jueves, 26 de marzo de 2015



Así no asaltamos los cielos 

por Luis García Montero

26 mar 2015




Las épocas de incertidumbre exigen sus propias estrategias. A la hora de hacer el equipaje intelectual y político conviene no olvidar algunas cosas.  Una de ellas es la sinceridad. Fue uno de los compromisos que defendió Francisco Ayala cuando publicó en 1944 su libro Razón del mundo. Después de las experiencias bélicas en España y en Europa, y después de sonoros debates sobre el fracaso y la responsabilidad de los intelectuales, el exiliado republicano defendió la sinceridad como una forma imprescindible de posición ética en el pensamiento. Se trataba de asumir sin máscaras argumentales las dudas, las intuiciones y las apuestas de la propia identidad más allá de las certezas falsas.
Hay otra decisión muy útil en tiempos de incertidumbre: el esfuerzo de comprender y respetar las apuestas de los otros (de los otros que van en un mismo barco). No es un acto de buenismo, sino una precaución intelectual. En la crispación de los debates, suelen aparecer conceptos como infamia, traición o deslealtad que abren distancias irremediables entre los unos y los otros. La incertidumbre invita a la discusión, claro está, pero conviene hacerlo de un modo en el que la superación de la incertidumbre facilite la convergencia. Discutamos con sinceridad y sin abrir heridas.
Y, después, está también la obligación de matizar. La prisa en los análisis consolida dogmas y prejuicios, enmascara la realidad y dificulta la comprensión de los acontecimientos.
Las elecciones del pasado domingo en Andalucía han provocado muchas interpretaciones, pero una consecuencia principal: a diferencia de la situación anterior, con menos votos y los mismos diputados, el PSOE puede gobernar en solitario.
La idea del pacto político permite diversas valoraciones. No es coherente ni la sacralización, ni la negación inmediata. Intervenir en la realidad es consustancial a la lógica política. Yo considero que Izquierda Unida hizo bien en pactar con el PSOE para evitar la llegada del PP a las instituciones andaluzas en un momento en el que el éxito de la derecha se dirigía con paso vertiginoso al desmantelamiento de los servicios públicos, a la degradación laboral y a la voladura de los derechos civiles.
Y creo que Izquierda Unida hizo bien en utilizar su pacto para abrir comisiones de investigación contra las prácticas corruptas y para defender políticas sociales de carácter alternativo. Las posturas sobre el derecho a la  vivienda, los desahucios y la banca pública pusieron muy nerviosas a las élites financieras, y esos nervios pesaron tanto o más en la ruptura por parte del PSOE que las ambiciones personales de la presidenta, presidenta, presidenta, en los calendarios de su partido.
Que el pacto se pudo hacer de otro modo, más abierto a los ciudadanos y a todos los sectores de la propia IU, es verdad. Un pacto no puede servir para colocar militantes sin trabajo conocido y para consolidar aparatos añejos, también es verdad. Pero no confundamos los malestares internos o los errores de uso con los conflictos externos. Además, resulta incoherente achacar los malos resultados de IU al pacto, cuando el otro partido del acuerdo ha obtenido un éxito evidente. Se puede decir que la perspectiva es distinta entre los votantes del PSOE y de IU, otra verdad. Lo que ocurre es que esa verdad última nos conduce a la  encrucijada principal que vive hoy IU respecto a su propia situación y a Podemos. IU no puede conformarse con recoger las indignaciones de la crisis, necesita combatir democráticamente el modelo económico que ha producido la crisis. Los pactos se ven de distinta manera cuando se trata de recoger indignaciones o cuando el fin último es combatir un modelo.
Mantener la tradición histórica de la izquierda es legítimo cuando se pretende combatir un modelo social de capitalismo descarnado. En ese empeño resulta necesario configurar nuevas mayorías y buscar la convergencia con otras fuerzas. Pero no se debe confundir la convergencia con operaciones de liquidación de la izquierda organizada y con tácticas para hacer que el otro a rompa sus siglas. La Izquierda puede encontrarse bien en una inercia de indignados, pero siempre que no se la obligue a renunciar a su tarea última: la transformación del  modelo social y productivo.
Frente a los que se niegan a la convergencia o a los que exigen, como borrón y cuenta nueva, la renuncia a la historia de IU, yo creo sinceramente en el matiz de buscar el diálogo defendiendo una identidad propia, una apuesta basada en el reconocimiento de los conflictos de clase. En concreto, de los conflictos de clase en un país situado en el sur de Europa en 2015, no en otro lugar del mundo o en otra época. La lucha por el salario justo y el trabajo decente es la única manera en la que adquiere aquí sentido la regeneración democrática de una sociedad corrupta y desequilibrada. Tengo la prudencia de no considerar traidores a los que piensan de forma distinta, porque sé que sus actuaciones y sus apuestas responden a la misma incertidumbre que me afecta a mí y son tan legítimas como la mía.
Me limito a advertir algo: es posible que algunas llamaradas rupturistas sólo sirvan para consolidar el bipartidismo y acabemos entre todos haciéndole el juego a las estrategias de las élites económicas. He querido escribir un artículo sincero, matizado y respetuoso porque me afecta que en Andalucía se haya creado una situación que,  después de la llegada ruidosa de tantas novedades, vuelve a permitirle al PSOE el ejercicio del gobierno sin incomodar a los bancos. Y así no se asaltan los cielos.  


