que el capital no se devalúe ni se apolille, y véte a saber en qué zona del paraíso global se lo esconden. Luego, silencio sobre los titulares ostentosos y alarmantes en serie "B", de Babia, claro. Toman el relevo del aturd-i-miento, un Gibraltar a la parrilla marinera, un tren que se despampana en puro de-sin-freno, e incendios que animan mucho el morbo, las cenizas ambientales y el desánimo. Y ya está. Más de lo de siempre. España mopa fashion. Para no variar. ¿Para qué cambiar los factores si el producto va a ser el mismo? Sólo que ya,  a base de leches, lo de "siempre" ha perdido los oropeles y la benignidad. La purpurina del envase. Y ya no cuela. Como tampoco cuela la fatalidad de la costumbre. La cutreidad del hábito, que hace al "moje", pero cada vez menos. Por supervivencia. Por decoro recién descubierto a la intemperie de la estupidez y su heredera, la maldad como renta vitalicia.

Pp, serrín y desmigue de lo ehpañóh, recuérdalo aunque no dimitas ni te dimitan: el mal que nos haces es tan horrendo y tan aberrante, que también nos está haciendo reaccionar. Como las vacunas de antes. Psoe, toma nota tú también. No te hagas ilusiones. A partir de esto, el chollo nunca será lo mismo. Vais a tener que sudar tinta china para volver a "lo de siempre". Porque eso ya está  tocando el listón del jamás nunca más de lo mismo. ¡Por éstas! Como Scarlet O'Hara y Lo que el viento se llevó.

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