jueves, 12 de marzo de 2015

La voz de Iñaki


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La guerra de los Rose

EL PAÍS  


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Perfecto análisis de Iñaki, como siempre. La sesión de control al gobierno se convierte en descontrol total, precisamente porque en la cadena de transmisión delegada del teórico poder soberano, falta la presencia activa y protagonista de la realidad ciudadana que se ignora y sólo se debaten -fatal, por cierto- los intereses de partido que sólo son interesantes para los partidos, obviamente, pero insignificantes y hasta molestos e inapropiados, por no decir humillantes, para el padecimiento social que es el verdadero asunto a tratar. En una verdadera democracia este debate degradado y vergonzoso no tendría lugar jamás. Los eres y las gürteles  no habrían sido posibles y mucho menos intocables, o en el peor de los casos, ya se habrían juzgado, sentenciado y eliminado, en vez eliminar, destituir y cambiar de destino a los jueces. Pero aquí todavía no hemos conocido nada más que la publicidad de la democracia en gestos muy bonitos, consensuados y ceremoniosos. Nos hemos engolfado con el protocolo y en la elegancia de los discursos caballerosos de fina oratoria, pero con la democracia real, ésa que que facilita la justicia, la igualdad y los derechos a pie de calle, alimentando una economía justa e independiente respecto a la banca internacional y sus cambalaches,  bien regulada, equitativa, una fiscalidad con sentido común y ético, un federalismo plural, vuelto a la res publica y no llenando la bolsa y los bolsillos privados, una laicidad verdadera y no de pacotilla en títulos ampulosos de la Constitución que nadie cumple. 
Nos han educado in.concienzudamente siglo tras siglo para barnizar la herrumbre y no para limpiarla e impedir que se produzca. Para perfumar los vertederos y disimularlos en vez de aprender a no acumularlos. A  ocultar los desconchones y humedades mohosas con murales de Picasso o de Miró en plan trampantojo. A tapar con sábanas los muebles antiguos  para que el uso no los estropee, ni  se llenen de polvo, en vez de utilizarlos y mantenerlos bien conservados. Nos hemos acostumbrado a sentarnos en la sala de espera de las consultas a contarnos los padecimientos y síntomas de nuestros males y los tratamientos de los médicos, a alabar sus aciertos como objetos de prácticas y experimentos de la ciencia médica o a  criticar sus errores como víctimas de las mismas terapias, pero aún nadie nos ha instruido en el arte de estar sanos, de prevenir para no tener que curar tanta herida, tanto achaque y tanta miseria. Así andamos, don Iñaki en estas políticas que parecen toreo de salón. Una inutilidad insultante que nos sale carísima de mantener. Ya no se trata de que esto es cosa del pp o del psoe. Si lo hiciesen Podemos y Ciudadanos sería lo mismo. En esa masa cruda y siempre mal cocida siguen faltando la levadura y la sal: los implicados. La ciudadanía. Y mientras ella sea la gran ausente, la mentalidad franquistade la antiguas Cortes, seguirá marcando el mismo ritmo caciquil, donde no hay lugar para que Zaida, la ultrajada, cuente en el estrado su caso y toda España la escuche y el ministro le responda que para eso está. Y el Presidente del gobierno para cesarlo si no sabe resolver los problemas de su ministerio cuando esos problemas los presenta un ser humano y no un stock de armas vendidas al mejor postor. Los gobiernos y políticas democráticas reales y no de ciencia-ficción, tienen por objeto el bien de los ciudadanos, que es el bien común  y deben estar a su servicio, no al de la cháchara hueca, fuera de tiesto y estúpida. Zaida no debería haber estado sentada como espectadora, sino escuchada y atendida con todos los honores como miembro damnificado de la soberanía popular. Claro que aquí la soberanía está en La Zarzuela, como símbolo rimbombante y en la banca como realidad flagrante.  Pero es obvio que esas cosas tan civilizadas y éticas son propias de las democracias de verdad, no de conatos irrisibles y juegos malabares con el vocabulario y la demagogia, democracias fulleras a las que hasta la ONU acusa de incumplir los DDHH, el tribunal de Strasburgo condena sus malos tratos sociales y en demasiados asuntos y "soluciones" estamos a la altura de Zambia o de Nigeria. 
¿Por qué en el 15M uno de los movimientos se llama "Democracia Real Ya"? ¿Por qué los ciudadanos gritan en la calle "que no, que no, que no nos representan, que no" o "le llaman democracia y no lo es"? Pues porque no está y la echamos de menos. A la democracia. No a su eco vacío ni al sonido de su nombre que tanto llenas las bocas de quienes la están haciendo imposible. Porque somos cada vez más conscientes de vivir y padecer una ampulosa pantomima que vive a costa nuestra. La burbuja pseudodemocrática. Otra especialidad más entre las muchas pompas de jabón  del biparty.
¿Quién no se imagina algo así, aunque gobernase Podemos, si ya en una simple Asamblea General se descarta la democracia en favor de la 'eficacia'(?), se cierran bocas con el dedazo, se colocan amigos de confianza porque son famosos o compañeros de universidad del lider y no se tienen en cuenta a los representantes más votados en las listas, ni las enmiendas ciudadanas sensatísimas, a simples borradores que aún no son ni siquiera proyectos de ley, para que triunfe la idea del caudillo de turno?
 Aunque nos duela reconocerlo, a pesar de la Transición modélica, aquí sólo han cambiado algunas formas en la superficie. Pero el pelo de la dehesa antidemocrática y dictatorial, cacique y chafardera, chismosa y sin pudor, se ha quedado bien fijo en el fondo y a la mínima, como los muñecos tentempié, salta y se pone chulo. Como los eres y la gürtel. Como la religión y el aborto. Como el paro y los evasores. Como Esperanza Aguirre y su cohorte pretoriana,  o Pablo Iglesias y la suya. Reconocer la enfermedad y las lamentaciones pero no ver las causas, sin sanarlas  ni evitarlas, sirve de muy poco. Esta forma de peculiar "democracia" es como tener bronquitis crónica por ser fumador y seguir fumando mientras se toman cajas y cajas de medicamentos. O como ser diabéticos y ponerse ciegos de azúcar e insulina. Una barbaridad autodestructiva detrás de otra.

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