miércoles, 18 de marzo de 2015

La voz de Iñaki


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PP defraudador de impuestos

EL PAÍS 



El verbo defraudar es el más conjugado en esta mediocracia. Mediocracia con dos aspectos: a) el uso perverso y compraventa de los medios y b) por ser el imperativo categórico de la mediocridad. Mediocridad ética, cívica, intelectual, económica, financiera, social, política, ejecutiva, legislativa, educativa, cognitiva, gestora, artística, municipal, sindical, sanitaria, legal, militar, constitucional, estatal, real...En fin. Defraudar aquí no es una debilidad, una tentación, un vicio y mucho menos un delito, sino conditio sine qua non para poder hacer carrera de lo que sea. E incluso, ya mismo, para poder sobrevivir. 

Defraudar es desfondar, no sólo cajas fuertes y fondos públicos y privados si se trata del pequeño ahorrador o del recortado indefenso, sino también defraudar expectativas de progreso humano, defraudar esperanzas que no sean Aguirre, proyectos que incluyan el I+D+I, una suma ridícula de letras insignificantes para una sociedad donde los héroes son el joven Nicolás, Blesa, o Rodrigo Rato, el goldiniesta, la locuacidad de Felipe González, la pantuflitis tiktakera de P.I Turrión -que no el fetén- ,las urnas mixtificadoras de Artur Mas o Urdangarín y señora que, si la justicia universal no lo impide, acabarán por irse de rositas de todas todas, dada la jubilación forzosa a que se está sometiendo al juez Castro por parte del pp. Aquí el que no defrauda mayoritariamente no tiene nada que hacer ni un porvenir que llevarse al bolsillo o al estrado del poderío. Está más claro que el hedor del agua podrida que corre por las venas de este batiburrillo que hemos dado en llamar Estado de derecho, aunque lo más acertado sería llamarle Estado de derechas  al revés. Que no quiere decir que sea lo contrario, izquierdas, sino que tampoco hay izquierda disponible. Del revés del todo, que es la nada. Ni fu ni fa, sino todo lo contrario. Un caos irreversible, porque al parecer carece de lado opuesto, que sería el equilibrio y la armonía de lo justo y lo bello, lo cósmico. 
Lo maneje quien lo maneje el resultado acaba en lo mismo, con la sola diferencia de la velocidad del proceso. O sea velocidad directamente proporcional al grado de encerrinamiento destroyer, a más moderación de la movida, más lento va el desguace y a más empecinamiento veloz del proceso finiquitante, pilla una velocidad inercial imparable como ahora mismo. 

Defraudar es la clave. Y quien la encuentra es como si se hubiese caído en la olla de la poción mágica de Panorámix, el druída de Astèrix, como al  mismísimo Obèlix le pasó de chico. Ppor eso mismo el inmerso en ella desde la infancia ppuede con todo. Machaca lo que toca. Es invencible. Inimppugnable, inimpputable ya únicamente  investigable, como si se tratase de una partícula subatómica y siempre escurridiza, que acumula ppoder sólo con acelerarle los trámites en la máquina de la mentira germinal. 'Defraudador social' se está convirtiendo en un conato de carrera profesional de cuatro cursos más cuatro másteres añadidos siempre ampliables a más y a mejor. Es el verbo definitivo y definidor de este  presente con una pericia inusitada mientras asume las reverberaciones del pasado con la misma maestría con que se funde el ahora y el futuro en una misma estrategia lunática y coleóptera. Recuerdan los nervios locos de las cucarachas cuando se ven sorprendidas por la luz a media noche. Corren, tropiezan con ellas mismas, con las paredes y los objetos, y algunas se quedan bocarriba, moviendo las patas en el aire desesperadamente. Así estamos presenciando atónitos el espectáculo. Un verdadero fenómeno digno de investigación en este forzoso 'a pie de obra', ya que en laboratorio sería imposible, dadas las incalculables dimensiones del objeto a analizar y sobre todo porque los fondos financieros que podrían sostenello y enmendallo se desencuentran y escaquean en plan trashumante de banco en banco paradisiaco por eshosh mundosh dediosh. 

El  defrauding es el deporte español con menos riesgo y más ventajas que se conoce hasta ahora. Defrauda que algo queda. A buen defraudador  denuncias pocas. Al que a buen defraudar se arrima, buenos cargos le cobijan. O viceversa, que tanto monta, al que a buen cargo se arrima, buen defraudar le cobija. No es fraude todo lo que nos cruje. Dime si defraudas yéndote de rositas y te diré quién EREs solo y en comandita. De tal Gürtel tales hebillas. Los trajes sí hacen el moje. Rita, Rita lo que se lleva lo quita. Dime lo que bebes y te diré cuánto nos debes. Al pasar la banca nos dijo el banquero, os quito la casa y os robo el dinero. Y si me hace devolverlo el empeño de los jueces ni siquiera me preocupa, porque  os lo cobro dos veces. La primera en el pasado, la segunda en el presente. 
Para hacer coro a estas fechas de cuaresma penitente, un último desahogo: Señor, qué cruz y qué gente.

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