El arquetipo del maltratador se reproduce lo mismo en lo privado que en lo público. El maltrato no es sólo físico. Su raíz es psicológica mucho más que material. Cuando llega a las manos es ya la manifestación indiscutible pero mucho más aparatosa que el aspecto sibilino y soterrado de tal perversión y en realidad su sustento fundamental.
Los malos tratos nacen de una debilidad del maltratador mucho más que de los hipotéticos errores del maltratado. Con errores se convive perfectamente, lo insoportable es la mala intención, el mal pensar y la crueldad como sistema de relación dependiente, entre el miedo y la posesión. Aunque muchas veces la víctima caiga en la trampa y coopere sin saberlo, a que se produzca la situación, con pésimas formas de entender el cariño y el amor. Por miedo a "perder" algo que cree tener, como el afecto aberrante de un verdugo, que disfruta humillando y aplastando con el abuso y manipulación de las emociones y sentimientos de su víctima, que muchas veces lo es de buen grado, convencida de que seguramente es ella la que provoca los estallidos de mala uva y violencia porque no da la talla, ante esa figura que ha sobredimensionado en su admiración excesiva, absolutamente acrítica y casi agradecida por ser "la elegida" entre miles.
El maltratador se regodea en la exigencia y en el poco aprecio de las virtudes de su víctima. Suele ser encantador en sus contactos sociales y profesionales, pero un verdadero callo desagradable y desabrido en la intimidad, en cuyo seno nada es bastante para verle contento. Las sonrisas quedan para el atrezzo y la escena, la aspereza y los gestos secos, para la intimidad de lo cotidiano. En el fondo es un ser vacío y con un egocentrismo que no admite en su intimidad egos rivales y mucho menos a personas con sana autoestima. Se rodea de dependientes a los que paga con el mismo afecto que dedica a su perro o con un sueldo contratado por sus servicios laborales o carnales y con favores clientelistas puntuales, como la recomendación para un trabajo o para resolver alguna cuestión oficial jurídica, mercantil, religiosa o financiera donde sea necesaria la influencia de algún poder. Algo que, pese a las apariencias, él no tiene. No funciona desde los sentimientos, porque ese nivel supone ya un grado de conciencia despierta de la que el maltratador no dispone. Funciona básica y fundamentalmente desde las fijaciones mentales y las emociones que esas fijaciones mueven, en el sujeto puede predominar la frialdad de la mente lo que le acerca a la psicopatía, pero también sucede al revés, en el caso de que sea la parte emocional la que domine las ideas, entonces no hay frialdad sino pérdida de control racional-emotivo sobre las propias acciones y reacciones.
El maltratador carece de sentimientos porque carece de alma, que es el resultado de la toma de conciencia mutua entre mente y emociones, materia y energía, dando lugar a un estado de comprensión y sana expresión comunicativa de esa plenitud expansiva de la inteligencia emocional que es el estado fundante y transformador del amor incondicional, que no significa aguantar los malos tratos sino asumir el problema desde la conciencia y tomar decisiones al respecto, como el alejamiento y la separación .
El amor inteligente nos indica que no se puede ni se debe ser el cómplice del maltrato, precisamente porque se ama al propio maltratador y ese sentimiento es más potente y sabio que el apego ansioso a la emocionalidad del miedo y de una fidelidad admirativa o protectora , inadecuada, enfermiza y patológica.
El maltratador carece de sentimientos porque carece de alma, que es el resultado de la toma de conciencia mutua entre mente y emociones, materia y energía, dando lugar a un estado de comprensión y sana expresión comunicativa de esa plenitud expansiva de la inteligencia emocional que es el estado fundante y transformador del amor incondicional, que no significa aguantar los malos tratos sino asumir el problema desde la conciencia y tomar decisiones al respecto, como el alejamiento y la separación .
El amor inteligente nos indica que no se puede ni se debe ser el cómplice del maltrato, precisamente porque se ama al propio maltratador y ese sentimiento es más potente y sabio que el apego ansioso a la emocionalidad del miedo y de una fidelidad admirativa o protectora , inadecuada, enfermiza y patológica.
