La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, se ha estrellado con su moto contra un coche que no la vio y la ha mandado a la UCI de La Paz. Un buen sitio para el reposo. La Paz. Pero con un contenido muy doloroso y averiado.
Cuando alguien hace mucho daño aplicando a estacazos abusivamente y sin moderación ni piedad el poder que le ha concedido una mayoría sin saber lo que se iba a encontrar, la primera reacción que producen noticias como ésta, es de revancha. Casi al estilo Andrea Fabra: que se joda y aprenda lo que es sufrir cuando no se ha hecho nada para merecer algo tan malo. La vida castiga a los crueles sin palo ni mano.
Es el desfogue instintivo, respondón y "natural" de la emoción reprimida, estilo Talión, de lo bestia que nuestro ego primario lleva consigo. Pero en paralelo se experimenta, -o tal vez aún no-, la capacidad empática humana, que procede del alma (si es que se tiene alma y se es humano, que no todos lo somos ni la sentimos ni la desarrollamos) y un sentimiento compasivo nos hace descubrir al individuo desarmado, imperfecto, frágil, vencido, vulnerable y hecho polvo, en una camilla de hospital, intubado, con respiración asistida, inconsciente e indefenso, en manos de un sistema mecánico, donde el cuerpo se trata como un coche averiado en el taller, ante los avatares y el karma que genera la existencia. Lo mismo que sucedió cuando el dictador Franco agonizaba durante dos meses, ya sin voluntad ni decisión para dar órdenes, desangrándose por dentro sin remisión, de El Pardo a la misma Paz, en manos del mismo automatismo de frontera entre la vida y la muerte, que ponen toda su pericia en los aparatos y en los medicamentos químicos, porque tampoco, un mundo autómata y sin alma individual ni, mucho menos, común puede disponer de terapias más sutiles, más eficaces y menos dañinas.
Y ante ese paisaje desolador, el alma y el maestro del corazón, como lo llaman en Oriente y lo describe Annie Marquier, nos dan un toque de inteligencia emocional y nos colocan en la mirada profunda, unos rayos X mucho más finos e inocuos que los clínicos, que nos permiten "ver" quién es esa pobre mujer reducida a nada o la sustancia de aquél miserable viejo decrépito, que tras la máscara de la crueldad y el miedo a lo diverso, sólo era, como todos en esas tesituras, un hatajo orgánico en descomposición y expuesto a todos los riesgos, por más que su tiempo transcurriese secuestrado en el bunker del poder y haciendo papilla con su fanatismo a todos los que no entendía ni valoraba. Entonces se rompen los tópicos y las ideas que una se ha hecho acerca del montaje externo. Y se pueden descubrir tanto la esencia humana del sufriente, vista sin prejuicios, como los obstáculos internos que nos ciegan y nos confunden, que nos quitan la objetividad y nos hacen medir al ser humano sólo con sus hechos más lamentables.
Es el momento de lo bello. De lo real. De lo transparente. El momento en que pondrías de tu parte todo lo posible para salvar esa vida, en el primer caso, o las mejores condiciones para acompañar sanamente una muerte inevitable, en el segundo. Sin prejuicios. Sin rabia. Sin retranca. Con la limpieza interna de un alma liberada y de una mente justa. De un corazón no violento y compasivo.
Y entonces aparece la chispa de la verdadera inteligencia, la que nos hace poder separar el juicio instintivo, de la justicia verdadera. Aparece el summum ius, summa iniuria. El porqué de la noviolencia. Y la raíz de la violencia, que es una reeacción inercial y mecánica, como la medicina, la farmacopea o las leyes a gusto del consumidor del poderes. Descubres el porqué de la evolución. Evoluciona, crece y mejora el individuo y la sociedad que aprende a superar la prisión del ego. La que adquiere la libertad de juicio sin atavismos, sin trampas, sin escoria. Es el punto donde el humano corriente se convierte en mahatma. En un alma grande. Y ya no hay marcha atrás. No porque no se pueda, sino porque no se desea tal retroceso, tal batacazo en el barro de la animalidad vivida desde lo peor y más degradado. No hay algo más perverso y más enfermo, que las cualidades humanas puestas al servicio del la crueldad animal. Que en esa especie es salud y normalidad, pero en la especie humana, dotada de conciencia y de una mente superior, es aberración contra natura.
Lo más importante y definitivo, lo espléndidamente hermoso, es que en ese punto de partida podemos elegir libremente la opción. Podemos pasar la vida trotando como fieras por el territorio de lo bestia y soñando que cuanto más poderosamente bestias seamos, antes conseguiremos conquistar lo bello, sin conseguirlo jamás, porque lo que sólo se encuentra dentro no se puede conquistar nunca. Nace espontáneo como la luz, como el perfume, la música o un poema o el amor, o la certeza del descubridor verdadero, pero no en cualquier tierra de cultivo, sino en el jardín y en el huerto del alma que cuida el mejor agricultor y jardinero: el espíritu.
Podemos también elegir lo bello como forma de vida, como camino. Y lo bello es bueno. Siempre. No hay belleza ni salud en la maldad. Ni en la maldad pueden germinar la salud ni la belleza. Kallós kai agazós, decían los sabios de la antigüedad.
Un ser bello y bueno, no puede convivir íntimamente con la maldad, con la perversión, con la mentira, con la trampa, la opresión y la crueldad. Rechaza la basura pero comprende que haya basureros que sólo sirven para hacer ese trabajo,porque no han aprendido a hacer otra cosa mejor en esta existencia. No los odia por ello; sabe que mientras haya basura los basureros son necesarios. Como lo son los desagües residuales mientras haya suciedad que lavar. ¿Acaso en una sociedad sana, liberada, cultivada, bella, solidaria, justa y feliz, sería posible una dictadura? Jamás. Los dictadores y maltratadores sociales existen y obtienen poder porque encuentran abonado el terreno para sus actividades.
Si no quieres que te gobierne una dictadura desalmada, empieza por desactivar al dictador intransigente y desalmado que llevas escondido debajo de la máscara "justamente" vengativa y aparentemente tolerante y "democrática". Y aprende a detectar las diferencias entre la imposición y la responsabilidad. Tenemos ahora mismo en el gobierno un ejemplo nítido de sistema impositivo, dictador camuflado de "liberal", e irresponsable absoluto a la hora de actuar en la órbita del bien común. Legislando para sí mismo y de espaldas a la realidad de los ciudadanos. Tanto por falta de ideas y de preparación y recursos humanitarios, como por inmadurez psicoemocional. Pero en la indignación que esto nos produce no nos olvidemos nunca de que escarbando bajo lo bestia puede aparecer lo bello y lo bueno. Un Rajoy o una Cifuentes que eligiesen cambiar de vibración serían una alegría para todos y no una penitencia como ahora. Y sin olvidar que si están ahí y haciendo lo que hacen, es porque una mayoría de españoles se identifica con el lado bestia y desconoce el lado bello de la inteligencia emocional. Del alma y del maestro del corazón.
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