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Muy lúcida esta reflexión de Luis G. Montero, como es habitual en él. La comparto sin objeciones.  Y creo que lo mejor para asaltar cielos es ponerse de acuerdo en los suelos y ya no será necesario asaltar nada. Escucharse, respetarse y tratar de cooperar poniendo en común las mejores herramientas de que se dispone y mejorando las más deficientes. Construyendo, incluso aprovechando los materiales de derribo que sigan siendo útiles. La indignación tiene una fuerza que bien canalizada es capaz de mejorarlo todo, pero mal empleada nos divide, nos envenena, nos enfrenta y nos arruina los mejores proyectos, que ya no se hacen para el bien común sino para humillar al' enemigo' al que según la flor y nata del espíritu comunista fetén no hay que dar ni agua. Y no es así. Dar agua al enemigo no es una traición a la causa, es humanidad y romper hielo inútil e inhabitable.
Un ejemplo real. Los yayosflauta nacieron del 15M, pero ese espíritu duró un suspiro, rápidamente IU se apoderó de él y cercenó la esperanza de un cambio afianzando las amarras del retroceso. La idea inicial era más reivindicativa en la innovación que en la repetición. Se intentaba hacer que los mayores aportasen su experiencia en el tema de la memoria histórica, ofreciendo coloquios en los centros de enseñanza, colegios, institutos y universidad, con los alumnos, para que conociesen como fue la infancia y la educación en las décadas de la posguerra, como funcionaba el franquismo y que así los jóvenes y adultos de mañana conociesen la historia en directo. También se sugirió la idea de ayudar a otros mayores a manejarse con las nuevas tecnologías, con el móvil, internet y las redes sociales, porque muchos están inmovilizados en casa o enfermos y solos, se sugirió que en vez darle a las cervezas y al consumismo desatado de los bares, después de las jornadas protestonas, el grupo se fuese a reunir en los parques si hacía buen tiempo o en algún hogar de jubilados o centro social de barrio, si hacía malo, proponiendo actividades como talleres de compromiso y lúdicos con mensaje, como cuentacuentos o teatro leído, con dos objetivos añadidos a la mera participación democrática, como cuidar la salud sin darle al alcohol y a las tapas a lo bestia, que todos andan chungos de tensión, colesterol, ácido úrico, etc... y hacer una hucha con el ahorro de las consumiciones y darlo a los colectivos de ayuda material, como asociaciones de vecinos que gestionan ayuda inmediata, como pagar un recibo de luz, de agua, un mes de hipoteca, material escolar, medicinas o comida y limpieza, etc...trabajando el valor testimonial y pedagógico de la solidaridad como empuje de la justicia social. ¿Qué mejor muestra de regeneración social y política para el barrio o la ciudad, que los jubilados reivindicativos compartiendo su tiempo, su ejemplo y sus recursos?
Recuerdo que hasta el Psoe de Valencia ya con Ximo Puig, les invitó a una jornada con las bases del Psoe para que hiciesen propuestas y explicasen como trabajan y cooperan. "Que nos pongan verdes, por favor y nos canten las cuarenta, a ver si arrancamos y tiramos palante" dijeron los sociatas desmoralizados y más perdidos que el alambre del pan bimbo, con una admiración enorme hacia los inquietos abuelos, parientes de socialismos fatalmente avenidos. Se hizo la jornada pero los Yayosflauta bastante menos flauta que hoz y martillo,  consideraron que no se debían codear con la baja estofa socialista y los dejaron plantados cual esqueje de palmera levantina. Ni escucha, ni respuesta, ni los mínimos de buena educación vecinal. Desprecio absoluto y subida de humos a tope. "Eso es que quieren que nos hagamos socialistas" farfullaban entre desconfiados y chulos, "pues antes muertos que vendidos al enemigo".En fin. Muertos, claro. Estaba cantado.