El amor al prójimo no sólo no excluye la autoestima, al contrario es imposible que alguien incapaz de amarse y respetarse a sí mismo, ame y respete de verdad a otros . Cuando vea que le aman, abusará, manipulará, mentirá y maltratará también; sólo hay dos formas de manifestar 'afecto' para los seres sin autoestima: 1) el maltrato hacia quien le quiere y no le impone ni le exige nada 2) la sumisión a otro que tenga poder sobre él, le imponga autoridad y le exija; los métodos más comunes son de dos tipos : a) con agresividad, con chantaje emotivo, con poder económico o social que le hace estar "por encima" y b) con indiferencia haciendo entender que la víctima le aburre o le cansa, que no le entiende ni le satisface, provocando que el exceso de valoración hacia el verdugo y la inseguridad de la víctima, la hagan aún más complaciente, sumisa, torpe y vulnerable, dando lugar a situaciones aún más humillantes si cabe. Convirtiendo la convivencia en un infierno de reproches y rencor, de miedo a disgustar y ensañamiento como disgusto.
Hay que puntualizar que, aunque no es lo más frecuente y llamativo, no siempre el maltratador es hombre, que también hay alternancia de papeles y hay hombres demasiado inseguros, dependientes y psicológicamente destrozados por una pareja dominante, caprichosa y neurótica, o chantajista y retorcida. Y que entre parejas homosexuales de ambos géneros puede ocurrir y ocurre exactamente igual. Que no es necesariamente una lacra de género, aunque lo parezca, sino de roles psicológicos enfermos asumidos como 'normalidad' entre ambos. Y que se da también en las relaciones familiares, entre padres, madres, hijas e hijos, hermanos, hermanas y, a veces, aunque con menos frecuencia, con parejas, como cuñados, yernos, nueras, suegras y suegros. No es tanto el parentesco como la pérdida de identidad y deformación de espacio personal en las relaciones interfamiliares. Y por supuesto no podemos olvidar los malos tratos escolares y los abusos sexuales a los menores, los laborales con el abuso, el acoso sexual de jefes y/o compañeros, y el mobing . En la amistad también puede darse pero es más fácil detectar el problema y poner tierra por medio.
El mal trato es la exaltación sin límites del concepto neoliberal del dominio individualista sobre el entorno, en el que se incluye a las personas susceptibles de oprimir y controlar, como posesiones a quienes se puede impunemente despojar de sus derechos, libertades y dignidad, porque se las considera objetos de servidumbre y propiedad privada, como se hace en el mundo operario, bancario y empresarial. Aunque esa deformación está presente en todas las ideologías y clases sociales. Depende mucho del grado de conciencia en que nos desarrollemos, de los valores con que nos educamos y hemos visto en nuestra familia durante la infancia y la adolescencia, del equilibrio psicoemocional que de ello se deriva. No es infrecuente que 'genios' del arte o del pensamiento o religiosos devotos, meditadores y practicantes del yoga, sean y hayan sido también maltratadores y maltratadoras y se les exalte como a seres magníficos. Pero ni en los peores momentos deberíamos olvidar que el efecto de esas desgraciadas circunstancia en nosotros, lo mismo que el maltratar a los demás, es una elección personal que depende de nuestra disposición para pedir ayuda clínica en los casos graves, y tampoco es una patología inevitable. Somos responsables de nuestros humores, del control e integración de nuestros estados de ánimo y de darle el poder o no a personas determinadas para sacarnos de nuestras casillas o para aniquilarnos emocional o mentalmente, lo mismo que a circunstancias y "sacadas de quicio" que cotidianamente debemos afrontar.
Somos libres para valorar lo que nos fastidia de los demás y darle sólo el valor del análisis objetivo antes que una reacción desproprocionada por algo que pasados unos minutos o unas horas se irá redimensionando por sí mismo si nuestra emotividad hipertrofiada no lo infla y lo hace inmenso siendo lo que es simplemente. Y nadie en absoluto es responsable ni culpable de nuestros estados de ánimo, acciones y reacciones. No somos libres para evitar un problema o un insulto o una agresión que no se pueden prever, pero sí lo somos para gestionar sus consecuencias en nosotros y el modo eficaz y sensato de afrontarlas.
El maltrato nos aliena, nos "cosifica", hace del ser humano un objeto sobre el que otro puede descargar su rabia, su malestar o su desapego hiriente o sus necesidades sexuales puntualmente para luego alejarse y desentenderse, e incluso irse a buscar satisfacción junto a otra persona y hacérselo saber a ambas utilizadas con todo tipo de detalles, como enseñar y alardear de regalos, cartas, detalles personales, con justificaciones y razonamientos, como "yo soy así y no pienso cambiar y si me quieres me comprenderás y aceptarás con mis peculiaridades y si no lo haces, me voy y te dejo, que tengo otros/as para los que soy un dios y no me fallan nunca cuando les llamo"o "he decidido que entre ocuparme de ti o irme con la primera que se me cruce, elijo lo segundo,pero no te vayas,quédate a mi disposición, que necesito saber que me necesitas porque no quiero perderme lo que saco de ti cuando me apetece. Sobre todo, saber que me eres incondicional y que soy único para ti, tanto que no te vas con nadie aunque yo te haga tirillas. Así me confirmas que soy irresistible y omnipotente y el centro de tu pobre existencia que gracias a mí tiene sentido".
Pero cuando la víctima por fin se da cuenta del juego macabro, se despierta y se va, el maltratador no lo soporta; su autoestima es tan baja y su orgullo y su soberbia tan desmedidos, que no soporta que le dejen y entonces persigue a su víctima por todas partes. Le hace daño si puede, la odia a muerte, y espera que ella "arrepentida" por haber abandonado la paradisíaca relación, regrese para poder vengarse de ella, aunque le dé a entender que la quiere y que, sobre todo, la "necesita".
Hay que puntualizar que, aunque no es lo más frecuente y llamativo, no siempre el maltratador es hombre, que también hay alternancia de papeles y hay hombres demasiado inseguros, dependientes y psicológicamente destrozados por una pareja dominante, caprichosa y neurótica, o chantajista y retorcida. Y que entre parejas homosexuales de ambos géneros puede ocurrir y ocurre exactamente igual. Que no es necesariamente una lacra de género, aunque lo parezca, sino de roles psicológicos enfermos asumidos como 'normalidad' entre ambos. Y que se da también en las relaciones familiares, entre padres, madres, hijas e hijos, hermanos, hermanas y, a veces, aunque con menos frecuencia, con parejas, como cuñados, yernos, nueras, suegras y suegros. No es tanto el parentesco como la pérdida de identidad y deformación de espacio personal en las relaciones interfamiliares. Y por supuesto no podemos olvidar los malos tratos escolares y los abusos sexuales a los menores, los laborales con el abuso, el acoso sexual de jefes y/o compañeros, y el mobing . En la amistad también puede darse pero es más fácil detectar el problema y poner tierra por medio.
El mal trato es la exaltación sin límites del concepto neoliberal del dominio individualista sobre el entorno, en el que se incluye a las personas susceptibles de oprimir y controlar, como posesiones a quienes se puede impunemente despojar de sus derechos, libertades y dignidad, porque se las considera objetos de servidumbre y propiedad privada, como se hace en el mundo operario, bancario y empresarial. Aunque esa deformación está presente en todas las ideologías y clases sociales. Depende mucho del grado de conciencia en que nos desarrollemos, de los valores con que nos educamos y hemos visto en nuestra familia durante la infancia y la adolescencia, del equilibrio psicoemocional que de ello se deriva. No es infrecuente que 'genios' del arte o del pensamiento o religiosos devotos, meditadores y practicantes del yoga, sean y hayan sido también maltratadores y maltratadoras y se les exalte como a seres magníficos. Pero ni en los peores momentos deberíamos olvidar que el efecto de esas desgraciadas circunstancia en nosotros, lo mismo que el maltratar a los demás, es una elección personal que depende de nuestra disposición para pedir ayuda clínica en los casos graves, y tampoco es una patología inevitable. Somos responsables de nuestros humores, del control e integración de nuestros estados de ánimo y de darle el poder o no a personas determinadas para sacarnos de nuestras casillas o para aniquilarnos emocional o mentalmente, lo mismo que a circunstancias y "sacadas de quicio" que cotidianamente debemos afrontar.
Somos libres para valorar lo que nos fastidia de los demás y darle sólo el valor del análisis objetivo antes que una reacción desproprocionada por algo que pasados unos minutos o unas horas se irá redimensionando por sí mismo si nuestra emotividad hipertrofiada no lo infla y lo hace inmenso siendo lo que es simplemente. Y nadie en absoluto es responsable ni culpable de nuestros estados de ánimo, acciones y reacciones. No somos libres para evitar un problema o un insulto o una agresión que no se pueden prever, pero sí lo somos para gestionar sus consecuencias en nosotros y el modo eficaz y sensato de afrontarlas.