Estas izquierdas desunidas e iracundas, están entrenadas para la furia incontrolada de hace un siglo y sólo disfrutan en el momento de maldecir a gritos en la puerta del ayuntamiento una tarde a la semana -aunque el ayuntamiento ya no esté allí, que lleva tiempo en un edificio de otro distrito- o en la puerta de un juzgado o de un banco, desfogando la rabia y las maldiciones insultantes y yendo a recuperarse al bar a continuación, como a la casa de socorro. Si la acción dura máximo una hora, el refrigerio rehabilitador dura dos o tres a base de darle a lo que caiga. La lucha social es lo que tiene, que agota y hay que beber a para olvidarla, hasta la próxima cita con el "enemigo", que cada vez es más numeroso sin que se sepa por qué.
Las mismas 'directrices' coyunturales valen para reventar las PAHs, Mareas, Plataformas , Guanyems, Podemos de a pie y con ínfulas demasiado libertarias, Izquierda Anticapitalista y todo lo que sea en Común. Al final con tal de prevalecer en sus trece, se van cargando las iniciativas con su aparatosis idiopática. Y con tal de jorobar al Psoe, llegan hasta a la aberración de pactar un gobierno con el pp... Y es que cuando el odio y su ceguera es el capitán del barco, el naufragio en su propio maremagnum está garantizado.
Es cierto que cada uno puede hacer con su tiempo, su salud, su dinero y sus odios lo que más le apetezca, pero entonces ¿por qué presumir de que uno quiere cambiar las cosas que no funcionan, si está haciendo lo mismo que los que las están fastidiando? Y entonces comprendes por qué el comunismo no ha conseguido cambiar nada fundamental en el alma humana y en el mejoramiento social verdadero y perdurable. No lo tumba el capital, se tumba él mismo porque en el fondo le está haciendo el juego a ese capital, funcionando con los mismos valores desalmados del ego colectivo y salvaje, pero en la cara B. En el fondo sólo está rabioso porque quiere hacer lo mismo que los ricos, el enemigo, la casta, que se están cargando el Planeta. Sólo quiere ser califa en lugar del califa. No que desaparezca el califato y lo mantiene porque hace lo mismo en su realidad humana, aunque divague en la teoría y pretenda asaltar los cielos para convertirlos en el mismo barrizal que ya son por sí mismos esos cielos tan apetecibles. Sólo quiere ser parte de ellos y no la cenicienta que les limpia las pelusas y el desorden. El aparato de los odios de clase también quiere tener pelusas y desorden que le limpien, como los ricos. Por eso cuando tiene la ocasión de corromperse se corrompe tan bien como ese enemigo de sus fijaciones. Si el sujeto no cambia la acción del  verbo el complemento siempre será el mismo.Mera concordancia inevitable.

Hay quien dice que IU ha perdido en Andalucía por pactar con el PSOE, modestamente yo creo, como García Montero, que no, que ese pacto les honra, y ha sido el acierto más importante del gobierno andaluz y lo que ha permitido frenar desahucios y mantener derechos y justicia en lo posible y dadas las circunstancias.
 Yo creo que mucho más daño le ha hecho  justificar los asaltos a los supermercados y los zarandeos a las cajeras por parte del ala dura y cerril. Una hábil reivindicación a lo Syriza, con los supermercados, habría conseguido la ayuda solidaria y el abastecimiento de familias, como se ha hecho en otros lugares, donde se donan los productos frescos de la jornada a cambio de que se sepa y se hable de su generosidad, que se convierte en la mejor propaganda. Mercadona perdió un montón de clientela que se ha ido a Consum, precisamente por esa razón. Consum coopera y Mercadona no. La dinámica de atrincherarse en el ataque indiscriminado y la obsesión purista y absurda de considerar el diálogo y la cooperación en las cosas buenas como una traición a la causa de la mala baba es la más rápida manera de fracasar. Ahí está la prueba. Un programa de gobierno muy bien pensado y eficaz, el mejor de los propuestos, inutilizado por las pulsiones irracionales del hábito, que al parecer, sí hace al monje, en este caso. Una pena, de verdad.

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