El maltrato nos aliena, nos "cosifica", hace del ser humano un objeto sobre el que otro puede descargar su rabia, su malestar o su desapego hiriente o sus necesidades sexuales puntualmente para luego alejarse y desentenderse, e incluso irse a buscar satisfacción junto a otra persona y hacérselo saber a ambas utilizadas con todo tipo de detalles, como enseñar y alardear de regalos, cartas, detalles personales, con justificaciones y razonamientos, como "yo soy así y no pienso cambiar y si me quieres me comprenderás y aceptarás con mis peculiaridades y si no lo haces, me voy y te dejo, que tengo otros/as para los que soy un dios y no me fallan nunca cuando les llamo"o "he decidido que entre ocuparme de ti o irme con la primera que se me cruce, elijo lo segundo,pero no te vayas,quédate a mi disposición, que necesito saber que me necesitas porque no quiero perderme lo que saco de ti cuando me apetece. Sobre todo, saber que me eres incondicional y que soy único para ti, tanto que no te vas con nadie aunque yo te haga tirillas. Así me confirmas que soy irresistible y omnipotente y el centro de tu pobre existencia que gracias a mí tiene sentido".
Pero cuando la víctima por fin se da cuenta del juego macabro, se despierta y se va, el maltratador no lo soporta; su autoestima es tan baja y su orgullo y su soberbia tan desmedidos, que no soporta que le dejen y entonces persigue a su víctima por todas partes. Le hace daño si puede, la odia a muerte, y espera que ella "arrepentida" por haber abandonado la paradisíaca relación, regrese para poder vengarse de ella, aunque le dé a entender que la quiere y que, sobre todo, la "necesita".
El maltratador es un narciso en estado salvaje, ególatra e incapaz de querer a nadie y que además se desprecia a sí mismo en el fondo, porque se ve como es y sabe que para que le quieran y le admiren tiene que fingir bondades y virtudes que no tiene; por eso desprecia por completo a quién considera tan idiota como para adorar su miseria y no detectar como es en realidad y que encima le quiera como pareja y pase las de Caín a su lado sufriendo en silencio o montando el número, que también pone muchísimo si se trata de celos contra rivales imaginarias o reales atrapadas en la misma red inmunda. Suele vérsele muy complacido con la amistad e incluso relación afectiva con personas que le miran por encima del hombro, le hacen desplantes y no le consideran como nada especial, e incluso ni siquiera, mínimamente relevante, a estos los considera "sabios" experimentados, o muy 'espirituales' maestros de altas percepciones y/o "con mucha personalidad" porque no son sensibles a las marrullerias de su apariencia. Le tienen calado y casi les está agradecido porque no le pongan en evidencia.
Este mismo sistema maltratador se ejerce en la política de partidos. El 'aparato' seduce con sus tácticas proselitistas y cuando el inocente ciudadano entra en el meollo del asunto empieza a ver como se maltrata a los ciudadanos, como se pasa de ellos, como se burlan de sus propuestas y reclamaciones, como los utilizan al servicio de sus credos e ideologías por encima del servicio institucional para el que han sido votados, pero al mismo tiempo, como el ego del maltratador, los "necesitan" para que les voten, por eso tienen brotes de cortejo seductor en las campañas pre-electorales y una vez firmado el pacto matrimonial o conseguida la entrega incondicional de la víctima, sacan su verdadera condición y demuestran lo que son de verdad: viles mercaderes de emociones y adhesiones fiedelísimas. Impresentables. Desagradables. Marrulleros. Innobles. Mentirosos. Hipócritas ( aunque ellos prefieren que se les considere "diplomáticos"). Demagogos y manipuladores. Encantadores de serpientes que viven de la emocionalidad que provoca el disgusto ciudadano con lo que hay y la 'ilusión' por lo que pueda venir con "el cambio" de color y de logo, que no de circunstancias ni soluciones.
La ciudadanía es la dama boba que se somete, sin escarmentar jamás, siglo a siglo, cada legislatura al mismo ritual. Pero sin comprender que es ella misma el chivo expiatorio en la liturgia del poder. La víctima propiciatoria en el altar del dinero. Y hasta ahora no se le había ocurrido mayoritariamente, la idea de esquivar a los seductores y empezar a ser ella misma; ya que tanto "la necesitan" debe dejarles a su bola y montarse por cuenta propia el modo de gobernar sin moscones y aprovechados, eligiendo entre sus mismas/os componentes a los/las encargados/as de organizar lo que todos desean que se organice.
Parece que ya hay una gran parte de ciudadanía dispuesta a dar de verdad, de verdad, otra vuelta al tornillo de la democracia, pero con otro tipo de tuerca. No con la prefabricada de laboratorio, sino con la made in cityzenship. Que de verdad de la buena, es la única que sabe de qué va esto y de qué no debe ir. Poco a poco conseguiremos que desaparezcan los malos tratos y que se recuperen y reeduquen los maltratadores, porque ya no queden víctimas que piquen el anzuelo del beso de Judas.
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